El tío del furgón escolar (Parte 3)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por angelmatsson.
Me levanté queriendo morirme.
Todo mi cuerpo dolía y hasta respirar me hacía daño.
Por suerte mi madre no estaba muy habladora, por lo que no tuve necesidad de emitir muchas palabras.
El té me había ayudado mucho, pero mi voz aún sonaba extraña.
Salí a la calle y vi el furgón con Devon esperando.
Mi miró de manera analítica, pero se limitó a darme una débil sonrisa como saludo.
Estuve todo el trayecto mirando por la ventana, intentando no entablar ninguna conexión visual.
Cuándo por fin llegamos al colegio, me bajé rápidamente pero Devon me llamó.
Me detuve en seco y me debatí entre seguir o no.
No logré llegar a una respuesta pues él se adelantó y se paró frente a mí.
-¿Estas bien? -preguntó.
Aunque en su cara no se demostraba mucho interés.
Negué con la cabeza-.
Hoy seré más tierno, ¿ok? Sólo para que veas que si cooperas puede irte mucho mejor.
Y para no destrozar mi juguete preferido antes de tiempo.
O sea, tú.
-No lo creo –una voz casi ajena salió de mi boca-.
Tengo planes para hoy.
Ya lo conversé con mi mamá.
-Te dije que debías obedecerme.
Tuviste que preguntarme -gruñó, pero luchó por no subir el volumen de su voz-.
Olvídate de la ternura.
El lunes, cuando nos veamos de nuevo, recibirás lo que te mereces.
Mis ojos se llenaron de lágrimas de pánico y me odié a mi mismo por caer tan bajo.
¿Por qué no hacía nada? ¿Por qué no simplemente le daba un golpe en la cara? ¿Por qué lograba intimidarme con esos ojos azules del infierno? Y, antes de que me colocara a llorar ahí mismo, me hundí en la multitud y me oculté en mi salón que todavía estaba vacío.
Corrí hasta mi asiento y vi a Dimitri, como siempre.
Me vio con mis ojos llorosos y se mostró sorprendido.
No tuve que decir nada para que sus brazos se abrieran y me envolvieran.
Y, como arte de magia, todo lo que sentía se disipó.
Sólo éramos él y yo.
Su aroma inundó mis fosas nasales y me sentí.
Bien.
Me gustó esa nueva sensación, y no sólo por Dimitri, sino por esa agradable sensación de amistad, de cariño verdadero.
Me miró preocupado y me preguntó lo que sucedía.
Pero no fui capaz de responderle.
Me costó, pero lo persuadí para que dejara de intentarlo.
Aún no estaba listo, y no era el lugar para decirlo.
La energía positiva de Dimitri logró mantenerme atento a la clase y evitar pensamientos malos.
Su grata compañía hizo la mañana se pasara rápido, por lo que antes de que me diera cuenta ya estábamos esperando a Natasha.
-¿Nervioso? -pregunté.
Frunció el seño al escuchar mi destruida voz.
Llevaba toda la mañana mirándome con ganas de preguntar, pero se las aguantaba.
-Tengo miedo los planes que tienes para mi -respondió.
-Me encargaré de que todos se arrepientan de haberte rechazado –dije-.
Y me compraré un fierro golpeador de parejas felices para espantar a las chicas que se te van a acercar.
-¿Tu crees? -se sonrojó.
-Claro.
Eres un diamante en bruto.
Dentro de toda esa cascara de nerd de película de los noventas, tienes mucho potencial.
-Es un gran cumplido viniendo de ti -señaló-.
Tú estás catalogado como uno de los más sexis del colegio.
-Es cien por ciento actitud -sonreí y él también lo hizo.
Creo que extrañaría su sonrisa metálica.
Todo su cuerpo estaba rodeado de un aura tan inocente y pura que me derretía.
Su hermana apareció en su auto y, luego de un amistoso saludo, nos fuimos con ella.
Se veía contenta de volver a verme, supongo que le agradaba que su hermano tuviera compañía.
Pero, esta vez, prefirió no emitir ningún comentario al respecto.
Al llegar a la casa de Dimitri, su madre nos estaba esperando encantada.
Me saludó de forma efusiva y comenzó a hablarme cómo si fuéramos amigos de toda la vida.
Nos metió comida hasta por debajo de las orejas y, por fin, nos dejó tranquilos.
-Ya, vaya a cambiarse de ropa y luego se van –dijo metiendo su mano a su cartera-.
Tomen –y nos tendió una tarjeta de credito.
Luego se dirigió a mí-.
No escatimes en gastos.
Quiero que mi bebé se vea hermoso.
-Mamá -regañó Dimitri con las mejillas coloradas.
