El vendedor de fruta
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por tore91a.
Cada fin de semana mi familia y yo vamos a surtir despensa al mercado, compramos frutas, verduras, entre otras cosas. Normalmente me llevan para cargar las bolsas del mandado, así que siempre voy aburrido y un poco molesto, pero eso termina cuando pasamos por un local de frutas en específico, alrededor de los andadores hay muchos vendedores que son en su mayoría atractivos; de edades diferentes, en fin, de todo un poco.
Cierto día estaba en esos andadores cuando lo vi, un hombre como de 45 años de 1.90 de alto, moreno, velludo por todas partes, barba de candado, pelo largo y lacio, manos grandes, robusto con poderosos brazos y mirada profunda de ojos claros, y un bulto enorme que lo aprisionaba en un ajustado pantalón. Un hombre muy atractivo a mi forma de ver, yo tengo de 22 años, mido 1.80, no tan moreno, robusto, poco velludo pero muy caliente entre otras cosas.
Me quedé sorprendido por lo que acababa de ver, así que procuraba pasar lo más lento posible en frente al local para admirarlo.
Las semanas pasaban y cada fin de semana lo veía ahí vendiendo fruta fresca aunque de poca variedad. Y luego, uno de esos días decidimos comprar en ese lugar, mientras mi madre escogía las frutas yo veía al vendedor fijamente, deleitándome con su profunda voz gruesa y su imponente presencia. A medida que comprábamos el vendedor me pasaba las bolsas de fruta y yo sentía sus fuertes manos al rosarlas con las mías, lo cual me hizo fantasear con lo que tenía ganas de hacerle; pero a la vez la calentura comenzaba a hacer efecto provocándome una tremenda erección, mi cuerpo se volvió contra mí poniéndome en evidencia mientras lo intentaba ocultar con las bolsas.
De repente por accidente se me cayó una bolsa y el señor me ayudo a levantarla, pero al levantarse notó mi erecto falo y con una pequeña risa burlona me dijo: – Esta dura la mañana joven, ¿verdad?, – yo muerto de pena me reí levemente y conteste con voz cortada; – sí así es esto del abarrote, suele estar así. Mi madre ya estaba lejos cuando esto pasó así que no se enteró, pero me quedó en la mente grabada la perfecta sonrisa que me regaló el vendedor de fruta.
Debido a que mi trabajo me consumía tiempo deje de ir una temporada al mercado y por ende deje de ver al perfecto hombre del local de fruta, sin embargo un día saliendo de clase me llego un mensaje de mi mamá diciendo que hiciera favor de pasar a comprar unas cosas al mercado antes de volver a casa puesto que era mi día libre, pero para mi mala suerte llegue tarde por las cosas y la mayoría de los locales ya estaban cerrados, decidí irme a casa y fue entonces cuando pase por el local de fruta, vi al señor recogiendo sus cajas con mucho trabajo, así que decidí ayudarlo.
Al terminar de recoger las cajas el señor me dio las gracias y dijo, – Hace mucho que no lo veo por acá joven, ¿ya no viene a comprar?, – no señor, es que trabajo también los fines de semana, – le contesté. Entre platica y platica comenzamos a sudar por el calor que hacía y el señor me ofreció algo de beber en agradecimiento por la ayuda y se sentó junto a mí.
– Mucho calor ¿no joven? – y me dio una palmada en la espalda yo le respondí: – ¡sí hombre!… luego no haya uno como bajárselo.
Puesto que estábamos solos me sentí en libertad de aventarme y le puse mi mano en la rodilla bajándola lentamente; todo quedó en silencio, yo pensé que se molestaría por lo que hice, pero después de un rato dijo. -Así también se siente dura la tarde… ¿verdad? – esas palabras me prendieron, lo tomé de la mano y la llevé a mi erecto bulto y le dije: – exactamente como el día que me levantaste la bolsa, ¿lo ves? –Y desde entonces no dejo de pensar en eso… – me respondió.
Sin más preámbulo lo besé apasionadamente, al mismo tiempo que el beso me era correspondido, su bulto se puso duro dejando sentir un enorme pene bajo su ropa, lo apreté por encima del pantalón y sin más saqué ese miembro de su ajustada prisión.
