El sexy Mormón (parte 1)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por angelmatsson.
Soy Diego y aún soy virgen. No soy un chico gordo, pero tampoco soy flaco. No soy feo, pero tampoco soy Brad Pitt. Soy un chico normal y con muchos complejos. Me gusta conversar mucho y soy muy simpático. A pesar de mi simpatía, me ha costado poder encontrar alguien a quien entregarle mi flor. Si bien he tenido "amigos" a larga distancia con los que he coqueteado, con ninguno he concretado nada. Soy quizás un poco exigente o solo quizás quiero evitarme sufrimiento. Solo quiero un chico que me haga sentir confianza, un chico con el que pueda conversar y compartir mi vida, uno que no solo piense en sexo, un chico con el que no tenga que preocuparme por si me traiciona. Y bueno, de esos casi no hay, y si hay, pues yo no los he conocido.
Lo otro que me acompleja es que soy un poco tímido y no me gusta salir de fiesta, y eso no me ayuda a conocer gente. De todas formas no estoy desesperado por tener a alguien, con mis amigos y familia me vasta y sobra, aunque a veces mis hormonas y genitales me suplican desahogo, pero los ignoro. Pero la tentación siempre está… y muy cerca. Y mi único desahogo es recrear la vista con mis vecinos.
Al frente de donde vivo está la casa donde llegan a vivir algunos Mormones que vienen a misionar. En la casa viven 4 parejas de Mormones ( 8 Mormones en total). Uno es Peruano, también hay un Boliviano, hay un chico argentino creo y cinco chicos gringos. Y bueno, estos últimos son mi debilidad. Por alguna razón los rubios me calientan demasiado (Señor lector si usted es rubio Call Me y si no… también jaja), son mi fetishe y todos los días cuando salen los observo por mi ventana cual psicópata.
Los Mormones de vez en cuando salen a la calle a entregar tripticos y a hablar de su iglesia entre otras cosas. Y yo siempre "accidentalmente" aparezco para que me hagan su charla. Casi nunca tomo en cuenta lo que dicen, solo me pierdo en sus labios rosados, en sus ojitos claros y en su intento de español, que de todas formas me encanta y que encuentro tan tierno. La mayoría de las veces hago eso cuando llega un chico nuevo y sobre todo si es rubio. De todas formas nunca he entablado una amistad con alguno de ellos, siempre están encerrados en esa casa.
Un día normal, escuché ruido proveniente de la calle y observé por la ventana. Justo en ese momento vi una cabeza amarilla como el sol bajando de un auto con la cabeza abajo, y que se dispuso a sacar sus maletas. "Carne fresca". No pude ver su cara, pero de lejos su cuerpo en si se veía muy sexy. Entró a la casa mientras por el camino iba saludando a sus nuevos compañeros. Todos vestían ese sexy traje oscuro con camisa blanca, aunque a mi parecer tapaban mucho.
Al día siguiente me plantee la necesidad de conocer al nuevo chico por lo que estuve toda la mañana vigilando y esperando a que salieran a hacer su trabajo como misioneros. Al fin vi movimiento y los chicos fueron saliendo, pero muy rápido y cuando llegué abajo ya no estaban. Me frustré, pero aún me quedaba otra oportunidad cuando regresaran. Mucho rato después los vi venir y ahí estaba el chico nuevo. Salí aparentando casualidad y "accidentalmente" me crucé con él.
Era un puto dios. De cerca estaba mucho pero mucho más guapo. Se parecía mucho a Marcos, de la serie "El internado", pero este Mormón era mil veces mas guapo. Su compañero igual estaba apetecible, pero de todas formas el nuevo era mucho mejor. Su pelo estaba peinado de forma muy nerd, pero cielos, era tan violable. Sus ojos eran de un café que al centro se volvían verdosos, su piel dorada se veía ultra suave y delicada, tenía unos labios gruesos, rojos y besables, de nariz recta y facciones bien fuertes y definidas que le daban aspecto rudo. Pero el hoyuelo que se le hacia en sus tersas mejillas y su expresión, daban a entender que era un chico muy tierno.
