El secreto prohibido
Este relato es una fantasía erótica que explora el morbo de lo prohibido y los secretos mejor guardados..
Desde que tengo memoria, siempre he sido discreto. A mis 23 años, nadie en mi pueblo sabe que soy gay, ni siquiera mis padres. Todos me ven como el chico hetero de siempre, el hijo responsable que ayuda en casa y que nunca ha dado problemas. Pero en la intimidad de mi habitación, cuando las luces se apagan y el silencio lo cubre todo, mi mente vuela hacia fantasías que nunca he compartido con nadie. Fantasías que, hasta hace poco, creía que nunca se harían realidad.
Mi padre tiene 55 años, y siempre ha sido un hombre respetado en el pueblo. Tiene un amigo de toda la vida, Roberto, un hombre de su misma edad que vive a apenas un kilómetro y medio de nuestra casa. Roberto es como un tío para mí. Lo he visto crecer junto a mi padre, compartiendo risas, cervezas y partidos de fútbol. Siempre lo vi como un hombre serio, de esos que nunca levantan sospechas. Pero todo cambió aquel día.
Fue un sábado por la tarde. Había ido a casa de mi padre a saludarlo, como suelo hacer los fines de semana. Roberto estaba allí, sentado en la sala, con una cerveza en la mano. Nos saludamos con un apretón de manos, como siempre, pero esa vez noté algo diferente en su mirada. Algo que no supe descifrar en ese momento.
Minutos después, mi padre salió a comprar algo al mercado, y Roberto se acercó a mí con una sonrisa que nunca le había visto. «¿Sabes?», me dijo en voz baja, «hay cosas que no son lo que parecen». Me quedé paralizado. No entendía a qué se refería, pero algo en su tono de voz me hizo sentir una mezcla de curiosidad y nerviosismo.
«Te he visto en Grindr», continuó, mirándome fijamente. «Sé que eres como yo. Discreto, pero con deseos que no puedes ocultar». Sentí que el suelo se movía bajo mis pies. ¿Cómo era posible? ¿Roberto, el amigo de toda la vida de mi padre, era gay? Y no solo eso, sino que también me había visto en la aplicación. Me sentí expuesto, vulnerable, pero al mismo tiempo excitado.
«Yo también soy discreto», confesó, acercándose un poco más. «Pero contigo… contigo siento algo diferente». No supe qué decir. Mi mente daba vueltas, tratando de procesar lo que estaba pasando. Roberto, el hombre que había visto crecer junto a mi padre, el que siempre había sido un pilar de respetabilidad en el pueblo, estaba insinuándose conmigo. Y lo más sorprendente era que, a pesar de la diferencia de edad, sentí una atracción que no podía negar.
Nos intercambiamos números de teléfono, y durante los siguientes días, comenzamos a hablar por mensajes. Al principio, eran conversaciones inocentes, pero poco a poco se volvieron más íntimas. Roberto me confesó que siempre había sentido curiosidad por los jóvenes como yo, y que ver mi perfil en Grindr había despertado algo en él que no podía ignorar. Yo, por mi parte, sentía una mezcla de miedo y morbo. La idea de estar con un hombre mayor, alguien que había conocido toda mi vida, me excitaba más de lo que quería admitir.
Finalmente, llegó el día en que decidimos vernos. Roberto me invitó a su casa una tarde, y aunque sabía que era un riesgo, no pude resistirme. Me preparé con cuidado, me bañé, me puse ropa interior nueva y salí con el corazón acelerado. Al llegar, me recibió con una sonrisa y una cerveza en la mano. Nos sentamos en su sala, y comenzamos a hablar como si nada fuera a pasar. Pero la tensión sexual en el aire era palpable.
En un momento, Roberto se acercó a mí y me tomó de la mano. «Relájate», me susurró al oído. «Déjame hacerte sentir bien». Sus palabras me encendieron por completo. Comenzamos a besarnos, y sentí cómo sus manos exploraban mi cuerpo con una experiencia que solo un hombre maduro podía tener. Me hizo sentir deseado, especial.
Nos desnudamos lentamente, y Roberto me guió hacia su habitación. Allí, me hizo arrodillarme frente a él y le hice un oral que pareció encantarlo. Sus gemidos me excitaban aún más, y cuando finalmente me penetró, sentí una mezcla de dolor y placer que nunca antes había experimentado. Roberto sabía exactamente cómo mover su cuerpo para hacerme sentir bien, y esa primera vez fue inolvidable.
Después de terminar, nos quedamos acostados en su cama, hablando como si fuéramos viejos amigos. Roberto me confesó que nunca había imaginado que terminaría acostándose con el hijo de su mejor amigo, pero que no podía negar la conexión que sentía conmigo. Yo, por mi parte, me sentía confundido pero feliz. Había descubierto un lado de mí que no conocía, y Roberto me había ayudado a explorarlo.
Desde entonces, hemos seguido viéndonos a escondidas. Cada encuentro es más intenso que el anterior, y hemos formado un vínculo que va más allá del sexo. Sabemos que nuestra relación es peligrosa, que si alguien nos descubre, las consecuencias podrían ser devastadoras. Pero el morbo de lo prohibido, la emoción de saber que estamos haciendo algo que nadie más sabe, nos mantiene unidos.
A veces, cuando estamos juntos, me pregunto qué pensaría mi padre si supiera la verdad. Pero por ahora, prefiero no pensar en eso. Prefiero disfrutar del momento, de la pasión que compartimos, y de los secretos que guardamos. Porque, al final, ¿no es eso lo que hace que la vida sea emocionante?
Excelente, me hizo recordar vivencias de mi juventud