-Y cómprate algo bonito para ti –me sonrío.
-Oh, no sé mo.
-.
-Sin excusas –me interrumpió.
-Yo me encargaré que lo haga –dijo Dimitri sonriendo-.
Pero será algo que yo elija.
Así estaremos a mano.
-Está bien –acepté sonrojado.
Corrimos hasta su habitación y lo esperé sentado en su cama mientras sacaba algunas cosas de su closet y se dirigía a su baño.
Me quedé mirando su habitación y encontré una extraña cajita en su mesa de noche.
Miré a mi alrededor procurando que no viniese nadie, y me acerqué a mirar.
En efecto, era lo que yo pensaba.
Una pequeña caja donde se guardan lentes de contacto.
Definitivamente era algo que tenía que usar para lucir mejor sus profundos ojos grises, en vez de esos enormes anteojos.
Entró a la habitación con su cabello húmedo y con su toalla alrededor de la cintura.
Me descoloqué al notar que tenía un cuerpo muy distinto al que se le veía con ropa.
Tenía una espalda ancha, abdominales marcador, pectorales preciosos y unos sexis oblicuos.
Todo eso, sumado a su cabello mojado sobre su frente y la fina fila de vellos de su ombligo, hizo que mi mandíbula se desencajara.
-¿Sucede algo? -preguntó inocentemente.
-Definitivamente debemos comprarte ropa que saque partido a tu cuerpo –dije.
Luego cambié el tema para evitar ponerme en evidencia-.
¿Y esto?
-Son mis lentes de contacto -respondió mientras se colocaba desodorante.
Esas tetillas.
Esas axilas.
Sentí calor en mi rostro.
-¿Y por qué no los usas? -pregunté.
-No lo sé, me acostumbré a los lentes –se sentó en la cama y comenzó a ponerse una camisa que la abrochaba hasta el cuello.
-Los llevarás hoy –dije-.
Será el comienzo de tu nuevo cambio de look.
Me levanté y los guardé en mi mochila, justo cuando Dimitri comenzaba a ponerse los bóxers por debajo de la toalla.
Juro por Jebús que logré ver parte de su arrugado testículo.
Sentí mi pene palpitar, pero me giré antes de que se diera cuenta.
Cuándo terminó de vestirse le hice una evaluación.
Cabello sumamente peinado a la derecha, con una muy marcada partidura en su lado izquierdo.
La camisa ancha de color gris le llegaba hasta el cuello, y la llevaba dentro de un horrible pantalón de tela color negro.
Unos zapatos de cuero negro finalizaban su teñida, listo para ir a la iglesia.
-¿Tu abuelo sabe que usas su ropa? -pregunté con sarcasmo.
-¿Se ve tan mal? -se miró.
-Se vería peor si no fueras tan guapo -respondí, y luego me sentí idiota por decirlo.
-¿Guapo? ¿Yo? -rio-.
Sí, claro.
-Sí lo eres, sólo que no lo sabes –dije agradeciendo que se tomara a bien el comentario-.
Pero lo harás.
Bajamos y nos encontramos con su madre.
Me tendió un té con miel y me lo obligó a tomar antes de salir.
-Tu garganta está muy mal -señaló preocupada.
No dije nada y solo bebí.
Una vez vaciada la tasa, pudimos librarnos de ella.
Llamamos un taxi y en minutos ya íbamos sobre el camino al ortodontista.
Llegamos a una consulta muy sofisticada, te tres pisos, aspecto minimalista y todo de un blanco casi puro.
Al entrar nos saludó en aire fresco con un rico aroma a fresa.
El característico ruido de las maquinas llegó a mis oídos, y uno que otro llanto de algún niño miedoso.
Camínanos hasta el segundo piso y se dirigió hasta donde la secretaria.
Luego nos sentamos a esperar frente a un smart tv que, afortunadamente, pasaba Harry Potter y la orden del Fénix.
No faltó mirar mucho alrededor para darse cuenta que allí sólo iba gente VIP, pero ninguno tenía la sencillez de Dimitri, lo que hizo que lo valorara aún más.
Sólo tuvimos que esperar un par de minutos para que lo llamaran.
Me quedé afuera esperando y viendo la película que iba en la mejor parte.
No me di cuenta del tiempo cuando de pronto lo vi salir del box de atención.
Lo miré sonriente y lo incité a que me mostrara el resultado.
Pero se giró y comenzó a caminar, sus mejillas estaban coloradas.
-¿Por qué tan rápido? -pregunté-.
Déjame ver.
-Me da vergüenza -respondió-.
Me siento extraño sin todo el aparato en la boca.
Mis dientes se ven enormes.
-Solo es una sonrisa -caminé más rápido y me planté frente a él.
