En el Sótano del Abuelo III
…y mi fiesta de cumpleaños…..
Esa tarde me encontraba de rodillas en el piso de la sala, entre las recias piernas de mi abuelo; el cual estaba sentado desnudo en el sofá, bebiendo cerveza y viendo cómodamente el partido de fútbol en el televisor a mis espaldas; en lo que su nieto, es decir yo, le comía con deseo y lujuria sus impresionantes genitales masculinos. Él ni siquiera me miraba, prefería concentrarse en el juego; como si aquello no fuera nada especial y quizás no lo era, pues ya era costumbre mía de varios meses atrás atender las necesidades sexuales de ese maduro semental.
Yo le saboreaba las sudadas bolas cubiertas de rizos negros, chupándoselas una a una; mientras con una mano le pajeaba todo su macizo rabo, al mismo tiempo que me jalaba mi verga con la otra; ya que el mamarle la vergota al abuelo me calentaba muchísimo. Indudablemente desde su reunión de veteranos, él y sus amigos me convirtieron en un verdadero sumiso ‘chupa-vergas’.
Eso era algo en lo que yo ya no pensaba; no tenía sentido para mí ponerle mente a eso y tratar de descifrar cual era mi sexualidad, cuando estaba tan claro que lo que yo más disfrutaba era comerme la viril carne de mi macho abuelo. Y eso era justo lo que estaba haciendo ahora; se la lamía toda, desde la tosca base rodeada de venas, juntando los dulces y viscosos líquidos seminales que le escurrían, hasta que llegué a su gran glande de donde le emanaban sin parar, y seguido me metía a la boca aquella enorme cabeza fálica, engulléndome medio rabo hasta la faringe; cosa que lo hizo suspirar profundo y con una de sus rudas manos me jaló del cabello y me empujó hacia abajo para que me atragantara todavía más con su descomunal hombría.
Entonces él prácticamente me estaba follando por la boca y garganta, ayudándose con su pelvis, elevando las caderas cada vez que me empujaba la cabeza hacia abajo para atorarme más; hasta que con sonoros resoplidos empezó a eyacular dentro de mis fauces. Tragar su espeso esperma, cuyo sabor es muy intenso, me causó tanta excitación morbosa que mis jaladas se intensificaron al punto que yo también me corrí; soltando mi semen por todo el suelo de la sala y terminar manchando la base del sillón frente a mí.
Cuando acabé de tragar el último chorro de la rica leche viril de mi abuelo, le limpié bien el glande; justo por el frenillo, lo que hizo que se estremeciera un poco, y luego le metí la punta de mi lengua en el ojete, tratando de extraer hasta la última gota de su esencia seminal. Después de eso me incorporé y senté a su lado a terminar de ver el partido como si nada; como parte de mi nueva rutina diaria con él. El abuelo y yo nos llevábamos como antes, simplemente ahora tenía que mamársela siempre que él quería y cuando yo tenía suerte me volvía a coger el culo.
Yo corté con mi novia, pues mis pensamientos y pajas eran únicamente para él. En cambio, mi abuelo sé que continuaba con sus múltiples amoríos, siendo el mujeriego semental que es. A mí eso no me molestaba, sólo era de esperar agradecido por las ocasiones en que él tenía ganas de follarme duro y llenarme todas las entrañas con su cuantiosa leche de macho.
Así pasaron un par de semanas mes, hasta que llegó el día de mi cumpleaños número 15. Justo cayó sábado y en uno en el cual mi mamá no podía estar a raíz de su trabajo; por lo que la noche anterior y durante la cena, le pidió a su padre que se encargara de celebrarme. Mi abuelo le respondió que sí, que él se encargaría de todo sin problemas para festejarme a lo grande y me giñó un ojo. Yo sólo pude pensar que aquello sería todo un largo día con él reventándome rico el trasero una y otra vez; que esa noche me costó dormirme por la emoción.
Ya el mero sábado me desperté bastante tarde y con una ansiosa erección, pero no quise masturbarme reservándome para el festejo. Salí de mi alcoba en uno de mis ajustados bóxer y cuando llegué a la cocina me encontré al abuelo leyendo el periódico en la mesa circular.
– ¡Buenos días, abuelo!
