En el rancho de los abuelos III
No sería la primera vez que le doy mi lechita a un cabrón, ja ja… Esas fueron sus palabras, desde ahí mi cabeza explotó y no podía parar de pensar en cuántas veces otros vatos se habrían atragantado con ese webote y lo habían deslechado, en mis fantasías deseaba que por esta razón me hubiera ped.
En el rancho de los abuelos III
- No sería la primera vez que le doy mi lechita a un cabrón, ja ja…
Esas fueron sus palabras, desde ahí mi cabeza explotó y no podía parar de pensar en cuántas veces otros vatos se habrían atragantado con ese webote y lo habían deslechado, en mis fantasías deseaba que por esta razón me hubiera pedido venir al río con él. Y ahora que había visto su vergón no pensaba en otra cosa que en tenerla adentro…
- No pues para eso tendría que agarrarte… más confianza, cómo nada más así- le dije riendo.
- Nomás eso faltaba, pues para agarrar confianza nos la jalamos antes de meternos al río y ya está.
- Jajaja cabrón, mejor adentro, para darle de comer a los pescaditos ¿no? ja ja
- ¡vas!
Nos metimos al río, el agua estaba fría pero era más intenso el calor y la cachondería que sentía por dentro…
Cuando nos llegó el agua hasta el ombligo nos paramos y nos la empezamos a jalar, incluso a esa altura la cabeza de su verga sobresalía del agua y salpicaba todo… Me quedé todavía más pendejo al verla toda dura y erecta, con sus dos manos no alcanzaba a abarcarla toda.
- Creo que me hace falta una manita, ¿me ayudas?
Ya con esta invitación tan directa, no me pude aguantar y lo agarré del pedazo libre de verga que le quedaba, mientras acariciaba su glande pude comprobar que le medía por lo menos unos veinticinco centímetros ya erecta y de gorda, bueno, simplemente no alcanzaba a cerrar los dedos de mi mano, así que ahí calcúlale…
Ya mis instintos eran los únicos que me dominaban en ese momento, me empiné para meterme a la boca su reatota, que teniéndola tan cerca sí daba algo de miedo, por eso en lugar de metérmela de un jalón, empecé por darle unas lengüeteadas al orificio de su pene, ¡es que este hombre tiene todo grande! Casi podía meter toda la punta de mi lengua en ese hoyito. Eso lo hacía gemir con una voz profunda y ronca, como de toro embravecido…
De a poco fui abriendo más la boca para meterme su cabeza, ni de broma me iba a caber toda, apenas iba a la mitad cuando ya me estaba provocando arcadas, qué les puedo decir, era mi falta de experiencia con vergas de ese tamaño, pero con la suya aquí me iba a graduar sin duda.
En esa posición, con mi culo levantado pero todavía dentro del agua, sentí cómo Marcos me agarraba las nalgas y con sus dedos empezó a dar círculos alrededor de mi culito, empujando, abriéndolo sin resistirse, mientras me decía:
- Oye pececito, ¿me dejas cogerte? Aquí a todos les da miedo, apenas y se animan a chupármela, han de pensar que les voy a romper el orto si me los cojo y se nota que tú si sabes cómo aflojar, mira, ya tengo tres dedos adentro de tu culo y ni te quejas…
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