EL SECRETO ENTRE SAMUEL Y YO
Se puso a orinar tan cerca mío y pude ver como caía el orín desde la cabecita de su verga y me volví loco.
Hace un tiempo atrás tenía dos amigos que por cuestiones de tiempo y espacio, ahora nos encontramos distanciados físicamente, pero seguimos de repente contactándonos mediante internet.
Primero conocí a Samuel y luego a Javier, ellos eran amigos antes que yo los conociera. Ninguno de los dos me gustó en términos sexuales o amatorios, creo que por eso terminamos siendo amigos, los tres gay y los tres más bien pasivos, aunque no somos fanáticos, cuando hay que ser activo no tenemos problemas, pero en general una buena verga nos deja babeando jejeje.
A Javier le gustaban los hombres menores, sobre 18, pero con cuerpo y cara adolescente, a Samuel le gustan los hombres más bien con características obreras, tipo trabajador de la construcción sudado. A mí me gustan principalmente los hombres un poco mayores o al menos de mi misma edad, varoniles y buenos para la cama, no necesariamente con un enorme pedazo de verga, sino más bien que la use bien y en general que se pueda gozar completamente, no me gustan esos hombres que no besan o que no tocan, que sólo pongan la verga y sean robóticos en el sexo.
Nunca hemos compartido hombres con mis amigos, incluso generalmente cada uno tiene sus aventuras por su lado y después nos comentamos. Nos gusta mucho salir a tomar unas cervezas y terminar conversando, bebiendo, y fumando algo hasta el amanecer en alguna calle o plaza etc.
En una de esas ocasiones Javier terminó yéndose temprano porque el día domingo tenía partido de futbol con sus compañeros de la empresa. Nos quedamos ahí sobre el pasto de una plaza, es un completo misterio por qué esa noche terminé comiéndole la verga a Samuel, la verdad es que hablábamos de hombres, del clima, de alguna película o sea intrascendencias como de costumbre, de pronto él me dice que va a orinar, se pone de pie y se acerca a unos arbustos al lado nuestro, miré como desde su verga emanaban los chorros de orín, me puso caliente, continué mirando hasta que terminó de mear y alargué una mano y se la sacudí, ninguno de los dos decía nada, empecé a pajearlo suavemente hasta que su verga su puso dura y caliente como fierro en mi mano, no pude más y me arrodillé echándome ese pedazo de pene en mi boca, lo tragué entero hasta que mis labios chocaron con sus vellos púbicos, saboreé las últimas gotas de orín mientras lamía con mi lengua todo ese tronco, la verga de Samuel no era larga, pero si gruesa y muy dura, me dio un placer enorme sentirla toda dentro de mi boca, luego la saqué para mirar esa belleza y me agaché aún más para comerme sus huevos, hermosos redondos y cargados de semen para mí, continué mamando mientras me pajeaba, aumentamos el ritmo ambos y de pronto como si nos hubiésemos puesto de acuerdo telepáticamente con corrimos ambos, sus chorros de leche inundaron mi garganta, lo tragué todo, el semen de hombre es una de mis debilidades, no puedo dejar de tragar la leche de todo hombre con los que tengo sexo, es demasiado sabroso, y todos saben distintos unas leches más dulces, otras más amargas, otras ácidas, pero el sentir como sale disparado de la verga y te llena la boca no tiene precio. Me entretuve mamando esa verga hasta que hube dejado a Samuel sin rastros de leche, luego me comí los restos de semen propio que quedaban en mi mano.
No hablamos de lo que había pasado nunca, fue un acuerdo sin palabras, pero cada cierto tiempo me venían ganas de comerme ese miembro hermoso. Pasó el tiempo y en una ocasión fuimos los tres a un lugar alejado de la ciudad por donde corría un río, había harta naturaleza y se podía descansar plácidamente. Nos metimos entre los árboles del bosque, llegamos al río, nos quitamos las poleras quedando en pantalón corto. Disfrutamos toda la tarde, bañándonos, tomando cerveza y hablando de lo mejor que existe en el mundo: hombres.
