El Rancho II: Los niños del Génesis
Usted será lo que han llamado la “fruta prohibida”, y romperá con la naturaleza ya escrita. Se acercará a ellos, y les ofrecerá su virilidad…¿Me ha comprendido?.
La voz del Regente parecía emanar desde muy lejos, pues mi vista no podía dejar de admirar la espectacular belleza de los chicos que ante mí se posaban en total exhibición:
-Y, ¿está listo para la grabación de hoy?
-Sí Regente, a sus órdenes- le contesté
-Pues sigamos- me indicó.
Ya habían adelantado rumbo los camarógrafos, staff de iluminación y los pequeños actores, tras cortos diez minutos de trayecto llegamos a una zona de nativo bosque, que se encontraba dentro de las extensas hectáreas de “El Rancho”. Antes de bajar del vehículo, el regente tomó mi brazo, y ofreciéndome nuevamente una píldora azul, me la hizo digerir con un buen vaso de agua:
-La va a necesitar estimado, ya lo verá- rió- Le explico en breve el libreto y guión: aquí no ha de expresarse palabra alguna, ¿me entiende?, nada de diálogos, usted no debe de decir ni una sola palabra. Estará a disposición de los chicos, ellos harán con usted lo que les plazca, le incitarán a los actos y no será a la inversa, no sé si me sigue, pero así lo ha pedido el cliente. Hará el mayor esfuerzo por ignorar las cámaras, y le repito, no diga nada, ni exprese obscenidades de su boca; tratará a los muchachos con sutil delicadeza, y si bien la niña ha cogido con este muchacho varias veces, es primera vez que lo hará con un adulto como usted, así es que mucho cuidado. Y en cuanto a nuestro joven actor, cumplo con informarle que es analmente virgen, pero está dispuesto e instruido; pues bien, ahora lo dejo con el director, quien le dará mayores detalles de guión- concluyó.
Debo reconocerlo: estaba aterrado, y a la vez excitadísimo. Me habían maquillado, y teñido el cabello con tinte transitorio, afeitaron mi corta barba y dibujado un lunar sobre el pómulo, todo para proteger mi identidad real. Los muchachos ya habían comenzado la filmación sin mí, se encontraban de rodillas frente a frente, desnudos, acariciando sus rostros y recorriendo sus cuerpos con sus manos, bajo unos impresionantes robles cuyas frescas sombras reposaban sobre suaves pastizales verdosos y amarillos, como si fuese un cuadro impresionista, una postal espectacular. El director se me acercó, y mientras la grabación proseguía entre cámaras y utilería, me explicó:
-Esto es el “génesis”, el principio de todo. Ellos se están descubriendo así mismos, se exploran, y explotarán su sexualidad por primera vez, sin ningún tipo de límites, como siempre ha debido de ser. Usted será lo que han llamado la “fruta prohibida”, y romperá con la naturaleza ya escrita. Se acercará, les ofrecerá su virilidad, y su primera terminación ha de ser sólo con la boca de los chicos, luego continuará sobre la chica, y finalmente, con el muchacho. La escena concluye con usted reposando sobre las hierbas, y los niños devorando nuevamente su miembro. ¿Me ha comprendido?- preguntó.
Tras la breve explicación, y aunque no era fácil entre tantas cámaras, me fui acercando, los niños devoraban un pedazo de manzana lo pasaban de boca en boca, con sus manos en las cinturas, y se besaban con grandes sonrisas. El niño, de cabellos marrón oscuro, piel de porcelana y espectaculares ojos celestes, era poseedor de la más respingada de las colas, en una “S” perfecta, y hermosas piernas doradas. Ella, de largos cabellos rubios, ojos verdosos, y pequeñas tetas en vías de maduración, le correspondía con toques de lengua a las embestidas del muchacho. Ambos no excedían de los doce años, y a las órdenes del Regente y del Director, hice mi ingreso en la escena, con una descomunal erección ayudada por los fármacos ingeridos previamente. Los niños, al notarlo, manifestaron expresiones de asombro con increíble profesionalismo, ignorándome casi por completo, pues sus hermosos ojos únicamente fijaban su vista en mi pene palpitante, y en vías de lubricación con gotas de precum. El director me hizo un gesto para que me acercase más, y con mi verga al alcance de los chicos, ellos comenzaron a susurrar en un idioma que no comprendía, al parecer búlgaro.
