EL SECRETO DE NUEVA ESPERANZA: El Viaje a Nueva Esperanza….. (Capítulo 2)
Juan Pablo viaja junto a sus hijos a la hacienda Nueva Esperanza; ahí, Xavier descubre algo muy misterioso..
»Como siempre, les pondré imágenes para que su lectura se haga más entretenida»
—¡Ya levántense! —gritó Juan Pablo, jalando el edredón que tapaba a Xavier y Lucas, quienes aún permanecían dormidos espalda con espalda.
Los muchachos trataban de volver a taparse, jalando la cobija y acurrucándose más en la cama.
—Cinco minutitos más, pá…. —suplicaba Xavier entredormido.
—Ningunos cinco minutitos más…. A levantarse, señores….. Vamos, vamos… Arriba…. —palmeaba las manos su padre, y les hacía cosquillas en los pies.
Lucas se estiraba para quitarse la pereza del cuerpo y terminar de despertar, mientras su amigo entreabría los ojos despacio para que la luz que entraba por la ventana del cuarto no le afectara, a la vez que buscaba sus lentes en el buró.
—Buenos días, señor Juan Pablo, —saludó Lucas al que la noche anterior lo folló salvajemente.
—Buenos días, pá…. —saludó Xavier a su padre, limpiando sus lentes y colocándoselos para poder ver bien.
Juan Pablo correspondió al saludo de ambos jovencitos. Le lanzaba miradas de complicidad a Lucas, al recordar todo lo que le hizo en su habitación.
Les ordenó que se bañaran y se arreglaran, mientras Carmen terminaba de preparar el desayuno, y salió del cuarto.
Xavier se quitó la ropa, quedando desnudo se metió al baño, y cuando Lucas escuchó el sonido del agua caer salió apresuradamente del cuarto de su amigo y corrió hasta el de Juan Pablo; apenas entró, vio al hombre desnudarse, también con intención de meterse a bañar. Le colocó seguro a la puerta y se arrodilló en el suelo, quedando a la altura del pene de Juan Pablo, le bajó el bóxer y empezó a mamarle la verga con prisa.
—Estás loco, webón…. —le reclamaba Juan Pablo en susurros.
—Xavi está bañándose y se demora por lo menos media hora entre enjabonarse y jalársela. —decía Lucas, chupándole la verga a su hombre, que empezaba a despertar hasta endurecerse completamente, a pesar de haberse masturbado al despertar.
El muchacho succionaba el pene de su amante mayor con mucho júbilo, rosándole las bolas y chupándoselas de rato en rato. Juan Pablo se pellizcaba los pezones para excitarse aún más, y al cabo de un rato, sentía como una descarga eléctrica recorría desde el interior de sus testículos, pasando por todo su grueso y largo pene, y finalizando en el glande de éste, expulsando gruesos chorros de semen blanco como la leche, tibio, y espeso como crema, que llenó la boca del jovenzuelo, quien lo tragó con ansias y sin desperdiciar, disfrutando el sabor agridulce y un poco mentolado de aquel elixir de lujuria varonil.
Juan Pablo jadeaba, apretaba los dientes y cerraba los ojos con fuerza, sacudió su pene hasta dejar la última gota de su esperma en la boca de Lucas, quien al terminar su tarea salió del cuarto del padre de su amigo y regresó a la habitación de Xavier, el cual segundos después salió del baño con una toalla envuelta en la cintura.
—Por fin… como te demoras, brother. —Lucas fingía reclamarle a su amigo.
—Yaaaaa…. No jodas y métete a bañar…. —decía Xavier, buscando entre las gavetas de su ropa interior, un bóxer limpio para ponerse.
Apenas los dos amigos estuvieron listos, bajaron a desayunar. Se sentaron en la mesa y comieron lo que Carmen les había servido. Un rato después, Lucas recibió un mensaje de su papá, donde le decía que pasaría por él antes del mediodía.
Mientras que Xavier le contaba a su amigo que se iría con su papá y su hermana a pasar las vacaciones a la sierra, Juan Pablo hablaba por celular con la mamá de los mellizos para explicarle que ellos querían ir con él a Nueva Esperanza. Un rato después, Juan Pablo cortó la llamada y les dijo a sus hijos que su madre les había dado permiso de ir con él.
—Siiiiiii…. ¿Y cuándo nos vamos papi? —preguntó Victoria.
—Pueeeeessss…. Si no hay ninguna complicación, yo creo que en un par de días. —respondió su padre.
—¿Tan pronto? —se sorprendió Xavier.
—Es que quiero estar allí el mayor tiempo posible. —dijo Juan Pablo—. Así que, si quieren ir conmigo deberían alistar sus cosas de una buena vez. Lleven ropa de invierno, porque por estos meses, a donde vamos es época de lluvias y hace un poco de frío.
—¿Y a qué parte de la sierra van? —preguntó Lucas.
