El Rancho
¿Qué es «El Rancho? Pues tendrás que averiguarlo tú mismo. Sólo precisar que aquellos niños se veían felices, jolgoriosos y exuberantemente hermosos en sus tangas de variados colores. En otras palabras, era el cielo..
Para sumergirse en las profundidades de esta aventura, es necesario, a modo sugerente, la lectura previa de los relatos “El niño de la playa solitaria”, en sus capítulos I y II, pues de éstos deviene la corolaria consecuencia de placer que estarán a punto de emprender. Si ya los ha disfrutado, y se ha dejado inundar de su inevitable toque de excitación, le invito a iniciar el viaje a este mundo de lo desconocido, de lo oculto, de aquello que muy, y créame, muy pero muy pocos, han podido penetrar en dichas fauces privilegiadas para contarlo.
Había gozado de la exquisitez de aquellos cuerpos deliciosos por una noción de tiempo que me resulta imposible de describir. La textura sedosa de los labios del joven Dylan culminaba mi clímax insostenible en su paladar, mientras que Pim acababa con magistral estallido lácteo cuando mi lengua revoloteaba con vil impetuosidad su ano desvirgado. Después de todo, pareciera ser que los doce años resultaba ser el rango erario ideal para el disfrute del sexo, y aquellos chicos de rubias cabelleras, colmados de hormonas como bombas de racimo, lo sabían bien. Tras el disfrute de las más soñadas cópulas, y con mi miembro aún palpitante a la sensación de las cavernas anales de los pre-púberes, nos dormimos al alero del fuego y su cálido lecho.
A la apacible quietud nocturna inundó la mañana y sus primeros rayos del sol, y con Pim durmiendo cobijado en mi ingle, mientras que Dylan yacía en mi pecho fornido, unas figuras masculinas rodeaban nuestro camastro de arena, para despertar a los chicos con violencia. Ante sus gemidos, mis ojos iniciaron su paulatino despierte para reconocer en aquellos hombres, los progenitores que el día anterior habían dejado a los muchachos en la solitaria isla de Anguila. El parecido de cada uno era evidente, y examinaban con detenida parsimonia la vendetta que me proporcionarían por haber violado a sus hijos. Dyl sollozaba, en tanto Pim guardaba silencio vista baja. Tres hombres me levantaron, y antes que pudiese articular defensa alguna un certero golpe en la parte posterior de la cabeza me puso a dormir nuevamente, no sin antes oír en descendente armonía, las súplicas de los chicos a mi favor.
Desperté con un dolor agudo en el asiento trasero de una camioneta de doble cabina, sin noción de geografías ni veletas de orientación. Aunque apenas podía moverme, advertía conversaciones secretas de mis captores, a pocos metros de mi posición:
-Los muchachos han dicho que les ha tratado bien, y que se divirtieron por cuenta propia- murmuraba una voz ronca
-¿Entonces no los violó?- preguntó un hombre mayor.
-Al parecer no. Según señaló Dylan, Pim se le insinuó tanto que para el tipo le fue imposible de resistir; y bueno Dyl se integró después, voluntariamente-
-Bueno, quizás podamos obtener de este sujeto algunos réditos; después de todo, está bien dotado- dijo la misma voz.
-Que lo lleven al “Rancho”- indicó el hombre mayor –Sigan el protocolo si es debido, dudo que se niegue a colaborar.
Dos figuras matonezcas se aproximaron, me cogieron por la fuerza, y me subieron a otro remolque. –“Vamos, daremos un paseo galanzote”- dijeron con un inconfundible acento vasco. El viaje fue largo, y tras casi una hora de eterno tránsito, pude sentarme, no sin sentir un leve mareo.
-Toma- me ofreció uno de mis secuestradores extendiéndome una cápsula y un vaso de agua –para el dolor de cabeza. Dinos, ¿desde cuándo frecuentas coger con chavales?
-¿Adonde me llevan? ¿Quiénes son ustedes?- pregunté aterrado.
-Te aclararemos dos cosas, adonde vamos, pocos han tenido el privilegio de ingresar, y considérate afortunado, porque a la hora que hubieseis violado a esos chicos, es que ya estábais muerto- indicaron con exhortante castellano. –Segundo, cuando lleguéis al “Rancho”, sólo tendrás dos preguntas para aclarar dudas, y eso será todo. Si no cumples, peor para ti.
