En el Sótano del Abuelo
…y las cosas que guarda ahí…
Ese sábado me desperté con una incómoda erección, algo habitual a mis 14 años de edad, haciendo que mi meada matutina fuera un poco más complicada de lo normal; aunque al final pude lograrlo sin manchar mucho. Luego de guardar mi ya relajado miembro en el bóxer, me dirigí a la cocina y encontré una nota de mi madre; en donde me decía que ese día regresaría hasta tarde y me asignaba varias tareas. Y a pesar de que tenía una larga lista de cosas por hacer, preferí primero servirme un gran tazón de cereal y me acomodé en el sofá de la sala para desayunar viendo tranquilo la televisión.
Al cabo de un rato, entró en la habitación mi abuelo con el que mi mamá y yo vivíamos desde que nací; ya que mi madre me tuvo de muy joven, con apenas un par de años más de los que yo tengo actualmente. Sólo traía puesta una ceñida camiseta blanca de tirantes y su ajustada trusa del mismo color, ambas prendas muy desgastadas, tanto que la tela era casi trasparente. Él definitivamente no es el típico abuelo. Sí es verdad que tiene todo el cabello blanco y su sombra de barba de un par de días es algo canosa, y que también usa unos anteojos muy espesos; pero el resto de su apariencia es bastante impresionante. Con sus 59 años tiene un cuerpo muy musculoso, siempre con todas las venas de sus brazos y piernas brotadas por sobre la definición de sus marcados bíceps y macizos muslos. Es un hombre maduro muy varonil; tanto que desde que enviudó, cuando yo apenas tenía siete, siempre ha tenido relaciones con muchas mujeres, incluso con chicas muy jovencitas, y parece cambiarlas seguido e incluso sale con varias a la vez.
Él siempre ha sido mi modelo de hombría y mi única figura paterna; por lo que espero parecerme a él cuando crezca, en especial del área de la entrepierna, en donde a él siempre se le resalta un enorme bulto. Imagino que él es bien dotado y que sus bolas también han de ser muy voluminosas y cargadas, lo que le permite ser todo un semental para todas esas mujeres y chicas que él tiene. Entonces mi abuelo me saludó rascándose un costado de su plano estómago:
– Buenos día, Bruno.
– ¡Buen día, abuelo! —Le devolví el saludo y me metí otra cucharada a la boca– Mamá no está, hoy tiene doble turno. Le dejó una nota en la cocina.
Y con eso se marchó hacía la cocina, sólo para regresar a los pocos minutos con un tazón de cereal como el mío y luego se dejó caer a mi par en el sillón, y así nos quedamos viendo la televisión casi toda la mañana de ese sábado, aún en ropa interior y sin bañarnos.
Pasado el mediodía y después de devorar el almuerzo que nos preparé, volvimos al sofá y el abuelo puso un partido de la liga de futbol europea. Mientras lo veíamos él comenzó a beber, que de tanto en tanto me mandaba a la cocina para buscarle otra cerveza helada de la nevera. Y en un parpadeo se hizo media tarde, con nosotros dos todavía en calzoncillos y más apestosos que nunca; por lo que empecé a preocuparme, pues no había hecho nada de lo que se suponía tenía que ya tener hecho para esa hora. Mi abuelo creo que pensó lo mismo, ya que apagó el televisor y desperezándose me dijo que lo ayudara con lo que mi madre le había pedido; que era ordenar todas las cosas que estaban amontonadas en el sótano de la casa.
Bajamos al oscuro y húmedo sótano, y nos pusimos manos a la obra. Yo me dispuse a acomodar las cajas que se encontraban junto al equipo de pesas del abuelo, que parecía ser la única esquina de la habitación libre; puesto que él regularmente baja a ejercitarse y es por ello que se mantiene siempre en tan buena forma. Una de las cajas tenía escrito con marcador: “Cosas del Ejército”, así que la abrí y entre varios folders con papeles encontré una fotografía vieja, en donde había un grupo de cinco soldados; todos fornidos y sin camisas, sólo con el pantalón camuflado del uniforme; abrazándose en camaradería y en medio de ellos estaba mi abuelo, pero con unos veintitantos años. Me quedé viendo un buen rato aquella foto, imaginando como habría sido la vida de mi abuelo joven, durante toda su larga trayectoria en el ejército; en lo que noté un pequeño sobre manila que tenía algo adentro, algo sólido y que no era papel.
