En el septimo cielo
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Tengo unos amigos que viven en el último piso de un edificio de apartamentos; es una pareja de hombres mayores, pero muy calientes los dos, muy singones. Me gusta visitarles y compartir con ellos, que reciben además muchas visitas a lo largo del día. Lo primero, cuando llega a la casa, después de subir una larguísima escalera, es pedir, todo sofocado, un vaso de agua. Enseguida te sientan en un butacón que queda junto a una amplia ventana por la que entra un aire muy sabroso, y te dicen: Ponte cómodo. Eso significa que te aligeres de ropa, que sueltes el equipaje, que te instales. Al principio me daba un poco de pena, pero ya me acostumbré, y sin dilaciones me despojo de la ropa y me quedo en calzoncillos, y me siento junto a la ventana desde la que se puede apreciar una hermosa vista de la ciudad.
Ellos traen agua, te, un zumo, y conversan acerca de lo último acontecido. Uno de ellos, el de más edad, pero que tiene un cuerpo delgado y recio, pues de joven fue nadador, anda siempre en un short corto, y se le sale el rabo por la pierna. Es el más masculino de los dos, aunque tampoco tiene problemas para meterse en el culo las vergas más grandes. Presume de hacerlo. Mientras conversa se acaricia la verga, que es larga y con la cabeza roja. El otro amigo es un poco más grueso, más tierno, le gusta mucho mamar y acostumbra andar por la casa, siempre desnudo. No tiene reparos en acercarse y tocarte la verga, preguntarte como está, e incluso agacharte y darte una chupadita. Son gente chévere, agradable y muy acogedora. Y yo me siento muy a gusto visitándoles y conversando con ellos. A veces, en algún día libre, paso la jornada con ellos, y siempre resulta gratificante, pues las visitas pueden convertirse en verdaderas sorpresas. Ellos eran pareja, pero una relación muy abierta, y acabaron siendo amigos; ahora el más grueso, que se llama Juan, tiene una relación, también sui géneris, pues siempre que llega está buscando singarse a alguien, y a Juan no le importa.
En cuanto me ve se pone contento y me dice: vamos a singar. Lo que me gusta es que lo hace sin mucha complicación, sin aspavientos, como si se tomara un vaso de agua; también es de los que entran por la puerta y se quitan toda la ropa. Se te acerca y te dice: mámamela un poquito; eso delante de los otros, y yo se la chupo un rato, y luego se sienta él en el butacón y me dice que me siente arriba y me clavo sobre su verga, así, sencillo, mientras seguimos hablando de cualquier cosa, y él dice: Qué rico, y seguimos hablando o riendo, como si nada. Lo que busca no es soltar la leche, no, sino disfrutar, gozar. Pues así podemos estar y tocar el timbre, y van a abrir la puerta, pero nosotros seguimos sentados así, uno sobre el otro, y el que llega saluda, le da un beso a cada uno, y dice tranquilamente: qué les aproveche.
A veces vamos todos al cuarto y nos acostamos en la cama a ver televisión, y nos apretamos unos con otros, nos chupamos las tetillas o las vergas, y si alguno se entusiasma te clava también. Un día estaba yo en pelotas, mamando tranquilamente una verga, con las nalgas al aire, cuando alguien llegó; había tocado el timbre, alguien abrió y luego pasaron al cuarto. Allí se quedó mirando un rato y no pudo resistir la tentación: se bajó los pantalones y se lanzó sobre mí clavándome con furia y llenándome el culo de leche. Yo me quedo dormido siempre allí desnudo y los que llegan siempre piden pasar al baño, que está en el cuarto y te ven, y si les gusta lo que ven, se apuntan, y te despierta una caricia, un dedo en el culo o una verga en la boca. ¡Vaya despertar!
La casa de mis amigos es un lugar de encuentro, una especie de oasis en la ciudad agitada y mugrienta, un paraíso antes del chasco de la manzana; cada uno a lo suyo, y pueden estarte follando en el sofá mientras los otros ven tranquilamente el televisor. Si llega alguien y le gustas simplemente te lo comenta y propone, y uno valora la mercancía y si te gusta, pues te sirves y ya está. Me gusta así, una sexualidad llana y libre, sin grandes pasiones o tragedias. Disfrutar, solo eso, visitando a mis amigos del séptimo cielo.
BB50
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