-Hola.- dijo el compañero no tan guapo en un español gracioso.- yo ser Elder Smith.
-Hola.- dijo el nuevo. Por Dios, tenía unos dientes grandes y hermosamente blancos.- mi nombre es Elder McCoy.
Para mi sorpresa su español era bastante fluido, con un acento ¿Caribeño?
-¿Cual es nombre tuyo?- preguntó Smith.
-Ehh Di…Diego.- Estaba embobado mirando a McCoy.
En ese momento Smith comenzó a darme una cátedra, pero yo estaba perdido en los gestos de McCoy. Smith estaba muy emocionado hablando, como que cada palabra le salía del alma mientras que el otro chico no estaba muy animado. De pronto sus ojos encontraron los míos y nos quedamos así, como pegados por nuestra vista. Me sorprendió al ver que hizo una pequeña mueca de sonrisa que me derritió. Su rostro ahora se veía un poco más alegre y me arrojó una mirada muy "perdona vidas". Quedé en shock. ¿Estaba disfrutando de mi adoración hacia él?
Apenas terminó de hablar Smith, me fui corriendo a mi casa. Estaba muy avergonzado, jamás alguien había reaccionado así a mis miradas psicópatas. Normalmente la evadían o yo la retiraba cuando me daba cuenta que el chico estaba incomodo, pero McCoy se había divertido viéndome como lo miraba atontado. De seguro tiene un ego muy grande.
No intenté acercarme más. Solo los veía desde mi ventana, aunque más de una vez el nuevo me sorprendió mirándolos, solo que su mirada volvía a ser seria. Dias después salí a la calle con mi amiga Sofía a jugar tenis. El día estaba precioso para hacer un poco de deporte. Me puse el pantalón corto más cómodo que tenía y salí.
-Se te ve el trasero enorme con ese short.- dijo delicadamente Sofía.
-Algo bueno que tenga para mostrar ¿No crees?.- Ambos reímos y comenzamos a jugar.
Llevábamos unos minutos en eso, cuando la pelota fue a caer afuera de la casa de los mormones. Fui a buscarla y cuando levanté la vista me di cuenta que alguien estaba tras la cortina mirándonos jugar. Seguramente esa ventana era de la habitación de alguno de ellos. Hice como que no me había dado cuenta y seguí jugando, pero me quedé con la incógnita de saber quien era el que estaba mirando. Al rato después, nos cansamos de jugar y nos fuimos a sentar a la sombra de un árbol. El de los mormones obviamente.
Me senté justo frente de la ventana y sin disimular nada, miré fijamente hacia la cortina.
-¿Qué miras tanto?- preguntó Sofía.
-A quién sea que nos esté mirando detras de la cortina.
De pronto, la cortina se abrió. McCoy sonreía tímidamente. Mi estomago se contrajo y sentí mis mejillas arder. Todavía me sentía avergonzado por haber sido descubierto por él. Nos hizo una señal de silencio, poniendo sus hermosos dedos en sus perfectos labios. Luego desapareció y ambos con Sofía nos miramos sin entender. A los segundos volvío y nos lanzó una bola de papel.
"Siéntense atrás de esos arbustos, por favor. Si me ven conversando con ustedes me regañarán".
Los arbustos estaban al costado de su ventana y desde ahí no nos verían desde adentro de la casa. De pronto voló una libreta pequeña y un lápiz. Seguramente quería que le mandáramos una nota. Rápidamente con Sofía nos ocultamos detrás de los arbustos. Al instante llegó otra bola de papel.
"Disculpen por eso. Me agradaron y bueno, soy nuevo y no tengo amigos"
Tomé lápiz y papel y escribí.
"¿Como no vas a tener amigos?. Vives con 7 chicos ahí".
Lo hice bolita y lo lancé. A los segundos llegó la respuesta.