El bajó un poco el diario matutino, lo justo para poder verme, y me contestó:
– Buenos días, Bruno… —Y en el instante que pensé lo había olvidado– Y feliz cumpleaños. Hoy quiero tocino frito de desayuno; pero ya no hay, ¿por qué no vas al mercadito de don Wong?
Mi desilusión fue evidente; aunque por supuesto no le dije nada y como era mi costumbre obedecí al hombre de la casa, quien era mi única figura paterna y ahora incluso mi macho.
Sólo me puse una corta calzoneta, una camiseta floja y salí de casa a unas cuantas cuadras donde está el mercadito chino. Extrañamente no estaba el señor Wong; por lo que me atendió su hijo (que por cierto es de mi edad) y luego de pagar regresé con la dichosa tocineta.
Cuando entré nuevamente en la cocina y me dispuse a preparar el desayuno del abuelo, escuché su voz llamarme; pero ésta no provenía de la sala como pensé al inicio, sino que venía de la puerta que conduce al sótano. Me asomé y vi que había luz, así que bajé las gradas preguntándole que era lo que necesitaba y en lo que giré en el descanso me llevé una sorpresa.
– ¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS!! —Gritaron varias voces masculinas.
En el sótano estaba mi abuelo con sus dos compañeros exmilitares, Rambo y Lucho, había otro hombre muy alto y delgado que yo no conocía, e incluso estaba nuestro vecino el señor Wong, que era también amigo del abuelo.
– ¿Acaso creías que no te iba a hacer fiesta de cumpleaños? —Me dijo el abuelo de pie con esos otros hombres a su alrededor, que al parecer eran los únicos invitados a mi celebración.
El sótano se veía como siempre, simplemente había un par de globos y a un costado en una mesita tenían un pastel; pero lo que más habían eran cervezas en una hielera, incluso todos ellos ya tenían una en mano. En eso mi abuelo se acercó y me entregó mi regalo, una caja sin envolver con un chongo. Cuando me percaté de lo que era ese paquete, me quedé atónito y sé que mi rostro se puso tan rojo como el moño que lo adornaba. Se trataba de un enorme dildo negro.
– ¿N…no entiendo qué…?
– No te hagas, Bruno. Además, nos salió costoso. Pero el vendedor dijo que ese es el modelo más cotizado por putitos adictos a las vergas como tú.
– ¡A…abuelo no diga eso! —Le dije sudando y seguramente muy colorado; puesto que estaba obviamente mortificado por la vergüenza de que él me expusiera así frente a sus amigos.
– Relájate, muchacho. Rambo y Lucho ya te conocen bien. —Y en eso me percaté de que todos los invitados me veían fijamente y me sonreían– Y acá don Wong y Néstor también quieren festejarte como te mereces.
Para ese momento él comenzó a desabrochar su pantalón y luego, hurgando dentro de su trusa con la mano derecha, se sacó el rabo junto con sus pesadas bolas.
– Todos aportaron para tu regalo. —Prosiguió mi abuelo, mientras con la izquierda se levantaba su camiseta blanca de tirantes y descubría su esculpido físico– Por eso los invité a tu fiesta. Ya sabes, la compañía adecuada para hacerte disfrutar a lo grande en tu celebración de 15.
– ¡¿Es…es en serio, abuelo?!
Pero él no me respondió, únicamente se echó a reír y detrás de él sus amigos también rieron. El abuelo se acercó más a mí, tomó la caja de mis manos y la rompió para sacar aquel enorme juguete sexual, sacudiéndolo en el aire para mostrarme sus portentosas dimensiones.
– Hmmm… No puedo esperar para verte con todo esto bien ensartado en tu culito de puto.
Acto seguido, los otros cuatro hombres me rodearon y entre todos me empezaron a desnudar; entre risas, comentarios obscenos y manoseos inescrupulosos a todo mi cuerpecito. Y cuando me volteé para ver al abuelo, éste se había colocado su sudada camiseta detrás de la nuca y ya no tenía puestos los pantalones; estando con la entrepierna libre y su enorme miembro masculino erecto, mismo que se sacudía impresionantemente de la anticipación.
