El Sacristán me indujo a una vida de pecado
Luego de que el Padre se enterara que el Sacristán me metía la verga a su gusto, a el tambien se le antojo disfrutar de mi..
Desde chico, como a los 12, mi mama pensaba que yo me iría a estudiar para sacerdote, ya que yo no salía de la iglesia. Ayudaba al Padre durante las misas, acercándole lo necesario para dar la hostia y cosas así. Además, pasaba la charola para recoger las limosnas. Varias cosas de ese estilo hacia yo.
Si mi mama hubiera sabido que pasaba dentro de ese santo edificio…
Desde cuando que el sacristán ya me andaba encaminando hacia el camino del mal, del pecado, de la lujuria, cosa que yo disfrutaba lo máximo y le agradecía bastante.
Un buen día, el Padre hablo con él acerca de que rayos hacia conmigo, ya que el notaba que pasábamos mucho tiempo juntos. Así que el buen hombre no tuvo más remedio de confesarle nuestros asuntos. Puso especial énfasis al relatarle que yo ya la mamaba de lo más rico y que tenía el culo muy cerradito, por lo que apretaba bien rico, según su punto de vista.
Esa conversación le llamó mucho la atención a aquel santo varón, así que un buen día, pidió que lo fuera a visitar, ya que, según él, tenía algo muy importante que decirme.
Al llegar a verlo, me hizo pasar a su habitación, con la excusa, de que debía yo de confesarme, ya que lo que él había escuchado de mí, le indicaba que estaba yo a punto de caer en grave pecado, pero que aún estaba a tiempo de rectificar, así que él me iba a ayudar mediante la confesión, ya saben, esa que nos libra de todo mal en este mundo.
El buen hombre, me hizo arrodillar frente a él colocando mi cabeza entre sus piernas. Así que empecé a contarle mis pecados, una bola de tonterías sin nada que ver, así que el santo padre, me forzó a que le hablara del sacristán.
No tuve más remedio que contarle acerca de nuestras escapadas, de cómo le mamaba la verga a petición del sacristán, hasta el punto en que ya no hubo más remedio y empecé a darle las nalgas.
Estábamos tocando ese tema cuando empiezo a sentir como se le va parando y poniéndose cada vez más dura su enorme verga.
El buen hombre, ya no se aguantó y, sacándose la verga, me la dio a chupar, con el pretexto que le mostrara con todo detalle cómo se lo hacía al sacristán, para ver qué tan grande era mi falta.
Así que el santo varón, me tuvo bastante tiempo chupándosela. Solo gemía, suspiraba y se retorcía en la cama disfrutando a madres mi rica mamada de verga que le estaba haciendo.
Ya no se aguantó más, así que me pidió que me quitara el pantalón para poder metérmela a su gusto y verificar de primera mano la información dada por el cogelon sacristán.
Me tuvo cogiendo por bastante tiempo. Ese buen hombre, tenía una verga de lo más deliciosa y por lo visto era también de lo más aguantador.
Según el, el sacristán se había quedado corto en la narración de los hechos conmigo, ya que, a decir del padre, en verdad que se cogía de lo más rico conmigo y, además, apretaba bastante, por lo que se notaba bastante complacido conmigo.
Me dijo que en verdad mi falta era de lo más grave y haría falta varias semanas de confesión como esa, para tratar de limpiarme de manera definitiva mis pecados.
Yo, sin dudar ni un solo segundo, acepte de inmediato mi severa penitencia. En verdad que el Padre tenía una verga muy grande y gruesa, además de una gran cabeza adornando la punta del tronco.
Así que, durante varias semanas me deleite pagando penitencia saboreando su deliciosa verga. El padre en verdad estaba encantado conmigo, ya que le daba tremendas mamadas y, cuando el notaba que estaba a punto de venirse, de inmediato me ponía en cuatro y me la dejaba ir todita, arrancándome alaridos de dolor (nomas durante unos pocos días uwu).
Ya después, yo en verdad que estaba disfrutando lo máximo de sus tremendas metidas de verga, vaya que me hacía venir a mí soltando chorros de lo más abundante, con las deliciosas cogidas que me ponía el santo Padre.
Al buen hombre le encantaba tirarme su leche caliente dentro del culo, y enseguida, luego de los dos primeros lechazos, me volteaba y el resto me lo tiraba en la cara, eso le fascinaba al viejo pervertido santo varón.
Esa imagen mía de niño inocente con la carita llena de leche, le encantaba.
Con el tiempo, a veces se le ocurría cogerme junto con el sacristán, los dos al mismo tiempo. A veces, también hacia que me cogiera algún personaje de la comunidad que era igual o más pervertido que el santo Padre.
Todo eso provoco que mi infancia fuera de lo más placentera. Ya a los 15, no tenía yo reparo en darle las nalgas a todo aquel que me las pidiera, especialmente a mis profesores, por lo que yo sacaba muy buenas notas.
Ahora, ya siendo un hombre maduro, me sigue gustando que me den verga. No hay nada mejor que entregarme a mis machos para que me hagan su puta ufff.
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