"Ya, bueno. Es que no me llevo muy bien con ellos. Son muy diferentes a mi".
Antes de escribir otra cosa, me llegó otro papel.
"Solo para Diego: Se te ve muy bien ese short"
Mi temperatura subió y mis ojos se abrieron como platos.
-¿Que dice?- preguntó Sofía.
-Cosas de chicos.- concluí.
No respondí, porque no sabía que decir. Seguimos en nuestra conversación por medio de bolas de papel y le contamos de nosotros, de cuanto tiempo llevábamos como amigos y el nos contó sobre que extrañaba mucho a su familia y que no estaba muy cómodo viviendo ahí. De pronto se ausentó un largo tiempo y escuchamos mas voces proveniente de la ventana, nos quedamos en silencio y al rato llegó un papel.
"Lo siento chicos, tengo cosas que hacer. Me encantó hablar con ustedes. Bye"
Me fui a mi casa y aun seguía pensando en lo que dijo de mi short. Estuvimos varios días conversando así intermitentemente y no hubo más comentarios acerca de mi forma de vestir. Dos semanas después, me disponía a irme a la cama, pero abrí la ventana y me puse a mirar la noche. Desde mi ventana podía ver la de McCoy, estaba la luz prendida pero tenía ahora otra cortina puesta y no se podía ver nada más. Luego me fui a dormir.
Un ruido me despertó. Miré la hora y eran las 2:43 am. Agudicé el oído pero no escuchaba nada. Me tapé y me disponía a dormir cuando escuché una piedra en mi ventana. Extrañado me levanté a mirar. Era McCoy.
Me sobé los ojos pensando que sería un sueño o algo, pero no, estaba ahí… y en pijama. Estaba con una camiseta blanca que por ¡Alá!, le marcaba esos preciosos músculos. Tenia un abdomen perfecto, hay que decirlo y esos brazos fuertes parecían que en cualquier momento romperían las mangas. Su pantalón era gris y por su rostro me di cuenta que no era muy abrigador. Bajé a su encuentro casi levitando para no hacer ruido.
-¿Que te pasó? ¿Estás bien?- pregunté en susurro.
-Ehh… Si. Solo… No sé. Solo quería salir de ahí.- su rostro se contorsionó en una mueca de profunda tristeza.
Lo invité a pasar e indicándole que no hiciera ruido, subimos a mi habitación. Escuchaba sus sollozos y se me rompía el corazón, e intentaba consolarlo acariciando su hombro. Estaba helado, quizás cuanto tiempo llevaba ahí afuera. Lo senté en mi cama y le cubrí la espalda con una manta.
-Cuéntame ¿Que te tiene así?- le pregunté limpiándole las lagrimas de sus perfectas mejillas
-Es… es que ya no aguanto más.- dijo casi al borde del llanto.
-Respira. Cálmate. Comienza contando del inicio.
-Esta bien. Uff.- respiró, se limpió la cara y comenzó.- Yo soy de Miami y me llamo Dylan McCoy. Mi familia es muy fiel a esta religión. Mis dos hermanos mayores fueron misioneros y bueno, yo por obligación tenía que serlo o mi padre se enfadaría. Soy como la oveja negra de la familia aunque al único que le molesta es a mi padre. Estoy aquí obligado y ya no aguanto más. Son muchas reglas, no puedo hacer nada. Por lo menos allá podía hacer alguna tontera escondido de mi familia, pero aquí no conozco a nadie, solo a ti. Me estreza hablar de una religión que no me agrada y que rechaza lo que soy.
-¿Que eres?- Pregunté sin entender.
-Soy gay. Creí que ya te habías dado cuenta.
-La verdad es que no lo había pensado.
-La cosa es que estoy empezando a colapsar. No quiero estar más con ellos.
-¿Y por qué no regresas a tu casa?
-No lo sé… Bueno si sé en parte. Es… Es por ti.- esto ultimo lo dijo casi vomitándolo.- Ya esta. Ya lo dije.
