El viejo a medida que sabrosamente me daba por el culo, me dijo que así yo parecía una chica.
Un mariconcito se pierde en una carretera rural, y llega hasta la casa de un viejo campesino que lo invita a pasar la noche, mientras el chico se emborracha, y termina dejando que el viejo le coma el culo gustosamente..
El viejo a medida que sabrosamente me daba por el culo, me dijo que así yo parecía una chica.
Yo me encontraba paseando en mi viejo VW, fumando un pequeño cigarrillito de marihuana, cuando, me di cuenta de que estaba perdido, que realmente, ni idea tenía de donde me encontraba.
Para colmo ya había comenzado a oscurecer, mi auto no tenía mucha gasolina, aparte de que yo tenía hambre.
Fue cuando, vi en uno de los caminos que iban a dar a la carretera en la que me encontraba, una luz a lo lejos, por lo que decidí conducir hasta ese lugar, a pedir orientación.
Apenas detuve el auto, de la casa salió un hombre mayor usando un gran mostacho, con cara de pocos amigos, descamisado y en cuyo pecho lucía una abundante y tupida mata de vellos, como nunca antes yo hubiera visto.
Lo que me impresionó bastante, ya que como soy lampiño cuando veo un hombre así me llama mucho la atención.
Él se me quedó viendo, como preguntándose quien yo era, pero al bajarme del auto, noté que se sorprendió, ya que, al dirigirse a mí, me dijo señorita.
Pero al decirle que era un chico, se dio cuenta de que yo no era precisamente una chica, ya que, aunque soy una persona delgada, y de abundante cabellera castaña.
En esos momentos cargaba puestos, unos pantaloncitos extremadamente cortos, así como una pequeña camiseta, bastante ceñida a mi cuerpo.
Aunque de inmediato se disculpó, en el fondo me sentí como si me hubiera dicho un halago.
De inmediato le expliqué que me había perdido, y que mi auto no tenía mucha gasolina, él por su parte me comentó que la bomba de gasolina más cercana se encontraba, relativamente cerca, pero que ya en esos momentos acostumbraban a cerrar.
El señor, me dijo que, si yo lo deseaba, podía pasar la noche en su casa, ya que, al fin, y al cabo él vivía solo.
Además, me preguntó que, si deseaba cenar, con el hambre que yo tenía, estaba, estaba loco de contento, dando saltitos de alegría, le respondí que sí.
Durante la cena, le conté que era el encargado de una nueva tienda que mi padre había abierto en el pueblo, pero que por lo visto me había perdido, al no conocer la región.
Quizás, por aquello de ser un buen anfitrión, después de que cenamos, me invitó a tomar aguardiente, que según me dijo, él mismo prepara.
Y después de unos cuantos tragos, aunque él no bebió mucho, comencé a sentirme algo mareado, y bastante alegre, tanto que por cualquier cosa que él dijera yo me reía como un tonto.
Hasta que de momento se paró a orinar entre unos matorrales cercanos a su casa, la cosa que lo hizo frente a mí, y me quedé sorprendido al ver la tremenda verga que se gastaba, y casi de inmediato se me hizo la boca agua.
Ya llevábamos un rato bebiendo, y mientras que yo discretamente trataba de insinuarme, se desencadenó una fuerte tormenta, con mucha lluvia, fuertes truenos, y rayos.
Yo, distraídamente había dejado la ventana de mi auto abierta, y apenas comenzó a caer el fuerte aguacero, salí corriendo a cerrarla, pero al regresar estaba completamente empapado de agua, de pies a cabeza.
El viejo me propuso, que me quitase la ropa, para ponerla a secar, que él me iba a dar una toalla para que me secase.
Sin más ni más, frente a él, aunque dándome la espalda, me desnudé completamente, y comencé a secar todo mi cuerpo, y posteriormente mi larga cabellera.
Y a todas estas, me pareció que el viejo en lo único que se fijaba era en mis nalgas que, sin intención alguna, en todo momento le estuve mostrando.
Al terminar de secarme, en lugar de ponerme la toalla, a la altura de mi cintura, me la coloqué a la altura de mi pecho.
