(El silencio de los susurros) Un cuento prohibido
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
El viejo Jobs se ha vuelto un ermitaño después de la muerte de Alain. Único hijo que tuvo y que murió repentinamente a un año de la esposa haber muerto, vencida por el cáncer.
La verdad es que yo no tengo recuerdo de Alain, mamá a veces dice que si viviera, fuese uno o dos años mayor que mi hermano Jace. Para mí entonces fue hace muchos años. En aquel entonces cuando aún vivía en Lisbon Falls, tenía diez años y mi hermano Jace 16.
A los 11 cumplidos, llegó a casa en el nuevo papi. El esposo nuevo de mamá. Antes de llegar Joseph a casa, hubieron otros, pero esporádicos, con este era el único que mami se ha casado, después del abandono de papá.
Era un lugar abandonado de la civilización de los años 60. Mamá se iba a trabajar al pueblo, en una farmacia y tenía varios turnos. Pero ese día, salió temprano y nunca regreso jamás…
Mi padrastro estaba arreglando la camioneta en el frente de la casa. Yo estaba en el patio, había cortado leña para llevarla a la caldera de abajo que está en la cocina. No había nevado, pero las fuerte y congeladas brisas de enero, hacia tiritar de frío a uno.
Después de dejar la leña en la cocina, voy y aparezco en el porche de la casa. Joseph estaba rascando la barbilla, viendo a la camioneta inservible y sabiendo que no daba aun con el problema que podía tener.
Sinceramente a veces creo que fue un buen hombre –al menos se quedó con nosotros –antes de juzgarlo a él, creo que debo juzgar primero a mi madre. Aunque con el tiempo he aprendido a perdonar.
Cansado porque no ha logrado nada con la camioneta, junto con él entro a la casa. Buscó una cerveza y se la toma sentado en el sofá viejo y mugriento. Al rato, no mucho de haberse sentado y encender el viejo televisor, pega un grito y me llama.
Lo presentía, pero de todas las veces, nunca ha llegado tan lejos. Antes de ese día, solo era roces y prensadas por encima de la ropa.
Ven y siéntate con papi –dijo
Acomodando la bermuda de pana que tenía puesta, voy y me acerco y me siento a su lado. Mi padrastro pone la mano en mi muslo, y sin dejar de ver a la televisión, mete el brazo entre mi espalda y el sofá, y con un solo movimiento me alza y me sienta en su regazo.
Abre la piernas, y con el movimiento mismo, hace que yo también abra las mías. Introduce ambas manos por dentro de mi camiseta, y acaricia levemente mis tetillas, casi pellizcándola. Hasta ponerlas duritas. No solo eso me ponía duro, sino también mi cosita.
Esa vez me toca en mi zona. Como no estoy acostumbrado, echo las nalgas hacia atrás, para poder esquivar su mano, pero con ese movimiento lo que hice fue que, en mis nalguitas sintiera su fiero latiendo.
No había palabras de por medio. Todo lo que había era un suspiro entrecortado e intenso. El de Joseph en mi nuca, sin dejar de ver fijo al televisor, yo también veía fijo la televisión mientras mi padrastro tocaba mi cosita y él apoyaba su cosota en mis pompitas.
Esta vez ha llegado más lejos, no solo me toca por encima, sino que ha metido los dedos por dentro de mi trusa, ha jalado mi cosita y para mí es inevitable no sentirlo rico. Jadeo en su regazo, echo más mi cuerpo hacia atrás y yo solo me apoyo a su cosa. Su aliento lo siento más cerca de mi cuello. Me está abrazando fuerte, apañándome a su cuerpo masculino de montañés granjero.
Los pelos que tienen días de haber crecido en su barba, raspa mi mejillas y mi cuello. He dejado que el deseo invada mi cuerpo, ya no veo la tele, solo me revuelco con la cosa de mi padrastro. Él sabe que me está gustando, y de todas las veces anteriores, primera vez que susurra a mis oídos, lame mi lóbulo derecho y me pregunta con esa voz gorgoja… vamos a quitarnos las ropas…
Desvaído por un placer que carcome mi piel en tumbos incontrolables, Joseph deja que me ponga de pie, mientras eso el levanta el culo, y se saca el vaquero de encima, solo dejando que le caiga a los pies. Usaba una camisa azul desteñida de cuadros y mangas largas. La cosota que guardaba dentro de su pantalón nunca la había visto hasta ese día. Era larga, llena de venas, de un mismo tamaño, desde las pelotas hasta la cabeza. Medio curvada hacia afuera, pero recta pegándole en el ombligo.
La veo y él se queda viendo a mis ojos. Abre mucho más las piernas y con leve movimiento de cabeza, indica que yo de nuevo me siente sobre sus piernas.
