El tutor 2
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por juanitocaminador.
El sábado en Moquehue se presentaba frío y lluvioso, pero Lucas trabajaba afanosamente reparando la mesa del quincho.
Iba a ser su primer invierno patagónico y la primera vez que sus tres cabañitas, las cabañas "Phi", recibieran turistas.
Ese verano se había matado laburando para dejarlas perfectas, cómodas y ordenadas, el matemático que tenía adentro tenía un concepto del orden que transmitía a sus cabañas.
La guita que había traido de Buenos Aires ya se iba acabando, así que había optado por el "hágalo usted mismo".
De todas maneras ya estaba dando clases en dos secundarias de pueblos cercanos, por lo que para vivir no le faltaba.
Y como no podía estar quieto, iba a ayudar al maestro de la escuelita de la cercana reserva indígena.
Lloviznaba muy finito, no había viento y sólo escuchaba el rumor del agua goteando del techo.
De pronto el ruido de un motor interrumpió el silencio.
Lucas levantó la vista.
Del taxi bajaba un joven hermoso, delgado, de cabello rubio ensortijado y ropa amplia.
Sonrió y salió al alero de la casa a recibirlo.
Mil cosas se agolparon en su mente.
Santiago, cargando una gran mochila y una pequeña valija apuró el camino de piedritas desde la ruta hasta la casa, subió el escalón, tiró al piso las valijas y los dos hombres se abrazaron.
Lucas lo tomó de la mano y entraron a la casa, volvieron a abrazarse y luego de muchos meses, demasiados, sus bocas se unieron en un beso intenso, rodaron al sillón, que con el peso de los cuerpos se volcó y terminaron desparramados en el piso, rieron, rieron hasta las lágrimas, lloraron, lloraron de felicidad mientras Lucas acariciaba sin parar a su Santi.
-Bienvenido Santi, bienvenido a tu casa, pibe.
-Gracias profe.
– Lucas frunció el seño.
-Noo, gracias Luquiiii, gracias amor!-, corrigió enseguida Santiago.
Se pusieron cómodos, las valijas de Santi fueron a dar al cuarto pequeño, pero la ropa de Santi iría al dormitorio grande, al de la cama de dos plazas.
Enseguida se pusieron a tomar mate y a contarse todo todo todo, pero no podían dejar de acariciarse, de tocarse, de tomarse de las manos, reían sin motivo, lagrimeaban sin motivo, estaban eufóricos, felices como nunca, reían, como dice el cubano, "como un animal que ha sido puesto en libertad".
Los planes, esos planes que habían hecho hacía 5 años en ese caserón de piedra de Bariloche se habían cumplido, al fin estaban juntos y sin culpas, limpios, sin que nadie pudiera acusar a Lucas de nada, sin que nadie pudiera estropearles el futuro juntos.
Pero, siempre hay un pero, Lucas no quería salir del closet, por lo que para los vecinos, Santiago era su sobrino, hijo de su finada hermana que, ahora que había muerto también el padre, se había venido a vivir con él.
Cenaron un trozo de cordero y brindaron con un vino suave.
Lucas se levantó de la mesa y, como aquella noche en Bariloche, cargó en sus brazos a Santiago y entre besos lo depositó en la cama y le quitó delicadamente la ropa.
Santiago avergonzado se tapó el pene erecto con las manos.
Lucas se desnudó rápidamente y Santi vio nuevamente la generosa pija de su amado, ya sin asombro, la suya había crecido y ahora era gruesa, recta y larga.
Se acostó a su lado y regresaron los abrazos y los besos, nunca agresivos, nunca feroces, ahora las manos de Lucas podían recorrer toda la espalda de Santi y acariciar por primera vez sus suaves y perfectas nalgas ya no de niño sino de hombre.
Sus pijas, ya las dos temibles instrumentos, volvieron a besarse y mimarse.
Esta vez no hubo censura, Santiago inmediatamente bajó al pubis de su maestro y tomándole la pija con las dos manos comenzó a besarle el glande y a chuparla despacito.
Lucas le acarciaba la cabeza y le decía "nunca más solos chiquito, ahora sos mio para siempre, soy tuyo para siempre amor".