—Vamos a ir a una hacienda en la ciudad de Ayacucho. —respondió Victoria.
—¿Ayacucho?…. wow… eso queda casi en la sierra central, si no me equivoco está a una altitud de casi tres mil metros, ¿verdad?. —preguntó Lucas otra vez.
—Así es, —le respondió Juan Pablo, perdiendo su mirada en la nada, recordando momentos vividos en Nueva Esperanza cuando él era adolescente.
No solo le emocionaba regresar como el nuevo dueño de la hacienda, también volver a ver todo lo que dejó ahí desde que se alejó de aquel lugar, principalmente a Pedro, aquel jovenzuelo hijo del capataz de Nueva Esperanza. Entre su mente se imaginaba cómo se vería actualmente, que tan cambiado podría estar, o si se casó igual como lo hizo él, a lo mejor ya tenía hijos, y todo tipo de cosas que ansiaba ver en su regreso a la sierra donde un tiempo vivió.
Sin darse cuenta, su mente se perdió por un momento, mientras Lucas, Xavier, y Victoria, lo miraban confundidos al notar su distraída visión que no apuntaba a ningún lado y a la vez a todo el espacio.
—Chúpamela…. —dijo Juan Pablo.
Al instante, Pedro obedeció y se arrodilló en la arena de la orilla del río, le bajó el cierre del pantalón y le sacó aquel monstruo de entre las piernas, abrió la boca lo más que pudo y se tragó la cabeza, la chupó esplendorosamente, mientras Juan Pablo lo agarraba de la nuca y lo sujetaba para que se tragara cada vez más de aquella verga.
Pedro sentía un sabor raro en su boca, pero no le desagradaba, por el contrario, le gustaba y quería seguir sintiéndolo en toda su cavidad bucal. Su garganta, luego de un rato, le empezó a doler por la invasión de la que era víctima; ya que el pene de Juan Pablo le atravesaba la campanilla, provocando en Pedro un ardor y lagrimeo en los ojos, además de esporádicas ganas de vomitar.
Por momentos, Pedro sentía la necesidad de retirar aquella verga larga y gruesa de su boca, ya que Juan Pablo era muy brusco, y movía su pelvis como si estuviera follándole la boca; sin embargo, el hijo de su patrón poco o nada le importaba la incomodidad del hijo del capataz, así que seguía penetrándole la boca hasta atravesarle la garganta, hasta que en un momento, sintió como descargaba todo su acúmulo de semen en la garganta de Pedro. Le agarraba la cabeza con las manos y eyaculaba, impidiendo que Pedro pudiera zafarse, y luego de que terminó de eyacularle en la garganta, éste se apartó bruscamente, tratando de jalar aire al sentirse ahogado con el semen de Juan Pablo, mientras lo escupía al suelo casi vomitándolo y reflejando arcadas.
Pedro se apoyó con las manos en la arena, tosiendo y sintiendo un sabor nuevo en su boca. Era la primera vez que había probado el sabor del semen. Tomó un poco de agua entre sus manos y se enjuagó la boca y lavó la cara, también lavó su polo que se manchó de saliva y semen a la altura del pecho.
Juan Pablo permanecía estático, sujetándose la verga entre las manos, masajeándola suavemente hasta terminar de expulsar las últimas gotas de su esperma. Una vez que su falo fue perdiendo firmeza, se acercó al agua y la lavó, luego la guardó dentro de su pantalón y se subió el cierre, se lavó las manos y se acercó a Pedro, lo agarró con fuerza del brazo y lo jaló hacia él.
—Si le cuentas a alguien….. —dijo en tono amenazante.
—No le voy a contar a nadie…. Por Diosito…. —aseguró Pedro.
—Más te vale… porque si le cuentas a alguien, voy a hacer que a ti y a tu papá los corran de la hacienda. —amenazó Juan Pablo a Pedro, soltándole el brazo.
Luego, montó en su caballo y se fue a todo galope, mientras Pedro lo observaba desde la orilla, un poco asustado y extrañado por lo que acababa de vivir.
—Papiiii… Papiiii…. ¡PAPAAAAAÁ!. —gritó Victoria, al notar a su padre con la mirada perdida, y no la escuchaba cuando le hablaba.
—¿Qué…. Qué pasó?. —preguntó Juan Pablo, saliendo del trance de su recuerdo.
—Te quedaste como ido. —dijo Victoria.
—¿Te sientes bien, pá? —preguntó Xavier.
—Siiii… es solo que…. me estaba acordando de algo. —respondió Juan Pablo, sintiendo en su entrepierna una gran erección, la cual disimuló sentándose en el sofá y cruzando la pierna para que sus hijos no la notaran.
—¿Pero qué esperan?… vayan y hagan su maleta. —volvió a decir Juan Pablo, dándoles una orden a sus hijos—. Mientras tanto yo me quedo conversando con Lucas —dijo mirando maliciosamente al jovenzuelo, que ya podía adivinar las intenciones del padre de Xavier.