Sentía ese garrote caliente en mi espalda. El aliento de mi padrastro cada vez más me gustaba. Acercaba mi boquita tan cerca de su barba, el intuye mi intención, y sin decir nada, con una mano agarrándome de la barbilla, me tuerce a un lado y besa mis labios. Introduce la lengua, y cosquilleo que me produce, saca dentro de mí, un gemido y un alboroto en mi cuerpo.
Una vez vi como el gallo del granero piso a una gallina, después de depositar el esperma con un beso cloacal, la gallina chillando se espelucó y sacudió su cuerpo. Así mismo era lo que yo ahora había experimentado, cuando mi padrastro ha besado mi boca y ha pisado mi culito con su cosota, grande y gruesota.
El jadeo de ambos, él y yo recostando mi culo desnudo sobre su garrote. Por mi parte tenía los ojos cerrados, contorneando mi cuerpo a igual como una serpiente, el aliento que soplaba en mi cuello era lo que más me gustaba de ese momento. Joseph estaba pendiente de mi oreja, que no dejaba de lamerla al mismo tiempo que apretaba duro su verga en la raja de mi culo.
No oímos nada, solo nos dimos cuenta, cuando mi hermano Jace nos veía ahí de pie, aun lado de nosotros, en el pasillo que daba a la entrada de la casa. Fue él, el primero en verle, luego fui yo que me he dado cuenta, porque había dejado lamer mi oreja.
No dijo nada, solo tumbo la mochila en el pasillo y subió al otro piso de la casa. Sus zancadas fueron rápidas y se oyeron los pasos, cuando iba subiendo por la escalera. Luego el portazo estrepitoso y fue ahí que mi padrastro se puso de pie y subía de nuevo su vaquero a la cintura. Me dijo: quédate aquí. Y así lo hice…
Creo que no había terminado de subir la escalera mi padrastro, que cuando cerró la puerta ya era porque yo iba a mitad de camino subiendo al piso de arriba.
Pego la oreja a la puerta de madera, y oigo susurros silenciosos. Pero a igual, como se hace con la visión en la noche, solo estuve que esperar que mi oído se adaptara al silencio, pause mi respiración agitada y después de oír mi corazón latir, oigo lo que dice mi padrastro a mi hermano mayor…
Tranquilo, tranquilo, tranquilo. Yo no voy a dejar de cogerte a ti. Por las noches lo vamos a seguir haciendo. Fue únicamente esta vez que lo hice con tu hermano, y era porque te extrañaba a ti…
Después de esa vez, mi padrastro fue indiferente conmigo cuando Jace estaba en casa. Mi hermano trabajaba medio tiempo en la tienda que esta al salir a la carretera, unos 14km de casa, recuerdo que la tienda se llamaba Sugar Top.
Mi hermano también conmigo, fue más que distante, sino que también me veía con rabia. Cada vez que llegaba del trabajo y se estaba Joseph en casa conmigo, amargaba su expresión y se encerraba en la habitación.
Después de aquella vez, mi padrastro me toco una vez más. Fue en la habitación donde dormía él, ahí acostado a la horilla de la cama, bajo mi pantaloncillo, y pelo mi culito a todo su esplendor. Se queda viendo fijo a mi hoyito, tal vez imaginando como sería meter su garrote en mi rosado culo. Pone encima la punta de su verga en la entrada, hace el intento de meterla, pero lo deja hasta ahí. Lo único que hizo fue restregar esa mandarria humana en mi raja, se agito fuerte sobre mí, jadeo como las noches que pasaba junto con mi hermano encerrado en la habitación. Y segundos después, termina llenado mi espalda y mis nalgas de puro espeso y caliente semen.
Si después de esa “ultima vez” hubo otras veces. No lo recuerdo entonces…
No pases cerca del viejo Jobs, que te va comer. Era lo que decía papá. Una vez tuve que ir a Sugar Top. Jace ni quiso verme, me atiende es otro trabajador y al finalizar la compra me voy rumbo de nuevo a casa.
Pero esta vez no sigo el camino de siempre, alejado del frente de Jobs. Sino que paso por el frente de la casa, y me detengo a verla, retando a mis temores a esa casa sacada de un cuento embrujado. Y es que era así, la casa con la madera grisácea, chirriaba, susurraba y silbaba por las noches.
No sé qué me pasaba, pero no podía detener mis pies. Estaba caminado, como si alguien me llevara sostenido por el hombro. De hecho sentía un peso en mi hombro derecho. Pase la cerca, que era no más que un garabato de mimbre que no se podía llamar reja.