Mientras susurraban y reían, la niña tomó el tronco de mi pene y comenzó a examinarlo en inocente curiosidad, para luego tomar el tronco del niño y soltar una risa traviesa, al parecer, como queriendo comparar ambas herramientas equidistantes. El niño se mostró algo ofendido, y con algo de recelo me lo cogió igualmente, una palma más arriba que la niña, para apretarlo levemente. Acto seguido, mi pene pareció hincharse en generosa caverna, y tras murmurar leves palabras, llevaron sus pequeñas bocas hasta él para saborearlo, ella fue quien primero pasó su lengua sobre el glande, generándome una corriente que llegó hasta el ombligo, mientras que el niño lo besaba con sonoro contacto sobre el frenillo. La evolución de su primer oral ficticio iba en apasionante aumento, regalándome sendos lengüetazos de abajo hacia arriba a la par, besándolo en profunda caricia como si fuese una manzana confitada, intercalando entre lenguas y ósculos a la altura de la cabeza; sin succionarlo aún siguieron recorriéndolo con sus labios, siempre de arriba abajo, en perfecta sincronización, y cuando aumentaron la velocidad de la felación externa no aguanté más y estallé en esplendorosa eyaculación, con una infinidad de chorros en cantidad suficiente como para regar los hermosos rostros de ambos chicos, quienes con los ojos cerrados y las bocas abiertas se dejaban empapar del seminal manantial blanco. Así permanecieron durante unos segundos, con los labios del muchacho teñidos de nívea esperma chorreante y el rostro de la niña completamente empapado de leche masculina y dotada, disfrutando de su inesperado descubrimiento y abriendo levemente los ojos, para volver a su natural sonrisa.
El regente y el director esbozaban muestras de satisfacción tremendas, mientras alcanzaba a advertir a un camarógrafo sobando su verga para calmar la calentura. La niña se dejó caer sobre el prado, y atrayendo mi cuerpo hacia ella me condujo a lo más profundo de su apretada vagina. De ella emanaban litros de húmedo placer, y como si el libreto lo llevase aprendido desde siempre, hundí mi lengua tan adentro como pude haciéndola gemir con intenso placer; revolvía dentro de ella con exquisita delicadeza, tal como me lo había pedido el Regente, mientras sus sollozos de niña impúber estimulaban una vez más el crecimiento de mi verga. Me eché sobre ella para besarla, para devorar sus rosados y aureolos pezones pronunciados, haciéndola gemir con mayor fuerza, en tanto mi pene se ubicaba sin ser guiado en la zona de sus labios genitales. Lentamente fui empujando mi glande sobre su vagina, la cual si bien estaba húmeda también era en demasía estrecha, y al desliz de un patinaje ayudado de sus fluidos espesos y dulces, mi pene entró completamente en su interior, para comenzar la más exquisita de las penetraciones, bombeando lento y suave primero, y prosiguiendo con profundas embestidas después. Sentí como una tela interior se rasgaba en dos, para comprender que a pesar de haber sido penetrada por otros niños, sus pequeños penes jamás habían conseguido quitarle su recóndita virginidad, convirtiéndome entonces en su primer hombre y haciéndola gritar, mientras el niño erecto se ponía a su lado para consolarla con susurros en búlgaro idioma incomprensible, mirándose fijamente el uno al otro. Los aullidos de la niña, y la espectacular belleza del muchacho cuya desnudez estaba a una palma de mi mano, sumado al calor vaginal apretado en la que se deslizaba mi miembro, culminaron en una nueva eyaculación, con una cantidad inexplicable de fluidos seminales, ayudados inequívocamente por las pastillas que el Regente me había hecho tomar.
