El viejo nos dijo. Lo de anoche, me gustó, pero si se le ocurre ir al pueblo y contar lo sucedido, les juro, que los mato.
Tres amigos deciden ir a robar la casa de un viejo terrateniente, el viejo los sorprende y ellos terminan tirados en el piso, y a punta de pistola los hace desnudarse y que se besen, lo que termina en una orgía gay. .
Todo comenzó cuando una noche, estando con dos de mis amigos, después de estar fumando algo de hierba y bebiendo cerveza.
No sé a quién se le ocurrió que robásemos la casa del rico del pueblo, un viejo hacendado, famoso en nuestro pueblo por las grandes borracheras que agarraba.
El viejo vivía solo, fuera del pueblo, así que los tres pensamos, que era una magnífica idea.
Después de ponernos de acuerdo, y fumarnos nuestro último cigarrillo de la buena, y tras caminar casi por tres cuartos de hora, llegamos a la casa del hacendado.
Como era de esperar, no había nadie, ya que seguramente se encontraba bebiendo ron en algún bar del pueblo.
Rompimos una ventana trasera y los tres entramos, buscamos y rebuscamos y lo único que conseguimos fue un frasco lleno de monedas.
Ya estábamos por marcharnos, cuando sentimos que un auto llegaba, pensamos que era el viejo, y decidimos caerles los tres encima y tras dominarlo, obligarlo a que nos dijera donde tenía el dinero escondido.
Todo iba saliendo al pie de la letra, como quien dice, el viejo abrió la puerta, al él cerrarla de inmediato le saltamos encina, sujetándolo, y agarrándolo por brazos y piernas.
Pero de momento todo cambió, no nos imaginamos nunca que el viejo, fuera tan fuerte y ágil.
Ya que nos ha sacudido como si fuéramos moscas, cuando prendió la luz, nosotros tres nos encontrábamos todos golpeados y tirados en el piso de la sala.
Mientras que él sacó de su cinturón una tremenda pistola Colt calibre 45, la que nada más de verla, los tres nos cagamos del susto.
El viejo se nos quedó viendo con mucha rabia y preguntó quién nos había mandado a matarlo, de inmediato el pendejo del gordo, todo asustado y tartamudeando le dijo. “Nosotros solo queríamos robarle.”
El viejo sin dejar de apuntarnos, nos ordenó salir de la casa, y nos llevó a la parte de atrás, al llegar a la parte trasera de la casa, nos ordenó que nos tirásemos al suelo.
Con las manos puestas en la nuca, al igual que mis dos amigos, yo pensé que nos iba a dar un tiro a cada uno en la cabeza, y los tres llorando le comenzamos a pedir que no nos matase.
De momento sonó un fuerte disparo, y los tres comenzamos a gritar y a llorar muertos del susto, con nuestras caras clavadas en la tierra temiendo que ya le hubiera metido un tiro a uno de mis compañeros.
Lo siguiente que escuchamos fue la voz del viejo que, riéndose, nos dijo. “Él próximo que se ponga a llorar, le vuelo una pata, para que llore con ganas de verdad.”
Después de eso nos ordenó que nos sentásemos en la tierra, y al parecer mientras nosotros estábamos boca abajo, sacó de su auto unas botellas de ron, las que colocó frente a nosotros tres, así que cuando nos sentamos sobre la tierra las teníamos frente a nosotros.
De inmediato nos ordenó que nos diéramos un buen, trago, lo que desde luego los tres hicimos, sin dejar de apuntarnos con su arma, después comenzó a preguntarnos un montón de cosas, y al poco rato nos volvió a ordenar que nos diéramos otro trago.
Así nos tuvo por un buen rato, buscándonos conversación, preguntándonos cosas y obligándonos a beber.
Hasta que ya habíamos, cada uno de nosotros tres, bebido casi media botella de ron, el efecto no se hizo esperar, ya que los tres estábamos más que mareados, borrachos.
Lo siguiente que nos ordenó fue que nos quitásemos toda la ropa incluso hasta los interiores y medias, lo que sin protestar hicimos los tres.
Al quedar del todo desnudos, ya ni falta hacía que nos ordenase beber, ya que de manera voluntaria los tres lo hacíamos, hasta que de momento el viejo nos ordenó que, entre los tres, nos besáramos y abrazáramos.
Al principio ninguno de nosotros, ni tan siquiera nos atrevíamos a mirarnos mutuamente, pero otro sonoro tiro al aire, fue más que suficiente para que los tres, sentados en el suelo sobre la tierra, de inmediato comenzáramos a besarnos y acariciarnos, temerosos de que nos fuera a dar un tiro.
Después de un buen rato, que los tres ya habíamos comenzado a besarnos y acariciarnos con más ganas, y nuestras vergas habían comenzado a ponerse duras.
Nuevamente el viejo habló diciéndonos que agarrásemos la verga de los otros, lo que al principio temerosos de que se le escapase un tiro, comenzamos hacer tímidamente.
Sentí como los dedos del gordo o del negro, agarraban mi verga, mientras que yo se la agarraba a uno de ellos.
Continuamos con los besos, caricias, y se puede decir que medio masturbándonos entre los tres, cuando nuevamente el viejo habló, y nos ordenó que nos pusiéramos a mamar.
Claro que en mi caso yo sentí algo de repulsión, pero ya saben, más miedo tenía a recibir un tiro por desobedecer, así que le agarré la verga al gordo, y poco a poco me la comencé a meter dentro de mi boca, al tiempo que alguno de ellos dos agarraba la mía y se dedicó a mamármela también.
Quizás fue por el ron, o porque como que le agarramos el gusto a eso, pero al poco rato, ya las mamadas eran de verdad, verdad, con toda la intención.