Santiago sin dejar de mamarlo, lo miró a los ojos, dejó su carne al fin y regresó a su boca para confundirse en ese primer beso con sabor a pija.
Inmediatamente se dio vuelta y se puso en esa misma pose en la que hacía ya 5 años, cuando sólo tenía 13, Lucas le había desvirgado el culito.
De nuevo el profesor levantó su nalga derecha, apoyó su pene en el casi virginal ojetito de Santiago y dio su primer empujón.
Su esfínter adolescente había ganado dureza y Santiago no pudo evitar su primer quejido de dolor.
Lucas entendió en el acto.
Colocó a Santi boca abajo en el centro de la cama.
La vista de sus nalgas lo llenó de lujuria, ya no era más el culincito de un nene, ese culín que apenas se atrevió a mirar aquella noche, era un delicioso culo varonil, lampiño, de formas perfectas, digno de ser besado, mordido, acariciado, unas nalgas como para dormir cada noche sobre ellas.
Se las abrió y sumergió su cabeza entre ellas, su lengua empezó a acariciar ese esfinter cerrado y perfecto, lamío cada rinconcito, besó con placer, mordió, gimió de deseo, su lengua subió y bajó por el ojetito mientras su mano apretaba fuente la mano de Santiago, que entre gemidos le decía "te amo Lucas, te amo, al fin, qué largo fue esto mi amor!".
De a poco su agujerito se fue abriendo y la saliva de Lucas fue mojando el canalito de Santi, era el momento.
Lucas se incorporó, acomodó su glande en el delicado orificio y volvió a pujar, no hubo "ay", hubo gemido de placer, si dolía, y seguramente debía doler, Santiago sentía tanta necesidad de fundirse con Lucas, que borró de su cuerpo el dolor.
En medio minuto ya pudo sentir el pubis de Lucas en sus nalgas.
Para Lucas sentir el calor de las nalgas redondas y paradas de su nene contra su pubis era recuperar la felicidad que había perdido hace tanto tiempo, lo empezó a bombear despacito, y despacito los dos gimieron, se besaron, se acariciaron, se unieron, se fundieron en uno, el semen de Santi fluyó suavemente desde su pija completamente dormida, esa pija que con su primer gemido de placer anal se redujo a la mínima expresión, para que todo el calor de su sangre fuera a su esfinter y a su corazón henchido de gozo.
El calor y la presión de su esfinter exprimieron la pija de su amado profe y la leche viril de su hombre inundó de más calor aún su recto, su pancita deseosa de ser preñada.
Se quedaron quietos, sólo las dos respiraciones agitadas con el murmullo del viento como fondo.
Despacio Lucas se fue levantado y centímetro a centímetro su gruesa pija fue saliendo de entre las nalgas de Santi, se las besó y se acostó a su lado.
Se abrazaron, intercambiaron unos "te amo" y de a poco se fueron adormeciendo.
La luz de la mañana entrando por la ventana despertó a Lucas, a su lado Santi roncaba despacito.
Se quedó pensando, era la primer mañana de una vida nueva, una vida en pareja, planeada en esas culposas noches de Bariloche, esperada desde más de 5 años, cuando ese bellísimo joven que dormía ahora a su lado era apenas un púber al que la soledad y el maltrato arrojaron a sus brazos, y del que él no pudo asumir el rol de padre porque su soledad era quizás tan grande como la del pibe.
Acarició su cabeza, pasó sus dedos entre los abundantes rulos de Santi, acarició su espalda y fue bajando a sus nalgas.
Su cuerpo, sufrido y falto de sexo por años reaccionó, no pudo evitar la excitación, el sólo ver la bellísimas curvas de ese ortito, le hacían parar la pija.
Dudó, se bancaba las ganas?, lo despertaba?, mmmm, debía ser platónico o hacerle caso al fauno que le gritaba desde sus testículos rebosantes de semen? Y si se la metía dormido?, su leche matinal urgía, rogando que Santi no se sintiera violado, corrió la ropa de cama, se arrodilló dejando a Santi entre sus piernas, apuntó y se le fue metiendo.