-¿Qué?.- mi cara de impactado, supera a la del emoticon de Whatsapp.
-No puedo explicarlo.- dijo levantándose bruscamente.- Pero desde que te vi comencé a sentir cosas por ti. Nunca me había pasado antes. Alguna vez tuve algún encuentro con unos chicos del equipo de la escuela con los que pensé sentir algo, y aun así nunca sentí cosas como la que siento contigo y eso que ni siquiera te he tocado.
-Ouh- eso tocó algo muy profundo dentro de mi corazón.- ¿Por que yo?
-No sé. Solo es así. Me gustas, me atraes. Me haces reir hasta por las cartas y cuando escucho tu voz en la calle me quedo hipnotizado.
-Pero ¿por qué yo?- estaba aun digiriendo lo que me decía.- Es decir… Soy yo. Y tu, eres tu.
-Ehh si.
-O sea. Mírate… eres guapo, sexy, por Dios, eres perfecto, tierno, lindo. Y yo.. solo soy yo. No le llego ni a los talones a ese chico del equipo de tu escuela, ni siquiera tengo el cuerpo de alguien que participe en el equipo de algo. En cambio tu… tu eres de los chicos que tiene que ir por la calle con un fierro para espantar a los chicos o chicas que se te quieren tirar encima. Podrías chasquear los dedos y vas a tener a cualquiera que quier….
-Te quiero a ti, solo a ti y nadie más.- Fue lo más romántico que jamás me hayan dicho.
-Yo… No sé.- estaba en shock. Parecía un sueño, pero por más que me pellizcaba no despertaba.
-Deja de hacer eso.- dijo mientras apartaba mi mano de mi brazo.- No estas soñando.- Su sonrisa era el paraiso.
-Es que no me lo creo.
-¿Por qué?- dijo tomándome los hombros. De un momento a otro su rostro se descompuso.- ¿Acaso no te gusto?
-No… O sea si. Por Jebus, claro que si. Eres lejos alguien que solo podría tener en mis mejores sueños.
-Pero me tienes ahora.
-Es que… no puedo creerlo. Es todo tan raro. El físico no lo es todo ¿Sabes? Eres muy guapo, si. Pero para mi eso no significa amor. Solo un deseo físico y todo deseo físico termina más rápido que cualquier otro. Por mucho que te desee, no siento un amor fuerte. Y me da miedo que tu tampoco lo sientas y que hagas esto solo por estar mucho tiempo sin tener sexo. Pero lo que me da más miedo es ilusionarme con alguien como tu y después darme cuenta que solo me usaste. Eso sería como destruir un órgano frente a alguien que lo necesita para vivir y que lo ha esperado con ansias.
-Lo que dices es verdad. Discúlpame. Pero eso solo hace que lo que siento por ti incremente. ¿Sabes cuantas personas me han dicho que no?
-No.
-Ninguna. Bueno, solo he estado con 4 personas, pero de todas formas son 4 de 4. Les decía y aceptaban sin pensarlo. Créeme que hace meses vengo sintiéndome mal por eso, ya que solo buscaba revelarme y sentir cosas intensas. Pero ahora, lo que tu me dices, estar contigo, es más intenso que todo eso junto. No puedo explicártelo de otra manera. Siento una bomba de energía en mi pecho que hace palpitar con vigor a mi corazón.
-Eso es muy lindo.
-Tu eres lindo… eres hermoso.- dijo tomando mi mandíbula y buscando mis ojos con su mirada.
-No es verdad, yo…
-Eres perfecto. Y que nadie te diga lo contrario. La belleza esta en los ojos que la miran y mis ojos ahora están saltando de alegría por encontrar algo tan bello para mirar y mi corazón esta emocionado por las ansias de tenerte y de descansar en ti.
-Gracias.- comencé a llorar de emoción por esa hermosa confesión.
-No me lo agradezcas. No lo hago por consolarte. Solo digo la verdad y soy sincero con lo que siento. Por primera vez siento que puedo serlo… contigo.