Le dediqué una enorme sonrisa.
Me miró dudoso, pero me la respondió.
En efecto, sus dientes se venían más grandes pero hermosos.
Relucían como si les hubiesen sacado brillo, y hacían que sus labios se vieran más rojos de lo que eran.
Tuve que abofetearme mentalmente para no colocar cara de baboso.
-Te ves genial –dije al fin.
-¿Tu crees? -preguntó tímidamente.
-Sipi –le sonreí-.
Ahora vamos al mall.
Lo tomé del brazo y nos dirigimos hasta el primer taxi.
Nos fuimos conversando, pero yo iba distraído en su boca.
La sonrisa poco a poco se le iba soltando, y comenzaba a hacerla más seguro de si mismo.
No tardamos en llegar al mall y corrimos hasta la primera tienda de ropa.
Pasé con mirada crítica y fui apartando la ropa que creía se le vería bien.
Cuándo ya lo tenía con una montaña de prendas, consideré que era el momento de llevarlo al probador.
-Adelante señor, tiene mucho que modelar –le dije mientras lo empujaba dentro de un probador.
Me senté a esperarlo afuera con ansias de ver lo que se venía.
Suéteres, camisas, pantalones y zapatos volaron por el lugar.
Poco a poco fui descartando los modelos y fui dejando los que resaltaran sus atributos.
Tanto las camisas o los pantalones ajustados le favorecían, pues marcaban su buen culo y su lindo abdomen.
Tanto el color negro cómo el color azul se le veían magnifico, gracias a su blanco lechoso de piel, al negro azabache de su cabello y al gris claro de sus ojos.
Luego de toda la parafernalia decidí por dejarle el jean negro ajustado, una camisa azul marino, una chaqueta de cuero negra y unas zapatillas converse negras con blanco.
Lo planté frente al espejo y obligué a que se viera.
-Wooh –dijo con los ojos hiper abiertos-.
Pero que sexi estoy.
Esta noche saldré a divertirme.
¿Dónde puedo comprar una caja de condones?
-¡Dios! He creado un monstruo -exclamé.
-Idiota -sonrió Dimitri.
-Ya, en serio.
¿Te gusta? -pregunté mientras me acercaba a él.
-No lo sé, no me convence del todo –dijo.
-Espera –me acerqué aún más y hundí mis dedos en su ordenado cabello.
No sé con que se peina, pero en todo el día ha estado exactamente de la misma forma.
En unos poco profesionales movimientos, reordené su caballo y le di un toque de salvajismo-.
Ahora sí.
Eres un chico completamente distinto.
-No sé si quiero esta identidad –dijo mientras tocaba su cabello.
-Tu identidad es la misma, Dimitri.
Tu forma de vestir no determina quién eres -argumenté-.
Esto es solo para que te des cuenta que tienes más en ti de lo que tu crees, y que te hace bien sacarlo a relucir algunas veces.
-¿Crees que me veo bien? -se colocó frente a mi, y giró como si fuera un modelo profesional.
-Estas perfecto-.
Más que perfecto, de hecho.
Había pasado de ser el nerd al chico malo popular.
Me excitaba verlo vestido así, parecía un lobo buscando una presa que cazar.
Aún así, llevé también otras
combinaciones más casuales para que anduviera en el día a día.
La teñida que usaba ahora era demasiado sexi para que fuese legal a esa hora de la tarde.
Nos dirigimos a la caja y pagamos todo.
-¡Hey! ¿Dónde vas? -me atajó por la cintura.
Mis piernas se casi se hacen de gelatina cuando sentí su brazo rodear mi vientre.
-Pensé que lo ibas a olvidar -gemí.
-No, señorito.
Vamos.
-y me arrastró de vuelta.
Ahora era yo quien tenía que recorrer el lugar recibiendo prendas de ropa.
En minutos ya me encontraba dentro del probador sacando la ropa para salir a modelar.
Estuvimos casi media hora riéndonos.
Se había vengado al traerme ropa casi del siglo 20, por lo que nos atacábamos riendo cuando salía con boinas o zapatos de ancianos.
Al final nos decidimos por una camisa de color verde, unos pantalones de color durazno, y unos suspensorios de tiras rojas.
Me giré y me sentí conforme con el nuevo estilo, y adoraba como se veía el verde con mi color de pelo.
-¡Vaya! -dijo desde atrás.
-¿Qué sucede? -pregunté.
Noté un ligero rubor en sus mejillas.
-Nada, se te ven lindos los suspensorios –dijo eso y se giró para ir a buscar las demás cosas para luego ir a pagar.
Quedé con la incógnita y me giré para ver si tenía algo en la espalda, pero solo me sorprendí al ver que con esos pantalones y esos suspensorios, se me veían unas nalgas divinas.
