El Tamaño no Importa
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Acababa de terminar una relación muy intensa de casi 3 años, por lo que me encontraba en un estado emocional deplorable, pero el orgullo de ambos parecía que nos iba a dejar así a los dos.
Estaba en la etapa de ardido, por lo que descargué Grndr con la intención de acostarme con quien se dejara.
Hice un perfil y empecé a mandar mensajes a todos los que estuvieran en línea y cerca de donde yo estaba; activos, pasivos, inters, heterocuriosos y todo lo que uno se puede encontrar en esa aplicación.
Nunca me acosté con nadie.
Al final me convertí en lo que se llama, un “Calienta Huevos”, siempre acordando citas, pero cancelando de último momento; terminando en orgasmos sin chiste, con las fotografías que me enviaban.
Había dos razones por las que no concretaba ningún encuentro; la primera, sentía que engañaba a Julián, a pesar de que en ese momento ya no éramos nada.
La segunda, mi cuerpo; lo odiaba en verdad y la idea de estar desnudo frente a un tipo al que nunca he visto en mi vida, me causaba pánico.
Siempre he tenido kilos de más y eso es poco decir; en mi adolescencia y primeros años de los 20, llegué a pesar 165 kilos.
Antes de cumplir 30, me sometí a un riguroso plan de alimentación y ejercicio.
Ya para los 32 años, pesaba 100 kilos.
Mi cuerpo había disminuido de tamaño, pero había aparecido flacidez, que si bien no era mucha gracias al ejercicio que practicaba a diario, me daba muchísima inseguridad.
Los días pasaron y recibí un mensaje.
– Hola guapo.
Revisé el perfil y era un cuerpo sin cabeza.
Estaba sentado, vestido con un pantalón de mezclilla y una playera Polo rosa.
Un estómago enorme se veía a través de la playera que hacía el intento por no romperse.
El teléfono vibró y me di cuenta que había enviado otro mensaje.
Lo abrí y era una fotografía de su cara.
Era blanco y de ojos verdes.
Sonreía ligeramente y me dio confianza.
Aproximadamente unos 40 años.
Nunca había estado con alguien por lo menos 8 años mayor que yo, pero al final haría lo mismo; platicaría algunas horas con él, me preguntará que estoy buscando, contestaré que al “amor de mi vida”, me voy a reír como pendejo y después diré que estaba ahí por caliente.
Me preguntará el rol, diré que inter pero que en esta ocasión buscaba activo.
Si está de acuerdo, me preguntará si tengo lugar, a lo que contestaré que no.
Si él tampoco, le diré que lástima, pero si lo tiene, me enviará su ubicación; le diré que voy para allá y después de unos minutos, no volverá a saber de mi, después de oprimir “bloquear”.
Pero no.
Nunca me preguntó que hacía en la aplicación, ni mi rol.
Se limitó a contarme un poco de él.
Era casado, sólo tenía tiempo para él los fines de semana por las mañanas, que era el único rato en que no estaba con su esposa o hijos.
Le gustaba el cine, el teatro, el vino, etc.
La plática se extendió por días, hasta que un día.
– Estás muy guapo.
– Ehmmm.
gracias.
– ¿Por qué dudaste?
– Porque no me considero guapo.
– Para mí, lo eres.
Dejé la aplicación algunos días porque tuve un viaje de trabajo y no tenía tiempo de usar el celular de forma recreativa.
Habían sido dos semanas pesadas y cuando por fin toqué mi cama, me dispuse a contestar mensajes y enviar correos.
Cuando terminé, abrí la aplicación.
Había 3 nuevos mensajes de días diferentes.
– Sigo pensando que estás muy guapo.
– Me quedé viendo la última foto que enviaste.
Creo que tienes un cuerpo sexy.
– ¿Me dejas invitarte un café?
Leí los mensajes y me quedé pensado.
Contesté.
– De verdad muchas gracias.
Pues soy bastante gordito, así que no se si sea sexy.
¿Un café?, claro; ¿cuando puedes?