Apenas los mellizos subieron a sus habitaciones a alistar su equipaje, Juan Pablo tomó de la mano a Lucas y lo llevó hasta la biblioteca, puso el seguro a la puerta y arrimó el cuerpo de su amante contra el escritorio, quien mientras se bajaba el pantalón, Juan Pablo se abría el cierre y sacaba su enorme pene. Le escupió el ano a Lucas y lentamente se la fue metiendo.
No estaban ni dos minutos dentro de la biblioteca follando, cuando Carmen tocó la puerta.
—Señor Juan Pablo… en la sala está el papá de Lucas, dice que vino a recoger a su hijo. —decía la mujer, detrás de la puerta de la biblioteca.
—Gracias Carmen. Dile que ya vamos. —ordenó Juan Pablo, a medida que penetraba el ano de Lucas.
Inmediatamente después, se oyeron los pasos de la sirvienta alejándose de la biblioteca, mientras los dos amantes se separaban y acomodaban la ropa para no delatarse de lo que estaban haciendo.
—Ni modo. Ya tocará terminar esto otro día. —espetó Juan Pablo, besando a su infantil amante.
Ambos salieron de la biblioteca y llegaron hasta la sala, se toparon con Leo, al que Lucas saludó amorosamente y pidió permiso para subir a despedirse de su amigo; luego de eso, regresó junto a su padre a su casa, dejando a Juan Pablo con unas ansias locas de echarse un polvo y ordeñarse la verga.
Juan Pablo arregló algunos asuntos pendientes y dejó a alguien a cargo de su empresa. Se puso en contacto con Joel, el administrador de la hacienda para informarle que iría; y un par de días después, ya estaba junto a sus hijos rumbo al aeropuerto para tomar un vuelo a la ciudad de Ayacucho.
Apenas abordaron el avión, cerca de hora y media después ya estaban aterrizando en el aeropuerto de Ayacucho.
Recogieron las maletas y salieron del aeropuerto. Juan Pablo sacó su celular y le llamó a Joel, le explicó que estaban a las afueras del aeropuerto y casi al instante de terminar la llamada, una camioneta blanca con el logotipo de la hacienda se estacionó frente a ellos. Un hombre, aproximadamente de la edad de Juan Pablo o talvez menor, bajó del vehículo y dirigiéndose a donde ellos estaban los saludó.
—Hola, buenos días…. ¿Juan Pablo Castellanos? —preguntó el hombre.
—Sí, soy yo….Buenos días…… —saludó Juan Pablo, afirmando ser él —. Estos son mis hijos, Victoria y Xavier, —presentó a los mellizos, quienes saludaron a una sola voz a Joel, dándole cada uno la mano, saludo que fue correspondido por aquel hombre.
Subieron el equipaje a la camioneta y luego emprendieron marcha a la hacienda. Por ambos costados de la carretera se podía apreciar pampas y cerros con pastos naturales y ganado, en algunas partes habían cabras pastando.
Después de casi una hora de carretera, y otros quince minutos por un desvío sin asfaltar, llegaron hasta un gran portón de metal que estaba abierto de par en par, sobre el arco de aquella entrada se podía leer en letras grandes, HACIENDA NUEVA ESPERANZA.
—Llegamos…. —dijo eufórico Juan Pablo, con una sonrisa serena.
—Bienvenidos a la hacienda Nueva Esperanza. —agregó Joel.
Los mellizos se quedaron asombrados al ver aquel lugar, asomando cada uno la cabeza por un lado de la ventana del carro.
El frío del lugar se podía sentir un poco más fuerte que en el aeropuerto, y el suelo húmedo evidenciaba que hace no mucho había llovido.
Joel se estacionó en el patio frente a la casa. Una casa grande, de arquitectura muy llamativa, pintada de blanco y con tejado de color cobrizo. Sin duda alguna, un lugar muy agradable para vivir.
Cerca de la casa se alcanzaba a ver a unos hombres trabajando en reparar una de las cercas del corral donde se encerraba al ganado. Aquellos peones veían a lo lejos a Juan Pablo y sus hijos bajar de la camioneta, con las típicas miradas que suelen lanzarle a los citadinos costeños; ya que por el aspecto de los recién llegados, se evidenciaba grandemente que no eran gente de la zona, sus ropas finas y aspecto bien cuidado distaba mucho de la apariencia que solían tener los que habitaban en la hacienda, se notaba incluso que no eran gente de la región.
—Oigan, ¿Y quiénes pue serán esas gentes? —se preguntaba en voz alta uno de los peones.
—Han de ser los nuevos patrones, así andaba diciendo el Celestino, que el hijo de don Raymundo iba a venir a mandar por estos lares. —dijo otro de los peones, uno que tenía puesto un colorido poncho de lana.