Guardé silencio, y moví la cabeza afirmativamente. El dolor poco a poco iba cediendo, y emprendíamos ruta por un camino de tierra en medio de altísimos prados verdes. Lejos de toda ciudadela, se advertía allá, muy al fondo, un arco de piedra en forma de arcoíris como entrada a una granja de enormes proporciones, cercada en sus hectáreas por murallas que no lograban distinguirse ante la tapia de bambúes y pinos silvestres. Las dimensiones de tan magna finca eran propias de una colonia, y al traspasar aquel pórtico, custodiado por no menos una treintena de armados guardias, pude advertir una casona en su entrada, de magnífica arquitectura, que alcanzaba los tres pisos, con un grandioso acabado, que daba la impresión portentosa parecida a una manzana entera del mejor barrio acomodado. Los árboles frutales adornaban sus interiores en prodigiosas sombras, mientras que una alberca de extensas superficies y frescas aguas abanicaban con sus canteras a un grupo de numerosos niños semi desnudos que bañaban sus cuerpos al calor del verano. El rango erario oscilaba entre los diez y doce años, muchísimos de ellos con rubias cabelleras platinadas, algunos de hermosa belleza asiática, dos afroamericanos de mieles ojos, unos cuantos colorines de azulados ojos y pecas en la nariz, y aunque en menor cantidad, unas cuantas niñas de rubio europeo y cuerpos colosales de las mismas edades. Ninguno carecía de la belleza propia de quien fantasea con chicos como ellos en la soledad de sus placeres masturbatorios, y más allá de los rasgos disímiles existentes entre unos y otros, todos eran poseedores de cuerpos brillantes, pectorales levantados y culitos de abultado volumen. Se veían felices, jolgoriosos y exuberantemente hermosos en sus tangas de variados colores. En otras palabras, era el cielo.
Al descender del vehículo, el miedo parecía haberse extraviado, y una enorme erección comenzó a alojarse en mi ingle ante tal impensada convención de culitos tiernos. Procuré taparme con una mano, y una carcajada interrumpió la vista. Un hombre con sombrero blanco, al que todos llamaban “El Regente”, me dio la bienvenida cogiendo mi mano con un buen zarandeo, y me invitó a pasar al hall del inmueble. En su interior había más niños, algunos con batas, otros con sungas, otros con shorts, y otros simplemente desnudos; circulaban con absoluta normalidad, ya fuese sentándose en la barra por algo de beber, subiendo escaleras de la mano de otros hombres, traveseando con juego videos arcade, algunos de ellos en rincones y pasillos besándose entre sí, y cuando uno de los chicos penetraba piernas al hombro a una rubia de no más de diez años sobre un sofá de crema color, se escuchó el llamado de atención del Regente:
-Ya les he dicho que no antes de grabar, ni en los pasillos, ni mucho menos en los sillones de la sala de estar. Si ya terminaron sus deberes, pues vayan a las habitaciones de arriba, a la alberca o a las inmediaciones del campo- exhortó con imponente voz de mando.
El niño de cabello largo tomó a la niña rubia de la mano, y la condujo hacia el segundo piso, llevando consigo la erección de la cópula. Al pasar frente a mi me observaron con pícara sonrisa, como si quisiesen presumir algo que aún me era negado. Mientras miraba sus desnudas nalgas subir las escaleras, un niño asiático se acercó en repentina proximidad y tocó mi verga apretándola suavemente, miró al Regente, y le pregunto en torpe español: “¿puede jugal con Fong”?, a lo que él le contestó: “más tarde, primero el caballero y yo tenemos que conversar”. El niño se marchó algo decepcionado, no sin antes mirarme fijamente para cerrar un ojo en secreta complicidad. Por mi parte, ya no daba más.
-Este muchacho, es un travieso, ya lo verá usted- afirmaba –Todos los niños lo llaman “Fong”, por el pequeño niño coreano que sale en los videos de “PinkFong”, ya sabe, el de la famosa canción infantil “babyshark”.
-Sí, ya lo creo- le respondí con torpeza-
-Pues tome asiento, que ya le traen algo de beber- dijo con despreocupación. Y bueno, ya le habrán adelantado que sólo tiene dos preguntas, así es que elíjalas con cuidado- aseveró.
-¿Qué es este lugar?- pregunté.