Lo abrí de manera que su contenido cayó en mi mano derecha. El sobre tenía un par de chapas militares con la información de él grabada y una medalla algo oxidada que me gustó mucho. Y cuando me giré para poder preguntarle a mi abuelo por ella, él tenía abierta una caja que decía: “Mis Cosas XXX” y entre sus manos sostenía una vieja revista pornográfica.
– ¡Vaya, pero si es mi vieja colección de revistas pornos! —Exclamó con auténtica sorpresa y una inconfundible expresión de nostalgia– Oh…cuantas veces me habré hecho la paja con todas estas… ¡Sólo échale un vistazo a este tremendo par de tetas!
Y se acercó a donde yo estaba para mostrarme a la exuberante morena plasmada en aquellas páginas, la que ciertamente tenía los pechos más enormes que yo hubiera visto jamás.
– Sólo mira… —Continuó poniendo la revista casi en mi cara– Cuan pegajosas están todas las hojas… ¡Me habré hecho cientos de pajas con cada una de éstas!
Mi abuelo se echó a reír a carcajadas, al tiempo que yo solté una risita nerviosa, pues la verdad es que me sentí bastante incómodo con esa situación.
– ¡Joder! Creo que voy a tomarme un momento para recordar viejos tiempos… —Y se sentó en el largo banco de pesas, con la revista en una mano y la otra sobando su imponente bulto.
Yo estaba perplejo presenciando todo eso. Nunca pensé que mi abuelo fuera tan descarado como para hacer eso frente a mí, su nieto. Pero sin ningún tipo de vergüenza, él estaba sentado con las recias piernas bien abiertas y con su mano derecha se estrujaba con esmero sus genitales por sobre la tela de su trusa, haciendo que esta se estirara cada vez más y más; ya que su miembro claramente se estaba poniendo más enorme y muy duro con cada manoseo; a tal punto que no tuvo más remedio que dejarlo salir junto con sus huevotes, a lo que yo me quedé boquiabierto.
La verga de mi abuelo es gigante, dos veces más grande y tres veces más gruesa que la mía, si es que no más. Es muy carnosa y toda cubierta por muchas venas resaltadas, desde el pegue con sus bolas hasta el hinchado glande, lo que la hace ver musculosa como el resto de su cuerpo.
– ¡Vamos Bruno, no seas tímido! —Me dijo mirándome a los ojos, mientras con su mano no dejaba de frotarse la vergota de la base a la punta– ¿O es qué no te ponen caliente las mujeres?
Yo sentía la boca seca y tan áspera como papel de lija; que por más que quise responder que sí, no pude, puesto que tenía un nudo en la garganta.
– Ven y siéntate aquí conmigo. Deja que tu abuelo te enseñe como un verdadero macho se hace la paja. Y no te preocupes por tu madre, no es como que le vayamos a decir nada.
– E…está bien, abuelo…
Entonces sin pensarlo mucho, me acerqué a él en el banco donde levanta pesas, sintiendo la cara colorada y caliente de la vergüenza, y como la floja camiseta se me pegaba al cuerpo por toda la exagerada cantidad de sudor que empezó a emanar de mí en cuestión de segundos.
– Así me gusta, ¡ese es mi muchacho! —Y él estando sentado y yo parado a su lado, agarró con su mano izquierda mi bóxer y me lo bajó de un arrebato a la altura de las rodillas– A ver, deja que tu abuelo vea cuanto has crecido ya.
Mi verga saltó por los aires, bien firme, pues a pesar de lo nervioso y avergonzado que me sentía; mi miembro había decidido por sí mismo que todo aquello era razón suficiente para estar erecto.
– ¡Vaya, Bruno! Ya eres todo un hombrecito, con pelitos y todo. Y tienes una buena verga para tu edad; hasta haces sentir orgulloso a tu abuelo.
