En el Sótano del Abuelo II
…y su reunión de veteranos….
Trascurrieron varios días desde el infame sábado en el cual mi abuelo me usó para su placer. Para ser honestos, él todo ese tiempo actuó como si no hubiera pasado nada, como si lo que hicimos fue algo de lo más normal entre dos hombres, qué digo, entre un abuelo y su nieto. Yo por mi parte preferí evitar estar a solas con él; el problema es que eso es bastante frecuente, pues mi madre por su trabajo pasa muchas horas fuera de casa; así que yo optaba por pasármela encerrado en mi habitación y sólo salir cuando fuera estrictamente necesario.
El viernes siguiente sabía que me quedaría solo en casa, por lo que aproveché e invité a mi novia a pasar el resto de la tarde conmigo. Al no más entrar arrojamos nuestros bolsos de la prepa y nos recostamos en el sofá de la sala, besándonos como un par de locos. Yo me excité rápidamente, que estoy seguro de que ella podía sentir toda mi erección cuando se frotaba sobre mí. Nuestros labios y lenguas parecían querer fusionarse; mientras yo con una mano le acariciaba el cabello de la nuca y la otra se la metía por debajo de la faldita de su corto uniforme.
Mi novia nunca había estado tan caliente, que me sorprendí mucho cuando ella desabrochó mi pantalón e hizo que mi miembro firme brincara libre, cayendo duro sobre mi abdomen. Esa era la primera vez que ella veía mi verga, a lo que sonrió y se agachó para metérsela a la boca y darme así mi primera mamada. Yo jadeaba de gusto, puesto que aquello se sentía delicioso, y en lo que bajé mi mirada para ver cómo mi novia devoraba mi hombría, recordé cuando yo me atragantaba con la enorme verga de mi abuelo y me bebía toda su leche viril.
No pude sacar esas imágenes de mi cabeza, que me sentí tan incómodo que tuve que detener a mi novia; quien se molestó muchísimo al ver como yo preferí guardármela aún erecta, sin darle ninguna explicación. Ella se marchó furiosa, pero yo tenía otras cosas en las que pensar. ¿Por qué cuando al fin estaba recibiendo placer oral de parte de una chica, tuve que recordar la tarde en la que mi abuelo me obligó a mamársela?
Esa noche me fui a la cama con un agudo dolor de huevos; aunque por suerte no me costó mucho quedarme dormido. El problema estuvo en que mis sueños se tornaron en más recuerdos del sábado pasado en el sótano con mi abuelo; yo atorado con su morcilloza carne masculina en mi boca y garganta, él hurgando rudamente mi culo con sus dedos y luego yo tragando todo ese abundante semen que no dejaba de salirle; así como también su salada orina… Y de pronto desperté a la mañana siguiente, con todo mi bóxer embadurnado con mi propia esperma.
Yo ahora parecía no poder alejar esos recuerdos de mi cabeza y menos cuando veía a mi abuelo. Como ese domingo que fui al baño a mear y cuando abrí la puerta él estaba completamente desnudo, saliendo mojado de la ducha y por secarse todo el musculoso cuerpo.
– No te preocupes muchacho, entra. Yo ya casi termino. —Y bajó la toalla para secar con ella sus voluminosos genitales– Si quieres orinar, hazlo. A mí no me molesta.
– Eh…no… No hace falta. —Le dije prácticamente huyendo avergonzado de la escena.
Y esa misma tarde sucumbí y me masturbé encerrado en mi alcoba, jalándomela frenéticamente y dejando que aquellas morbosas imágenes con mi abuelo llenaran mi mente.
Después de eso me normalicé un poco, restándole importancia a todo lo sucedido, repitiéndome a mí mismo que eso que mi abuelo y yo hicimos había sido simplemente por experimentar, y algo de una única vez nada más. Así pasaron un par de semanas tranquilas, sin nada raro; hasta que mi abuelo invitó a sus viejos compañeros del ejército a la casa.
