En clases con heteros (Experiencias de instituto 1)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Ahora que tengo 18 años hecho la vista atrás y pienso en las tantas historias que me han pasado durante mis años de instituto.
Esta es una de ellas.
Recuerdo que sucedió cuando tenía 15 años.
En nuestra clase, como en muchas, estábamos sentados los compañeros de dos en dos.
No teníamos un sitio asignado, así que yo aquel día me senté en el último pupitre de la clase, sin ganas de prestar mucha atención a la profesora.
Uno de mis compañeros, repetidor de curso, un año mayor, se sentó en su pupitre habitual, en pareja junto con el mío.
Este chico, Daniel, es gitano.
Entre nosotros había una relación guay, no de amigos pero sí de compañeros.
Durante la clase, yo ya aburrido y fijándome en él para hacer algo más, le puse la mano en la rodilla:
—¿Qué haces? —me preguntó.
—¿Quieres que te de un masaje? —le contesté.
Era la excusa perfecta—.
Es que me aburro.
—Vale.
Comencé a masajearle por la zona de la rodilla.
Subí un poco por la pierna —llevaba pantalones cortos— y, sin tocar la zona centro del cuerpo, pasé a la otra pierna.
Seguí masajeando con ahínco.
Pero esta vez, al pasar de nuevo a la otra pierna, sí lo hice pasando la mano por su paquete.
Yo seguía mirando al frente, haciendo como que prestaba atención a la profesora, y noté como Dani me lanzó una mirada de reojo.
No dijo absolutamente nada.
Yo seguía pasando a la primera pierna hasta que pasé de nuevo a la segunda, otra vez repitiendo el camino por el paquete, pero esta vez con más lentitud.
Pude notar cómo lo que allí escondía empezaba a despertarse y a ponerse duro.
Y pasé otra vez a la primera pierna, volviendo a tocar el paquete, esta vez más lento aún.
Pude notar cómo tenía la polla dura debajo de la cremallera.
La siguiente vez que iba a pasar la mano la dejé puesta sobre su paquete y empecé a masajearlo.
Dani miraba al frente, disimulando y a la vez vigilando que nadie nos estuviera observando.
Empecé a masajear la polla que allí se escondía.
La agarré por encima de la tela y empecé a masturbarlo.
Pero yo tenía ganas de tocar aquel trozo de carne, así que aprovechando que llevaba pantalón corto, metí la mano por debajo del dobladillo.
Recorrí el camino hasta los calzoncillos a base de caricias.
Mi mano, exploradora, entró por debajo de la tela hasta encontrarse con su polla dura y húmeda.
Tenía necesidad de tocar con mis dedos esa humedad.
A pesar de la presión que hacía la estrecha tela sobre mi mano, pude agarrar la punta de la polla y pajearlo lentamente.
Me hacía gracia ver cómo se contraía su rosto cada vez que con la llema de mi dedo índice acariciaba la punta de su capullo.
Era la primera vez que unas manos ajenas lo acariciaban de aquella forma.
Después de unos minutos sin parar de pajearle, saqué lentamente la mano del pantalón y me pasé los dedos por los labios.
Sabía salado.
—Ahora te toca a ti darme el masaje.
Hizo una primera mueca de rechazo.
«Yo soy hetero», pude leer en su rostro.
—Esto es un trueque.
Dame, te voy a hacer cosquillas por el brazo.
Le agarré el brazo y lo estiré frente a mí para poder acariciarle la zona del antebrazo.
Su mano la apoyé disimuladamente sobre mi polla, que estaba a punto de explotar.
Al principio, mientras le acariciaba el brazo, el no hacía ningún movimiento con la mano.
Poco a poco empezó a hacer algo de presión por encima de la tela del pantalón.
Después me la agarró y empezó torpemente —en parte por su inexperiencia, en parte por la gruesa tela que separaba su áspera mano de mi suave polla— a masturbarme.
Lento.
Pero cada vez fue subiendo el ritmo.
Y más rápido.
Hasta que ya no pude más y allí, en mitad de la clase, en la última fila y gracias a un hetero, me corrí.
La corrida traspasó el vaquero y le manchó la mano, pero me dió igual.
Aunque a él no tanto.
Pero claro, esta historia entre Dani y yo no se quedó aquí.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!