Pero en eso mi abuelo hizo algo que me dejó todavía más atónito. Mientras con la diestra no había dejado de estar masturbando su enorme pedazo de carne viril, con la mano libre sujetó mi verga y comenzó a manoseármela como si eso fuera algo de lo más normal.
– ¡¿A…abuelo…?! ¿Qué…? Ah…
– Mira, no la abarco toda con mi mano. En unos cuantos años más se te pondrá como la mía.
Después de eso me soltó y me indicó que me sentara. Así lo hice y con eso los dos quedamos muy juntos, uno a la par del otro. Ya no sentía vergüenza luego de oír sus halagos a mi virilidad juvenil; pero sí continuaba algo nervioso y a la vez extrañamente excitado. Mi abuelo apoyó la revista porno sobre nuestros dos muslos juntos, como una mesa de carne y pelos, y la abrió en una sección en la que las dos páginas mostraban una misma fotografía, con una voluptuosa rubia que estaba recibiendo dos colosales rabos negros, uno por la boca y el otro por el culo.
– Sabes, conociendo a tu mamá, ella jamás creería que su padre y su hijo estén teniendo una tarde de pajas en el sótano.
– N…no lo creo, abuelo… Será nuestro secreto, ¿cierto?
– Así es, muchacho. Estas cosas sólo se comparten entre machos, así que relájate…
Y de pronto su callosa y sudorosa mano volvió a mi entrepierna, sujetando mi verga y dándole varios jaloneos; que hasta hicieron que de mi glande escurrieran un par de hilos seminales.
– Te gusta cuando hago esto, ¿no? —Y aumentó el ritmo de sus pajazos a mi rígido miembro.
– S…sí, abuelo…
Esa era la absoluta verdad. Por más confundido que yo me encontraba con todo eso; lo que sí tenía claro es que mi corazón latía muy rápido, y todo mi cuerpo traspiraba y se estremecía con cada estrujada que mi abuelo le daba a mi sonrosada verga. La sensación de que una mano distinta a la mía me estuviera dando placer; aunque no se tratara de la mano de la hermosa rubia de la revista, sino la de mi propio abuelo; me tenía mucho muy caliente.
– Bien, muchacho. ¿Y no te gustaría tocar la mía? —Me preguntó al mismo tiempo que con dos de sus dedos me frotaba el glande por debajo, justo en el frenillo de mi falo, usando como lubricante todos mis viscosos jugos y haciéndome estremecer aún más.
– Abuelo, es que yo… No sé si…
– Vamos, Brunito. Se bueno con tu abuelo. —Y me sonrió con su rostro libidinoso, surcado por unas cuantas arrugas, pero que no le quitaban lo varonil ni atractivo.
Entonces mi mirada descendió de su rostro, pasó por su ancho torso de sólidos pectorales y quedó nuevamente fija en aquella impresionante entrepierna. Yo había tenido razón, sus bolas eran muy voluminosas y le colgaban pesadas, como si él cargara una obscena cantidad de semen en ellas. Y qué decir de su pedazote de verga, tan venosa que parecía palpitarle y con un tamaño tan desmesurado, que yo me preguntaba cómo podía metérsela toda a las mujeres que él cogía.
Sentí mi mano temblar un poco en lo que mis dedos se aproximaban a aquel extraordinario miembro; hasta que finalmente mis yemas hicieron contacto con su piel caliente y se la agarré. Yo traté de rodearla toda con mi mano, pero era tan gruesa que mis dedos no se juntaban.
– Y qué te parece la verga de tu abuelo, ¿eh?
– E…es…muy grande… Abuelo, ¡su verga es enorme!
Él se volvió a reír a carcajadas y después me pidió que se la tocara más, que se la jalara de arriba abajo como él estaba haciendo con la mía.
– ¡Eso es! Justo así, muchacho. ¡Estrújala duro! Oh…sí, así…bien… Ooohhh…
En cambio, yo todavía no podía creer lo que estaba sucediendo. Mi abuelo y yo nos estábamos masturbando mutuamente, y lo cierto es que se sentía muy bien.