Era sábado temprano por la tarde cuando comenzó la reunión; pero, entre el alcohol y las reminiscencias del pasado de todos ellos en la milicia, ésta se prolongó bastante. Ya era bien de noche, y el abuelo con sus amigos continuaban chisteando y contando sus historias, todo mientras no paraban de beber cervezas y tragos. Mi mamá le pidió a su padre que ya se detuvieran; pero él no tenía intenciones de hacerlo, y por lo que yo vi, tampoco ninguno de los otros dos hombres. Mi madre no tuvo más remedio que irse a dormir y encerrarse en su habitación; aunque para no molestarla, mi abuelo y sus amigos prefirieron continuar la reunión en el sótano.
Ahora el sótano de la casa estaba ordenado. Mamá y yo habíamos terminado de acomodar todas las cosas y lo habíamos acondicionado para que el abuelo tuviera espacio para todo su equipo de pesas y un lugar propio; por lo que ahora había un amplio sillón y un televisor sólo para él.
Eran alrededor de las doce de la noche cuando yo salí de mi alcoba para ir al baño; en lo que me percaté que todavía se oían ruidos provenir del sótano. Entonces me acerqué al inicio de las escaleras, tal y como yo estaba, en bóxer nada más, y no sé muy bien porque se me dio por asomarme para poder escuchar que era lo que el abuelo y sus amigos tanto hacían:
– …al menos tú tienes canales porno. Mi esposa jamás me dejaría. —Habló quién mi abuelo me había presentado antes como ‘Rambo’.
– A la mía tampoco le gustaría; pero mi hijo menor me deja usar su computadora. —Dijo el otro invitado, el que se llama Luís– Y el cabrón la tiene llena de porno.
– Salió tan pajero como tú, ¿eh Lucho? —Oí decir a mi abuelo y luego reírse con los otros dos.
– Ya sabes cómo es eso. De tal palo, tal astilla. —Contestó Luís y siguió riéndose con sus amigos.
Yo bajé un par de escalones más con mucho cuidado, para no alertarlos de mi presencia, y cuando llegué al descanso de las gradas pude verlos a ellos tres sentados en el sillón, dándome la espalda, y a la pantalla del televisor; la cual mostraba una película porno donde un grupo de hombres abusaban a la vez de una joven y flaca mujer asiática.
– Yo hoy ya me he hecho muchas pajas. —Dijo el que apodaban Rambo– Quisiera mejor meterla en un coñito, uno bien húmedo y tierno.
– O en un buen culito también estaría bien. —Agregó Lucho– Con lo caliente que estoy ahora, la metería en cualquier cosa que tuviera un hoyo.
– ¿Si gustan puedo llamar a una de mis regulares? Tengo varias putas a las que les encantaría recibir tres buenas vergas como las nuestras. —Propuso el abuelo para mi asombro.
– No sería mala idea, Gustavo. —Respondió Rambo en lo que se acababa su cerveza de un trago y luego con la mano estrujaba la lata, haciéndola añicos con gran facilidad.
De los cinco miembros del escuadrón de mi abuelo sólo quedaban ellos tres vivos y de la vieja fotografía, Rambo es el que ahora se ve más parecido a su contraparte joven. Éste sigue llevando la cabeza rapada y el rostro bien afeitado; sólo que ahora tiene unas cuantas arrugas, no muchas pues su piel trigueña ayuda a encubrirlas. Y él al igual que el abuelo sigue siendo muy fornido, con pectorales marcados y brazos musculosos; aunque ahora ya no tiene los cuadritos del abdomen como en la foto, sino que tiene algo de panza, una muy peluda hasta el ombligo.
Por su parte, Luís o ‘Lucho’ como ellos le dicen, también se reconoce fácilmente de la fotografía, pues aún de joven de los cinco era el más velludo; sólo que antes era delgado y marcadito, y ahora es bien gordo y todavía más peludo que antes. Éste ahora usa una tupida barba negra que sobresale de su barbilla por varios centímetros y que hace juego con su espesa uniceja. Y de los tres él es el más alto, a pesar de ser el de menor edad; sin embargo, se ve maduro por su cuerpo masivo todo cubierto de pelos, incluso tiene en los hombros y espalda.
En eso yo di otro paso involuntario y justo la madera de esa grada rechinó. Casi al instante los tres exmilitares se voltearon para hallarme ahí semidesnudo, como un tonto y un fisgón.