-Le diré lo que no es: no es un prostíbulo, ni un burdel, ni mucho menos un desventurado centro para que cualquiera venga aquí y pague por ellos. Estas mil hectáreas son una tierra de arte, en donde elegidos como usted pintarán obras maestras con muchachos como éstos- señaló con un tono más serio- No formamos parte de la web oscura, ni de organizaciones criminales innombrables. Los muchachos tienen todo lo necesario en esta finca, y no hacen sino otra cosa que el arte que se les ha adiestrado para su perpetuidad. Las grabaciones y películas llevan un sello único, cuyos guiones se ilustran a pedido del cliente, y nosotros les damos lo que han querido ver, con la estricta prohibición de reproducir su contenido en los términos que previamente se han pactado. ¿Me va entendiendo?
-No del todo- le respondí.
-Y bueno, su segunda pregunta-
-Para qué me han traído aquí- consulté.
-Para lo que mejor sabe hacer, según me han hecho saber: para coger con ellos, no de la forma animal que muchos impetúan, sino con el mismo toque sutil y delicado con que llevó al pequeño Dylan y el vigoroso Pim hasta el cielo más alto. Pim ya ha trabajado con nosotros, y vaya que es difícil de complacer…y al parecer, usted consiguió eso y más. ¿Le interesaría trabajar con nosotros por cinco días?
Me tomé un minuto para analizar tan abrupta realidad. Había huido de la ciudad y mi trabajo en la búsqueda de un poco de paz y desconexión, y como resultado impensado, había terminado cogiendo con dos chicos en una playa solitaria, y ahora, ad portas de experimentar el más exquisito placer jamás vivido por hombre alguno que pudiese conocer. Lo miré con algo de recelo, y tras dejarme vencer por la vista espectacular de la desnudez infantil imperante, respondí afirmativamente ante tal innegable oferta.
-Pues bien estimado amigo mío, bienvenido a “El Rancho”- me animó entusiasmado- Eso sí, cumplo con advertirle que previamente ha de sujetarse a dos condiciones previas: primero, el tatuaje, y segundo, el examen desangre. Venga, no demoraremos.
Y así, el primer tatuaje de mi vida se estampó en mi antebrazo, un pequeño arcoíris de colores y la sombra de un álamo inmediatamente a su lado izquierdo, como signo de pertenecer irrenunciablemente a una cofradía secreta. Y tras mi extracción de sangre, y ante la confirmación de su galeno personal de que gozaba de una salud libre de cualquier padecimiento ETS, el Regente me ubicó en una de las habitaciones, y tras tomar una ducha refrescante me invitó a recorrer en total libertad las dependencias de “El Rancho”.
-Adelante, disfrute de lo que queda del día mire que comenzamos con su primera grabación mañana, una obra digna de admirar, ya lo verá. Lástima que las leyes del mundo impidan su libre circulación, pero seguro es que el cliente quedará satisfecho. Vaya a la alberca, disfrute de los muchachos y luego descansa para despertar con energías, será un día agitado el de mañana…y descuide, acá nadie utiliza preservativos, puede coger en total naturalidad, hemos tomado todos los resguardos- señaló reiterando su celestial invitación.
Y así, con la lujuria contenida, corrí a la alberca desnudándome por el camino. Los chicos se iban acercando a medida que me aproximaba a las aguas, algunos aparentemente ucranianos –por lo rubio de sus cabellos y celestino de sus ojos- salían de la piscina en mi dirección como hienas a su presa. Sentí una engullida profunda de un muchacho de cabellos rubios a ras, con leve chasquilla sobre la frente, que comenzaba a succionar con la avidez propia de quien gusta en extremo del sexo. Otro muchacho de iguales características sobaba mis testículos mientras lamía una de mis tetillas, y finalmente el niño a quien yo buscaba con desespero se abría paso entre sus pares que no paraban de besar mi torso desnudo y lamer la raya de mi trasero. El pequeño Fong saltó sobre mí como un koala y se fundió en un beso húmedo y experto, lo cogí de sus nalgas perfectas para pegarlo a mi cuerpo deseoso del suyo, y me aventé hacia una hamaca que reposaba entre dos cerezos bajo una exquisita sombra y lo tumbé sobre ella boca arriba. Me eché sobre él, con sus abiertas piernas rodeando mis caderas mientras lo seguía besando, y muy de vez en cuando, sentía en mi cuerpo el lamido de uno que otro niño que se atrevía a interrumpir la cópula. El resto miraba con impaciencia, con la esperanza de ser elegidos, pero el pequeño Fong se convirtió en mi obsesión desde el primer momento en que me sobó la verga.
