El Sastre y El Caminito de San Juan
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Ya tenía pelos en el güebo, y ver aquello, era una paja segura cuando llegara a casa. Al chamo lo conocía de vista, pero a la chama, no la conocía. La chica estaba de rodilla mamando ese güebo, grande y grueso. Un tamaño único desde la base, hasta la punta. Un poco de pelos y estaba muy babeado por esa chica golosa, que estaba muy hambrienta por comerlo.
El chamo me vio, pelo los ojos, pero así seria, la mamada que recibía, que no hizo el intento de alertar a la muchacha, que estaba con los ojos cerrado. La mirada del chico me dijo todo, con la misma di la vuelta y cayendo al suelo, emprendí la huida, por donde mismo había venido. El corazón lo llevaba en la garganta, y una parazón de güebo, no se me quito hasta llegar a la casa…
II
Mi nombre es Rafael. Tengo 20 años y ya he comenzado los estudios universitarios. Pero mucho aún no he madurado. Cuando iba saliendo del caminito de san juan, recordé aquella vez y otras veces cuando el ocio y la vagabundería presto el terreno para ellas. Mi verga se puso dura, me palpe por encima de la bermuda, y sonreí mirando al cielo; aun es como antes. Cada vez que entraba por el camino ese, salía del con una erección, aun como cuando era un muchacho.
En mi mano derecha llevo una bolsa, en ella van unos pantalones. Dos son de papá, y otro tres son mío. Toque el vidrio de la puerta e intente ver hacia adentro, pero cuando me acercaba para ver, un afiche me bloquea la visión hacia dentro. Vuelvo a tocar y el señor julio me ha abierto la puerta.
III
Me senté a un lado de la puerta, en una silla con el cojín casi todo roto. Puse la bolsa en el suelo y espere a que el señor julio terminase de buscar << algo >>, en la mesa de trabajo, con un montón de trapos encima y un desorden enorme.
Es un señor de mediana edad. Creo que el señor julio debe tener unos 47 o 48 años. De contextura mediana, parece ser un italiano o portugués, pero según mi madre que le conocía desde hace tiempo (y la razón por la que estoy aquí) el señor julio es un gocho, oriundo de los andes.
Me sonríe, y me pregunta que traigo en esa bolsa. Le muestro y así como me ha dicho mi madre, con los pantalones de papá, le he explicado al señor julio, lo que tiene que hacer con ellos. Pero con los míos, le digo, que me gustaría, me quedaran a la medida; de largo y ancho perfecto para mi contextura delgada y un poco alto.
Al decirme que me probara un pantalón, el señor julio iba a tomar mis medidas. Pase una pequeña habitación, casi era más bien un closet. Me baje la bermuda y me puse un pantalón. Me quedaba muy ancho y eso era lo que me ha traído aquí.
El señor julio estiraba la tela de gabardina y me iba diciendo, que tanto lo quería de ancho y que tanto de largo. Después de haber estado por un momento agachado, el señor julio se puso de pie. Con una sonrisa en sus labios, me tomo por los hombros y me dijo; muchacho quítate el pantalón que ahora si voy a tomar tus medidas.
No me avergonzaba la idea de estar en bóxer, delante de un señor. Lo que me preocupaba era, antes de salir de casa, me había hecho la paja. Y tanto el precum y como un poco de lechazo que pudo haber quedado en el bóxer, el olor se entrapaba en mi entrepierna. No Hedía pero, era consciente del olor, porque antes de salir, cuando estaba sentado frente al computador, sabía que mi entrepierna estaba sudada y olorosa.
Insistió e insistió, y ya me encontraba ahí de pie, frente a él. Soy alto, y bastante delgado, cuando el bajo, no sabía que decir de su expresión. La verdad el señor julio es un hombre serio, pero lo que a mí me preocupaba, era que el sintiera el olor de mi entrepierna; mezcla de sudor y semen.
Estaba sudando, y no sé porque tardaba tanto. Cuando me ha dicho que abra las piernas, lo hice y mi bóxer de color gris oscuro, se estiro un poco. Quizás era sicosis mía, pero yo sentía el olor de mi entrepierna. Cuando el señor julio suspiro tan cerca de mis huevos… una corriente electrizó mi espalda y mi cintura se fue adelante.
La cinta amarrilla con lo que estaba midiendo lo dejo caer al suelo, su enorme nariz, se embadurnó en mi paquete, que con la misma, sin pensarlo siquiera, empezó a crecer y a crecer. Cuando estuve empalmado, aun dentro de mi bóxer. Mi güebo templado, el señor julio me lo besaba por encima de la tela algodón. Olía mis bolas y parece que le gustaba tanto el olor de ellas, que ahí se quedó pegado por un rato.
Cuando saco mi güebo, su hábil lengua, chupo mi cabeza gruesa. Me movió hacia adelante, y con ambas manos en mis muslos, se atraganto con mi verga, hasta provocarse unas arcadas. Mientras me hacia la paja, olía y lamia mis bolas y el tronco de mi güebo. Le encantaba el olor de mis pelos, que con los dedos, me los sacudía y luego pegaba su nariz, para luego mamármelo como todo un experto.
Mi glande estaba rojo, y cada vez que el, me lamia con sus labios y su lengua sentía que le iba a llenar la boca de leche. Era la primera vez que hacia esto con un hombre y me gustaba. Tanto que no quería acabar aun, por eso cuando el re chupaba mi glande lo despegaba de mie entrepierna y el rápido metía su nariz por debajo de mis huevos.