—¿El hijo dices?, pero si ese muchacho no ha venido por aquí en un montón de años. —dijo otro peón, uno de mayor edad.
En eso, Celestino, el capataz de Nueva Esperanza se aproximaba montado en su caballo, cubierto por un poncho de color marrón para taparse del frío. Pasó por al lado de los peones que estaban reparando la cerca y llegó hasta el patio donde estaban los recién llegados.
Juan Pablo, desde que se bajó de la camioneta miraba para todos lados; algunas cosas le resultaban nuevas, como la fachada de la casa o la presencia de caballos de paso peruano; otras no tanto, como la vista paradisiaca de aquel lugar. Sin embargo, la curiosidad de su mirada no era solo por ver qué tan cambiada estaba la hacienda, sino que esperaba ver algunas caras conocidas, más exactamente ver a Pedro.
De pronto, ve acercarse en un caballo colorado a un hombre de piel blanca, se parecía mucho a Pedro, pero se veía un poco mayor para ser él. En cuanto el hombre estuvo casi frente a Juan Pablo, jaló las riendas del caballo para que este se detuviera, y una vez quedó quieto el animal, desmontó.
Juan Pablo pudo verle el rostro a aquel hombre con mayor fijeza, ciertamente se parecía muchísimo a Pedro, pero no era él, sino su padre.
—¿Celestino?. —dijo Juan Pablo, emocionado, en cuanto el hombre se le acercó.
—Buenas tenga usted, patroncito; bienvenido de vuelta a su casa. —saludó Celestino, el caporal, limpiándose la mano derecha en la tela del poncho para estrechársela a Juan Pablo.
Xavier y Victoria se miraban entre sí; luego, Xavier volteaba la mirada a los empleados y empleadas de la hacienda que estaban por alrededor de la casa, haciendo cualquier diligencia, y que a la vez los observaban extrañados.
—¿Ya te fijaste que nos están viendo como a bichos raros? —le susurró Xavier a su hermana, muy cerca al oído.
—Sí, ya me di cuenta. Pero, me imagino que así ha de ser la gente de la sierra. —dijo Victoria, también susurrándole a su hermano.
Xavier, al ser tan tímido, se sentía mucho más intimidado al tener sobre él las miradas de toda esa gente, viéndolos susurrarse cosas entre ellos, seguramente preguntándose quienes eran.
Juan Pablo estrechó la mano de Celestino y le dio un fuerte abrazo, se sentía emocionado de verlo de nuevo. Platicaron brevemente sobre los motivos por los cuales estaba de regreso en la hacienda, le presentó a los mellizos y éstos saludaron amablemente al capataz.
—Ya decía yo, que usted algún día tenía que volver por la sierra, patroncito. —dijo Celestino, mostrando alegría por ver de nuevo a Juan Pablo.
—Han pasado muchos años, Celestino, mi buen amigo Celestino. Por cierto, ¿dónde está tu hijo Pedro?.
Ante la pregunta, el capataz bajó la mirada al suelo reflejando tristeza, luego la volvió a subir.
—Mi pedro…. Mi Pedrucho se me murió. —dijo Celestino—. Poquito después de que usted se casó, y como ya no volvió por aquí no hubo manera de que se enterara.
Juan Pablo quedó atónito con lo que acababa de escuchar, simplemente no lo podía creer. Pedro había muerto hace quince años y él ni enterado.
—¿Queeeeeeeeé?…. Pero…. ¿Cómo…. Qué le pasó?. —preguntaba Juan Pablo, desconcertado por la noticia.
—Hay patroncito. Es que es bien triste, mi Pedro ya no quiso vivir pue. Discúlpeme si prefiero no hablar de eso, a pesar de los años todavía me duele el alma por mi hijito. —decía Celestino, cristalizándosele los ojos.
—Sí, no te preocupes Celestino, te entiendo. —afirmaba Juan Pablo con la voz entrecortada, tratando de aclarar la garganta, haciendo un esfuerzo para que no se le cayeran las lágrimas de los ojos.
Xavier y Victoria se miraban entre ellos, como preguntándose qué diablos pasaba en ese momento, sin entender la situación pero con miedo a preguntar.
—Sus hijitos están bien bonitos, joven. —habló el capataz, sonándose la nariz con la manga de la camisa—. Se parecen harto a usted.
—Gracias…. Me gustaría que en un rato me llevaras a dar un recorrido por la hacienda, hace tanto tiempo que no vengo que ya casi no recuerdo los caminos.
—Claro, patroncito. Pero le voy a tener que ensillar otro caballo, porque el que usted tenía ya no puede ni andar de lo viejo que está.
—Sí, no hay problema. —rió Juan Pablo; luego, entró a la casa junto a sus hijos. Joel entró detrás de ellos.