Devoraba su cuello, sus orejas con acelerado ritmo, y poniéndome de pie para quedar a su altura mientras se sentaba en la hamaca, me dejaba morder el miembro por aquel chico de orientales ojos y cabellos azabache, succionando de tal forma que parecía querer sacarme la cabeza. Me dejé caer en el regazo para gozar de un exquisito sesenta y nueve, y cuando mi lengua que revoloteaba sus rosados pliegues anales lo hacía suspirar de placer supe que era el momento preciso para penetrarlo. Lo volteé boca abajo, y con sus pies rozando el suelo empiné su cuerpo para aprovecharme de su abultado culito de nalgas redondas, uno de los niños dejó caer un chorro de lubricante sobre la cola de Fong y aproveché el instante para humectarlo. Tras lubricar mi verga, y colocar la cabeza en la entrada de su cavidad estrecha, empujé de una todo el tronco cavernoso, y un grito agudo salió de la garganta del pequeño cuando mis vellos pubianos alcanzaban la comisura de sus nalgas al penetrarlo tan duramente y profundo. Comencé con mis embestidas en mediana velocidad, para posteriormente bufar sobre el niño con fuerte choque de cuerpos, gimiendo como animales en celo, él lo quería así y yo más aún, algunos chicos comenzaban a masturbarse ante la escena y dos niñas se arrodillaron para proporcionar sexo oral a los muchachos más excitados. Lo tomé de sus caderas para asegurarme que su culito desvirgado no se separara de mí, y tras muchísimo tiempo sin abandonar esa posición, y sintiendo mi ingle desfallecer, un manantial de chorros seminosos inundó el culo de Fong sin que él pudiese evitarlo. A medida que los disparos de leche estallaban en su interior, más lo cogía de sus cabellos con rudeza, procurando enterrar hasta los huevos si era posible, para finalmente escuchar los gemidos del inevitable orgasmo del niño, abrazarlo y echarme hacia atrás con él, para ver el confeti devenido de su eyaculación en todas direcciones, muy hacia lo alto, de la cual varios de los niños no pudieron obviar saborearlo.
Concluida la cogida, lo tomé en brazos y lo llevé hasta mis aposentos, cerré la puerta para solamente disfrutarlo a él, cosa que ocurrió durante gran parte de la noche y en todas las posiciones posibles. Tras una batalla ferviente de sexo febril, nos dormimos abrazados, no sin antes concluir que aquel chico significaba para mí el primer niño oriental con quien hacía el amor. Al día siguiente, me desperté ya sin Fong a mi lado, pues me había indicado el Regente que el chico debía de grabar unas cuantas escenas a esa hora de la mañana junto a otros “actores”, cosa que me desilusionó un poco. El Regente lo notó, y quiso animarme un poco:
-Tranquilo, ese Fong es bueno, pero hay otros niños igual de espectaculares, ya lo verá. Recuerde que estará con nosotros durante cinco días, y le pagaremos bien. Ahora procure desayunar bien, y por favor tómese esta cápsula que le ayudará bastante a un mejor desempeño durante la filmación de hoy…la necesitará, créame.
Tras haber devorado el desayuno con avidez, dado que estaba en demasía hambriento, bajé hacia el hall para ponerme a las órdenes del Regente. Había un buen quórum de camarógrafos y staff técnico, y en medio de ellos la pareja de niños que cogía en el sillón el día anterior se encontraba a mi espera vistiendo unas cortas batas. Ella, de rubia cabellera y ojos verdosos, de curvas y tetas en vías de maduración; y él, de cabellos marrón oscuro y espectaculares ojos celestes, ambos hermosos, exuberantes y calientes.
Sonreían a mi arribo, examinaban mis dotes sin mayor recelo, con una clara convicción de tener aprendido el libreto, mientras que por mi parte, sin siquiera saber cuál sería mi función en la filmación, me aprontaba para el deleite de una de las parejas de niños más bellos y voluminosos que podría imaginar, con precisos doce años recién cumplidos. Al cruce de miradas, la voz exhortante y cómplice del Regente interrumpió la escena, para preguntarme con sentido entusiasmo:
-Y, ¿está listo para la grabación de hoy?
CONTINUARÁ…
Gracias a todos quienes han disfrutado de este relato. Ya se ha enviado la segunda parte, para vuestro deleite. Saludos!
Uffs muy interesante y súper excitante tu relato amigo. Ojala pudiera conseguir algo así como dices !
Realmente hacías falta aquí, la verdad ha sido un giro desconcertante en la historia pero ha sido para mejor.
Amigo sigues en SST?
Excelente