El ritual. (Intro)
vio, pofe? Ya le salió un pelo…- Javier poso su indice sobre el pubis de su hermano, señalando el primer vello púbico del adolescente, el cuál reaccionó apartando de un manotazo el tacto del niño y volviéndose a cubrir. -¡no seas puto!-.
El ritual. (Intro)
El receso terminó. Junto a la entrada, Mario contemplaba a los niños de distintas edades que se regresaban exhaustos al único edificio de la escuela rural. Hacía un mes que se había instalado en la comunidad, aislada entre montañas, con el entusiasmo del recién egresado. Atendía en su clase a todos los niños del pueblo, desde preescolar a primaria, después, los que siguieran estudiando tendrían que hacerlo en la ciudad más cercana: dos horas a pie más dos en transporte.
Los alumnos tomaron asiento, felices y sudorosos. El día continuó como de costumbre. Hasta que noto un olor conocido en el ambiente. Primero sospechó que era él mismo, pero se había asegurado de limpiarse bien el pubis y las manos al despertar. Volteo nerviosamente a su saco de dormir, enrollado en una esquina; seguramente de ahí provenía el olor. Se levantó y dió vueltas entre los pupitres, avergonzado. Fue cuando se dió cuenta: provenía de uno de los chicos mayores de la clase.
Entendible de un puberto de doce años que explorará su cuerpo. La intensidad del aroma era lo sorprendente. A esa edad Mario ni siquiera eyaculaba, y cuando lo hizo, fue un líquido transparente, sin olor. Pasaron años antes de que su semen tomará la consistencia y cantidad para ambientar una habitación con un olor así.
Volvió a su asiento alterado. No tenía ni idea de que ocurría, y menos de porque sentía despertar su pene, si lo atendió unas 3 veces en la noche. Por lo menos los demás niños, inocentes, ni siquiera se cuestionaban nada. Trató de calmarse y pensar que hacer, nunca se imaginó en una situación como esa. Llegó la hora de la salida.
-¿Javi, esperas a Fe un momento? Ve a los columpios…
El hermano menor salió contento de no ir directo a la casa. Felipe estaba cabizbajo, cómo sabiendo por qué el profe le pidió que esperara a qué todos se fueran.
Primero que nada, quiero decirte que puedes confiar en mí- la voz le temblaba a Mario, ambos evitaban verse a la cara, sonrojados- cualquier duda o problema que tengas no te voy a juzgar, ni acusar con nadie
El niño permaneció en silencio. Agachado.
-Fe, necesito que me digas, si alguien te hizo daño, si te obligaron a algo…
-Es por lo del pelo, pofe?- interrumpió Javier. Mario respingo en su asiento, no había visto en qué momento el niño regresó al lado de su hermano.
En ese momento sucedió algo que no se hubiera imaginado. Con toda naturalidad el pequeño estiró el pants y la trusa de Felipe sin que esté lo impidiera. La tela negra del bikini, humedecida de sudor, mostraba manchas blancas inconfundibles, su pene y testículos también estaban cubiertos de la película transparente del semen seco.
-¿vio, pofe? Ya le salió un pelo…- Javier poso su indice sobre el pubis de su hermano, señalando el primer vello púbico del adolescente, el cuál reaccionó apartando de un manotazo el tacto del niño y volviéndose a cubrir. -¡no seas puto!-
Mario atónito, no se movía. Algo muy extraño tenía que estar pasando en la casa de esos niños… uno empapado de eyaculación ajena, el menor, tocando los genitales de su hermano sin el menor atisbo de pudor.
-Tengo que hablar con tu padre… es urgente. El maestro se levantó del asiento, tomó las llaves de la escuela. Sentía el calor subiendole por las mejillas, y como la mancha de precum se extendía por su propia trusa, que apenas contenía la erección.
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