Al entrar, los mellizos se quedaron observando el interior de la casa, tenía un estilo muy particular, la sala estaba adornada con muebles de madera y retablos coloridos, en las paredes habían pinturas de peleas de gallos y toros bravos en plena lidia con el torero. De frente a la puerta, estaba el retrato pintado al óleo de cuerpo entero de Raymundo Castellanos, su abuelo, vistiendo su traje de coronel del ejército. Al lado de la puerta, estaba prendida en la pared una cabeza de toro negro, al pie de ésta una placa de bronce que decía: ‘’ISLERO. Toro de la ganadería de Eduardo Miura. Lidiado en quinto lugar, en Linares, el 27 de agosto de 1947, corneó a Manuel Rodríguez Manolete al entrar a matar cogiéndole por la pierna y cortando la arteria femoral produciendo la muerte de Manolete y el nacimiento de un mito del toreo´´.
—Maaarthaaaaaaaaaaaaa. —gritó Joel, e inmediatamente después, llegó corriendo una señora de unos cuarenta años, un poco gorda y con trenzas canosas.
—Mande, señor. —habló Martha.
—Éste es Juan Pablo Castellanos, el hijo del señor Raymundo y nuevo dueño de este lugar. Y éstos son sus hijos, indícales donde quedan sus habitaciones para que se instalen, por favor. —le ordenó Joel a la criada.
—Pos mucho gusto, patroncito. —dijo la mujer, agachando un poco la cabeza en señal de saludo.
—El gusto es mío Martha. —saludó Juan Pablo, dándole la mano.
Los mellizos también mostraron su respeto con la empleada de la casa, y luego de una breve presentación, fueron hasta sus habitaciones; ya que la altura y el frío de la sierra empezaba a afectarles a Victoria y Xavier, por no estar acostumbrados al lugar.
Cuando Juan Pablo entró a su habitación, se quitó la chaqueta y el polo que tenía puesto, quedándose únicamente en pantalón, casi al instante Joel le tocó la puerta.
—Juan Pablo… ¿Puedo entrar?. —preguntó.
—Pasa. —oyó que le dijeron.
Joel entró a la habitación, encontrándose con Juan Pablo que tenía el torso descubierto, y al ver el esculpido pecho de su patrón, no pudo evitar sonrojarse.
—Disculpa que…. —tosió un poco para aclarar su garganta—. Disculpe que lo moleste, patrón. Solo quería decirle que los libros contables que se manejan en la hacienda, están en el despacho, por si quiere revisarlos de una buena vez.
—Ah, gracias. Más tarde lo hago. Pero, por lo que vi en los documentos de posesión de la hacienda, no parece haber ningún error ni desbalance en los números, creo que hasta están mejor que antes.
—Bueno, sí. La hacienda ha estado prosperando mucho en los últimos años, pero como usted es el patrón, me imaginé que quería hacerlo.
—Sí, sí… Ahora que tengo que manejar este lugar debo conocer muy bien los gastos e ingresos, y teniéndote a ti como mi contador, me será mucho más fácil. —decía Juan Pablo, a medida que se acercaba lentamente a Joel.
—Ah… claro, claro. Yo estoy para ayudarlo en lo que necesite. Por mi parte eso sería todo. Lo dejo para que descanse, en un rato más estará listo el almuerzo. Con permiso. —hablaba Joel un poco nervioso y con las orejas encendidas, caminando hacia la puerta.
—Gracias…. Ah, y otra cosa más… —dijo Juan Pablo, justo cuando Joel estaba por atravesar la puerta para salir del cuarto, haciendo que frenara su andar y volteara a verlo—. Trátame de tú, —dijo con tono picaresco—. Porque, si me tratas de usted me haces sentir como un viejo. —sonrió, provocando que Joel hiciera lo mismo y se sonrojara aún más.
Apenas Joel salió del cuarto, dio un fuerte suspiro como volviendo a respirar con normalidad, tocó sus orejas al sentirlas arder por la vergüenza y se mordió el dedo índice, preguntándose en su mente, ¿qué fue todo eso?, con una sonrisa pilla.
Por la tarde, Celestino les dio un recorrido a los tres, Juan Pablo, Victoria y Xavier, por la hacienda. A lomo de caballo, recorrieron todo lo que pudieron de las extensiones del terreno de Nueva Esperanza, vieron el ganado cebuino pastando por las pampas, llegaron hasta el río, visitaron los campos de cultivo de papa, trigo y quinua; y dieron un recorrido por los cafetales que estaban en plena floración.
—Esto es tan bonito. —decía Victoria, sacando fotos con la cámara de su celular.
—Cuando era niño, —intervino Juan Pablo—, me venía por este tiempo a la hacienda y me metía a estos campos de café, el aroma de sus flores es tan delicioso, —decía, aspirando con fuerza el aroma de las flores del cafetal, que inundaba el aire con un olor muy dulce y sustancioso.