Santi seguía dormido, al fin, con toda su pija enterrada en Santi, apoyó su pecho sobre la espalda de Santi y arrimó su caras a la de él.
Santi, que sonreía con los ojos aún cerrados, con voz adormilada le dijo "te amo Lucas".
Lucas comenzó el va y viene despacito hasta que el culito de Santi logró dilatarse y tener la misma suavidad de la noche anterior, allí aceleró y en pocos minutos descargó una generosa carga de semen en el culito de su amado.
Santi, sin abrir los ojos le regaló un "gracias mi amor".
Con el tiempo Lucas fue descubriendo que todas las mañanas tenía erecciones calientes y que necesitaba arrancar su día cogiendo a su pibe, el polvo matinal al despertarse se convirtió en hábito, y de hecho Santi nunca se levantaba de la cama si antes su Luquitas no le daba su desayuno de lechita tibia en el orto.
Lucas se levantó, se duchó y fue a despertar a Santi mordiéndole las nalgas y zamarreándolo un poco, porque el dormilón, o no se despertaba o le encantaban tanto los mordisquitos en el culo que se hacia el dormido.
Se abrazaron, las pijas dormidas se besaron, los labios aún con sabor a pija se unieron, pancitas juntas, pechitos juntos, tibieza compartida.
Salieron desnudos a la cocina, estaba heladísima, el gas estaba muy caro y por la noche Lucas sólo calefaccionaba el dormitorio, regresaron, se pusieron gruesas camperas sobre los cuerpos desnudos y volvieron valientemente.
Lucas puso un poco de papel y unas leñitas en el brasero de la cocina económica y los encendió, fue agregando madera un poco más gruesa y en minutos la sólida cocina de hierro comenzó a calentar.
Pusieron la pava sobre la hornalla y de la mano regresaron a la cama, debajo de las frazadas y abrazados al cuerpo desnudo del amado, se sentía bárbaro.
Casi casi Santi se come su segundo polvito, pero ganó el hambre y regresaron a la cocina, tostaron un poco de pan y entre caricias desayunaron mate con pan, manteca y dulce de leche, frente a frente, tocándose las manos en la entrega de cada mate, preparándose mutuamente las tostadas, mirándose a los ojos embelezados, inundados por la felicidad de tenerse.
-Qué vamos a hacer hoy amor?-, preguntó sonriendo Santiago.
Lucas pensó un poco, se quitó la campera, ya no hacía falta, y fue a agregar más leña a la cocina.
Santi no podia dejar de mirarlo, su espalda fuerte, sus nalgas duras bien de macho, sus brazos ahora mucho más musculosos que antes.
Cuando Lucas se agachó para buscar la leña, no pudo dejar de admirar lo rico que se veía el culito de su hombre, cuando Lucas se dio vuelta, el paisaje de esa pija gruesa y oscura sobre ese par de muslos deliciosamente torneados, le hizo respingar la pija y cosquillear el culito.
Lucas apoyó los codos en el respaldo de la silla frente a él.
-Elegí, vamos al pueblo a hacer las compras o nos pasamos el día entero en la cama?- Santi sonrió pícaro, su esfinter había elegido por él.
Se incorporó, corrió su silla de la mesa, apoyó sus codos en el respaldo, de espaldas a Lucas y se levantó un poco la campera para mostrar sus nalgas.
-Elegí vos Lucas, el súper?
No había elección más sencilla.
Lucas volvió a tomar en brazos a Santi y lo llevó a la cama.
Pararon al medio día para comer un sandwich y volvieron a la cama, el culito de Santi estaba enrojecido, Lucas, entre mimos, sin dejar de besarlo, le puso una cremita humectante, el dedito entrando y saliendo con la crema refrescante le encantaba a Santi, podía ser tan puto?, se preguntaba, que los dedos de Lucas en el culo lo calentaban a pesar que desde el desayuno ya había cogido tres veces y eyaculado cuatro?
La tarde fue para la franela y los 69, había que hacer descansar un poco el ortito.