Lo que suponía un jardín hace muchos años, en el tétrico lugar, resplandecías algunas fresias de colores carmesís y otras blancas, azules y violetas. Sobre un pasto verde que está muy largo y cubre el camino hasta el pórtico, voy caminado viendo fijo a la puerta de la entrada a la casa, mis dedos acarician el monte y en mi mente sigo preguntándome, hacia donde voy y, porque no puedo parar de caminar, si tengo miedo hasta donde ya voy. Pero sigo y nadie me detiene.
La puerta crujió cuando la he empujad. Dentro el pasillo recto que da vista a una escalera con un tapiz en el medio, da la impresión de una boca monstruosa, sacando la lengua, invitándome a entrar a su cavidad para ser devorado por ella.
Sigo andando a pasos que no son propios de mis pies, al poner un pie en el primer escalón, este rechina y volatiza el polvo, hasta sentirlo en mi nariz. Al llegar arriba el estornudo se llevó acabo, y de ahí toda la escena de la casa se cambió como un sueño al que estaba siendo transportado…
Hay un hombre en la cocina, usa pasamontaña y es invierno crudo. El chico espera en la sala, está en la habitación, veía al cielo blanco por la ventana, sus ojos estaban ausentes, y solo brinca un poco, cuando oye que de abajo los trastes de la cocina hacen ruidos al caer en el suelo.
Los tumbos en los escalones se oyen fuertes, al girar el pomo de la puerta el chico voltea y se acuesta en la cama, rápido desnuda su cuerpo de la cintura hacia abajo. Abre las piernas y en eso…
Papi está abriendo la puerta, me queda viendo y no dice nada. Antes de sentarse a mi lado, se ha quitado el pasamontaña, dejando ver un alborotado cabello color caoba cobrizo oscuro. Lo poco que se puede ver de piel en su rostro, esta rosado del frio, la nariz respigada esta roja, los labios ocultos entre esa barba espesa, deja entrever los dientes.
Coloca primero la mano sobre mi rodilla, la aprieta y se queda viendo a mis ojos. Esto no debemos… intenta decir su mirada. Pero no pudo, papi no pudo controlar sus ganas, se ha entregado al pecado, a lo prohibido…y yo lo he ayudado.
Desciende su mano gruesa casi regordeta. Me acaricia mi cosita, cierro los ojos y jadeando echo la cabeza hacia atrás. Abro los ojos y ante mí, está el espaldar de la cama. Sobresalto un poco, al sentir su dedo índice tocar mi huequito que ya él ha desflorado.
Aún está dudando, juega en la entrada de mi culito. Hago hincapié, y remuevo mi pompa sobre su mano. Le veo a los ojos, y todavía está pensado con la boca entreabierta. Agarro su dedo índice e intento meterlo en mi huequito, pero él ha dejado su brazo inerte, sin fuerzas dejando todo a merced propia. Como no puedo con todo el peso, lo dejo quieto y le sostengo la misma mirada que trae desde que entró a mi habitación.
Sabía que él no quería, y sintiendo pesar que no quiera continuar, aun con mi cintura para abajo desnudo, le doy la espalda y en posición de cucharita quedo viendo hacia la ventana.
Siento cuando se pone de pie, y el sonido que hace al quitarse la chaqueta, luego se acuesta a mi lado y tarda apenas unos segundo en abrazarme. Todo su grandote cuerpo es como una frazada para mi desnudes ante el frio que hace. Sin haber sacado su viril miembro, lo palpa sobre mis nalguitas, y así poco a poco va presionado, hasta que más no puede y se hunde en el pecado…
El señor Jobs esta sobre Alain, ambos desnudos únicamente de la cintura hacía abajo y dejando la parte superior de sus cuerpos, cubierto con un suéter tejido. El chico está viendo al espaldar, entrecierra los ojos y alza la pompa, al mismo tiempo que veo, como la verga de Jobs sale del culo de Alain. El hombre gime apretando los ojos, vuelve a enterrar el garrote en el culo de su hijo, y sacándolo de nuevo, al dejar la punta afuera, veo como de ese pene de hombre brota el semen, expulsándolo en la raja del culo. Jobs gimiendo y restregando su mandarria en la raja de Alain, termina de acabar.
Los veo jadear, están sudando, y el señor Jobs se queda viendo fijo al espaldar de la cama. Respirando profundo y exhalando cansado. Lanza una mirada rápida a lo que ha hecho, y con una cara de asco se baja de encima de su hijo. Seguido, mientras recoge el pantalón del suelo, Jobs le dice a Alain…es la última vez que lo hacemos ¡vale!