¿Será eso? No quise ahondar más en el tema y me fui a cambiar de ropa.
Al rato ya nos encontrábamos en su casa nuevamente.
Su madre quedó muy encantada por los resultados y por toda la ropa que habíamos comprado.
Le agradecí por haber permitido que Dimitri comprara algo para mi y luego nos fuimos para su habitación.
El resto de la tarde y parte del fin de semana, lo pasamos estudiando para las pruebas que venían.
-He notado que tu garganta está mejor –dijo.
Era el día domingo, cerca de las seis de la tarde.
Usaba un suéter gris y un jeans rojo.
Poco a poco se había ido adaptando a su nueva ropa.
-Me he cuidado bastante -respondí incómodo.
-¿Me dirás que sucede? -preguntó con seriedad, mientras cerraba los cuadernos.
-¿Sucede con qué? -me revolví en mi lugar.
Comencé a sentir que el aire faltaba.
-Vamos, Martín.
Creo que, después de estos días, ya hay mucha confianza entre nosotros.
-Yo.
-.
-Te conozco, y se que algo sucede –dijo-.
Por favor no me lo niegues.
-Es verdad -respondí-.
No te quiero mentir, pero no sé si te lo puedo decir.
-Sabes que puedes confiar en mí -tomó mis manos-.
Sé que hace poco comenzamos a juntarnos, pero creo que nos hemos compenetrado bastante.
Ambos hemos aprendido muchas cosas del otro, y hemos tenido más confianza que con cualquier otra persona.
Eso no es muy común, pero es una buena señal.
-Tienes razón -contesté-.
Siento que te conozco hace mucho tiempo.
-Entonces, dime.
¿Tienes problemas en tu casa? -preguntó-.
¿Alguien te está molestando? ¿Tu padre te golpea?
-¿Qué? No, tranquilo.
No es nadie de mi familia -respondí rápidamente.
-¿Entonces? -preguntó.
-¿Entonces qué? -repetí.
-¿Quién es? -inquirió-.
Dijiste que no era de tu familia, entonces, ¿quién es?
-Eh, bueno, yo.
-me silencié.
Un nudo se formó en mi garganta-.
Es Devon.
-¿Devon? El que maneja el furgón -preguntó sorprendido-.
Se ve tan simpático.
-Es simpático con todos, menos conmigo –dije un poco ofendido.
-Me estas asustando, Martín, ¿Qué sucedió exactamente? – lo miré fijamente y sentí las lagrimas salir-.
¿Te hizo algo? Por favor, dime.
-Es culpa mía, lo siento –dije llorando.
El rostro se Dimitri se hizo aún más blanco-.
Yo.
yo no pude pararlo.
-¡Santa mierda! -se levantó encabronado-.
¿Te.
?
-Algo así -respondí antes de que formulara la pregunta.
-Tu garganta.
-comenzó.
-No me hagas recordarlo, por favor -interrumpí llevando mis manos a mi cuello de manera instintiva.
-Tenemos que hacer algo –se sentó de nuevo-.
No podemos dejar que ande así como si nada.
-Tengo que subir mi promedio –dije-.
Esa es la condición.
-¿De que hablas? Tienes que decirle a tu madre.
-No puedo.
¿Sabes lo que pasaría si se entera? Se va a sentir culpable.
-Pero no puedes esperar.
cada día que esperas.
-sacudió su cabeza-.
Tienes que hablar.
-No –dije-.
Esto parará cuando yo me enfrente a él.
Pero.
-¿Pero? -.
-Soy un cobarde, eso pasa –me desparramé en la cama.
-No, no lo eres.
Pero entiendo lo que quieres hacer.
-¿Si?-.
-Sí -respondió-.
Quieres enfrentar tus miedos.
Quieres demostrar que puedes hacerte cargo de tus problemas.
-El problema es que, simplemente, él me supera –dije resignado-.
Tiene un control sobre mi.
-Tenía -corrigió-.
Ahora no estarás solo.
-¿Me ayudarás?
-Eso no debes preguntarlo, está claro que lo haré -limpió la humedad de mi pómulo-.
Eres importante para mi.
Tomó mi mentón y se acercó lentamente.
Mi corazón latía con fuerza, esperaba esto con ansias.
Cuando sus labios chocaron contra los míos y nos fundimos en un tierno beso, sentí mi cuerpo flotar.
Mi mente se despojó de todo lo malo y sólo existíamos nosotros.
En el momento que su lengua invadió mi boca, un calor mágico recorrió mi cuerpo propagando deliciosas y eléctricas sensaciones.
No había morbo, sólo afecto, cariño y confianza.
