En el barrio, con el marido de una amiga
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Cojo.
Eran cerca de las 3 de la madrugada y en la casa de Omar sólo quedaba él, otros dos vecinos, Julio y Chris, y yo.
Hubo mucha gente en la casa, todos amigos del barrio con quienes compartimos la infancia y momentos de escuela común.
Todos, excepto Chris, que más bien era esposo de una amiga nuestra, Viri.
Pero ella hacía pocos días que había dado a luz al primogénito suyo y por tanto sólo Chirs se podía emborrachar con nosotros y lo aceptábamos muy bien.
Yo tendría unos 23 de edad y él quizá 21.
Todos andábamos por esas edades hace aproximadamente 8 años.
Habíamos empezado a beber en la calle, donde invitábamos a quienes se hicieran presentes, entre esa gente la Viri pero no podía enfiestarse y preguntó a su joven y reciente esposo si quería quedarse con nosotros pues de antemano hay buena relación.
Él es un joven de 185 cm de estatura y de complexión fornida, blanco, castaño y con ojos verdes.
Los rasgos de su rostro son gruesos, incluyendo su nariz, pero está en el justo en el punto que resulta muy atractivo a pesar de que no cuenta con las características más canónicas de belleza.
Yo mido 175cm, blanco, delgado, cabellera y barba desaliñadas y castañas, así como rostro atractivo, según la gente (y yo también me considero guapo).
Soy velludo y varonil aunque nunca escondo mi condición sexual; desde la adolescencia todo mundo sabe que soy gay.
Cerca de la media noche, una decena de personas nos trasladamos a cada de otro compa del barrio, Omar y ahí estuvimos hasta que poco a poco nos quedamos sólo los mencionados.
Ya entrados en copas y con la desinhibición que eso brinda, Omar y Julio le decían a Chris que se había rayado pues tenía una esposa buenísima que muchos en el barrio codiciaban.
Hablaron bastante de mujeres.
Hubo un momento en que hice un comentario circunstancial a propósito de la charla y de que yo no tenía pareja estable por aquel tiempo.
–A mí nadie me quiere- dije.
Y entre todos, como buenos amigos, me levantaron el ánimo, aunque me hizo ruido algo que dijo Chris.
–No te fije, ya llegará la hora y la persona; yo le he dicho a Viri que si fuera joto, andaría contigo porque eres bien chingón, Lalo- comentó.
Dada la borrachez no causó escándalo el comentario y seguimos hasta pocos minutos después que nos despedimos y salimos de la casa.
Afuera, Julio nos pidió a Chris y a mí que lo acompañásemos y en el camino sacó una pipa con marihuana de la que los 3 fumamos y que acrecentó nuestro delirio consciente de la noche enfiestada.
Llegamos a casa de Julio y se despidió de Chris y de mí, dejándonos con la pipa, para que fumásemos a gusto antes de ir a casa.
Caminamos un poco hacia un jardín público del barrio y ahí le pusimos más yerba a la pipa para fumar un rato.
Honestamente, yo estaba hasta la madre de intoxicado, pero íntegro; bien pude haberme ido a dormir desde hacía un par de horas y no saber de mí hasta el siguiente mediodía.
-¿Ya te irás a dormir?- preguntó Chris mientras yo inhalaba la boquilla con el encendedor prendido sobre la mota de la pipa.
-Sí, ya qué más hacemos aquí- le contesté con la voz bloqueada de hacer maniobras respiratorias con el humo y pasándole la pipa para que siguiese él fumando.
Al recibírmela, le dije –deja tirar el miedo.
Comencé a mear con el pecho sano.
No tenía intención alguna de seducirlo ni nada, mucho menos sabiendo que era buga y que era viejo de una amiga.
Una rara ocasión en la que yo no quería cogerme al tipo mínimamente atractivo que tuviera cerca.
Quizá influía la presencia de otros amigos, que era muy cordial y sin ese tipo de intenciones.
Pero Chris sí que estaba pensando en otra cosa o deseando algo más.
Hice pis frente a él, sólo me alejé un poco para no charpearlo, aunque seguí quedándole de frente.
Chris no dejaba de verme la verga al estar meando.
No tengo mucho que ver pues flácida me mide apenas 7cm; ya parada sí llego a modestos 16.
Pero Chris no dejaba de mirarme mear por mi pequeña verga blanca.
Al yo notarlo, se activó la bestia.
Dejé de orinar y comencé a sopesar mi rabo hasta que, en segundos, medio se paró.