Lo veo venir hacía mí, pasa junto sobre mi cuerpo y yo alzando los brazos intento protegerme. Pero al tiempo que traspasa mi cuerpo, abro los ojos y despierto como si hubiese estado en un sueño. Lo raro es que estaba frente a la puerta como hace un rato en el sueño (o revelación). Mi corazón latía rápido y estaba agitado, queriendo zafarme de la fuerza que hacía peso sobre mis hombros. No quería abrir esa puerta, pero sin poder controlar mi cuerpo, mi mano ya estaba sobre el pomo, lo giro y con la misma empujo la puerta…
No tuve oportunidad de gritar, solo me quedo ahogado en el pecho. Apenas un aullido que no se iba a oír afuera de la casa. La impresión ha ganado tantas fuerzas en mí, que el peso sobrenatural que esta sobre mis hombros, logró zafarme y caigo al suelo, para quedarme viendo privado por el susto, como Jobs se ha volado los sesos.
El cuerpo inerte, estaba en un charco de sangre sobre la cama. No fue una revelación ni tampoco un sueño, pero al instante que he abierto la puerta, pude imaginar cómo fue el suceso y fue tan real que lo vi disparase a los sesos…
Al final del pasillo de los dormitorios, en la penumbra aparece Jobs con la sangre en la cabeza y regado en los hombros, casi puedo ver el destrozo que se ha hecho. Me mira fijo, ahí tumbado yo en el suelo, no doy crédito a lo que veo. De nuevo esa fuerza invade mi cuerpo, la fuerza de romper al miedo me hace poner de pie, y antes de bajar por las escaleras corriendo. Jobs grita… ¡CORRE! ¡VETE DE CASA! VETE DE TU CASA…
Al salir despendido por la puerta de la entrada, caigo casi sobre las fresias. Al subir la mirada al árbol seco que esta hacia la derecha. Un cuerpo de un niño aparece, atado al cuello, guindado del árbol, va girando lentamente, cuando da a mi frente, lo veo y gritando salgo de la casa. Alain abrió los ojos y sus ojos eran blancos, me siguió su mirada en todo el trayecto que corrí saliendo de esa casa. Si no es porque me doy cuenta que he dejado la bolsa de lo que había comprado en la tienda, no me detengo a medio camino de haber dejado la casa de Jobs.
Aspirando bocanadas de aires, sentía que me ahogaba, y lo que respiraba por la boca, me dejaba un sabor metálico y hasta hacia que mis glándulas se secaran. Toso cayendo al suelo, escupo y empiezo a tragar rápidamente, hasta que recobrando las fuerzas para sostener mi cuerpo de nuevo.
Al regresar, la bolsa la había dejado en la entrada de la casa Jobs. Ya era tarde, el sol se ha ocultado pero aún está clara la tarde. Al coger la bolsa echo una mirada a la puerta del pórtico de la casa. Una puerta, que en la parte superior hay dos ventanas sin vidrios pero tapadas con una malla grisácea, en el fondo de la entrada de la casa, aparece Jobs y Alain viéndome a los ojos.
De nuevo he corrido como alma que se la llevaba el diablo.
Hasta este momento que escribo esto, he entendido lo que pudo haber sucedido en Lisbon Falls. Joseph nunca más me volvió a tocar, pero a mi hermano si lo cogía todas las noches. Yo los oía, y cuando aprendí a darme una puñeta, detrás de la puerta en el pasillo oyéndoles me la jalaba y luego acababa.
Todo termino cuando cumplí los 14 años. Jace llego de la tienda, sus ojos estaban perdidos, ha igual que los tenia Alain cuando lo vi en la revelación que me había dado en la casa de Jobs. Yo estaba sentado en el porche, fue al establo y lo vi salir con el rifle en la mano. No le preste atención, sobre mi regazo tenía un libro de color cobalto, tapa dura y sin título. Es el primer libro que leía y me tenía atrapado.
Al oír el disparo, de inmediato supe lo que había sucedido. Algo me dijo, mi propio yo sería, me dije… corre, corre que ahora viene por ti…
Y así lo hice cuando ya dejaba atrás la casa, oigo un segundo disparo. Era mi hermano que se había matado.
Fin
Santiago dejo caer el libro. Un libro con tapa dura y de color cobalto. Era demasiada coincidencia lo que había leído.
Además al empezar a leerlo, una breve introducción, Santiago leyó: SI NO QUIERES QUEDAR ATRAPADO… MEJOR NO LEAS ESTE CUENTO PORHIBIDO.
El chico volvió a coger el libro en sus manos, iba a leer de nuevo la introducción. Cuando abre el libro las letras impresas se han desvanecido, solo quedando una estela de tinta diluida. Santiago se puso de pie, y dejó caer el libro al suelo. Lo vuelve a recoger, y cuando abre el libro de nuevo…
Es su historia la que ahora se está contando.
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