– ¿Qué pasa Bruno? —Preguntó mi abuelo al levantarse del sofá; dejándome ver que traía sus jeans desabrochados y en el torso una de sus acostumbradas camisetas de tirantes blanca.
– Eh… Perdón por molestar… —Y mi mirada pasó de la mujer follada en la pantalla de la televisión, a la cara de cada uno de esos machos maduros– Es que yo…pues…
– ¿Qué pasó, chico? No nos tengas pena. —Me dijo Rambo poniéndose él también de pie; sin camisa y con su calzoneta cargo igualmente desabrochada.
– Es que me desperté y como les oí todavía aquí… Eh…pensé en bajar y preguntarles si querían algo de arriba. No sé, ¿quizás más cervezas? —Mentí lo mejor que pude.
– Ya hemos bebido bastante, muchacho. Gracias. —Contestó el abuelo.
– De hecho, ahora estábamos en otra cosa. —Y Lucho señaló con su pulgar al televisor detrás de él, donde la joven asiática estaba siendo penetrada por todos sus agujeros simultáneamente.
– Tienes un nieto muy considerado, Gustavo. —Dijo Rambo en lo que me hizo terminar de bajar las escaleras y me acercó al grupo poniendo su musculoso brazo izquierdo sobre mis hombros.
No sé porque, pero sentía que me había metido en problemas. Comencé a sudar mucho y sentía los latidos de mi corazón ir en aumento. También pude sentir la traspiración de la axila velluda de Rambo sobre mi piel, así como su intenso hedor masculino impregnar toda mi nariz.
– ¿Por qué no vienes y te unes a nosotros? —Siguió diciéndome aquel hombre, mientras me sonreía y llevaba su mano derecha a mi pechito descubierto– Tranquilo, no te pongas nervioso.
– N…no quise molestarles… —Y me giré a ver a mi abuelo, mismo que no dijo nada.
– Para nada, chico. Nosotros sólo estábamos poniéndonos más cómodos o ¿no es así Lucho?
Entonces Luís se quitó la camisa cuadriculada que traía desabotonada del todo, mostrando que su torso es realmente muy velludo y ya tenía un puñado de canas en el medio de su pechote.
– Así es, nene. Aquí tu abuelo nos estaba mostrando los canales porno que él tiene. —Contestó Lucho y noté que él también traía los jeans desabrochados, y de su bragueta salían más pelos.
– ¿Sabes, Brunito? Cuando tu abuelo nos hablaba de ti, él nunca mencionó que su nieto fuera un chico tan bonito.
Yo nuevamente me volteé para mirar a mi abuelo; quien continuaba en silencio, dejando que sus dos amigos ahora me tuvieran prácticamente en medio de ambos como en un emparedado.
– ¿Qué edad tienes, Brunito? —Prosiguió indagando el fornido hombre de cabeza rapada.
– Eh… T…tengo 14 años…
– Por eso es que ya tienes pelitos. —Y el abusivo de Rambo usó su mano derecha para bajar mi bóxer, lo suficiente para descubrir mi pequeña mata de pelos púbicos negros.
– ¡¿Hey?! ¡¿Qué hace?! ¡No…!
Yo traté de levantar mi bóxer para taparme, pero el macho más peludo me retuvo.
– Ya eres todo un hombrecito bonito. —Dijo el primero, el que me tenía sujeto por los hombros.
– No tengas vergüenza, nene. —Habló Lucho– Apuesto a que tu abuelo piensa igual.
Y tanto Luís como yo dirigimos nuestras miradas hacia mi abuelo; el cual mantenía su postura severa, viéndome directo a los ojos a través de sus espesos anteojos.