El señor julio es un experto y lo hacía tan rico, que deje tranquilo como se atragantaba con mi güebo. Cuando se lo metió todo adentro, fue sacándolo lento, pero presionando con su labios y su lengua saboreando. Después de salir toda mi verga, el primer chorro de semen cayó en su lengua. El resto de mi leche expulsada, caía en toda su cara. Había acabado tan intenso que mi postura era curvada, jadeando y sudando. Apretaba mi verga, y las últimas gotitas de semen él se la tragaba.
IV
El caminito de san juan, no ha cambiado mucho con el tiempo. Le pusimos el caminito de san juan, porque al otro lado de la pared, se encontraba la avenida san juan.
Aquella tarde, después de jugar beisbol. Los muchachos y yo nos quedamos descansando ahí tirados en el suelo de la cancha.
Estaba Alberto, Luis y juan Carlos. Cuando se fue Alberto, nos quedamos nosotros tres y cuando se hubo ido Luis, no tardamos de levantarnos e irnos juntos juan Carlos y yo. Nos metimos por el caminito de san juan. La verdad no esperaba nada, pero cada vez que me metía por ahí, la verga se me paraba, era instinto. Después de aquel recuerdo de la niñez, esto me pasaba todo el tiempo.
Juan Carlos y yo íbamos con pantalones cortos, y con franelas sin mangas. Sudados y mugrientos.
Había un muchacho que había crecido también con nosotros, pero desde siempre se tuvo la duda si era marico o no. Ya estamos bastante crecidos, y él sus 19 años, estaba dejando claro, cuál era su identidad sexual. Aun no se transformaba por completo, pero el pantalón que llevaba esa tarde era muy pegado para un hombre.
Sabíamos los cuentos del caminito de san juan desde chicos. Tanto juan Carlos como yo, nos metimos una vez, para echar un rapidito con unas par de jevas. Era lo que nos decíamos, pero como no nos vimos, porque estábamos en diferentes puntos. Decíamos que nos las habíamos cogido ahí. Pero mi verdad, al menos en la mía, Cecilia nunca me dio su coño ese día. Solos unos besos y un arrecoston de güebo, y no paso más nada.
Margel se llamaba el chico, que es marico. Era alto como nosotros dos, y de piel oscura. Cuando nos vio que veníamos, ya íbamos a mitad de camino, del caminito de san juan. Casi cerca del primer zigzag, que el caminito tenia.
La cara de marico que puso, Margel. Le entro un poco lo malo, a juan Carlos, me dice; – mira a este, buscando güebo como una puta –.
Cuando pasamos a un lado de Margel, juan se detiene y a mi sorprende.
– ¡quieres este trozo de carne! – le dice mi amigo, y se agarra el bulto de machete.
Margel se quedó mirando como mi amigo se abultaba la entrepierna, se mordió el labio y, como quien no quiere la cosa, se fue acercado y le toco el bulto a juan Carlos.
Todo eso me estaba poniendo cachondo, le veo a los ojos de mi amigo. Y él dice; – ¡won! Vamos a cogernos a este marico aquí mismo –. Dicho esto, en un santiamén, se sacó el miembro y Margel ya de rodilla empezó mamar ese güebo, como si fuera el último que iba a probar.
Me acerque, ya con el güebo templado y afuera, me puse a un lado de juan, Margel al ver mi machete, se despegó de uno, y con el mío, se lo trago completo. Me saco un suspiro y una sacudida de cuerpo, me sostuve del hombro de juan, cuando eso juan, se mueve y se pone detrás de Margel, le busca bajar el pantalón pero no puede. Hace que se levante Margel y lo pega al rincón de la pared. Margel se baja rápido el pantalón y pone el culo en pompa, dispuesto a recibir güebo por el culo.
– ¡Canta la zona primero tú! –. Y yo con el güebo parado me pongo a ver por dónde veníamos nosotros.
Juan le pone la punta del güebo en la entrada, y de seguro que Margel ya ha recibido güebo antes. Se va todo ese trozo de carne dentro de su culo. Y juan no tiene piedad; con ese manduco bastante grueso, le reviente el culo, y la da una embestidas, que yo de verlas y con mi verga en la mano, casi acabo.
Sin dejar de cantar la zona, veía como juan le abría el culo a Margel, este chillando como una jeva. Una puta con ganas de güebo.
Al verle la cara de mi amigo, sabía que estaba acabado. Llenando de pura leche al culo del muchacho. Dos embestidas más y el güebo, salió aun erecto, y bastante mojado.
– ¡Te toca a ti! –.
Me apreté el glande para no acabar de una vez. Con lo aguado que ya estaba y húmedo con el semen de mi amigo. Entrar mi fierro erecto, fue tan fácil que en un momentico ya estaba todo adentro.
Era un morbo sin igual. Calientico ese culo, y por los lados chorreando el semen de mi amigo. Le chapoteaba cuando entraba y salía mi güebo del culo de Margel. Me afinque tanto en su culo, que el marico, no estaba aguantando. Sin dejarlo soltar, y ahora con la ayuda de mi amigo, el agarrándolo y riéndose… en un solo empujón hasta dentro, Margel ya estaba recibiendo otra cantidad de leche calientica en el culo.
Cuando lo saque, del culo de Margel se vino todo el semen y un poco de sangre. Le di tan duro a ese culo ya abierto, que aún le salía sangre cuando alguien le partía el culo.
– ¡No es eso lo que buscabas! – le espeta mi amigo y luego escupe al suelo.
– Vámonos de aquí –.
Y empujándome por el hombro juan y yo seguimos el camino…
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