Yo estaba completamente a merced de todos esos machos calientes y depravados. Me habían suspendido boca arriba como si yo no pesara nada. Rambo y el que yo no conocía me tenían agarrado de las axilas, incluso Rambo tenía enrollado uno de sus fornidos brazos por mi cuello; a la vez que Lucho y el señor Wong me sujetaban por los muslos, abriéndome y elevando mis nalgas y expuesto ano; justo en lo que mi abuelo me comenzaba a frotar el dildo por el esfínter.
– ¡Ahora sí que va a iniciar la fiesta! —Habló Rambo en tono malicioso casi en mi oreja.
– Primero hay que lubricarle bien el culo. —Escuché decir al señor Wong, cosa que me sorprendió mucho; ya que él me conocía desde que yo era un niño pequeño.
– Yo ya estoy tan caliente. —Dijo Lucho– Que me está escurriendo muchísimo la verga. Seguro que con eso tenemos suficiente… Je, je, je…!
– Hubiera traído lubricante de la tienda. —Oí a quien mi abuelo llamó Néstor y en ese momento entendí que ese hombre era un perfecto extraño; el abuelo simplemente lo había conocido el mismo día en que compró mi regalo. Era el vendedor del “Sex-Shop”.
Mi corazón latía a mil por segundo; pero más que por los nervios era a causa de mi propia y desenfrenada excitación. Aquello no podía ser cierto, seguramente estaba soñando, pues este tipo de cosas sólo pasa en las películas pornos y no en la realidad.
– No puedo esperar para reventarle el culo a este putito. —Confesó Néstor.
– Ay Brunito, hoy sí que te va a tocar una tremenda cogida grupal. —Y Rambo metió su lengua en mi oído y luego me mordió la oreja– No vas a poder ni caminar cuando terminemos contigo.
– ¡Miren como el chico lo está deseando! Tiene la verga bien parada y chorreándole. —Dijo don Wong al mismo tiempo que con una de sus manos me la sujetaba y jaloneaba duro.
– ¡Oye, Gustavo! —Protestó Lucho– ¡Pártele de una vez el culo a tu nietecito! Así nosotros ya podemos tener nuestro turno para gozar de este nenito también.
Entonces me llevaron y recostaron en la larga y angosta mesita, en donde mi abuelo elevó bien mis piernas y me restregaba su jugoso glande contra mi sonrosado ano; mientras el resto de los machos se desnudaban y liberaban sus erectos miembros masculinos.
– ¡Oh, mira! Casi me olvido de tu torta, Brunito. —Y yo giré mi cabeza para seguir la mirada del abuelo, quien con una mano acercaba el sencillo pastel de cobertura blanca– Sabes, tu mami la hizo especialmente para ti.
En eso sentí en mi trasero como él me untaba con sus dedos algo frío y cremoso, restregándomelo rudamente por toda mi raja y dentro de mi ano, metiéndome ya dos de sus nudosos dedos en mi impaciente recto (yo ya estaba anhelando todo eso).
– No podemos desperdiciarla. —Y mi abuelo me metió más nata pastelera dentro del culo.
– ¡Ah…sí, abuelito! ¡Deme más! —Le pedía entre gemidos, sintiendo como mi anito estaba devorando toda esa mantecosa cobertura de mi pastel de cumpleaños.
Y en lo que mi abuelo alimentaba con más crema mi hambriento culito, los otros hombres me manoseaban completamente, con lujuria y maña; estrujando mis tetillas, jaloneando mi rígida verga, y frotando sus hombrías por mis axilas y jadeante rostro.
Mi perverso abuelo sacó sus dedos embadurnados y directo de mi recto me los metió en la boca, para que yo probara el pastel y le limpiara ávidamente los dedos con mis labios y lengua.
– ¡Eso es, putito! Y no te olvides de agradecerle a tu mami por tu rica torta.
– Mmmm… ¡Oh…sí, abuelito! Mmmm…
– Sí que le gusta. Sólo miren como el chico se la come toda. —Observó el señor Wong, al mismo tiempo que yo sentía como él me retorcía los huevos en su áspera mano.
– ¡Métanle un poco más! —Pidió Néstor y fue Rambo quien agarró otro trozo de pastel y me lo embadurnó por el culo, metiendo tres de sus dedos para esparcir más de la nata en mi interior.