A medida que continuaban cabalgando, Juan Pablo se sentía dichoso de poder disfrutar nuevamente, de las maravillas de estar en un lugar como Nueva Esperanza; y sobre todo, de que sus hijos también lo disfrutaran, ya que en un futuro, todo eso sería de ellos.
En todo sitio al que llegaban, había peones trabajando la tierra o arreando el ganado. Celestino se encargaba de presentar a Juan Pablo como el nuevo dueño de la hacienda, algunos de los trabajadores lo podían reconocer por su parecido con su fallecido padre; otros no, por ser empleados con los que nunca había tratado en su juventud.
Ya en la noche, después de haber cenado, todos se metieron a la cama, muy cansados por el agitado día. Sin embargo, Juan Pablo no podía dormir sin que terminara teniendo pesadillas, por alguna razón, la muerte de Pedro le había afectado psicológicamente. Recordaba las palabras de Celestino, que su hijo ya no quiso seguir viviendo, y la duda por saber que le pasó a Pedro le carcomía la cabeza.
Decidió bajar a la cocina por un vaso de leche tibia. Al acercarse, vio que la luz estaba prendida, entró y encontró a Joel sirviéndose un vaso de agua. El administrador no lo había oído llegar, por lo que al levantar la mirada y ver a Juan Pablo en la puerta de la cocina, se asustó y soltó el vaso de agua que tenía en la mano.
Juan Pablo corrió a ayudarle a levantar el vaso, riéndose por la abrupta reacción de Joel.
—Tranquilo, mi estimado. Soy yo, no te asustes. —le decía Juan Pablo, con su acento Limeño.
—Bueno, pues para la próxima no aparezcas como alma en pena por la cocina. Puta madre, que susto. —habló Joel entre suspiros y risas.
—Ya, hombre…. Ni que te hubiera querido violar. —se rió Juan Pablo, arrancándole una carcajada a Joel, quien no tardó en sonrojarse.
Con un trapo, el administrador secó el agua derramada por el piso. Juan Pablo hizo el ademán de querer ayudarlo, pero en su intento, Joel terminó ensuciándole con el trapo la polera que se había puesto para dormir. Juan Pablo, que ya notaba la forma rara con la que Joel lo observaba, aprovechó ese incidente para quitarse la polera y mostrar su musculoso torso, ésta vez, muy cerca del otro hombre.
Joel tragó saliva muy fuerte, sus orejas se pusieron de un color rojo fuego por la vergüenza. Pero no despegaba la mirada del pecho y abdomen de Juan Pablo, el cual se le fue acercando suavemente hasta quedar a escasos centímetros de distancia, le tomó una mano y la llevó hasta su pecho, se la restregaba por los pectorales y el duro abdomen.
Joel sentía en la yema de sus dedos, la piel tan cálida de aquel hombre. Levantó la mirada, hasta conectar sus ojos con los de Juan Pablo, lentamente se fueron acercando cada vez más, hasta chocar los labios, primero muy despacio, y luego de sentir la calidez mutua de sus bocas, se fundieron en un beso cargado de pasión y lujuria.
Juan Pablo le agarraba el trasero a Joel y se lo amasaba con sus varoniles manos, mientras este último le acariciaba la espalda. Ponía a su disposición su cuello, para que Juan Pablo lo besara fogosamente y le mordiera con suavidad el lóbulo de la oreja.
—Nosss… nosss vaaan… nos van a ver.. —susurraba Joel.
—Vamos a mi cuarto, o al tuyo. A donde quieras. —le decía Juan Pablo, haciéndole la invitación a algo más que solo besarse.
Joel le guiñó un ojo a Juan Pablo, mientras éste se colocaba su polera.
—Te espero en el mío. —dijo Joel, agarrándole la entrepierna al otro, y subió a toda prisa por las escaleras.
Juan Pablo subió tras Joel, entro en el cuarto de éste y le puso seguro a la puerta. Apenas vieron que ya estaban sin posibilidad de ser vistos o interrumpidos, ambos se empezaron a desnudar velozmente, dejando sus cuerpos en total desnudez.
Joel, de piel blanca y figura delgada, pero muy sensual a la vista. Por otro lado, Juan Pablo con su físico trabajado, dejaba sin habla a su amante, que lo observaba anonadado y sin despegar la mirada de aquella verga morcillona que segundo a segundo iba creciendo.
—Mierda… —pensó Joel, al ver el tamaño del pene de Juan Pablo.
—¿Qué pasa? ¿Te da miedo que te deje sin poder caminar?. —reía Juan Pablo.
Joel salivaba al ver ese majestuoso pene. Besó el pecho de su macho, chupándole las tetillas, y fue descendiendo por el abdomen hasta quedar de rodillas, con la verga de Juan Pablo chocándose en su cara, sintiéndola palpitar, y pensando que en verdad al día siguiente no podría caminar.