Lo acababa de enviar, cuando recibí la respuesta.
– Este sábado, como a las 9 Am, si quieres.
– ¿A dónde iríamos?
– Pues es fin de semana, no habrá nadie en mi casa.
– Mmmmm.
ajá.
¿y qué haríamos?
– ¿Te gusta el Té?, podemos beber té y comerté.
– Jajajaja vaya, ¿en qué sentido debo tomar eso?
– Pues creo que sólo hay uno, porque yo no se de nadie que se coma el té.
– Así que quieres comerme.
– Sólo si tu te dejas.
– ¿Y si eres un caníbal?
– Si muerdo, pero te va a gustar.
– La verdad te iba a decir que no, pero.
¿por qué no?
– Te aseguro que nadie te lo hará como yo.
– ¡Épale!, más despacio.
No se ni tu rol.
Si, fui yo quien preguntó el rol.
– Activo, ¿y tu?
– Inter, pero quiero ser pasivo nada más.
Inmediatamente recibí una foto de su pene.
Era pequeño, casi como el mío que apenas llega a 14 cm, pero la de él era grueso, bastante grueso.
Debo confesar que lo dudé, pues ya había estado algunas veces con un chico que tenía un pene como el mío y realmente no sentía mucho.
En cambio Julián, él portaba orgullosamente unos 18.
5 cms y después de algunos meses, logró llevarme al orgasmo sin tocarme.
– ¿Dónde te veo?
Me mandó su ubicación y su número para What’sApp.
– No vengas hasta que yo te diga.
– Ok – contesté.
Durante la semana no hablamos.
Me metí varias veces a la aplicación pero no había ningún mensaje nuevo de él.
El viernes en la noche, recibí un What’s.
– No me vas a dejar plantado mañana, ¿verdad?
– No, cómo crees.
Pensé que tú me dejarías plantado a mi.
– Para nada.
Te espero a las 9.
Al día siguiente me levanté temprano porque estaba nervioso.
Independientemente de que estaba a punto de acostarme con alguien a quien no conocía, era precisamente un desconocido.
Mi cabeza empezó a llenarse de ideas paranoicas y terminé enviándole la ubicación y medio explicándole las cosas, a mi mejor amiga, “por cualquier cosa”.
Llegué puntual a las 9, pero me estacioné algunas cuadras adelante porque aún no me decía que llegara y para que no viera mi auto.
9:10 recibí su mensaje.
– ¿Ya estás cerca?, ya se fueron, ya puedes venir.
– Estoy a dos cuadras, ya llego.
Estaba muy nervioso, me sudaban las manos conforme iba caminando.
Era sábado, por lo que la avenida principal de la colonia, estaba cerrada a los automóviles y todos los jóvenes y niños disfrutaban de una calle enorme para andar en patines, bicicletas o haciendo ejercicio nada mas.
Yo iba vestido con un pantalón deportivo y una playera blanca; me perdía perfectamente entre la multitud, pero yo iba tan nervioso, que sentía que todos me veían y sabían que hacía ahí; “ese tipo va a coger”.
Llegué a la puerta de la casa.
Se veía más grande que las demás de la colonia.
– ¿Diga?
La voz del intercomunicador me hizo dar un sobresalto por el susto.
– Hola, soy.
– Pasa, está abierto.
Empujé la puerta que daba directo a la calle y entré a un jardín.
Unos metros adelante, se abría la puerta principal de la casa.
Salió vestido con una bata de baño y por lo visto, era lo único que traía puesto.
Me acerqué y le di la mano.
– Pasa, bienvenido.
Cerró la puerta tras de mi.
– ¿Quieres que te sirva un poco de té o pasamos a mi cuarto?
– Ehmmmmm.
la verdad, no me gusta el té.
– Entonces acompáñame.
Me hizo pasar delante de él y me guió por unas escaleras hasta el tercer piso.
Definitivamente, la posición económica de este sujeto, era muy por encima del promedio.