– ¡Uff…! Cómo se siente de cremoso y caliente dentro de su culito… ¡Mejor que un coño!
– ¡Rayos! Ya quiero meterle todo mi rabo. —Oí decir al desesperado de Lucho.
De ahí me giraron como si nada; quedando boca abajo sobre la mesita, con las piernas abiertas, mi trasero en el aire y mi cara justo sobre el pastel; por lo que mi abuelo, con una mano sobre mi cabeza, metió todo mi rostro en la torta, obligándome a comérmela como un cerdito; a la vez que con su otra mano volvía a meterme los dedos por mi ensanchado esfínter.
– ¡Oh…Wow! ¡Cuatro dedos van ya! —Dijon don Wong impresionado, viendo como su vecino seguía hurgando de forma desmedida el culo de su nieto adolescente.
– ¡Tu nietecito sí que es un puto! —Habló Néstor pajeándose con energía.
– ¡Vamos, Gustavo! ¡Deja eso ya y métesela de una puta vez! —Le dijo Rambo a su amigo.
Así que mi abuelo se detuvo y, sacándome la mano del ano, empezó a meterme su increíble instrumento viril. Yo intenté gritar, pero tenía todavía la boca llena de pastel; al tiempo que sentía como todo su carnoso rabo me penetraba. Su formidable falo deslizó entero por mi recto hasta el fondo, que pude sentir el pegue de sus bolas contra mi abierto agujero anal.
– ¡Eso es! ¡Clávasela completa a tu nieto puto! —Alentaba Lucho a mi abuelo– ¡Muéstranos como lo atraviesas con esa gigantesca verga tuya!
– ¡Mmgh! ¡Ummgh! ¡Mmgh! —Era todo lo que yo podía vociferar mientras el abuelo ya empezaba con sus salvajes embestidas. Demostrándoles a todos su inigualable virilidad.
La mesita se sacudía. Todos esos machos traspiraban mucho y su hediendo olor a sobaco sudado me ponía en un mayor trance sexual del que ya estaba. Ellos decían todo tipo de cosas morbosas y perversas, las cuales me excitaban más y provocaban que el abuelo me diera más duro; mientras se masturbaban observando ese espectáculo entre un semental abuelo y su sumiso nietecito.
– ¡Ummgh! ¡Oh…sí, abuelito…! ¡Mmgh! ¡Qué rico…! —Logré decir con la cara toda llena de crema.
– ¡Cállate y cómete toda tu torta! —Y acto seguido, él nuevamente enterró mi rostro en mi pastel de cumpleaños; sin por un segundo dejar de bombearme con fuerza el trasero.
El abuelo al follarme de esa manera tal brutal, me zarandeaba tanto junto con la mesita, que el pastel cayó al piso y yo pude recuperar el habla sólo para gemir y pedir más:
– ¡Sí, abuelito! ¡No se detenga! ¡Agh! ¡Úseme como a una de sus putas! ¡Sí, así! ¡Agh!
– ¡Ya oíste al putito, rómpeselo más fuerte!
– ¡Eso, cógetelo muy duro!
– ¡Oh…rayos que caliente que es esto!
Escuchaba sin distinción las voces de los otros calenturientos machos; en lo que mi rudo abuelo me destrozaba deliciosamente el colon y yo suplicaba por más:
– ¡Abuelito, más! ¡Por favor, deme más! ¡Agh! ¡Vióleme! ¡Lléneme el culo de leche! ¡¡AGH!!
– ¡Ah…maldición! ¡Me corro…! ¡Oh…sí, joder! ¡¡AAAHHH!! —Y ahí comencé a sentir como la cuantiosa esperma de mi abuelo me inundaba las machacadas entrañas, chorro tras chorro; hasta que ya no salía más semen de su morcilloza vergota. Entonces me volteé y contemplé el musculoso cuerpo de ese semental a quien podía llamar abuelo. Él estaba todo sudado, tenía las venas de sus macizos bíceps y anchos pectorales bien marcadas por el esfuerzo, y sus espesos lentes estaban empañados por el vaho varonil que ahora cubría el sótano.
– Abuelito déjeme limpiársela… —Le pedí abriendo la boca y sacando la lengua; al momento que sentí que él me retiró todo su sólido rabo y gran parte de su crema viril brotaba de mi ano roto, toda mezclada con la nata pastelera, y caía al suelo.