-¿Quieres?- le pregunté directo y sin dudarlo.
Él me miró a los ojos y con su mano derecha comenzó a tomar mi chile-
-A dónde vamos- titubeó.
Y lo llevé a unos arbustos que sexualmente yo ya conocía, en el parque contiguo al jardín público del que les platico.
Hay césped, así que al llegar, sólo hicimos al lado las basuras grandes de por ahí y nos recostamos a besarnos.
Chris era torpe y se le notaban los nervios.
Pero se fue desenvolviendo y en instantes parecía tan experimentado con hombre como yo.
Me besaba y no dejaba de tocar mi verga.
Así que fui a la suya pero a la vez comenzamos a desnudarnos, sin importar que era la calle.
Nos quedamos en calzones, calcetas y zapatos.
Fuera camisetas y pantalones.
Los calzones no tardaron en irse y quedé sorprendidísimo al distinguir que lo que traía puesto era ropa interior de mujer –creo que les llaman pantaletas.
-¡No mames, Vato! ¡Ni yo hago esas joterías!- le dije bromeando y reí discretamente.
-Es que toda la ropa estaba sucia y no había más- susurró y rió igualmente discreto.
Ya no sé ni supe cuál es la verdad al respecto.
A veces pienso que es bisexual reprimido, por el recuerdo de esos calzones y de la atención con la que me vio la verga al mear y todo lo demás.
-Chúpamela –le ordené suponiendo que si me la estaba viendo tanto, se le antojaba y así lo hizo.
Qué rico me la mamaba, Chris.
Como pude le bajé las pantaletas negras y empecé masturbar su verga muy gruesa y muy cabezona, como de 17cm, totalmente mojada de la excitación.
Él succionaba de maravilla.
La temperatura tibia de su boca era acogedora.
Mordisqueba un poco mi tronco y me lamía la cabeza.
Metía su lengua en el ojete de mi reata.
Apenas destilaba una gota de precum, mi chorizo y lo devoraba.
Sin problema se adaptó a la forma curveada de mi pito y, aunque hizo unas arcadas al principio, al poco tiempo se la metía toda.
De repente dejaba de mamar para poder tomar más aire y respirar mejor.
Pero regresaba a mi falo.
Parecía que Chris no necesitaba nada más que sólo comer mi verga.
–La tienes bien rica- decía y suspiraba.
-Es toda tuya; gózala; cómetela- me limitaba yo a balbucear.
En algún rato, avanzadas sus mamadas que me hacían retorcer las piernas, me acomodé para quedar en 69 y comer su pito.
Tanto que me gusta mamar y me había tardado.
Era muy rico pero disfruté muy poco.
Al poquísimo tiempo me dijo –méteme la verga por favor.
Y ustedes saben que un bocado no se le puede negar a nadie.
Así que sólo lo puse boca abajo, escupí su culo, le metí un par de dedos, me recosté sobre él y se la metí de dos empujones.
Entró sin contratiempos y nunca se quejó de dolor.
Pareciera que su culo era de la talla de mi reata.
Yo ya estaba muy caliente y aproveché los minutos que podía contenerme.
Le besaba el cuello y las orejas para decirle lo delicioso que tenía las nalgas y lo rico que se sentía estar dentro suyo.
Tenía un culo tibio y suave por dentro; sus pliegues te apretaban el pito con delicadeza.
Lo besaba, me agasajaba con sus nalgotas y le embestía suave pero bien firme.
Resistí un poco más y simplemente dije, antes de terminar –¡me veeeeeengo, wey, qué rico!
Me quedé unos segundos tumbado en su espalda y el suspiraba agitado.
Me quité de él y al voltearse de nuevo agarré su verga, esperando ayudarle a terminar de algún modo que ahí surgiera, pero ya la tenía flácida y empapada de viscosidad.
No terminé de decirle –te ayudo- cuando ya había contestado –me vine casi al mismo tiempo que tú terminaste; ojalá me dejes seguirte conociendo así; de veras tenía ganas; gracias.
Lo besé hasta ese momento en la boca y me correspondió con pasión y hasta con cariño.
Estuvimos besándonos desnudos en un parque público durante varios minutos hasta que nos caló el sereno de la madrugada y nos vestimos.
Me acompañó a mi casa.
Ahí le di una nalgada, me apretó la verga, nos dimos un abrazo y nos deseamos dulces sueños.
Se fue a su casa con la Viri, mi amiga y su mujer.
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