EL SOBRINO DE DOÑA CONSUELO
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Esto me sucedió cuando yo estudiaba en la capital. Hacía un curso de electricidad. Yo tenía en ese entonces catorce años y ya sabía que me gustaban los hombres porque cuando iba al estadio con mi papá me excitaba mucho al ver las piernas rollizas de los jugadores de futbol. Yo me hospedaba en la casa de doña Consuelo una vieja amiga de mi madre.
Tenía un cuarto bien cómodo para mí solo. Una vez llegó del interior Juan Carlos, el sobrino de doña Consuelo, según supe, para ver si conseguía trabajo en una fábrica que los chinos estaban instalando. Decían que era bueno conseguir trabajo en esas fábricas porque pagaban bien. Juan Carlos era tornero. Este era un muchacho de veinte y pocos años. Era bien guapo, de complexión magra y bien peludo. Tenía pelos hasta en las orejas. Cejas gruesas y manos con dedos finos y largos.
Cuando llegó a la casa doña Consuelo me comunicó que él iba a dormir en mi cuarto en una camita de campaña que ella había armado , me explicó que solo iba a ser por unas dos semanas apenas. A mí no me importó eso, por el contrario, me alegré saber que el chico se iba a quedar conmigo bien cerca durante la noche. Juan Carlos era bien conversador con la tía pero solo con ella. Con los demás era callado. Era su modo de ser interiorano.
Cuando se iba a dormir mal hablaba conmigo. Se cepillaba los dientes se ponía la pijama en el baño decía buenas noches apagaba la luz y se dormía. Yo lo veía en la penumbra y le oía la respiración. Al rato se quedaba dormido. Me daban ganas de tocarlo pero me contenía. Fue así hasta la tercera noche. De esa vez cuando le oí respirar profundo me atreví a tocarle el pié. Mi corazón latía bárbaro.
Me asusté cuando él lo retiró al sentir mi mano. Lo había hecho rápidamente pensando quizás que era algún insecto. Desistí de esa vez. A la siguiente noche hice lo mismo. Lo toqué y él no se movió. Así fui subiendo mi mano por su pierna. Quería llegar a su guebo. Mi corazón latía agitado pero creo que no era de miedo y si de emoción sintiendo que por primera vez iba a tocar la poronga de otro.
Él estaba de lado. Deslicé mi mano por debajo del bóxer y toqué. La verga estaba encogida. Le acaricié el escroto. Hice eso un buen rato y la verga continuaba dormida. Pensé que era mejor desistir. Yo estaba excitado con todo aquello. Luego me volví a mi cama y me hice una paja. El semen salió con tan tremenda fuerza que casi moja el catrecito donde Juan Carlos dormía. A la mañana siguiente yo observaba al chico para saber si él había sentido mi toque pero él no decía ni insinuaba nada. Me quedé tranquilo.
A la siguiente noche volví a tocarle el pié y fui subiendo hasta llegar a su verga. Luego sentí que algo estaba diferente. Juan Carlos estaba sin bóxer y tenía la verga bien parada. Al toque y sin ver percibí que se trataba de una señora verga, bien gruesa y larga. Estaba bien caliente. Me emocioné cuando le pasé mi mano. Quise olerla y me aproximé más: Juan Carlos que estaba de lado ahora se quedó de frente con la verga apuntando para arriba.
Yo pensé que estaba despierto y me asusté. Pero no. Parecía que continuaba dormido. Así en lo oscuro se la estuve alisando pero no me atrevía a más. Me iba a retirar a mi cama cuando sentí la mano de Juan Carlos agarrándome bien firme y empujando después mi cabeza para su verga indicándome así que quería que se la mamara. Yo salté encima de aquella verga y se la mamé. Ah, ah, ah, ah, gemía Juanca. Mi mamada no era tan buena creo yo porque era la primera vez que lo hacía. Pero yo estaba a mil. Y me puse mas caliente cuando Juan Carlos me volteó de manera que mi culo le quedara cerca.
