El sabor del mamey – segunda parte
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Los chorros de leche caliente que disparaba la polla de Heyner fueron disminuyendo poco a poco, pero su polla seguía igual de dura.
poco a poco la fue sacando hasta retirar los 18 centímetros de longitud, dejando un tremendo orificio en mi trasero del que resbalaba abundante liquido seminal y algunos rastros de sangre.
Si que me había reventado el culo, y eso que tengo buen kilometraje en lo que a darle uso uso a mi culito se refiere.
Buen anillo, señor, me dijo Heyner mientras se tumbaba a un lado de la cama.
Le juro que estaba super rico, dijo mientras exhalaba un suspiro prolongado.
Yo – Vamos Heyner.
hay que vestirnos
El – Tan rápido caserito?? .
si recién estamos empezando .
hasta ahora solo ha salido para el pasaje.
todavía fala para la propina pes.
no sea así.
Acto seguido, cogió mi polla y me dio tremenda mamada, si que sabía hacerlo.
cuando estaba a punto de vaciarme, retiró tu boca de mi polla, y me cogiéndome por la cintura me levantó en peso y me sentó sobre su verga que estaba nuevamente dura, fue por los efectos de la lubricación y restos de semen que quedó dentro de mi trasero que su enorme bodoque entro sin mucho esfuerzo dentro de mi ano.
sentí un dolor agudo, pero una rica sensación derivada del dolor de la penetración anal y la tremenda paja que me corría con su mano mientras yo cabalgaba sobre su verga.
Cada envestida me llenaba todo, y su verga estaba se sentía mas gruesa y y mas larga que la primera vez, así estuvimos como media hora, y mientras yo cabalgaba sobre su verga el me pajeaba magistralmente.
Cada vez el fuego de mi interior se fue haciendo más grande hasta que no pude soportarlo y boté abundantes chorros de leche sobre el pecho de Heyner en e preciso instante que dando un grito de placer derramó su torrente de leche super caliente dentro de mi trasero.
Habíamos terminado juntos, y así aseguro Heyner sus pasajes y la propina.
Esa fue la primera de muchas veces en las que volvimos a vernos.
como para nunca olvidar el sabor del mamey.
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