– M…mejor re…regreso a mi… A mi habitación…
Me estaba sintiendo cada vez más inseguro y asustado; al mismo tiempo que la actriz asiática de la porno estaba de rodillas en el suelo, recibiendo un brutal ‘Bukkake’ de unos 8 o 9 machos. Yo sentía la respiración de Lucho en mi nuca, así como el áspero roce de los abundantes vellos de su torso contra mi espalda desnuda y el duro contacto de su entrepierna detrás de mí; en lo que él me sujetaba de los brazos, dejándome indefenso para el toqueteo de su amigo. Éste otro empezó a estrujar mis pezones con ambas manos, diciendo que mi piel era muy suave, como la de una chica; luego con la derecha me bajó más el bóxer, descubriendo del todo mis genitales, y entre sus sudados dedos agarró mi flácida verga, manoseándomela bruscamente.
– ¡Hey! ¡No…! ¡Por favor…! —Les supliqué con voz entrecortada por los nervios. Ahora Rambo estaba frente a mí muy de cerca, tanto que podía sentir su aliento a alcohol en mi propia boca.
– Bueno, ya basta de juegos ustedes dos. Dejen al pobre muchacho tranquilo. —Habló finalmente mi abuelo, al mismo tiempo que se acercaba para separarnos.
– ¡Vamos Gustavo, no te hagas! —Contestó Rambo sin detenerse. De hecho, ahora con su mano izquierda me jalaba las bolas a la vez que seguía manoseándome– Mejor bájate los pantalones y muéstranos cómo te sientes realmente.
Yo veía fijamente a mi abuelo, sintiendo todo mi cuerpo sudar frío y mi rostro caliente, pero él miraba a sus dos excompañeros militares.
– Rambo, no me obligues a…
– ¡Vamos, Gustavo! —Lo interrumpió su amigo, sonriéndole con malicia– ¡Muéstranos esa enorme verga tuya! Desde aquí se nota que la tienes durísima.
– Sí, como en los viejos tiempos. —Oí decir a Lucho detrás de mí y después reírse.
En eso mi vista pasó del semblante serio de mi abuelo a su entrepierna. Él entonces se terminó de bajar la bragueta, luego hurgó dentro de su sucia trusa y se sacó la tremenda erección que tenía; empezando a pajeársela ahí mismo, viendo cómo sus dos amigos me manoseaban.
– Fiuuu~! —Silbó Rambo– Había olvidado lo dotado que eres Gustavo.
– Apuesto a que te mueres de ganas por metérsela a tu nietecito. —Dijo Lucho, al tiempo que yo sentí como con su ruda mano me apretaba las nalgas y como con su índice buscaba mi ano, para meterme todo el dedo una vez que lo encontró.
Yo protesté en vano un par de veces más; pero evidentemente estaba a merced de mi abuelo y sus toscos amigos exmilitares, todos ellos fácilmente más grandes y fuertes que yo. De pronto los invitados del abuelo me giraron, de manera que mi culo desnudo quedó frente a la vergota del padre de mi mamá; exhibiéndome para provocarlo todavía más.
– ¿No me digas que no has soñado con desvirgar el culito de tu nieto? —Le preguntó Rambo al hombre que ya restregaba su jugoso glande entre mi pálida raja; mientras que Lucho me quitada del todo el bóxer, abriéndome bien de piernas, y en lo que yo no podía hacer nada entre el calor y traspiración hedionda de esos tres maduros machos.
– ¡Sólo mira este agujerito! —Agregó el más velludo de ellos, separando mis nalgas– Puedes ver entre los pelitos lo cerradito que está. ¡Mmmm…no hay nada como un hoyito sin estrenar!
– ¡Oh…Joder! ¡Dame acá! —Oí decir a mi abuelo, al tiempo que me sujetaba de las caderas y con violencia empujaba la punta de su descomunal rabo contra mi estrecho esfínter virgen.
Por supuesto yo solté un tremendo grito de dolor cuando sentí el macizo y casi musculoso falo de mi abuelo romperme el ano; empujándomelo bien adentro, que podía sentir como éste me iba desgarrando y ensanchando todo el interior de mi culo, haciéndose agresivamente cabida para introducírmela entera, hasta experimentar el rasposo roce de sus pelos púbicos.
– ¡Eso es cabrón! ¡Rómpele bien el culo a tu nene…! —Escuché decir a Lucho a un costado; a la vez que mi abuelo ya empezaba a metérmela y sacarla con fervor, cogiéndome muy duro, que francamente no sé cómo pude soportarlo sin desmayarme siendo esa mi primera vez. Lo qué si tengo claro, es que no grité más alertando a mi madre, pues el sádico de Rambo se había sacado su miembro viril y me lo embutió de lleno en mi desprevenida boca.