Se separó un momento y me sonrió.
Miré embobado su hermosa sonrisa.
Su mano empujó mi pecho y me obligó a quedar recostado.
Colocó sus rodillas a cada lado de mi cadera y se sentó sobre mi para luego continuar el beso.
Mi pene estaba full erecto y podía jurar que el de él igual.
Al beso se le sumó caricias y movimientos pélvicos.
Sus manos acariciaban mi cabello causando gratas sensaciones de relajo, mientras que las mías jugaban en su espalda y cuello.
Decidí tomar un poco de protagonismo y nos giré, de manera que ahora yo estaba sobre él.
Fue ahí cuando sentí la pulsación de su pene a la altura de mi culo.
Sus ojos brillaban y sus mejillas ardían.
Se veía tan hermoso así que me provocaba comérmelo completo.
Tomé sus manos y las coloqué a la altura de su cabeza.
Besé cada centímetro de su cara y fui bajando por ella hasta llegar a su clavícula.
Sus ojos me miraron suplicantes y después miró su suéter.
Sin detenerme a pensar mucho, supe lo que él quería.
Tomé el borde de su suéter y lo saqué junto con la camisa.
Su blanco, suave y delicioso abdomen quedó frente a mí.
Apenas vi sus rosadas y pequeñas tetillas mi boca se fueron a succionarlas.
Su gemido lo recibí cómo su fuera el más preciado tesoro, y causó que todo mi cuerpo temblara.
Se sentía tan bien hacer que él se retorciera de placer, que no me detuve hasta que todo su abdomen estuvo lleno de mi saliva y con unas pequeñas marcas rosadas por mis succiones.
Sus manos fueron a mis hombros y sus bíceps se tensaron.
Supe lo que vendría ahora.
Rodamos por la cama y, nuevamente, él estaba sobre mí.
Su primera acción fue succionar el lóbulo de mi oreja y fue suficiente para que un gemido pasional saliera de mi boca.
Puedo jurar que un río de pre semen se estaba acumulando en mi prepucio debido a ese movimiento.
Me miró sorprendido y continuó con maldad.
Había encontrado un punto hiper-mega-sensible de mi cuerpo, y no dudó en usarlo a su favor.
Su mano se fue a mi boca, y sus labios se fueron a mi oreja.
Mis intensos gemidos fueron ahogados por su palma, y mi cuerpo completo se estremeció.
En cualquier momento tendría un paro cardiaco.
Luego de torturarme, comenzó a sacarme la ropa, dejando mi torso desnudo.
Repitió mis mismos movimientos, y en segundos mi abdomen y pecho ya estaba brillando por su saliva.
Pero él fue más lejos y comenzó a desabotonar mi pantalón.
Me miró dudoso, pero le concedí el permiso para continuar.
Comenzó a besar, centímetro a centímetro, desde mi obligo hacia abajo, y así mismo, fue descendiendo con mi pantalón.
Se detuvo cuando llegó a mi pubis y me pene golpeó su mentón.
Su lengua barrió ese lampiño lugar y volví a gemir.
No me di cuenta cuándo ya estaba completamente desnudo frene a él.
Pero no me incomodaba, al contrario, me sentía seguro y en buenas manos.
Adoré cuando su cuerpo se pegó el mío sin ninguna tela que nos separara, y las sensaciones que su calor me transmitía.
Se puso en pie y se sacó lo que le quedaba de ropa.
Me deleité cuando vi su erecto pene y sus deliciosos testículos colgando.
Un pequeño grupo de pelos decoraba su pubis, pero, aún así, lograba verse un gran pedazo de verga.
Ligeramente más oscuro que si piel, con un glande de color rosa
parecido a una chupable fresa, se erguía ante mí el pene más lindo del multiverso.
Sus testículos lampiños y perfectamente lisos, se contoneaban mientras caminaba hacia mi.
Parte de su glande estaba oculto por su prepucio, y la parte expuesta estaba cubierta por un transparente líquido.
Automáticamente mi boca comenzó a producir saliva.
Lo detuve cuando estuvo frente a mí y me incorporé.
Sentado en su cama quedé a la altura de su ombligo.
Besé su ombligo, lamí sus oblicuos, respiré en su pubis y llegué a su glande.
Estiré mi mano, envolví su tronco, y retraje suavemente su prepucio.
Sin previo aviso hundí su carne en mi boca y succioné todo el pre semen que estaba a lo largo de su pene.
El delicioso líquido salado lo tragué con hambre.
Dimitri gimió y noté temblar sus piernas.
Podía jurar que era la primera vez que hacía esto, aunque todo el juego previo lo había hecho de maravilla.
Tomó mi cabeza como si temiera que yo dejara de hacer lo que hacía.