Al cabo de un rato así, mi abuelo soltó mi verga y me dijo que ahora yo usara mis dos manos sobre la suya, y que también le estrujara sus inmensos huevos. Yo no podía pensar mucho la verdad, estaba confundido; pero más que nada excitado, que hice caso y me giré un poco para poder ocuparme mejor de los genitales de mi abuelo. La revista se cayó al suelo y él por su parte se subió la sudada camiseta con su mano derecha para descubrir su pecho y así vi cómo se comenzó a apretar uno de sus duros pezones, resoplando de gusto, mientras me dirigía para que yo lo masturbara tal y como él deseaba.
En eso sentí su poderosa mano izquierda sobre mi espalda y cuello, empujándome hacia abajo, haciendo que involuntariamente me encorvara hacia su viril entrepierna.
– ¡¿A…abuelo?! ¿Qué está haciendo? ¿Por qué me…?
– Vamos, Brunito. ¿No quieres darle una chupadita? Sé que quieres complacer a tu abuelo.
– No, abuelo. Yo no…
Pero no pude terminar de hablar. Con su fuerza superior él había dirigido fácilmente mi cabeza hacia su erecta verga y como yo tenía la boca abierta vociferando mis protestas, no pude evitar el tragarme de lleno todo su gran glande.
– ¡A…abuelo! ¡Ummgh! ¡Mmgh…!
– Oh…sí… ¡Chúpala! Eso es, Brunito… ¡Chupa bien la vergota de tu abuelo! Ooohhh…
Yo traté de zafarme, pero él me tenía sometido como si nada. Yo en el fondo sabía que, por más que me impulsara hacia arriba con mis dos brazos, jamás superaría la fuerza que su musculoso brazo izquierdo ejercía sobre mi cabeza y cuello; por lo que en cuestión de segundos me resigné y preferí canalizar mi energía en enfocarme para poder respirar con la boca llena.
Mi abuelo me empujaba más y más; ocupando todas mis fauces con su carne masculina, que pronto la sentía invadir mi faringe; produciéndome arcadas que no podía controlar o calmar. Mis ojos se nublaron por efecto de las lágrimas y no sólo sentía como la mandíbula se me zafaría, sino que también mi cabeza palpitaba de una forma que pensé quedaría ciego.
– Sí, toda… Chúpamela bien toda… Ooohhh… Haz que tu abuelo se sienta orgulloso.
Y en lo que terminaba de decirme este tipo de cosas; movía su pelvis hacia arriba, mientras con su mano me comprimía hacia abajo, de una manera rítmica, que evidentemente ya me estaba follando por la boca y garganta a su antojo.
– ¡Qué bien se siente tu boquita, muchacho! Te gusta tenerla toda hasta la tráquea, ¿no es así?
No sé cómo no me desmayé por la falta de oxígeno o por los brutales golpes que su enorme y poderoso rabo le daban al interior de mi boca y garganta. En lo que en un momento me liberó y pude sacármela, tosiendo en busca de aire y viendo como su venoso falo estaba rojo y todo baboso, esperando el volver a recibir placer oral de mi parte.
Así que decidí retomar la mamada de forma voluntaria. Saqué mi lengua y empecé a pasársela por toda la verga; juntando y saboreando la mezcla de mi saliva con sus líquidos seminales. Mi abuelo resoplaba de gusto, por lo que me pidió les hiciera lo mismo a sus colosales bolas. Éstas sabían a sudor, y tenían ese intenso y característico hedor a entrepierna de macho. Intenté chupárselas, pero no me cabían, que él se tuvo que conformar con mis incesantes lengüetazos.
Después tuve que volver a engullirme su glande y la mitad de su miembro venoso, succionándolo todo lo que podía y con un esmero que me sorprendió a mí mismo. Yo en mi mente imaginaba que era una de las actrices de las miles de películas pornos que he visto, y de esa manera sentía que podía aplacar la lujuria de mi abuelo; quien nuevamente puso una de sus manos sobre mi cabeza y cuello, haciéndome tragar más y más. Al punto que, con una estremecedora arcada, logré tener por unos segundos todo el gigantesco y macizo miembro de mi abuelo hasta el esófago; que podía sentir el inicio de sus inmensos huevos en mi labio inferior.