– Uff… Luego, Brunito. Y no te preocupes, aún tengo las bolas llenas; pero ahora es tiempo de que atiendas también a tus invitados.
Y en lo que yo veía a mi abuelo tomar una cerveza helada y bebérsela de un trago; con su grueso miembro masculino colgándole pesado en medio de sus recios muslos y aun goteando al piso; los otros cuatro hombres me agarraron como buitres sobre su inerte presa, me apartaron de la mesita y nuevamente suspendido en el aire entre todos ellos me usaron por turnos.
El primero de ellos fue don Wong, ese maduro vecino que yo conozco desde que tengo memoria; pero esta fue la primera vez en que lo veía desnudo, pálido y panzón, y con un falo sumamente gordo y cabezón, todo cubierto por muchas venas resaltadas al punto de verse grotesco.
– Sosténganlo así, eso, boca arriba. Quiero verle la carita cuando se la meta toda. —Dijo el dueño del mercadito chino, relamiéndose las ansias en medio de mis piernas abiertas.
– ¡Déjate de mover tanto! —Protestó Néstor en lo que me suspendía de las caderas.
– El muy puto se muere de ganas de que le metan otra verga. —Observó Lucho riendo.
– Ay Brunito, prepárate porque ésta parece pez globo. —Y Rambo también se rio, mientras él y su excompañero militar me tenía sujeto por los brazos.
De un solo, el sádico del señor Wong me ensartó toda su verga en el culo; que por más relajado y abierto que ya estaba después de las brutales folladas de mi abuelo, igual experimenté un intenso tirón en mi ano y como todo mi recto se expandía por dentro; en lo que ese maduro asiático comenzaba a bombearme con vigor y una velocidad vertiginosa, que con cada empujón de su pelvis mi propia verga se estremecía erecta sobre mi plano abdomen.
– ¡Agh! ¡Sí, que rico! ¡Deme verga don Wong! —Le pedía gimiendo de dolor y placer; pero en eso miré a mi abuelo observarme junto a la mesita bebiendo otra cerveza– ¡Abuelito, eres el mejor del mundo! ¡Aaghhh! ¡Mire como me dan duro por el culo!
– Lo sé, Brunito. Y de aquí puedo ver perfectamente lo putito que eres. —Me contestó con la cerveza en una de sus manos y en la otra sostenía su vergota otra vez enorme y bien tiesa.
Yo quise decirle más cosas y agradecerle por esa maravillosa fiesta; pero entre mis jadeos Rambo y Lucho aprovechaban para meterme sus rabos por la boca, turnándose para cogerme la garganta, al mismo tiempo que el señor Wong aumentaba sus estocadas a mi culito roto.
Aquel falo era tan rollizo que cada vez que me lo metía, éste no dejaba espacio para más nada en mis entrañas; que sin poderme controlar empecé a orinarme encima y en medio de esos machos, y con mi abuelo masturbándose cerca, viéndolo todo con orgullo dibujado en su rostro.
– Oh…eres todo un cerdito. —Dijo el chino que me cogía sin descanso– ¡Ooohhh…! Y tienes un culo delicioso… No puedo creer que tengas la misma edad que mi hijo…
– ¡Vamos, macho! ¡Fóllate al putito como si se tratara de ese hijo tuyo!
Oí a uno de ellos, ya no recuerdo bien a quien; pero como fuera, eso fue tan morboso que el señor Wong no pudo más y alcanzó el orgasmo dentro de mi trasero. La segunda carga seminal.
Todos vitorearon y celebraron la corrida de don Wong, y cuando éste me la sacó del todo, sentí mi esfínter exageradamente dilatado, que podía sentir una corriente de aire entrar en mi culo.
Luego fue el turno del vendedor de la tienda. Néstor era el macho más joven de todos ellos, seguramente rondaba los 40 años; era muy alto y delgado, de piel curtida por el sol, de cabello castaño ensortijado y de bigote, y también tenía pelo en pecho lo que lo hacía verse muy varonil.