Tomó la verga entre sus manos y la masajeo, sintiendo como crecía un poco más y terminaba de endurecerse.
—Es la primera vez que veo una verga así de grande, parece la de un caballo. Me vas a reventar el culo. —dijo Joel.
—No te preocupes, seré cariñoso. —trato de tranquilizarlo Juan Pablo.
Con una práctica absoluta, Joel se tragó la mitad de aquella verga de un solo bocado. Juan Pablo gemía en silencio, acariciándole el pelo y las mejillas, abriéndole con sus dedos las comisuras de los labios a su felador y follándole la boca, al más sabroso estilo hardcore.
Con ojos llorosos, Joel miraba desde el suelo a Juan Pablo, la invasión de aquella verga de caballo, en su garganta, le producía fuertes arcadas y un morbo excepcional. Nunca había vivido un momento como ese, jamás en toda su vida de ‘’gay de clóset’’, y ni por una sola vez se imaginó encontrarse con alguien que tuviera un pene del tamaño del de Juan Pablo, mucho menos en esa hacienda en la sierra, donde casi no había señal de celular y la gente era demasiado conservadora.
Cerca de media hora, Joel estuvo arrodillado en el piso, chupándole magistralmente bien la verga a ese macho costeño. Juan Pablo sentía en cada succión de su glande o testículos, la experiencia de aquel administrador al momento de realizar una felación, pero ya era hora de que aquel tipo conociera la habilidad que tenía el vergón, para dar un buen beso negro.
Juan Pablo levantó con fuerza a Joel del suelo, marcando su dominancia sobre él, como siempre le gustaba hacerlo al momento del sexo. Lo arrojó a la cama, boca abajo, y con la misma brusquedad le empezó a pasar la lengua por su ano de color rosado; de arriba hacia abajo, en formas circulares, solo con la punta o a modo de lamida de perrito, de una y mil formas buscaba que aquel pasivo disfrutara de la comida de ano que le estaba dando. Alternaba los lengüetazos con chupeteos en las blancas nalgas, que poco a poco se ponían de color rojo melocotón, volviéndose más apetitosas e incitando a la lujuria.
—mmmmm…mmmmm….mmmmm… Siiiiiii…. Que rico, no pares, por favor. —susurraba Joel, mordiéndose el puño para no gritar a aspavientos.
Poco a poco, el rosado ano que parecía tan cerrado como el de un chico virgen, se dilató tanto que parecía tener mucha experiencia en ser penetrado; sin embargo, dado el tamaño de la verga de Juan Pablo y la poca experiencia de Joel con penes grandes, aquella dilatación se quedaba chica.
—Prepárate, voy a metértela. —le avisó Juan Pablo.
—Despacito, por favor. —suplicaba Joel, abriéndose las nalgas con las manos lo que más podía.
Juan Pablo posicionó a su amante en ‘’cuatro patas’’, se ensalivó el glande y empezó a hacer fuerza para que entrara en aquel ojete.
Joel jaló una almohada y la mordió con fuerza, apretando los ojos a medida que sentía como el ano se le partía en dos al ser atravesado por semejante verga. Cuando no podía soportar la penetración, tumbaba su cuerpo sobre la cama, zafándose de aquel pene que lo mataba y a la vez lo volvía loco.
Como Juan Pablo se lo aseguró, fue cariñoso y lento, procurando darle placer.
Después de tantos intentos de penetrarlo, al fin pudo lograrlo, metiéndole la cabeza y un poco más. Con un ritmo pausado empezó a moverse, sacando y volviéndosela a meter, hasta que el ano de Joel se fue adaptando al grosor del pene de Juan Pablo, y luego de unos minutos, ya no se resistía a ser invadido; sino que por el contrario, se ponía a disposición de las embestidas que recibía, con mucho morbo y placer.
Un rato después, el ano de Joel estaba más abierto que la boca de un pozo. En cada embestida apretaba las paredes anales, para que Juan Pablo sintiera un inmenso placer y el sexo fuera más exquisito.
—mmmmm… ¿Te gusta?. —preguntaba Juan Pablo.
—Me encanta. —respondía Joel, casi sin poder hablar.
De un momento a otro, el vergón cambió de posición a Joel, colocándolo de espaldas sobre la cama. Tomó sus piernas y se las puso en los hombros, y de un ritmo moderado, pasó a penetrarlo con fuerza.
Era tanto el placer que Joel estaba recibiendo, que apenas se tocó el pene, estalló en chorros de semen que fueron a dar hasta su cara, y por las contracciones de su esfínter anal debido a su corrida, Juan Pablo no tardó en sentir ganas de eyacular; así que, retiró rápidamente la verga y se presionó el glande con la punta de los dedos, la acercó a la cara de Joel y soltó la presión del glande, estallando en incontables chorros de semen que bañaron en su totalidad la cara de Joel, quien al sentir aquel esperma caliente sobre su rostro, empezó a jalarse con fuerza la verga para correrse una segunda vez.