– ¡Eso es, trágala toda! ¡Ooohhh…joder! ¡Así me gusta, Brunito!
Y cuando creí que no podría más, me soltó para desatragantarme y recobrar el aliento; haciendo luego que mi cabeza bajara y subiera a buen ritmo por su formidable falo, desde su jugoso glande hasta la mitad de su rabo. En eso con la mano izquierda, que ahora estaba libre, sentí como mi abuelo comenzaba a pasarla por mis nalgas descubiertas y como con un par de sus callosos dedos me hurgaba por el perineo, buscando mi esfínter. Y en el instante que lo encontró, sentí como ese par de nudosos dedos se introdujeron en mi recto.
– ¡Uff…! ¡Qué estrecho que estás, muchacho! —Con lo que me los metió aún más, ensanchando mi anito virgen– ¡Pero estás tan mojado como el coñito de una putita!
– ¡Ummgh! ¡Mmgh! ¡Mmgh…! —Eso era todo lo que yo podía balbucear, pues por mi boca y faringe entraba y salía su magnánima hombría una y otra vez; todo mientras él me seguía desvirgando el culo con ese par de dedos, que creo me metió un tercero también.
– ¡Oh…! ¡Te gusta cuando tu abuelo juega con tu culito, ¿no es así putito?!
Yo no podía contestar, sólo sentía como sus dedos entraban y salían de mi trasero al mismo tiempo que yo continuaba ayudando a mi abuelo a que éste me follara por la boca.
Todo eso me parecía algo irreal. ¿Cómo de haber pasado todo el día con mi abuelo entre hombres, en ropa interior, sin bañarnos, comiendo y bebiendo juntos, viendo los deportes, ahora estaba en el sótano con él, atorado con su vergota, mientras él me desvirgaba con sus dedos?
– ¡Oh…sí! ¡Sigue así, putito! Vas a hacer que tu abuelo te de toda su leche… Ooohhh…
Yo sudaba a chorros. Sentía mi cabeza y culo calientes a punto de ebullición; con sus dedos tan adentro que parecía me había metido el puño entero, y con la boca tan llena hasta mi garganta, que una vez más no me llegaba suficiente oxígeno. Y él entre jadeos bestiales, me hacía no parar de comerle la enorme verga hasta los huevos.
– ¡Oh…joder! ¡Me voy a correr…! ¡Cómetela toda, putito! ¡Ah…sí! ¡¡AAAHHH!!
Algo viscoso y caliente empezó a inundar mi boca, llenando hasta el último recoveco, que no tuve más alternativa que tragar y tragar; a medida que cada vez más de su salada esperma salía de su hinchado glande y me fecundaba oralmente:
– ¡Ummgh! ¡¡GULP!! ¡¡GULP!!
– ¡Aaahhh…sí, así! ¡Trágatela toda! Tómate toda la rica leche de tu abuelo.
Entonces él me liberó una vez más, sacándome por completo su morcillozo miembro; pero jaloneándome del cabello me mantuvo frente a su glande, y con la boca bien abierta y mi lengua de fuera, continué recibiendo los restos de su semen que parecía no acabar nunca. ¿Cómo podía seguir eyaculando cuando yo ya había ingerido muchísimo?
– Te gusta la leche de tu abuelo, ¿no es así putito? —Y me arrojó varios chorros más directo a la cara; que podía sentir todo mi rostro bañado en sudor y su esperma, escurriendo por mi cuello y ensuciando mi traspirada camiseta.
Para este momento, el abuelo me tenía hincado en el duro y frío piso del sótano, con él de pie frente a mí ordeñándose hasta la última gota en mis fauces y mi cara. Y sin aviso, me arrojó al suelo de espaldas y él se abalanzó sobre mí, con toda su entrepierna en mi rostro, haciendo que su erecta verga volviera a entrar en mi boca hasta la garganta.
– Vamos, Brunito… ¡Chúpamela hasta dejarme seco!
– ¡A…abuelo! ¡Ummgh! ¡Mmgh…!
Yo estaba no sólo exhausto, sino que también aturdido; todavía sin poder comprender bien cómo es que estaba pasando todo eso entre él y yo.