Santi disfrutó de la primer chupada de pija de su vida, cuando sintió llegar el orgasmo, quiso sacarla de la boca de Lucas, que lo miró, le dijo "no, mi amor" y volvió a chupársela con más intensidad, el semen de Santi, que siempre había terminado en su mano o entre las sábanas, entre gemidos inundó la boca de su marido, que lo recibió feliz y casi ritualmente lo tragó para luego besar a su nene y hacerle probar el sabor de su leche.
Caminaron la casa en bolas, jugaron y se amaron en la cocina, miraron caer la llovizna desde los sillones del living, abrazados; como perros marcando el territorio, el preseminal de ambos quedó en cada habitación, el semen de Lucas resbaló del culito de Santiago en las sillas de la cocina, el semen de Santiago dejó una gruesa mancha en el sillón del living cuando acabó mientras Lucas se lo cogia boca abajo.
Llegó la noche, Lucas encendió el hogar del living y pusieron una frazada sobre el piso.
Improvisaron una picada con patés del sur y queso ahumado y descorcharon una botella de espumante, siempre desnudos, siempre felices, siempre inundados de amor.
Cenaron desnudos a la luz del hogar, se besaron desnudos mientras los leños de pehuen chisporroteban en la chimenea e hicieron el amor en el piso, entre platos y copas vacías, la gruesa pija de Lucas entró suave en el culito de Santiago, abierto para siempre, sus huevos hicieron nido entre las nalgas de su chico, cada centímetro de su pecho recibió la caricia tibia de la espalda de Santi, se unieron, fueron nuevamente uno y lo fueron para siempre.
Santiago, con su mejilla sobre la improvisada alfombra, sentía que cada vez que la verga de su profe llegaba al fondo de su recto le borraba una tristeza, cada vez que su canalito quedaba vacío de pija sentía que solamente podía ser feliz junto a Lucas.
Gozaba, pero lloraba mansamente, una a una se fueron sus penas, el amor de Lucas, la unión amorosa de sus cuerpos borraban el pasado, se iban las tristezas que se habían hecho callo en el alma, una vida nueva empezaba, como puto, que importaba?, como el sobrino del profesor de matemáticas?, lo aceptaba, al fin y al cabo él no tenía el menor interés de subirse a un banco de la plaza del pueblo y gritar "soy putooooo".
El semen de Lucas llenó nuevamente el culito de Santi y el semen de Santi mojó generosamente la alfombra.
Volvieron a su cama, la cama de esa pareja despareja, se abrazaron y mansamente fueron quedándose dormidos.
Ese primer lunes Lucas tenía clases en el pueblo, se levantó a las 6 y contuvo su deseo de penetrar a Santi, prendió la cocina económica, se duchó, tomó unos mates y salió.
Santi se despertó con el ruido de la F100, corrió al ventanal del living y apartando la cortina quiso saludar a Lucas que ya entraba en la ruta.
Se dio cuenta que desde allí cualquiera que pasaba por el camino iba a ver su verga bamboleando contra el vidrio, por lo que de inmediato volvió a correr la cortina.
Después Lucas le contó que fuera de temporada, si no fuera porque se les iban a congelar los huevos, podían coger en el medio de la ruta, ya que casi no pasaba nadie.
Santi regresó a la cama, se sentía tán lindo el roce de las sábanas contra su cuerpo desnudo! Sin Lucas la cama era demasiado grande, pero al menos había quedado el olor, de su transpiración , de su semen y del delicioso sexo que habían tenido.
Santi se felicitaba a sí mismo, qué bueno que aquella vez en Bariloche, a pesar de sus prejuicios, a pesar de su casi nula sexualidad, no sabía cómo, tal vez inconcientemente, le había ofrecido su culito virgen a su profe.
Y mirá ahora adonde lo había llevado su culito, ya viviría para siempre con su profe, en un paraíso en medio de la cordillera, lejos, para siempre lejos de su padre.
Su culito merecía una caricia y un gracias.
Se levantó y se lo miró en el espejo del baño, quebró la cadera.
Se gustó, la verdad, estaba refuerte.
se acarició las nalgas mientras se miraba -te gusta Lucas?-, se dijo a si mismo, -seeeee-, se respondió feliz, las tremendas culiadas que su tutor de matemáticas le había dado el día anterior no dejaban dudas.