Así estuvimos por otro largo rato, abrazándonos, acariciándonos, besándonos, y mamando, en cierto momento, sentí que uno de mis amigos me agarraba las nalgas, de la misma manera que yo hacía buen rato se las estaba agarrando a uno de ellos dos.
Ni ellos ni yo, nos molestamos por eso, además con lo borracho que los tres nos encontrábamos, nos parecía de lo más gracioso.
Hasta que nuevamente, al viejo, lo escuchamos decir. “Bueno ahora muchachos, pónganse hacer el trencito.”
La verdad es que ni mis amigos ni yo teníamos idea de lo que nos ordenaba, fue cuando él continuó diciendo. “Tú, señalando al negro, se lo metes por el culo a él.” señalándome a mí. “y tú señalando al gordo, dejas que él.” nuevamente señalándome a mí. “Te lo meta por el culo a ti.”
Ya les dije, quizás fue el mucho ron que bebimos, y lo caliente que nos encontrábamos por todos lo que habíamos estado haciendo, que cuando escuchamos al viejo, decirnos eso.
Ninguno se opuso, más bien de inmediato, comenzamos hacer lo que nos había ordenado.
Cuando sentí la dura y caliente verga del negro, que comenzó a rozar mi culo, me sentí sumamente raro, y a medida que el comenzó a presionar mi esfínter con su verga, esa rara sensación fue creciendo dentro de mí.
Como que deseaba, a pesar del dolor, que terminase de penetrarme completamente.
No bien ya yo tenía toda la verga del negro dentro de mi cuerpo, cuando el gordo colocó sus nalgas frente a mí, y al tiempo que el negro comenzó a meter y sacar su verga de mi culo, yo comencé a penetrar al gordo, que ligeramente se quejaba a medida que yo lo comencé a penetrar.
Ya al poco rato, los tres nos movíamos sabrosamente, yo quedé como el jamón de sándwich, entre mis dos amigos.
Pero a la vez que le estaba dando por el culo al gordo, mis manos se deslizaron hasta su verga y me dediqué a masturbarlo, al mismo tiempo.
Los tres estábamos de los más concentrados, cuando al levantar la vista, vi con cierto asombro al viejo, completamente desnudo que, con su verga entre las manos, se la ponía al gordo en la boca, quien sin remilgo alguno se dedicó a mamar.
Hasta que el viejo le dijo que se detuviera, sacando su parada verga de la boca de mi amigo, de inmediato se colocó tras el negro, y en un dos por tres lo ha penetrado.
El resto de la noche, los tres estuvimos cambiando de lugar, incluso el viejo en cierto momento, me tuvo bien clavado por el culo.
Al despertarme al día siguiente, con algo de dolor de cabeza, me encontré con que el viejo nuevamente me lo estaba enterrando divinamente por mi culo.
Y no dejó de hacerlo hasta que finalmente se vino, tras lo cual después de vestirse, nos dijo a los tres, después que se bañen, señalando el bebedero para el ganado, se visten, que quiero hablar con los tres.
Luego que seguimos sus órdenes, ya vestidos, con el culo adolorido y un fuerte dolor de cabeza por el ron que habíamos bebido, y sumamente avergonzados los tres subimos a la casa.
Donde nos dijo. “Lo de anoche, me gustó mucho, pero si alguno de ustedes, se le ocurre la mala idea de ir al pueblo y contar lo sucedido, les juro, que los mato.”
Tras decir eso, nos dijo que nos podíamos marchar, durante varios días ninguno de nosotros tres nos vimos.
Hasta que a mí se me ocurrió hablar por teléfono con el gordo, y luego con el negro, y los tres quedamos de acuerdo en reunirnos esa misma noche, fuera del pueblo, a la orilla de una retirada y escondida posa a la que regularmente nos vamos a bañar.
Al principio ninguno de los tres queríamos tocar el tema, pero el negro prendió uno de sus cigarrillitos, y al poco rato después de que los tres comenzamos a fumar y le dimos varios jalones a los cigarrillitos.
Ya estábamos diciendo lo mucho que nos gustó lo sucedido, y como seguimos fumando, el gordo con la excusa de que hacía mucho calor, se le ocurrió que nos diéramos un chapuzón en la posa.
Los tres nos quitamos toda la ropa, y ya dentro del agua comenzamos a jugar, a toquetearnos, y de eso pasamos a besarnos, y no había pasado media hora, cuando ya nuevamente nos estábamos mamando las vergas, y soltándole el culo a cualquiera de los otros dos que nos lo pidiera.
Así que entre los tres nos fuimos acostumbrando, a soltarle el culo a cualquiera de los otros dos.
En ocasiones a mi mientras uno de mis amigos me daba sabrosamente por el culo, yo le mamaba la verga al otro, o viceversa, cuando no era que al que le dábamos gustosamente por el culo, a cualquiera de ellos dos.
Hasta que una noche, que mis amigos no pudieron ir a la poza, se me ocurrió ir a la casa del viejo, pero vestidito de nena, por lo que aproveché que mi hermana había dejado alguna de su ropa en el cesto de la ropa sucia, y sin que nadie se diera cuenta me la puse, me solté el pelo, y en medio de la noche me fui a la casa del viejo.
El viejo al verme llegar vestidito de nena, agarrándose su verga por encima de la tela de su pantalón, me preguntó que buscaba.
Sonriendo simplemente le di la espalda, levanté la falda y dejé que los pantis que me había robado a mi hermana, se deslizasen hasta el piso de su sala.
Lo demás que sucedió y sigue sucediendo entre mis amigos, el viejo y yo no sé los cuento, pero estoy seguro que se lo pueden imaginar.
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