Y de pronto vi la hombría que él portaba en su peluda entrepierna; era un buen mazo, muy largo, algo grueso y curvo como un garfio; que en el instante que lo sentí todo dentro, me tenía enganchado hasta el colon, dejándome por unos segundos sin aliento. Néstor sorprendentemente tenía una gran fuerza; ya que me tenía suspendido el solo y de perrito, pero sin apoyar mis pies en el suelo. Me mantenía en el aire sólo con su erecta verga ensartada en mi culo y me sujetaba por ambas muñecas como si mis brazos fueran manubrios para que él me cogiera mejor.
Mientras tanto el sudado señor Wong se unía al abuelo y merecidamente se bebía una refrescante cerveza, casi que brindando en mi honor. Y por su parte, Rambo y Lucho seguían restregando sus rabos por mi cara, embadurnándome de sus ricos jugos seminales y volviendo a hacer que yo les comiera esos suculentos falos, uno a uno, y a veces intentaban juntos a la misma vez.
– ¡Ummgh! ¡Mmgh! ¡Ay sí…más! ¡Más! ¡Aaghhh! —Le imploraba al vigoroso de Néstor, quien me embestía salvajemente y cada vez más rápido, y se lo rogaba gimoteando durante las breves oportunidades en que los otros dos hombres me dejaban respirar.
– ¡Eso es macho! ¡Reviéntale el culo a este putito, te lo está pidiendo! —Lo alentaba Rambo.
– ¡Sí, cabrón! ¡Muéstranos lo bestial que puedes ser montándotelo! —Agregó Lucho.
Yo no pude más. La formidable virilidad de ese semental se enganchaba dentro de mis entrañas de una forma que me presionaba la próstata; que sin tocarme empecé a largar mi esperma en largos y espesos disparos que surcaron el sótano, cayendo al piso frente a mi abuelo y don Wong.
– ¡Ooohhh! ¡Su culo está teniendo espasmos! Aaahhh…me vengo… ¡¡AAAHHH!!
Y con eso Néstor me inyectó en el trasero la tercera carga seminal de ese sábado.
Finalmente, el tercero en cogerme me soltó y caí en cuatro al suelo; totalmente traspirado y sintiendo como mis entrañas ardían de tanta fricción fálica y maltrato, y también podía percibir como mi esfínter estaba ensanchado a dimensiones cerca del desgarre.
– ¡Rayos! ¡¿Cómo le ha quedado el hoyo al putito?! —Observó Lucho en lo que se jalaba la verga, contemplando lo que tendría que ser el rojo interior de mis intestinos.
– Pero se nota que todavía el puto puede con más. —Y su amigo Rambo también se pajeaba viendo como de mi abierto ano escurría más semen en grumosos borbotones, deslizándose por mi perineo y bolas, hasta caer en el asqueroso piso ya lleno de orina y leche viril.
– ¡Más! ¡Por favor, denme más! ¡Quiero mucho más! —Les seguía suplicando, levantando más mi trasero para provocar al par de machos que hacían falta usarme.
Entonces, los dos rudos exmilitares me cargaron en medio de ellos; como en un emparedado de semental, donde la tierna carne era mi ultrajado trasero; sentándome en sus dos recias vergas juntas, ambas grandes y gruesas, en una desgarradora doble penetración. Me lograron meter la mitad de ese par de macizos miembros de una sola sentada, haciendo que mis gritos retumbaran por todo el sótano. Yo me aferraba al fornido y trigueño torso de Rambo, de sus anchos hombros y marcados brazos, mientras en mi espalda y nalgas sentía el voluminoso y velludo cuerpo del urso de Lucho; y todo al mismo tiempo en que sus dos rabos entraban más en mi colon.
– ¡Agh! ¡Más…! ¡Así…sí! ¡Agh! ¡Más…! ¡¡AGH!! ¡Me están partiendo en dos! ¡¡AGH!!
Yo gritaba, en lo que esos sementales pasaban sus lenguas por mi cuello y cara, besándome.
– ¡Diablos! No era mentira cuando dijeron que era un verdadero puto. —Oí decir a Néstor, que se había unido a los machos que ya me habían sodomizado– Hasta aguanta dos vergotas juntas.
– Está claro Gustavo, que a Brunito le encanta que le destruyan el culo a vergazos. —Dijo Wong- Sí que tienes mucha suerte de tener un nietecito así.