– ¡Bien, así me gusta muchacho! —Me dijo al tiempo que me la sacaba de la boca, se acomodaba bien de rodillas en el piso, con mi cabeza en medio de sus musculosas piernas y con su mano derecha sujetaba su verga, ahora semierecta, y me la ofrecía para que se la limpiara con mi lengua. Yo por supuesto lo hice– ¡Lámela toda hasta dejármela limpia! ¿Te gusta, no es así?
– Mmmm… ¡Slurp~! Sí, abuelo… Mmmm… ¡Slurp~! —No sé si respondí eso porque sabía que era lo que él quería escuchar o porque en verdad me gustaba.
– Ah…ya la siento venir… ¡Abre bien, putito!
Cuando mi abuelo dijo eso, lo vi directo a los ojos y a través de sus espesos lentes pude ver la perversa idea que él tenía; entendí al instante que era lo que venía.
– ¡Vamos, abre bien! Tu abuelo necesita vaciar toda su vejiga en ti… —Y sin más preámbulo pude ver, a escasos centímetros de mi rostro, su orina salir con gran presión por el ojete de su inflado glande– Ah…No hay nada como orinar después de una buena corrida…
– ¡Gaaarlg…! ¡¡GLUB!! ¡¡GLUB!! —Nuevamente no tuve más remedio que tragar todo lo que mi abuelo me daba de su verga, siendo ahora sus asquerosos y amarillentos meados; que sabían entre salado y amargo, y eran tantos que no me daba tiempo de poder beberlos todos, bañándome toda la cara, el cabello y mi sucia camiseta.
– ¡Eso es! ¡Uff…! Bébetela toda… ¿Te gusta la rica orina de tu abuelo?
– Sí… ¡Glub~! Sí, abuelo… ¡Glub~! —Le contesté como pude, a la vez que trataba de ingerir todo ese amarillo y tibio líquido, con el que ya estaba empapado y que hacía arder mis ojos.
Y una vez que mi abuelo terminó de usarme a cuál urinario; simplemente se levantó, buscó su trusa que había quedado tirada por ahí, se la puso de nuevo guardando sus inmensos genitales masculinos, y se volteó a verme:
– Ahora limpia bien todo. —Dijo señalándome a mí en medio de ese charco de orina– Y quítate esa camiseta. Recuerda que tu madre no debe saber nada de esto.
Yo asenté con un movimiento de cabeza, pensando en que no sólo tendría que terminar el trabajo yo solo, sino que también el borrar la evidencia de lo que había ocurrido (pero no de mi mente). Él, en lo que se dirigía a las gradas, vio algo dentro de la caja que yo había abierto y tomó de entre todas las cosas la fotografía vieja y una pequeña libreta negra.
– Hmmm… Creo que sería bueno ponerme en contacto con el viejo escuadrón.
Y mi abuelo se marchó del sótano.
—Continuará…
hubiera querido un abuelo asi que me dé lechita
Me hubiera gustado seas mi nieto para darte mucha leche y darte verga por donde fuera
Y a mí me hubiera gustado ver a ‘chasergabo’ de nietecito puto, recibiendo leche y verga de su abuelo macho ‘Pedro Ziga’ jejeje 😛
Salu2 a ambos!! 😉
como continua
Imagino que si quieres que continúe, es porque te ha gustado mucho 😛
Ya pronto subiré el próximo 😉
Ufff que rico relato, como me hubiera gustado vivir algo asi en carne propia en mi adolescencia! Yaaaa quiero los siguientes relatos, van a estar buenos! Saludos!
Gracias mi buen y fiel lector elbotija10 😉
Muchos Salu2!!
PD: Te confesaré que yo también de adolescente soñaba con poder tener alguna experiencia gay de incesto… Pero ni modo, no se pudo 😛
Espero el próximo capitulo
Y yo espero te guste también la segunda parte 😉
Salu2!
Ufffff bien morboso!!! Excelente relato amigo! Espero con ansias el siguiente
Gracias, esperemos esté para después de las navidades 😛
Salu2!!
Excelente relato, espero continúes la historia.
Gracias amigo, ya estoy en ello 😉
Salu2!!