El orgasmo fue increíble, aunque aparentemente la niña no lo había conseguido aún, y al salirme de ella, el pequeño amante se dejó caer sobre su vagina para imitar mis movimientos, y continuar el placer de ella con su lengua recorriendo los pliegues de su joven concha rosada. Lamía y devoraba, incluso con mi semen brotando de ella, pero no le importaba y su lengua se preocupaba de limpiarlo absolutamente todo, me dejé llevar por el instante, y cuando el niño empinó su cola mientras hacía gozar a la muchacha, lo cogí con ambas manos de sus nalgas, para separarlas levemente, y barrer con mi lengua su ano jamás antes recorrido. El niño suspiró y gimió con fuerza, en una sensación para él desconocida hasta ese entonces, suspendió su felación para voltear a verme por primera vez fijamente a los ojos, y tras mis incesantes lengüeteadas frenéticas, prosiguió con lo suyo volviendo a la vagina de su enamorada. Así transcurrieron eternos instantes, hasta que la chica le hizo un ademán al niño para atraerlo con sus abiertas piernas sobre ella, éste ubicó su corto pene en la zona de su entrada, y hundió tanto como pudo sus caderas para penetrarla, moviéndose con torpeza en un principio, para conseguir algo de ritmo después.
El muchacho disfrutaba de la humedad de la chica, aunque ésta parecía no satisfacerse con los alcances de su joven amante, y mirándome como si me pidiese ayuda, puse la cabeza de mi pene en el culo del niño, lo cogí de las caderas, y sin dilatarlo le enterré toda mi virilidad en su ano, el cual se fue abriendo sin oponer mayor resistencia y haciendo que el niño soltara un desgarrador grito agudo y unas cuantas lágrimas brotaban de sus celestes ojos. El peso de mi cuerpo sobre el nene hizo que su penetración en la muchacha avanzara aún más, haciéndola gemir como si se tratase de mi verga dentro de sí, sus caderas chocaban con fuerza al mismo tiempo que mi ingle colisionaba con intensidad en el coxis del niño, ellos se miraban fijamente, se besaban, mis labios devoraban el cuello de él respirando sobre su nuca, mis manos sobaban la suavidad de sus piernas y su culito, disfrutando de aquel momento que probablemente jamás en la vida volvería a vivir. La niña comenzó a temblar, y tras las incombustibles embestidas del varoncito y del varón, soltó un grito de júbilo intenso, fruto de su orgasmo consumado y su libido satisfecha, dando paso a sus blancos dientes en señal de felicidad extrema.
Advirtiendo que su joven amante aún no concluía su clímax, se puso bajo de éste en perfecto sesenta y nueve, para chuparle tanto como pudiese su pequeña verga palpitante, mientras mis embestidas carecían de toda piedad y buscaban alcanzar su interior tan profundo como fuese posible, y tras larguísima cópula extendida mi ingle comenzó a debilitarse, para depositar en los intestinos del muchacho una explosión de semen espectacular, en chorros calientes e inacabables, uno tras otro. Y al igual que como ocurriese instantes previos, el muchacho comenzó su proceso de cúlmine, temblando y hundiendo su estómago en olas de excitación, para acabar en forma monumental en la boca de la niña, con gemidos y suspiros de inconfundible felicidad sexual, mientras levantaba su cuerpo permaneciendo de rodillas, con mis brazos rodeando su vientre, tetillas y robándole un beso de sus rojizos labios dulces. La niña, se incorporó para besarlo, y para ofrecerme de su lengua los fluidos del chico, dulces y deliciosos como el mejor almíbar blanco, espeso y cremoso brotado de la verga de aquel impúber actor pornográfico.
A las instrucciones del director de la película, nos dejamos caer bajo la sombra de los árboles, fingiendo una siesta larga que ellos se encargarían de editar con música, sonidos y efectos, para luego recomenzar los muchachos su juego primitivo, devorando mi verga en sonoros besos. Cuando habían comenzado a chuparla exquisitamente, en turnos, hasta el fondo, y haciéndome alcanzar un rápido orgasmo que no llegó a concretarse, la voz del director irrumpió con propiedad:
-¡Corten! ¡Perfecto, se graba!
El staff entero irrumpió en aplausos, el Regente lucía feliz y complacido, y tras ponerse la capa, el niño me ofreció su mano para felicitarme y decirme: -“добре направено”- (“Bien hecho”), mientras la niña asentía con su cabeza mirándome alegremente.