Juan Pablo resoplaba como un toro embravecido, completamente satisfecho, casi cayéndose al suelo del éxtasis de aquel orgasmo vivido. Mientras Joel se limpiaba los párpados de los ojos, bañados en leche de varón.
Una vez que ambos hombres recuperaron un poco la conciencia, se miraron entre ellos y simplemente atinaron a sonreír de manera confabulada. Después, Juan Pablo recogió su ropa del suelo, le dio un beso a Joel sobre sus labios bañados con su semen, y salió del cuarto en dirección al suyo, dejando al otro tendido sobre su cama, muerto de placer.
Al día siguiente, Joel caminaba un poco abierto y con cierta incomodidad, pero trataba de disimularlo lo que más podía.
Xavier, después de desayunar, dijo que quería explorar toda la casa; Victoria no quiso acompañarlo en su ‘’aventura’’, por lo que tuvo que hacerlo solo. Entró en cada habitación buscando algo interesante, como objetos, libros viejos, o lo que fuera, todo valía con tal de no aburrirse.
Como a unos doscientos metros de la casa había otra más pequeña, sin lujos. Xavier llegó hasta ahí y al verla abierta, entró; de hecho estaba abandonada, pero parecía que antes había tenido algún uso, ya que había catres viejos y mantas llenas de polvo. Por un momento sintió algo de miedo, ya que se sentía un ambiente muy solitario en aquella casa, incluso tenía la sensación de que alguien lo observaba por la espalda; sin embargo, su curiosidad por aquel lugar era más fuerte, —es solo el miedo lo que me hace creer que me observan—, pensó.
Xavier revisó las habitaciones de aquella casa, sin encontrar nada interesante; pero cuando estaba a punto de salir de ahí, vio que entre el piso y la pared había una especie de hueco, prendió la linterna de su celular y se decidió a averiguar que era. Al acercarse, notó que uno de los ladrillos de la pared estaba zafado, puesto únicamente para tapar el hoyo, dentro del cual había un cuaderno. Al muchacho le pareció muy extraño que eso esté ahí escondido, por un momento pensó que podía ser alguna revista pornográfica que su papá escondió ahí, así que lo sacó y lo revisó. Era simplemente una libreta pequeña de tapa dura, escrita desde la primera hasta la última página, —¿Qué podrá contener esta libreta para que la hayan escondido aquí?—, pensó. Leyó la primera página, tenía escrita la fecha en la parte superior: 12 de enero del 2000. Aquella libreta había sido escrita hace veinte años, algo dentro de él aumentó su curiosidad. Revisó el hueco de la pared y encontró tres libretas más, cada una diferente a la otra; algunas parecían que habían sido armadas con hojas viejas, pero todas tenían apuntada la fecha en la parte superior de casi todas las páginas, por lo que no cabía duda que aquellas libretas, eran diarios que alguien escribió; sin embargo, no tenían el nombre de su dueño o dueña.
Xavier leyó algunas páginas de uno de esos diarios, lo que decía ahí hizo que abriera la boca de la impresión. Aquellos diarios contaban los secretos mejor guardados de alguien, pero la pregunta era de quién. El muchacho agarró los diarios y salió de aquella casa vieja, tenía la necesidad de leer todo lo que estaba escrito ahí; además, por alguna razón, en ese lugar aún sentía que era observado y cada minuto su miedo aumentaba, por lo que salió apresuradamente y al llegar a la casa se encerró en su habitación. Entre los cuatro diarios que sacó de ese hoyo, buscó el más antiguo y empezó a leerlo.
10 de diciembre de 1999
Ya llegó, es más simpático de lo que me habían dicho, su pelito es crespo y bonito. Me dijo que le ensillara un caballo porque quería ir a ayudar a arrear las vacas hasta el agua………….
No manches te pasas como dejas hasta ahi en suspenso me tengo que aguantar varios dias hasta que publiques el otro relato te pasas ehhhhh jejeje wow buen relato amigo y sigue cntando….. 🙂 😉 🙂 😉 🙂 😉 🙂 😉
Hola muy buen relato amigo tienes mucho talento
Tu relato tiene todo sexo aventura y una muy buena trama
Espero con ansias la siguiente parte no te demores mucho por favor
Posdata: seria genial que más adelante en un futuro capitulo puedas hacer una aparición del doctorcito Mateo y su vaquerito
Un fuerte abrazo y un saludo desde lima peru
Wao que bueno los relatos tuyo solo espero que haya incesto, entre mellizos y padre e incesto entre los mellizos y sexo gay con Xavier y sexo hetero con Victoria y gracias me vine como un caballo gracias a lo bueno del relato quiero más
Ahhh, me va enganchando mano, y mas por wje conozco ayacucho, es lindo…!!! Sigue ahi….!!!