Cuando iba subiendo, me dijo casi en un susurro: “No mames, cabrón, estás riquísimo”.
Yo hice como que no escuché y traté que no se notara que me había sonrojado al máximo.
Llegamos a la habitación y era realmente hermosa.
De hecho parecía set de lujo de película porno.
Las paredes eran de un azul celeste muy elegante.
Muebles blancos estilo vintage y un enorme ventanal con cortinas exageradamente blancas, que permitían ver la ciudad a través de ellas.
En cuanto entramos los dos, cerró la puerta, se quitó la bata y la colgó en un sillón cercano.
Su cuerpo, si bien era grande, también era firme.
Al caminar podía ver cada músculo de sus piernas, moverse, pero ese pene pequeño que apenas si se asomaba bajo su abdomen, no me convencía.
Empecé a quitarme la playera pero se acercó de inmediato y me la bajó nuevamente.
– No, no, no.
primero quiero que te sientas cómodo.
Además, eres mi regalo y a mi me gusta destapar mis regalos.
Me dio risa el comentario así que me empecé a sentir en confianza.
Nos recostamos en la cama, él desnudo y yo como estaba, me enseñaba fotos de sus hijos y me contaba lo bien que la pasaba con ellos.
Sin darme cuenta, ya había empezado a tocarme.
Me acariciaba muy suavemente la cabeza y empezaba a bajar por mi espalda.
Se sentía muy bien.
Sentí su mano posarse por completo sobre una de mis nalgas.
Volteé a verlo y me veía con verdadera pasión.
– Qué rico culo tienes – Me dijo con la respiración entrecortada.
– ¿Te gusta? – Le pregunté con la misma voz, pues mi temperatura empezaba a subir.
– ¡Me encantas!
Y fue lo último que me dijo antes de quitarme la playera de un golpe y empezar a morder mis pezones.
Normalmente no me considero fan del erotismo en las tetillas, pero cuando dijo “si muerdo, pero te aseguro que te va a gustar”, tenía razón.
Cada vez que mordía la punta de mis pezones, una descarga eléctrica recorría todo mi cuerpo hasta llegar a los testículos, que se subían a mi, como cuando hace mucho frío.
Intenté tocarlo, alcanzar su pene con mi mano, pero me detuvo.
– No, chiquito, hoy tu disfrutas.
Y bajó a chuparme el pene.
No era muy bueno en eso.
Se sentía rico, pero había tenido mejores.
Lo que me ponía a 100, era el hecho de que por primera vez, alguien estaba dedicado completamente a que yo sintiera placer, sin que yo tuviera que moverme.
Esa nueva experiencia me tenía muy caliente.
– Date vuelta.
Me puse nervioso y lo notó.
Me pidió al oído que me relaja.
Sentí el peso completo de su cuerpo sobre el mío y se sentía muy rico, diferente a cuando Julián, que es muy delgado, se acostaba sobre mí.
Aquí verdaderamente sentía el peso de un hombre grande sobre mi.
Comenzó a recorrer mi espina dorsal con la lengua, al tiempo que sus manos daban un masaje a mis brazos y piernas.
Era como un pulpo que recorría todo mi cuerpo, entre murmuros de “estás riquísimo”, que me prendían cada vez más.
Bajó hasta mis nalgas y las masajeó con sus manos un instante.
Después las separó exclamando “UFF”, cuando palpitaba mi hoyito que en ese momento estaba completamente expuesto y dispuesto para él.
Literalmente se aventó hacia mi esfínter con su lengua, provocándome un suspiro que todavía recuerdo como si pudiera sentirlo.
Su saliva lubricaba mi anito que palpitaba de gusto, cada vez que recorría mis pliegues de forma espectacular.
No había necesidad de preguntar si me estaba gustando lo que me hacía; gemía como desesperado y me retorcía apretando las sábanas.
De verdad me estaba llevando al cielo.
Me puso en posición de perrito, se puso un condón y lubricó la cabeza de su pene con saliva.
Yo podía ver toda la escena a través de un espejo enorme frente a la cama.