– ¡Muy, pero muy bien!- me palmoteaba el Regente ofreciéndome una bata –simplemente espectacular.
Mientras desmontaban todo, y nos aprontábamos para retornar a la casa grande, el regente revisaba en las cámaras una y otra vez las tomas filmadas. El niño, vestido con una bata café, me hizo señas para que lo siguiera, y tras llegar a la escondida de un árbol, lejos de todos, se desnudó y mi miró alegremente como invitándome a concluir algo. Entendiendo su idea, me desprendí de mi bata, lo cogí de sus piernas mientras él se abrazaba a mi cuello, mirándome fijamente con aquellos inolvidables ojos celestes me dijo “благодаря” (blagodarya – “gracias”), para besarme a mí, y sólo a mí, y sin perder el poco tiempo del que disponíamos procedí nuevamente a penetrarlo, en posición de koala, para acabar muy dentro de él y terminando ambos con nuestros instintos salvajemente satisfechos.
La niña ya se había marchado en una de las camionetas, sin embargo el niño no se apartaba de mí y me tenía tomado de la mano.
-Ay muchacho, tanto tiempo conmigo y vienes a embobarte a estas alturas- exclamó el Regente
– Bikh iskal da prenoshtuvam s nego- le murmuró el pequeño.
– Samo za tazi vecher i shte bŭde vsichko- le respondió el Regente.
-¿Qué fue lo que acaba de preguntar? –le consulté
-Nada, es sólo que quiere pasar la noche con usted- respondió –verá, es algo frecuente entre éstos chicos, y acaba de perder su virginidad anal con usted, es normal que se sienta pasajeramente atraído, pero ya pasará. Puede, claro si a usted no le molesta- señaló.
-En absoluto- le respondí entusiasmado –lo cuidaré, lo prometo.
-Ya lo creo- dijo el Regente –Por cierto, su nombre es Ivaylo
-Bien Ivaylo, vámonos a descansar- le susurré al pequeño, quien sin entender mi idioma, comprendió el alcance de la invitación.
Al volver a las dependencias de mi habitación, nos bañamos juntos en baño de tina, jugamos con espuma, e hicimos el amor espectacularmente en el agua. Al salir comimos algo en cama, y nos dormimos profundamente, para despertarme en la madrugada con Ivaylo devorando mi pene por última vez, y saboreando el néctar que de él emanaba.
Al amanecer, casi como si fuese una costumbre, el muchacho ya había sido retirado sin siquiera darme cuenta de ello, y antes de que pudiese siquiera preguntar por él, el Regente estaba en el umbral de mi puerta con un niño oriental, cuyos cabellos largos casi tocaban sus hombros; vestía sólo un speedo negro, y me miraba con una sonrisa oculta sin mostrar aún sus dientes. Su pechito era pronunciado, con dos pequeños pero hermosos pezones por tetillas, abdomen marcado, delgado y culoncito como los niños del Rancho, de suaves piernas tonificadas, hermoso, y exuberante.
-Él es Kichiro, y tiene diez años, japonés como podrá advertir- dijo el Regente –A lo que pueda desayunar, y reponerse, saldremos a grabar con él, saluda al señor Kichiro- le indicó.
El pequeño saludó alegremente desde la puerta, y sentí que mi ingle nuevamente cobraba vida. Cuando creí que Fong me había hecho suspirar, y los niños del génesis alcanzar el cielo, aparece este muchacho, Kichiro, y su particular belleza.
-Cuando esté listo, tome el auricular, digite “0”, y preparamos todo para grabar- dijo el Regente- Usted, nos avisa, estaremos atentos, y por cierto, recuerde tomar la cápsula…nos vemos más tarde.
CONTINUARÁ…
Eso ha de ser el paraíso el propio edén como tiene q ser, me quedo sin palabras de lo excitante q es su relato amigo.
Espero ver más de sus relatoexperiencias suyas y quizas charlas un poco si se puede amigo !
Capítulo primero, aquí:
https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/gays/el-rancho/
Excelente esperemos que más novedades pasaron!
Please, publica el próximo relato. Está buenísima la historia! Saludos.