Volvió a la cama, tenía que explorarlo, se puso de costado, llevó su mano a su esfínter, se metió el dedo, no pudo dejar de exclamar -wow, estoy recontra abierto!-.
Su dedo se sentía frío, no era como la verga de Lucas, pero insistió.
Se acostó de espaldas, levantó sus piernas y volvió a meterse los dedos lo más adentro que pudo, de nuevo un "wow", llegaba a su recto sin dolor ni esfuerzo, su pija se empezó a parar, su mano, sin orden de su cerebro, empezó a cogerlo con los dedos, gimió, llamó a Lucas una y otra vez, cerró los ojos y lo imaginó cogiéndolo con las patitas al hombro y diciéndole "te amo, Santi lindo, te amo Santi mio, te amo putito mio, qué culo, nene, qué culo", sus dedos se apuraron, su pija estalló, su cara recibió el primer trallazo de leche, y el segundo y el tercero, el resto fue a su pecho.
Bajó las piernas extenuado, juntó con el dedo el charquito más grande de semen y se lo llevó a la boca, el de Lucas era más rico, pero le gustaba más sentirlo bien adentro de su pancita.
Fue a bañarse y luego tendió la cama cambiando las sábanas llenas de olor a garche.
Hacía casi dos días que estaba desnudo, frunció la nariz, se tenía que poner algo.
Lucas le había indicado cuáles eran sus cajones en el placcard pero sus valijas aún estaban sin abrir.
Fue a buscarlas, sacó sus slips y sus boxer para ponerlos en el primer cajón.
Cuando lo abrió, sorpresa!, un cartel que decía "para vos, Santi" y debajo la más dulce y delicada lencería femenina que se pudiera encontrar, levantó sólo la primera, una vedettina rosa con puntillas y encajes, sonrió, se la ponía? Si a Lucas le gustaba, por qué no? Se la puso despacito, el roce de la lycra sobre las nalgas le pareció tan lindo, la sintió tan suave, que las adoptó para siempre.
Se terminó de vestir con un jean, una camisa a cuadros y un sweater grueso escote "V".
Ya que usaba bombacha, sería la mujer de la casa, limpió la cocina y el living, ordenó, barrió y dejó todo impecable, luego se sentó a mirar tele mientras esperaba a su marido.
Sería la mejor mujer con pija que un hombre pudiera tener.
Luego dejaría los jeans y adoptaría como su prenda diaria la "bombacha de campo", ese pantalón amplio con puños en los tobillos que toda la gente paisana usa y que le permitía decir en broma que él usaba solamente bombachas, aunque el único que entendía la broma era Lucas.
Lucas llegó a la una con empanadas.
Era tan lindo ver salir el humo de la chimenea de la cocina y saber que Santiago estaría dentro esperándolo! El nene salió a la galería a recibirlo, se abrazaron como el primer día.
Santi entró primero, cuando llegaron a la cocina, Lucas lo abrazó por detrás, le apoyó la pija en el culo y su mano fue a las nalgas.
-Mmmm, encontraste el regalito?
-Siiiiii
-Te gustó?
-Al principio me dio cosa, pero cuando me lo puse y me miré en el espejo, me encantó.
-Y ahora yo te la voy a sacar.
-, dijo Lucas dándolo vuelta y besándolo con lujuria.
Volaron botas y pantalones.
Lucas se alejó un metro de Santi para verlo mejor, Santi, orgulloso de sus formas, dio una vueltita para que lo vea de los dos lados.
La cabeza de su pija asomaba por sobre los encajes y se veía tan bella, oscura sobre la clara piel de Santi, hiper masculina sobre la más que femenina bombachita rosa, y Lucas no pudo resistise, se arrodilló y comenzó a lamer ese caramelo de macho, por sobre la tela chupó los huevos de Santi, tan generosos siempre en esperma, todo su tronco de gruesísima e hinchada uretra.
Volvió a la boca de Santi con todo el sabor a pija en la suya y con la pasión del beso recostó al pibe al borde de la mesa, se metió entre sus piernas y le volvió a devorar la boca y los pezones.