Ahí estaba yo, completamente entregado a un tipo mas grande que yo en edad y estatura, con su barriga sobre mis nalgas y con un pene pequeño a punto de entrar en mi cuerpo.
La escena me embriagaba, sólo quería sentirla dentro.
Dio la primera estocada y me dolió muchísimo; de verdad era gruesa.
Lo intentó algunas veces más, pero fue inútil, La tenía curvada hacia arriba, pero por lo corto del tronco, era difícil que entrara en la posición que estábamos.
Me dio la vuelta y levantó mis piernas sobre sus hombros.
Lo vi por fin cara a cara.
Estaba completamente rojo, lo pálido de su cara hacía evidente su exitación.
– ¿Estás bien?
– Si, sólo que ve despacio, porque esta muy gruesa.
Sentí el glande caliente rozar los pliegues de mi culito.
Con mis manos tomé su pene y lo dirigí directamente a la entrada.
Acomodé la cadera a como creía que sería más fácil por la curvatura, a lo que él respondió poniéndome una almohada bajo el espalda y levantando más mis piernas.
Me sentía completamente abierto y podía sentir el palpitar de mi agujero, con la punta de su pene listo para entrar.
Empujó.
Maldito dolor, ese que es delicioso y que volvería a sentir muchas veces si pudiera.
Entró sólo la cabeza y sentí que me partía en dos.
“Apriétame y luego relájate, aprieta mi pene y relájate”
Empecé a hacer lo que me decía y poco a poco dejó de doler.
Él no se movía, sólo estaba al pendiente de mis gestos.
En cierto momento, cuando en verdad ya no sentía nada de dolor, lo vi directamente a los ojos y eso pareció encender la llama de nuevo.
Me la clavó completa de golpe.
Pude sentir la punta de su pene tocar las paredes de mi abdomen, haciéndome sentir lo mismo que Julián, pero a él le había llevado meses, y el tipo con el que estaba, me la acababa de meter por primera vez.
La sacó casi completa y la volvió a meter de golpe.
Grité fuerte, pero no de dolor, había gritado de gusto.
Este señor me la clavaba directo en la próstata.
Una tercera embestida y empecé a chorrearme.
Aceleró sus movimientos y de mi pene no dejaba de brotar semen que se escurría sobre mi barriga, ombligo y empezaba a caer en las sábanas.
A él no le importaba, sólo me veía directamente a los ojos y se movía rítmicamente a mis contracciones de los orgasmos que me estaba provocando.
Estuvimos poco tiempo realmente.
Cada orgasmo que me provocaba, hacía que apretara mi esfínter, por lo que al pasar ese tiempo, me empecé a sentir incómodo; Él lo notó y me preguntó si estaba bien.
Le dije que si, pero que ya no podía.
Poco a poco se fue saliendo de mi.
Me sentí mal al verlo completamente erecto.
– Perdóname – Le dije.
– ¿Estás loco?, ¡vaya cogida!, ¡qué nalgas y culo tienes, cabrón!
– ¿De verdad quieres repetir?
– Qué, ¿tu no?
– ¡Pero claro!
Me acosté sobre su pecho e intenté tocar su pene, pero me detuvo la mano.
– De verdad no tengo que terminar para saber que cogí muy rico contigo.
Así estoy bien.
– Ok, pero la próxima vez, no quiero que te detengas hasta que termines.
– Trato hecho.
Nos despedimos porque él tenía una junta y yo aproveché para salir a correr un poco junto con los demás deportistas mañaneros.
Por la tarde, todavía podía sentir su pene dentro de mi.
Ahí me di cuenta que en verdad, el tamaño no importa.
Repetimos algunas veces, hasta que dejó de escribirme o contestar mis mensajes.
Aún espero volver a tenerlo dentro, porque los orgasmos que me dio, no los he vuelto a encontrar.
Nota: Nunca supe su nombre.
Al salir de ese primer encuentro, en mi celular lo guardé como RICO y así se quedó.
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