– ¿Qué tal está el culo de tu nieto, eh Gustavo? —Le preguntó Rambo, follando ya mi garganta sin contemplaciones; que yo tenía dolorosas arcadas, sólo superadas por las aún más dolorosas cogidas que mi propio abuelo le estaban dando a mi trasero juvenil.
– ¡Es una jodida delicia! Ooohhh… —Mi abuelo bufaba como una bestia embramada– Y tú Rambo asegúrate de atragantarlo por completo.
Y terminando de decir eso, sentí como la mano del abuelo me empujaba la cabeza para que yo engullera más de la carne masculina de su amigo; que hasta tenía todos los rizados pelos púbicos de ese otro macho frotándose contra mi enrojecido rostro.
– ¡Maldición! Yo también quiero un poco de este putito. —Dijo Luís, el maduro más velludo, en lo que se acercaba y se paraba junto a Rambo, ofreciéndome su erecta verga para mamar.
Yo estaba siendo sometido por esos tres maduros exmilitares, por lo que no tenía sentido fingir y resistirme inútilmente; así que cuando el macho rapado me sacó su arma fálica de la garganta, me giré y abrí bien mi boca para recibir el otro carnoso rabo, mamándoselo como había hecho días atrás con mi abuelo en ese mismo sótano.
– Mira como el putito resultó ser todo un ‘chupa-vergas’. —Se burló Rambo riendo, mientras sus dos amigos jadeaban de gusto a mis expensas.
Los instrumentos sexuales de los compañeros de mi abuelo eran como el de él, ambos dignos de unos verdaderos machos bien dotados. El de Lucho era el más gordo, además de ser el más cabezón y por supuesto también el más velludo de los tres, sus pelos púbicos parecían treparle por todo el tronco hasta media verga. Y en cuanto al miembro de Rambo, éste era casi tan grande y grueso como el del abuelo, incluso era muy venoso y tenía mucho prepucio, que aún erecto estaba cubierto de pellejo y sólo cuando yo se lo chupaba lo descubría bien, para poder así sentir el salado sebo que tenía escondido debajo.
Ese par de maduros sementales se peleaban por meter sus vergas en mis fauces, que en varias ocasiones lograron meter a la vez sus glandes, desfigurando mi cara en el proceso y casi destrabando mi mandíbula. Yo no podía quejarme, como ya mencioné tenía toda la boca llena al igual que mi culo; puesto que el macho de mi abuelo no paraba de rompérmelo como si yo fuera una de sus tantas novias o una puta cualquiera.
– Oh…sí, Gustavo… Tu nietecito resultó ser justo lo que necesitábamos… —Decía Rambo gimiendo.
– ¡Ah…qué ricuraaahhh…! Puedo sentir mi verga frotarse contra la tuya dentro de la boquita del putito…Ooohhh… —Oía a Lucho confesarle a su amigo, a la vez que ellos dos me tenían en una doble mamada de vergas.
– ¡Ah…maldición! ¡Me corro…! ¡Ah…sí! ¡¡AAAHHH!!
Y con eso empecé a experimentar el llenado anal de mi abuelo con su cuantiosa leche viril. Pude sentir claramente cada uno de sus espasmos fálicos, en lo que los poderosos chorros de su esperma salían disparados de su enorme verga y se regaban por todo mi interior, aumentando así el calor dentro de mi roto culo. Y acto seguido mi boca y garganta también se llenaron de semen; pues tanto Rambo como Lucho se habían corrido al unísono, que sus resoplidos se superponían y retumbaban en el sótano; pero aquellas descargas seminales fueron más de lo que yo pude tragar, que sacándome las vergas terminaron de verter su leche de macho sobre mi rostro.
Después de eso todo me resultó tan abrumador, que no estoy muy seguro de lo que pasó; sólo recuerdo escenas confusas. Los tres sementales estaban desnudos por completo al igual que yo y me manipulaban como si fuera un muñeco, un simple juguete sexual para su perverso placer.