En ese momento, no me hizo comentario alguno, pero si me siguió ofreciendo de su fuerte aguardiente, y cuando ya había dejado de llover, le comenté que pensaba que en mi auto debía tener algo de ropa.
Pero al tratar de ponerme de pie, al parecer me encontraba tan mareado, que necesité de su ayuda para caminar.
Él me sujetó con sus fuertes brazos, agarrándome por la cintura, y fue cuando sentí por lo pegado que estaba yo de él, su fuerte olor a sudor, que lejos de molestarme, como que me embriagó, más de lo que yo ya estaba, y no sé cómo se me ocurrió, dirigirle, una coqueta y seductora mirada.
Apenas comencé a caminar, la condenada toalla se me enredo entre mis piernas, y se me desprendió, quedando completamente desnudo entre los brazos, del viejo.
Él se sorprendió, cuando por lo asustado que me encontraba, restregando mis nalguitas contra su cuerpo, comencé a gritar como una loca, pidiéndole que me soltase.
No sé cómo se me ocurrió decirle, que no me fuera a violar, que jamás hombre alguno, me había metido su verga por mi culo.
No sé qué otras tantas mentiras comencé a decirle, cosas que lejos de hacer que él me soltase, lo que provocó en él todo lo contrario, apretándome contra su cuerpo.
Casi llorando, logré zafarme de sus fuertes brazos, pero con lo ebrio que me encontraba, di un tras pie, y caí frente a la puerta de su casa, sobre la tierra, completamente desnudo, y en cuatro patas.
Con mis piernas abiertas, mostrándome no tan solo todo mi culito, sino que también mi apretado esfínter.
Quizás en otro momento, él ni tan siquiera se hubiera interesado, ni en mirarme, pero al verme así, comenzó a bajarse el pantalón, y de inmediato dirigió su parada verga, al centro de mi culito, y sin pérdida de tiempo, me ensartó.
Mientras que yo daba gritos de dolor, y llorando le pedía una, y otra vez que me lo sacara.
Por un cortó rato, tras enterrarme todo su buen pedazo de carne, me quedé en silencio, y cuando él comenzó, a meter, y sacar toda su verga de mi culo, yo comencé a menear mis caderas, de manera rítmica.
Al poco rato, ambos disfrutábamos al máximo de lo que estábamos haciendo, él me dijo que hacía tanto, y tanto tiempo que no tenía sexo, que le extraño el no venirme de manera rápida.
Mientras que yo no dejaba de decirle. “Papito dame más duro, entiérramelo todo, este culito es solo tuyo.”
Cuando finalmente se vino, fue dentro de mis nalgas, en cierto momento me apretó, con tanta fuerza, que pensé que yo estaba a punto de partirme entre sus brazos.
El viejo a medida que sabrosamente me daba por el culo, me dijo que así yo parecía una chica.
Al sacármelo, él en medio de la fuerte lluvia que volvió a caer, salí al frente de la casa, y agachándose como si estuviera cagando, expulsé todo lo que él me había dejado dentro.
Cuando regresé, con mis mojadas manos lavé su verga, y casi de inmediato me dediqué a mamarla, hasta que se le volvió a parar.
Luego me tomó entre sus fuertes brazos, me llevó a su cama, y nuevamente me volvió a enterrar, sabrosamente toda su gran verga.
Al día siguiente, cuando desperté aún se encontraba aun sobre mí, fue cuando me dijo, que yo realmente parecía una mujer, con mi largo cabello castaño, y mis paradas nalguitas.
Por lo que yo en agradecimiento por todo, me dediqué a mamar nuevamente su verga, hasta que lo hice venirse dentro de mi boca.
Luego, me di un baño, y ya vestido fui a la cocina, donde él me preparó un sabroso desayuno.
Después, como si no hubiera sucedido nada entre nosotros, con una gran sonrisa me despedí, y le di las gracias.
Quizás, él no pensó que me volvería a ver, pero a las pocas semanas regresé a su casa, y tras darnos unos cuantos tragos de ese fuerte aguardiente, y prender un cigarrillito de los que me gusta fumar.
Frente a él me vestí, como una chica, y volvimos a disfrutar de un lujurioso sexo, el viejo y yo.
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