Me besó la frente. Su cálidos labios se sintieron como mil fuegos artificiales. Se levantó y caminó hacia la puerta.
-No quiero seguir importunando. Solo quiero que sepas que haré cualquier cosa para ganarme tu cariño.
-No es necesario.
-Claro que si lo es. Tu vales la pena. Ah… se me olvidaba.- Introdujo la mano en su bolsillo y sacó algo.- Dame tu mano.- le estiré la palma y dejó caer una hermosa cadena de oro con una "D" en el centro.- Mis padres son dueños de una cadena de joyería y mi madre me hizo esta cadena para que siempre recordara quien era. Quiero que tu te la quedes, ademas tu nombre igual comienza con "D".
-No puedo aceptarla. Te la hizo tu madre. Es para que recuerdes quien eres.
-Yo soy donde esta mi corazón. Y mi corazón ahora esta contigo. Quedatelo por favor.
Tomé la cadena e inmediatamente me la puse. Caballerosamente McCoy me ayudó a abrocharla. Rápidamente me giré y lo besé. Todo lo que dijo e hizo me calo en lo profundo. No podía mentirme, tenía que estar diciendo la verdad porque era mucho esfuerzo por alguien tan simple como yo. Y bueno, aunque fuera mentira, en ese momento para mi era verdad y arriesgándome a sufrir después, tomé la decisión de besarle, valía la pena todo solo por poder besarle.
Cuando su lengua hizo contacto con la mía, gemí y me derretí en sus brazos. Por suerte era más fuerte y alto que yo y me pudo sostener. Sus manos estaban en mi cintura y nuca, sus caricias eran perfectas. Mis manos estaban en su cuello y acariciando su suave cabello. Me mordía ligeramente los labios llevándome al otro lado del arcoiris. Tanto impetud tenía ese beso que no nos dimos cuenta cuando caímos en mi cama. Me besaba con sed y me encantaba. Jamás me había sentido así.
De pronto paró. Sus brillantes ojos cafe-verdosos miraron los míos…
-Esto no está bien.- dijo realmente lamentandolo.- No quiero obligarte a nada.
-No me obligas a nada… Yo quiero seguir. Quiero que mi primera vez sea contigo.
-¿Eres virgen?- preguntó.
-Si.
-Pues con mayor razón. Tu primera vez tiene que ser perfecta.
-Va a ser perfecta porque será contigo.
Y volví a comerme su boca. Dejando claro los puntos, comenzamos a desvestirnos con desesperación. Ambos, realmente queríamos esto. Acaricié su torzo desnudo, disfrutando el tacto de todos sus músculos tensos y de su sorprendente suavidad. Me encantaba el tacto de sus manos en mi cuerpo, sabía exactamente que lugares tocar. Tomó mis manos y las llevó a su trasero. Era tan duro, firme y abultado, a pesar de que todavía tenía los boxers puestos podía sentir el calor que irradiaba.
-Quiero…- comenzó a decir mientras depositaba pequeños besos en mi mandíbula.- que… esta… también sea… mi primera vez.
-¿Qué quieres decir?
-Nunca… me la han metido… y quiero que tu seas el primero.
Sin más bajó hasta mi pelvis y liberó mis 17cms de la prisión de mi bóxer. Mi pene es de un suave color moreno, un gordo glande de color rosa oscuro, rodeado por una mata de vellos negros y risados, y con unos abultados testículos cubierto por una fina capa de pelos. En ese momento lo tenía completamente húmedo, mi glande brillaba por el pre-semen. Pero eso no lo detuvo y con hambre engulló mi verga completamente. Fue un movimiento arriesgado, vi en sus ojos que estaba más allá de sus limites pero aún así aguantó. El placer de esa mamada hizo que los dedos de mis pies se contrajeran, mi respiración estaba agitada y con cada mirada de su parte con mi pene en su boca, me derretía completamente.