Lo miré mientras continuaba chupando su pene, noté su cara de placer y su boca ligeramente abierta.
Me gustaba que ahora yo pudiese regular la velocidad de la mamada, y no que me estuvieran obligando a hacerlo.
Sus manos bajaron por mis hombros y me cogieron por los brazos para ponerme de pie.
Cambiamos de posición.
Mis piernas temblaron cuando su dulce rostro se acercó a mi pene.
Esta muy nervioso, era la primera vez que me harían una mamada.
Ni Laura ni Devon, había intentado hacerlo.
Pero mi nerviosismo no se comparaba con el de Dimitri.
Tomó mi pene, pero no se atrevía a continuar.
-He leído bastante sobre esto –dijo de pronto-.
Pero, definitivamente, no es lo mismo leer que hacerlo.
-Tranquilo –dije-.
Lo haz hecho fenomenal hasta ahora.
Sólo procura no usar tus dientes.
Asintió con la cabeza y respiró profundo.
Sacudió un par de veces mi verga y causó que un hilo de pre semen saliera desde mi glande y se derramara por el tronco.
Sacó su lengua y lamió desde la base de mi pene hasta mi glande, barriendo todo el liquido que había sido expulsado.
Tuve que sujetarme de sus hombros para no caer debido a la corriente placentera que recorrió mi piel.
Su mano derecha masturbaba mi miembro, y su mano izquierda jugaba con mis testículos.
Abrí ligeramente mis piernas para darle un poco más de libertad.
Debo admitir que le ponía gran empeño en lo que hacía.
Cuando sus ojos hicieron contacto con los míos, noté que se les veían húmedos debido al reflejo nauseoso al tratar de tragarse toda mi verga.
Pero, de alguna manera, sus ojos me sonrieron de manera tranquilizadora.
Después de un rato, sacó mi pene de su boca y comenzó a ascender dando pequeños besos por mi cuerpo, hasta que nuestros labios se volvieron a juntar.
Se giró y su espalda hizo contacto con mi pecho.
Sus perfectas nalgas aprisionaron mi verga.
Lentamente fue bajando su tronco hasta que quedó en un ángulo de 90°-
No necesité más información para entender lo que quería.
Descendí hasta quedar a la altura de sus glúteos poderosos.
Mis manos acariciaron esas montañas de músculos, y describieron círculos en toda su suave piel.
No aguanté y separé sus nalgas para por fin ver su virgen agujero.
Un ano pequeño y de un fuerte color rosa me recibió.
Se veía tan frágil y delicioso, que mi pene palpitó con ganas de enterrarse en el.
Besé su cuello y fui bajando lentamente, vértebra por vértebra.
Noté cuando toda su piel se erizó.
En el momento que llegué al hueso de su coxis, su ano palpitó ansioso.
Lentamente, y con el afán de torturarlo, alargué mi lengua y acarició el comienzo de su agujero.
Y, sin previo aviso, hundí mi cara en todo ese lugar.
El gemido de placer-sorpresa no se hizo esperar.
Saboreé cada centímetro y cada pliegue de su culo.
Por momento bajaba y lamía sus testículos y su pene, para luego subir y volver a degustar su ano.
Comencé a incursionar con un dedo, y me
sorprendí cuando noté que entraba con más facilidad de la que esperaba.
Creo que mi trabajo previo había ayudado bastante a que su culo se relajara y se preparara para recibirme.
Era impresionante lo estrecho y caliente que se sentía ahí dentro, muy distinto a lo que se sentía con Laura.
Metí todo mi dedo y comencé a hacer algunos movimientos rotatorios.
De forma intermitente cambiaba el dedo por mi lengua, de tal manera que no se perdiera la humedad.
Le pregunté si estaba listo para entrar con el segundo dedo y, al recibir un sí cómo respuesta, procedí a hacerlo.
Esta vez noté más dificultad.
Sus esfínteres se resistían y aplastaban mis dedos, era como una boca succionando y apretándolos.
Cuando los saqué, logré meter mi lengua aún más adentro que antes.
Sus gemidos indicaban que lo estaba haciendo muy bien.
Bajé un poco y bebí del río de lubricante que salía de su glande.
Fue ahí que se me ocurrió una idea para apresurar el proceso de dilatación.
Apreté mi verga y saqué una gran cantidad de pre semen con mi dedo y lo embarré en la entrada de Dimitri.
Tres dedos se deslizaron de forma lenta pero sin parar.
Noté su incomodidad, por lo que me detuve.
Cuándo se acostumbró me lo dijo y continué.
-¿Estás listo? -pregunté una vez que consideré que ya estaba preparado-.
Ahora se viene algo un poco más grueso.