Todo el lugar apestaba a la mezcla de sus sobacos sudados y yo sentía el fuerte sabor al semen de Rambo y Lucho en mi lengua y paladar, escurriéndome también por la cara y cuello, todo mientras mi adolorido culo palpitaba y goteaba sin cesar parte de la espesa esperma del abuelo. Y no sé cómo, pero ya ellos estaban listos para más, para seguir usándome; que pronto tuve otra verga erecta dentro de mi recto, abriéndome todavía más mi rasgado ano.
Creo que fue la de Rambo, se sentía tan enorme como la de mi abuelo, azotándome muy duro y rápido, que no pude más y me oriné ahí mismo, en el piso del sótano; en lo que los otros dos me obligaban a chupar otra dura y venosa verga, y luego unos colosales y muy peludos par de huevos. Ese trío de morbosos sementales me movía de un lado a otro, de arriba abajo, utilizando mi cara y culo para introducir rudamente sus miembros masculinos y como depósitos para las incansables descargas seminales que cada uno de ellos tenía reservada para mí.
En un momento recuerdo que me giré y noté que en el televisor había iniciado una nueva película porno, una en donde irónicamente un chico estaba siendo cogido por varios hombres, justo como yo me encontraba siendo follado ferozmente por mi propio abuelo y sus dos viejos amigos.
De pronto tuve otro macizo y morcillozo rabo en mi trasero, bombeándome más leche viril dentro de la que ya tenía, mientras chupaba una traspirada y asquerosa axila; creo que era la de Rambo, pues me pareció ver el enorme tatuaje de un tanque en sus torneados pectorales. Y seguido estaba mamando otro formidable falo, estoy seguro de que era el de mi abuelo, ya que el de él es el que llega más profundo en mi garganta, que casi me hizo vomitar.
– ¿Quieres más leche no es así, putito? ¡¡AAAHHH!!
– ¡Sí, abuelo! Mmmm… ¡Denme más! ¡Gulp~! ¡Por favor, más! ¡Gulp~! ¡Más! ¡¡MÁS!!
Una vez más ingerí muchísimo semen, tibio, cremoso y delicioso, que no pude evitar querer más. Otro de ellos eyaculó en mi cara y boca abierta, en lo que yo me relamía, y el macho restante me llenaba el culo; que yo ya tenía tanto que sentía como toda esa esperma se resbalaba de mi esfínter partido y se escurría por mis piernas, cayendo en un inmundo charco en el piso.
No sé cuántas veces se corrió cada uno, sólo recuerdo que la reunión de veteranos de mi abuelo se prolongó hasta la madrugada; a escasos minutos antes de que mi madre se levantara y lo suficiente para que yo volviera a mi habitación, bañado totalmente de sudor, semen y orina de todos esos machos, y tan cansado que así sucio como estaba me desmayé en mi cama.
Me desperté el domingo a mediodía y me levanté con un terrible dolor en todo el cuerpo y un hedor a sexo y macho, que me fui directo a la ducha. Una vez que salí limpio en toalla, me encontré con mi abuelo en el pasillo, saludándome como si nada, y justo en lo que él se marchaba a su alcoba, yo lo detuve y le pregunté:
– Abuelito, ¿cuándo va a volver a invitar a sus amigos…?
Él sólo sonrió, me acercó a su musculoso cuerpo y metiendo su áspera mano bajo la toalla para estrujar una de mis nalgas, me besó en la boca.
—El Fin?
Ufffff, espectacular, como nos tienes acostumbrados! Super morboso y excitante! Me encantaria leer mas de estas aventuras del abuelo-nieto, sobre todo ahora que se animaron a comerse las bocas!
Gracias elbotija10; pero no creo continuarlo, pues parece que últimamente mis relatos ya no despiertan mucho interés (excepto en ti, que eres mi fiel lector 😛 )
Salu2!! 😉
Porfa continualo, me habré hecho muchas pajas con este relato, necesito una tercera parte plis 🤤
Que me alegra que lo hayas disfrutado tanto; pero igual no, lo siento 😛
Salu2!!
Formidable relato: felicidades
Gracias 😉