Cuando dejó mi pene, comenzó a subir depositando besos por todo el camino hasta llegar a mi boca. "Es momento de la acción" susurró. Nos incorporamos e iba a proceder a bajar su boxer, pero me lo impidió. Lo miré contrariado debido a que no podíamos seguir si tenía el boxer puesto, que por cierto tenía un paquete de lo más apetecible. Pero el tenía otros planes. Tomó el llavero que yo había dejado sobre mi mesa de noche y con una llave rasgó todo la parte trasera de su boxer, dejando solo su trasero a la vista.
¡Pero que trasero señores! Era perfecto… Un trasero de deportista, duro y redondo. Era de un perfecto blanco, y al tacto era demasiado suave. Toda su piel era como la del trasero de un bebé. ¡Que envidia! Luego se ubicó en posición 69 y colocó todo su hermoso culo en frente de mi cara. Su ano tenía un hermoso color rosado que le daba un aspecto frágil y ademas era tan pequeño y estrecho que me daba temor causarle algun tipo de daño. Pero él ni se preocupaba, estaba mil porciénto concentrado en la gloriosa mamada que me estaba dando.
Sin retrasar más el asunto, hundí mi cara entre esas perfectas nalgas y me dediqué a comer culo como nunca antes lo había hecho. La suavidad de sus nalgas acariciaba mi cara y mientras tanto, mi verga estaba alojada en lo más profundo de su garganta. Comencé a introducir mi dedo y enloquecí al sentir su cálido, estrecho y húmedo interior. Los gemidos de McCoy solo me animaban a seguir y haciéndole caso, pronto entré con el segundo. Con un poco de esfuerzo y arta saliva, empecé a girar los dedos y abrirlos para poder dilatar bien su ano.
-No aguanto más.- dijo sacando mi verga de su boca.- métemelo ahora.
-Pero tienes que estar bien dilatado.- le dije,
-Ya estoy lo suficiente. Lo aguantaré. No quiero perder más tiempo.
Se levantó y se sentó en mi pubis. Quería cabalgarme. Si bien el era el pasivo en ese momento, no significaba que iba tomar literalmente un rol pasivo. El era el que mandaba y eso me excitaba demasiado. Mi glande estaba rojo y empapado de saliva y de mis fluidos. McCoy tomó mi mastil y lo guío hasta su precioso ano. Su cara estaba extasiada por el placer, su frente estaba sudada y pero jebús, eso me ponía como un toro.
-Solo dime que no estoy soñando.- le imploré.
-No estas soñando.- dijo mientras se agachaba a besarme.- Pero es un sueño hecho realidad hacerlo contigo.
Comenzó a descender. Mi glande intentaba luchar con la resistencia de su ano y por suerte mi pene estaba muy lubricado, por lo que pudo vencerlo sin hacer demasiados esfuerzos. Vi su frente arrugarse por el dolor, pero sus besos seguían igual de apasionados. Su interior extrangulaba mi glande exquisitamente, su cuerpo recibía muy bien a su nuevo guesped. De vez en cuando retiraba un poco mi pene, para luego volver al ataque con más decisión.
Cuándo por fin estuve completamente dentro de él, ambos gemimos contentos. Esperé unos segundos a que se acostumbrara y luego comencé el movimiento. El mete y saca era lento pero profundo. Una gran mancha de humedad se vislumbraba en su boxer. Extendí mi mano para darle un poco de placer, pero McCoy me lo negó. Tomó mis manos y las ubico de tras de mi cabeza y comenzó a cabalgarme con más rapidez. Cada vez que se levantaba su ano se contraía exprimiendome gotas de pre-semen y al bajar, se relajaba enterrándose toda mi verga limpiamente. Me encontraba en el cielo follando con un ángel (me quemaré en el infierno con esa analogía). Estaría feliz si me muriera ahí mismo, estaba cumpliendo un sueño casi inalcanzable para alguien como yo.
