El vestuario después del partido capitulo 2
Futbolista adolescente .
La rutina de la mañana
Los fines de semana, la rutina en casa de Santiago y Martín era siempre la misma. Martín se levantaba primero y preparaba el café. El aroma a café recién hecho era lo que despertaba a Santiago. Ese sábado, sin embargo, Santiago se despertó antes. El sol todavía no había salido completamente y la casa estaba en silencio. Se levantó, solo con sus boxers puestos, y fue a la cocina. Martín estaba de espaldas, mirando por la ventana, con una taza de café en la mano. Llevaba solo un pantalón de pijama, y la luz tenue de la mañana delineaba los músculos de su espalda.
—¿No puedes dormir? —preguntó Martín sin volverse.
—No sé. Estoy un poco inquieto —respondió Santiago, acercándose a la cafetera para servirse una taza.
Se quedaron en silencio por un momento, escuchando el tic-tac del reloj de la cocina.
—El otro día en el vestuario… —empezó Martín, volviéndose lentamente para mirarlo—. Te vi bien.
Santiago sintió un nudo en la garganta. —¿A qué te refieres?
Martín dio un sorbo a su café. —A que estás creciendo. Mucho. Se te ve bien, fuerte. Atlético.
Su mirada recorrió el cuerpo de Santiago, detenándose en su pecho y luego bajando hacia su abdomen. Santiago se sintió expuesto, vulnerable. Cruzó los brazos sobre el pecho de forma instintiva.
—Gracias —murmuró.
—No es por ser tu padre, Santi. Es un hecho —dijo Martín, acercándose un paso más—. A veces me olvido de que ya no eres un niño.
La distancia entre ellos era mínima. Santiago podía sentir el calor que emanaba del cuerpo de su padre. El olor a café y a la colonia de Martín lo envolvía. Se quedó quieto, sin saber qué hacer. Martín levantó una mano y, con una lentitud tortuosa, la posó sobre el hombro de Santiago. Su pulgar comenzó a trazar pequeños círculos sobre su piel.
—Tienes el cuerpo de un hombre —susurró Martín, su voz apenas audible—. Pero todavía esos ojos de un niño asustado.
Santiago tragó saliva. El corazón le martilleaba en el pecho. La mano de su padre se deslizó desde su hombro hacia su pectoral, palpando el músculo firme. El contacto le envió una corriente eléctrica por todo el cuerpo. Su pene comenzó a endurecerse bajo el tejido de sus boxers, un movimiento traicionero que temía que su padre notara.
—Padre… —logró decir, su voz temblorosa.
Martín no dijo nada. Simplemente siguió explorando su torso con una curiosidad casi científica. Su mano bajó por el estómago de Santiago, deteniéndose justo por encima de la cintura de sus boxers. El aire en la cocina se sentía denso, cargado. Santiago sabía que debía dar un paso atrás, decir algo que rompiera ese hechizo, pero no podía. Estaba hipnotizado por la mirada de su padre, por el contacto de su piel.



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