El vendedor se volvió loco de lujuria cuando comencé a chupar su enorme falo de unos 20 cm muy grueso y peludo, la cabeza era rosa y brillante envuelta por un prepucio moreno y delgado lleno de venas. Se arqueaba cada vez que me lo introducía a mi boca y yo me excitaba más con los gemidos de placer que emanaban de su boca. Pronto el vendedor cerró por completo el local y me dijo: – No voy a permitir que nadie nos interrumpa, ¡no saldrás de aquí hasta que yo tenga tu última gota de leche! –me tomó de la cintura y me desvistió, la ropa volaba por todo el local, el hombre se había convertido en un animal hambriento de sexo.
Pronto, se puso de rodillas y bajo hacia mi pene no tan grande como el de él, pero se satisfacía con mis 17 cm de gruesa y palpitante verga; lo mamaba con frenesí mientras yo le daba fuertes envestidas a su boca llegando a su garganta, su mirada llorosa por las ahorcadas se dirigía a mí mostrando un rostro de completa sumisión y entrega.
Fue entonces cuando se arrancó la ropa rasgando su camisa y deshaciéndose de su pantalón, el hombre se masturbaba con fuerza mientras ensalivaba más y más mi pene, fue tal su excitación que sin yo saberlo se comenzaba a meter los dedos por el ano uno a uno, entre jadeos y gruñidos el hombre de dijo: – que rica verga tienes, me encanta sentirla en mi boca, -¿ah sí? Pues es toda tuya… – le respondí, -¡quiero sentirla también en mi culo, quiero que tu verga me rompa en dos el ano!, – exclamó el vendedor, de inmediato se levantó y tiró unos costales al suelo cubriéndolos un mantel grande formando una especie de camastro, me tiró de espaldas en él y procedió a ponerse en cuclillas para después de un sentón meterse toda mi ensalivada verga hasta el fondo.
Dió un grito fuerte de dolor, el cuál ahogó tapando su boca con sus manos, su mirada reflejaba dolor y llanto, pero su expresión mostraba locura y excitación. Esa expresión me encendió y después de un rato lo tiré boca abajo para montarlo, su cuerpo totalmente empinado sacó mi lado animal y lo comencé a envestir fuerte hasta el fondo; él no paraba de gemir mientras yo le decía: – ¿te gusta mi verga?… ¿te gusta sentir como te atraviesa el culo?, -¡sí papi! Me encanta, ¡dámela toda! ¡Quiero que me des tu leche! – Respondió sollozando. Me estremecí de deseo mientras mi caliente cuerpo se fundía con el suyo, penetraba su vulnerable agujero rápido y fuerte calentándonos en aumento con una sensación que encendía mi piel y me ponía a mil.
Después de muchas posiciones y metidas de verga el excitado hombre comenzó a venirse en chorros de espesa y abundante leche blanca que cayeron sobre todo su peludo y sudado abdomen, lo que provocó que su ano se contrajese muchas veces de forma rápida; la sensación era indescriptible, tenía a un verdadero macho a mi merced, me había convertido en amo de su voluntad y ser, sentí como mi cuerpo se sacudió y tembló de lujuria; chorros y chorros de leche llenaron el interior de aquel vendedor en vueltos por su estremecida y palpitante carne interior que aprisionaban ahora mi pene. Después de tal faena caí encima suyo y quedamos cubiertos en sudor y semen que llenaron de su aroma el lugar.
El vendedor quedó sin fuerzas para hablar o moverse, mostrando satisfacción en un largo beso que me dio como regalo de agradecimiento para después caer los dos en un profundo sueño, tan pronto me incorporé me dispuse a vestir para partir hacia mi casa, me despedí de él con un beso en la frente y le susurré al oído, – me encantó estar contigo, valió la pena esperar tanto para verte de nuevo. – gracias por darme tanto placer, espero verte pronto, – me retiré de ahí un poco apresurado, pero totalmente feliz por la experiencia, jamás pensé que me pasara a mí, pero así fue, ahora cada que puedo ir al mercado el fin de semana lo veo y le doy los buenos días con una gran sonrisa y un guiño el cual a su vez me regresa con una risa tierna.
Ojalá les guste mi relato, esperen un poco para leer mas relatos como este, saludos desde Cuernavaca.
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