Estuvimos unos minutos así y luego cambiamos de posición. Se acostó de espaldas en la cama y colocó sus piernas a ambos lados de mi hombro. Su ano quedó totalmente expuesto a mi. Ahora estaba un poco más abierto, el color rosa se había vuelto casi rojo y mi baboso glande pudo entrar un poco más fácil. El intenso calor de su recto era suficiente para arrancarme gemidos y buscando sus labios, comencé de nuevo los movimientos pelvicos.
De pronto comencé a sentir el inminente orgasmo y wow, venía potente. La respiración mía y de McCoy estaban muy aceleradas. Sus gemidos tan masculinos me derretían y estábamos en eso cuando bruscamente su mano se fue a su paquete y estranguló la base de su verga. Se tensó un momento pero luego continuó. Mi orgasmo estaba cada vez más cerca y comencé a agitarme, mi corazón bombeaba como loco y comencé a gritar de placer.
-Ohh por Di…- McCoy tapó mi boca para callar mis gritos,
Gemí, grité, vibré y descargué un camión entero de espesa y caliente esperma dentro de su culito. Mi corazón zumbaba y caí exhausto sobre mi amante. Estuvimos así hasta que me recuperé. Con el dolor de mi alma salí de su culito. Un chorro de semen de un color rosado pálido salió de su ano y se deslizó por su piel. Saqué un pañuelo de mi mesita y limpié el irritado orificio de mi chico. Mi pene estaba casi muerto y mi glande estaba ultra-mega-super-duper-metal-power-ranger rojo intenso. Lo sentía muy sensible.
-Ahora déjame ayudarte.- dije mientras me disponía a sacar su pene de esa carcel.
-No.- me dijo.- ahora no.
-¿Por qué?- pregunté triste.
-Porque va a ser una promesa. Esto no va a quedar así. Yo por venir aquí arriesgo mucho, pero tu me diste el valor para ir contra ellos y fugarme. Ahora, para asegurarme que volveré a hacerlo, no voy a liberar mi carga hasta volver a estar contigo otra vez.
-Eso es un poco masoquista.- dije.
-Puede ser. Pero por ti vale la pena. La calentura no le va ganar a lo que siento por ti.
Ambos quedamos acostados mirando el techo. Eran las 3:30 am y estábamos muy cansados. Me giré para contemplar su hermoso rostro y me asusté al verlo con lagrimas otra vez.
-Siento miedo ¿Sabes?.- dijo antes de que yo pudiera preguntarle.- De verdad que siento algo muy lindo por tí, pero me asusta y me enoja que no pueda demostrarlo libremente y que mi padre por nada del mundo me acepte así. Y me aterra al mismo tiempo que el tiempo pase tan rápido y me tenga que marchar y alejarme de ti.
-No quiero pensar en perderte cuando recién asimilo que te tengo. Si me enfoco en eso, quizás me encierre en mi mismo y me niegue a estar contigo otra vez para evitar ese dolor. Así que solo quiero vivir el presente y disfrutar de esto.
Me abrazó fuertemente y me besó la frente de la manera más dulce del mundo. Luego se incorporó para irse. Le regalé un boxer ya que el suyo estaba roto y mientras se cambiaba me dirigí al baño a beber un poco de agua. Al volver ya estaba listo y lo fui a dejar a la entrada de manera muy silenciosa. Dándome un beso de despedida, comenzó a alejarse. La ventana de su cuarto estaba ligeramente abierta y con un zumo cuidado entró.
Me volví a mi habitación y me desparramé en la cama. Tenía una sonrisa de oreja a oreja, era casi tétrica. Estaba demasiado feliz. Vi sobre la mesita de noche el boxer que el había usado y lo tomé en mis manos. La mancha de humedad aun estaba fresca y golosamente la lamí y olfateé. Olía a dioses, a hombre… a él. Lo abracé y dormí como un niño con su osito favorito.
(Creo que escribí mucho. Comenten) Pueden leer la segunda parte en mi blog que está en mi perfil.
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