-No creo haber estado más listo para algo que ahora -respondió-.
Sólo hazlo.
El tono suplicante provocó que mi sangre hirviera de ganas.
Mi glande estaba de un color rojizo brillante por la cantidad de baba que tenía, y casi podía notar el vapor que despedía.
Jugué con su entrada y esparcí el pre semen por todo el contorno.
Su ano se contraía nervioso y ansioso por recibirme.
Coloqué la punta de mi verga en posición y comencé a empujar.
Lentamente su ano se fue expandiendo y abrazando mi glande.
La presión era perfecta y el calor que expedía era delicioso.
Mordí mis labios al contemplar la escena.
Su gordo culo esta empinado tragando mi glande; su espalda estaba encorvada marcando todos sus músculos; su cara estaba ladeada y lograba ver sus mejillas encendidas, sus ojos cerrados y su boca ligeramente abierta.
Cuándo su culo tragó mi glande fue la sensación más deliciosa que pude haber sentido.
Dimitri gimió, pero sentí que se relajó aún más; la cabeza era lo más complicado.
Poco a poco fui metiendo el resto de mi verga, disfrutando como la estrechez de su chulo hacía que mi prepucio de retrajera aún más.
Todo el contorno de su ano estaba tomando un ligero color rojo que contrastaba con el color canela de mi pene.
En el momento que mi pubis chocó contra sus nalgas, caí en su espalda y lo abracé.
-Haz sido muy valiente –dije.
Y era en serio, el dolor que sentí yo fue horrible, y él aguantó sin hacer mayor escandalo.
Besé su cuello y acaricié sus brazos mientras empezaba a hacer los movimientos de penetración.
Cada vez que enterraba mi pene Dimitri jadeaba extasiado.
Apreté sus nalgas, jugué con su cabello y lo penetré con ternura.
Amaba el sonido de mis testículos chocando con los suyos, o de mis muslos chocando con sus nalgas.
Cuándo sentí que estaba por correrme, me salí de su culo.
Admiré como había dejado su ano y lo besé con lujuria.
Luego me recosté y le pedí que me montara.
Pasó sobre mi cuerpo y tomó mi pene desde la base.
Apuntó a su culo y se fue sentando lentamente.
Acaricié su torso sudado y caliente.
Lamí su pecho y cuello, y disfruté su delicioso sabor.
Me recosté y disfruté de sus movimientos de cadera.
Él se lanzó sobre mi y empezó a comerse mi cara a besos.
La penetración, mezclada con la estimulación que él le hacía al lóbulo de mi oreja, estaba dando un resultado celestial.
Envolví su pene que estaba apunto de explotar, y comencé a masturbarlo con
ganas.
Mi pulgar frotaba su glande y esparcía la humedad que de ahí salía, agregándole aún más fricción a la paja.
Sus gemidos se ahogaron en mis labios, su respiración comenzó a aumentar y pronto sentí un chorro caliente sobre mi mano.
Dimitri se estaba corriendo sobre mi abdomen.
Aumentó la velocidad de las estocadas y pronto comencé a sentir yo mi orgasmo.
Cuándo aún no terminaba de correrse, comencé a derramarme.
Sentí cómo si algo vivo se deslizara bajo piel cuando la electricidad del orgasmo recorrió mi cuerpo.
Un gemido interminable salió de mi garganta y los dedos de mis pies se enroscaron nerviosos.
Sentía que su culo estaba absorbiendo toda mi energía y que me dejaría sin semen.
No se dejó de mover hasta ya no quedaba ninguna gota de leche por salir.
Al terminar quedamos abrazados dando pequeñas sacudidas y con el corazón zumbando.
Estábamos completamente sudados y embarrados con su leche, pero no nos importó.
Aún teníamos energías para acariciarnos y besarnos.
Todo había sido tan intenso y genial que no tenía palabras para describirlo.
Desde ese momento, toda mi vida iba a cambiar.
No sería fácil, pero eso le agregaba más adrenalina, y sabía que no lo tendría que afrontar sólo.
Ese día nos despedimos con la promesa de que juntos enfrentaríamos a mis demonios.
Cuándo me vi a Devon ese lunes en la mañana, no me tembló ningún músculo cuando lo ignoré.
Intentó retenerme pero subí antes de que lo hiciera y no se atrevió a decirme algo sabiendo que habían muchos niños escuchando.
Y, antes de que lo intentara, me bajé más rápido que todos y así evitar cruzar palabra con él.
Entré al salón y vi a Dimitri vestido con su nuevo look (el lunes era día de ropa normal, así que podíamos ir sin uniforme), al igual que yo.
Cave destacar que nadie estaba indiferente a nuestra apariencia, y aumentamos esa fijación cuándo nos saludamos con un jugoso beso.