Me bajó la ropa y comenzó a tocarme el culo y después a hacerme cosquillitas en el ano con su dedo. Estaba haciendo eso cuando sentí la verga hincharse cada vez más y luego escupir sendo chorro de semen en mi cara. Yo me dispuse a retirarme. Juan Carlos me dejó ir. Él se levantó para lavarse. Yo después que me hice una paja me dormí. A la mañana siguiente a la hora del desayuno miraba a Juan Carlos para notarle una reacción pero se comportaba como si nada hubiera pasado.
Largo se me hizo el día para encontrármelo otra vez. Aquel dedo en mi culo me había dejado con ganas de verga. El ano me cosquilleó todo el día esperando la noche pensando quizás que Juan Carlos me la metería. Y la noche por fin llegó. Al nomás apagar la luz yo me fui a la camita. Juan Carlos me detuvo y me dijo:
-mejor en la tuya-
-buena idea-, contesté.
Juan Carlos tomó la iniciativa de esta vez. Me mandó a que me pusiera de cuatro patas y comenzó a lamerme el culito. Metía su lengua y me hacía cosquillas. Nunca me imaginé que eso podía ser tan bueno. Luego después escupió bastante saliva en mi anito virgen y metió un dedo. Ahhhhhhhhhhhh! Gemí yo. Después de buen rato jugando con mi ojete le oí escupir encima de su poronga. Arrimó la cabeza e hizo presión. Yo respiraba rápido y estaba afligido. Pensaba que mi culito no iba a ser capaz de tragarse aquella tranca. Juan Carlos empujaba y empujaba pero nada. Después de mucho intento desistió.
-lo tenés muy apretado-, me dijo.
-ni modo-. Le contesté. Se quedó pensativo un ratito para decirme después:
-esperame un momentito. Ya regreso-. Salió del cuarto. Al rato regresó con una taza. Él había ido a buscar mantequilla.
-ahora va a entrar-, me garantizó.
-ponete de cuatro y abrite bien-.le obedecí. Se untó los dedos con la mantequilla y me los metió. Hizo eso varias veces.
Después se untó la verga. en seguida me arrimó la cabeza de la verga. hizo presión. Mi ano comenzó a arder. Me ardía mucho. Ayyyy, dije bajito. Aguantá, entrando la cabeza se fue todo. Aguanté. El ano por fin se abrió y la cabeza entró. Me dolía. Ah, ah, ah , ah, gemía. Juan Carlos la fue metiendo despacito. Y no paró hasta que sus pelos tocaron mis nalgas. Me la sacó un poquito. Me la metió otra vez. Hizo eso unas cinco veces.
Después me la sacó toda para clavármela todo de romplón. Que rico sentí. Sentí tan rico que me corrí en el acto. Juan Carlos continuó sacándola y metiéndola rápidamente golpeando mi próstata con aquel movimiento y haciéndome gozar en chorritos pequeños. A cada metida yo eyaculaba un poquito y sentía que todo mi cuerpo se estremecía con eso. Ah, ah, ah, ah, gemía yo. Juan Carlos me agarraba de las caderas y me empujaba a su encuentro para que nada se quedara de fuera. Me castigó con su verga unos diez minutos, no sé. Al final mi anito estaba entumecido y ya no me dolía.
Juan Carlos me la metía con fuerza y en una de esas bufó como un toro y se corrió. Yo sentí el liquido calientito entrar en mis tripas. Se desplomó encima de mí. Se quedó así respirando encima de mi cuello. Me mordió la oreja. Se acostó a mi lado. Me dijo:
-que culo rico tenés. Coger un macho es más rico que las cabras que ya me cogí en el rancho-.
Yo me quedé callado. Mi culito pulsaba tratándose de cerrar. Era una sensación sabrosa. Era como si estuviera pidiendo más verga. a partir de esa noche fue así. Juan Carlos me cogió sin descanso. Un día que llegué del colegio supe que se había marchado. Había regresado para su pueblo. No había conseguido el empleo. Nunca más lo vi. Nunca me olvido de él. Juan Carlos desvirgó mi culito. Y de una manera completa y placentera. Ya pasaron diez años. Y me excito igual cada vez que me acuerdo de mis noches cogiendo con este chico vergudo.
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