Volvimos por la noche aún mojados, pero el calor del verano hacía que se nos secara la ropa pegado al cuerpo, volvimos en un microbús, el único microbús que hacía ese recorrido, desde el centro de la ciudad hasta la comuna más alejada parte pueblo parte campo, con las montañas y río. El microbús iba lleno como era de esperarse, todos apretados. Samuel se puso detrás de mí y mientras conversábamos iba sintiendo como su verga se ponía dura entre mis cachetes, el pantalón corto lo tenía pegado al cuerpo, así podía sentir la verga de mi amigo como iba poniéndose dura, traté de apartarme, no quería que se diera cuenta Javier, pero no había espacio donde ponerse, para colmo ya era de noche y el chofer no encontró una idea más estupenda que apagar las luces del microbús así es que quedamos a oscuras, noté que Samuel comenzó a tocarme, no podía creerlo, pero no hacía nada por evitarlo. Metió sus manos por mi polera apretándome las tetillas, eso hizo que me pusiera caliente como un animal, traté de hablar normalmente, no quería que Javier se diera cuenta lo que estaba pasando, luego sentí que una de las manos de Samuel se metía por mi pantalón corto, yo no llevaba puesto ropa interior, así que sentí su mano entrar en contacto con mi culo, gemí, luego fue metiendo uno de sus dedos en mi agujero, yo transpiraba, menos más que Javier estaba mirando el celular. Como pude separé un poco las piernas para permitir que la mano de Samuel se moviera con más facilidad dentro de mi culo, mi pene estaba durísimo, lo único que quería era correrme y sentir la verga de Samuel dentro mío, pero a la vez no quería que eso sucediera, éramos amigos y nunca habíamos traspasado ese límite. Samuel sacó su otra mano de mis tetillas y tomó una de mis manos llevándose a su verga que había sacado de su pantalón corto, así mientras él me penetraba con sus dedos, yo lo pajeaba, no pude más y me corrí dentro del pantalón, apreté mis nalgas contra sus dedos, eso lo calentó mucho de tal forma que se corrió en mi mano. Nos arreglamos la ropa y volvimos a la charla como si nada hubiese pasado, Javier menos mal que no se había enterado de nada.
La última vez que sucedió algo entre Samuel y yo fue en su fiesta de cumpleaños, antes que se fuera a vivir a otra ciudad y que Javier también emigrara, él a otro país. Estaba con mucha tristeza sabía que desde ese día mi vida sería distinta, no tendría a mis dos compadres de farra, de aventuras, de compartir penas y alegrías. Estaba triste no lo iba ocultar y aunque la fiesta estaba en su máximo esplendor y todos reían y bebían yo estaba a un lado con una cerveza en la mano, con la mirada perdida. Se me acercó Javier y lo abracé sin impedir que salieran un par de lágrimas, él también lloraba, luego nos reímos como imbéciles y abrazados empezamos a bailar tratando de olvidar por un momento la tristeza. Serían cerca de las 5 de la madrugada cuando llegaron a buscar a Javier porque tenía que partir al aeropuerto, no quiso que lo fuéramos a despedir, porque nos íbamos a poner a llorar a moco tendido, así es que nos despedimos ahí en la calle entre abrazos, lágrimas y esperanzas de volver a vernos pronto, nos quedamos un rato con Samuel mirando cómo se alejaba el automóvil llevándose a nuestro mejor amigo. Un rato largo después de silencio, volvimos a la fiesta, bailamos, bebimos, reímos y en un momento determinado nos quedamos mirando con Samuel, no dijimos ni una palabra sólo lo seguí escaleras arriba a su habitación, cerró la puerta tras suyo, nos volvimos a mirar y nos besamos apasionadamente y luego nos desprendimos la ropa, quedé empelotas y él también, yo sabía lo que quería, así es que le abrí mis piernas y él se fue acomodando hasta entrar en mí, llenándome con su verga, nos besamos con desesperación, su verga entró por completo, mi culo se adaptó a esa verga y se movía con locura tragando esa hermosa herramienta, éramos todo gemidos, mordiscos en el cuello, chocaba su cuerpo contra el mío, su verga con mis nalgas. Luego cambié de posición y me puse sobre él, lo cabalgué como si el mundo se fuera acabar, estaba desesperado que no pude contenerme hasta correrme, seguí moviendo mi cuerpo hasta que su leche me inundó por dentro, sus chorros de semen caliente entraban y corrían por mi culo. Nos quedamos abrazados besándonos hasta que su verga salió sola de mi agujero.
Tres días después Samuel partía a su nueva ciudad, nos despedimos con la misma pena que cuando se fue Javier, no hablamos de lo ocurrido entre nosotros, pero sabíamos que compartíamos un secreto que no debía ser pronunciado, pero tampoco olvidado.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!