Jamás olvidaré la cara que colocaron mis antiguos amigos, ni el rostro de estupor de Laura.
Intentaron atacarnos durante el recreo, pero ninguna de sus palabras lograron amainar lo que hacíamos, al contrario, yo me volvía aún más afectuoso con Dimitri.
Los momentos que estábamos a solas hablamos sobre lo que haríamos después.
No llegamos a ningún consenso, por lo que decidimos improvisar.
Sonó el timbre y nos dirigimos a la salida.
Dimitri se ocultó no muy lejos de ahí y nos grabó a la distancia.
Cuándo Devon me vio, se acercó con aire autoritario.
Oculto entre los autos y los árboles, no dudó al impactar mi cuerpo contra la puerta del furgón para regañarme.
-¿Qué te sucede? -increpó-.
Pensé que te había dejado claro que tenías que obedecerme.
-¿A que te refieres? -pregunté.
-Tu actitud -respondió-.
No me hablaste, y te ocultaste.
¿Qué pretendes? ¿O es que aún no te queda claro?
Su mano envolvió mi cuello y fue suficiente para que Dimitri dejara lo que estaba haciendo y viniera en mi ayuda.
De un empujó corrió a Devon y me ayudó a recomponerme.
-¿Qué te sucede? ¿Eres estúpido, o solo un idiota? -dije sin vacilaciones.
Me encantó verlo en esa ruda actitud-.
Te tengo grabado.
-¿Qué? ¿Grabar qué? -dije mirando fijamente la cámara que tenía en su mano-.
Ahí no hay nada.
Yo no hice nada.
-¿Ah sí? -Dimitri mostró su cámara y reprodujo lo grabado.
Sólo nos veíamos, Devon y yo, hablando.
No se lograba escuchar lo que decíamos y, debido al apuro, no alcanzó a grabar la parte en donde Devon me ahorcaba.
-Estúpido idiota -rio Devon-.
Ahí no sale nada.
Con suerte creerán que estábamos discutiendo.
-¿Cómo puedes ser tan hipócrita? -grité enojado-.
¡Haz hecho lo que querías conmigo!
-¿Qué? -se hizo el desentendido-.
Pruébalo.
-Te acusaremos –dijo Dimitri.
-¿Y quién les va a creer? -carcajeó Devon-.
Por favor.
Llevo años trabajando con niños y jamás he tenido ningún problema.
Todos sus padres meterían las manos al fuego por mí.
-Y no te importa que se quemen, ¿verdad? -pregunté rendido.
-Para nada -respondió-.
Y tú -apuntó a Dimitri-, más te vale que no te metas en esto.
¿ O quieres terminar cómo tu amigo?
-¿A que te refieres? -preguntó con mirada asesina-.
Él es un chico valiente y te plantó cara.
-Él es una puta hambrienta de verga –dijo de manera sucia-.
¿Verdad, Martín?¿ Le contaste como te tragabas mi verga cómo una puta barata experta? ¿Le dijiste cómo obligué a te tragaras mi leche? Eres mi juguete personal, y ni tú ni nadie podrá evitarlo, porque me preocuparé de que, después de lo que te haré hoy, no te queden ganas de intentarlo.
Atrévete a delatarme, nadie te creerá porque no tienes ninguna prueba para inculparme, más que un estúpido video sin audio y en el que no se ve nada comprometedor.
-¿Listo? -pregunté a Dimitri.
-Sip, creo que es suficiente -respondió.
-¿De que hablan par de idiotas? -preguntó confundido Devon.
-Querido idiota, es decir, Devon -comencé-.
Te presente al señor teléfono celular.
Aparatos ingeniosos y muy útiles.
Una de sus aplicaciones consiste en un grabadora de voz.
-Así es -asintió Dimitri cuando le pasé mi teléfono y lo guardó entre sus cosas tomando distancia de Devon-.
Ahora, ¿Qué hacemos, Devon? ¿Llamamos a los padres de los niños? ¿Llamamos a la policía? Instrúyenos, por favor.
Devon intentó correr hacia Dimitri pero lo agarré antes de que pudiera dar un paso.
-No te vuelvas a acercar a mí -le advertí-, o este audio podría llegar a ciertos oídos, ¿y no te conviene, verdad?
-Hijo de pe.
-.
-Oh, no te atrevas a terminar esa frase –dijo Dimitri de manera amenazadora-.
No estas en posición para eso.
-Continuaré -dije-.
No me hablarás, ni menos te acercarás a mí.
No te atrevas a quitarme el teléfono porque no soy tan idiota y haré copias del audio.
Esto queda hasta aquí ¿escuchaste?
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