Le quitó la bombachita y la besó con ardor, allí donde el preseminal de Santi había dejado huellas.
Le levantó las piernas y se la clavó a fondo de una.
-Te extrañé mi vida!, por qué no me hiciste el amor esta mañana?
-No quería despertarte Santi, era muy temprano.
me aguanté las ganas.
-Ay Luqui cogeme fuerte, cogeme cada mañana, tu leche me hace feliz, dale Luqui rompeme el culito mi amor!
-Sus deseos son órdenes señor!- Lucas aceleró el ritmo y comenzó a cogerlo violentamente, el chaf chaf del pubis contra las nalgas tapaba todos los ruidos menos uno, los gemidos de Santi, que estaba en la gloria.
Los orgamos secos se sucedieron, para felicidad de Santi y placer de Lucas, hasta el orgasmo final bien mojado y simultáneo de los dos hombres.
Desarmaron la posición y Santi por primera vez comenzó a chuparle la pija recién salida de su culito, esa mezcla de sabores le encantaba, sentir el olor a cogida, a su moco rectal mezclado con el preseminal y el semen de Lucas y beberle los restos de leche que le habían quedado a su hombre en la uretra.
Cuando la pija quedó inmaculada se fue feliz al baño, con la leche corriendo por sus muslos, a limpiarse y vestirse para el almuerzo.
Lucas se quedó mirándolo con una sonrisa, le parecía que Santi meneaba un poquito las nalgas, le encantaba cómo se movía, pero ojalá que en el pueblo no se dieran cuenta.
Durante el almuerzo planearon la tarde.
Irían a ayudar al maestro de la comunidad indígena cercana, primer presentación del sobrino en sociedad.
El almuerzo terminó como debía, y el sillón del living fue escenario del polvito siestero, que quedó enchastrado por el segundo manchón de semen de Santi.
-Tenemos que hacer algo con este sillón, Luqui, si se sienta una mina se embaraza.
– Se rieron
Esa tarde caminaron los pocos kilómetros que los separaban de la escuela de la comunidad, por momentos tomados de la mano, por momentos de la cintura.
A veces Lucas le manoteaba las nalgas y lo quería arrastrar al bosque para volver a romperle el culito, pero Santi no quiso, estaba un poco nervioso, su debut como el sobrino del profesor Lucas le daba miedo.
Por suerte las cosas fueron bien, el maestro lo recibió con simpatía y los chicos a la media hora estaban jugando a la pelota con el "rubio ruludo".
Camino de regreso pasaron por la puerta de la casa de doña Sofía, la machi, la mujer sabia de la comunidad.
La vieja, amable y cordial como toda paisana los invitó a entrar a tomar mate.
Una larga hora, sentados en sillitas petisas, tio y sobrino pasaron conversando en la choza de paredes oscurecidas por el humo de la estufa, techo bajo y ventanucos pequeños.
Cuando el sol amagaba a ponerse, Lucas y Santi, agradeciendo la hospitalidad se levantaron para retirarse.
Entonces doña Sofía se incorporó y se quedó mirándolos en silencio, largamente, con esos ojos oscuros, profundos, de mirada que parecía venida de otros tiempos.
Tomó la mano de Santi y mirándolo directo a los ojos, le dijo:
-Todo el amor viene del Padre Grande-
Tomó la mano de Lucas, la apoyó sobre la mano de Santi, las envolvió con sus manos y volvió a hablar
-Y el Padre Grande bendice todo amor, sean felices-
Lucas y Santi, asombradísimos, conmovidos y casi temblando salieron en silencio y tomados de la mano caminaron en silencio.
Cuyén, la luna los acompañó todo el camino.
Llegó el invierno, llegó la nieve y llegaron los turistas.
En cada una de las cabañas Phi, cada noche, probablemente un hombre y una mujer tenían sexo, o dos hombres, o dos mujeres.
En la casa de los administradores, en cambio, un hombre cuya barba comenzaba apenas a encanecer besaba la cabeza de un bello joven de cabello ensortijado, mientras dulcemente le hacía el amor.
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