En ese momento yo me volteé para ver a mi abuelo, quien me miraba fijamente con su verga escandalosamente erecta, incluso más hinchada que antes; de hecho, los otros dos a su lado también estaban masturbando sus miembros nuevamente duros y listos para más.
Todo era tan excitante y perverso que pensé que estaba teniendo una experiencia extracorpórea; observando desde arriba como ese par de sementales veteranos me cogían el culo a la vez, con sus dos poderosos rabos juntos tan hondo dentro de mí, que regresé a mi cuerpo sólo para correrme otra vez sin tocarme, manchando de semen la panza peluda de Rambo.
– El muy putito se vino encima mío… ¡Ooohhh…qué rico! —Dijo el macho de cabeza rapada y con el tatuaje de un tanque en su pecho– Aaahhh… ¡Lucho, ya no puedo más!
– ¡Yo tampoco! Ooohhh…siento tu verga frotarse contra la mía delicioso! —Le respondió su amigo de espesa barba, jadeándome en mi nuca– Aaahhh… ¡Yo también me voy a correr…!
– ¡¡¡AAAAHHHH!!! —Gritaron al unísono y yo allí sentí como el caliente semen de ambos salía a presión de sus protuberantes glandes y me llenaban todavía más de esperma. La cuarta y quinta carga seminal en mis preñadas entrañas de auténtico adolescente puto.
Me dejaron en el sucio suelo, apoyándome en mi espalda baja y con las piernas abiertas de par en par, que todos podían apreciar como toda esa cuantiosa y cremosa leche viril emanaba de mi roto trasero y se esparcía por el piso en un charco blanquecino.
A este punto todos estábamos calados en traspiración masculina, esos cinco machos apestaban a sobaco sudado y sexo vicioso, y mi plano abdomen había desaparecido, puesto que yo ya tenía una pancita de lo que sólo podía ser todo el semen mezclado de esos hombres.
– Bien, lo has hecho muy bien, muchacho. —Comenzó a hablar mi abuelo, en lo que sus dos amigos exmilitares recuperaban el aliento– Sabía que no me decepcionarías; pero ya es hora de que probemos tu regalo de cumpleaños, ¿no crees?
Ahí vi que el abuelo tenía en sus manos el dildo negro. Ese falo de plástico era más grande y grueso que uno de mis antebrazos, y con una forma anatómica que parecía ser de verdad. Tenía moldeado un enorme glande, muchas venas en relieve cruzándole por todo el sólido tronco y terminaba en la base con unos abultados huevos corrugados.
– ¡Ay sí, abuelito! ¡Por favor, más! ¡Más! ¡Muero por más!
Entonces él se puso de pie frente a mí y colocó la punta del dildo negro justo en mi cara, restregándomelo contra la boca para que yo la abriera y me engullera esa verga postiza. Y eso hice, pero con mucha dificultad; pues apenas y podía mamar la cabeza, aunque mi abuelo me lo empujaba más, atorándome y haciendo que las lágrimas llenaran mis ojos.
– ¡Ab…! ¡Ummgh! ¡Mmgh! ¡Abue…! ¡Ummgh! ¡Mmgh!
– A ver, Brunito. —Continuó el abuelo– Chupa bien y pide un deseo de cumpleaños; pero que no sea que te volvamos a follar, porque eso ya lo vas a tener en unos momentos más.
Y mientras mi rostro se desfiguraba tratando de felar ese formidable falo plástico; los otros cuatro machos me rodearon y yo de reojo me percaté de que todos tenían erecciones, inclusive Rambo y Lucho, jalándoselas ávidamente por las intensas ganas que seguían teniendo de usarme.
En medio de ese círculo de sementales con erectas vergas, mi abuelo de rodillas me recostó boca arriba en el frío piso y suspendiendo lo más posible mi culo me empezó a introducir mi regalo. No hizo falta lubricación, que más que toda la exagerada cantidad de esperma de todos ellos que yo tenía en mis entrañas; sin mencionar que mi agujero anal estaba ya tan desgastado, que esa descomunal verga de plástico negro se sintió delicioso, cubriendo todas las paredes internas de mis intestinos y tan metido hasta el fondo, que me volví a correr, eyaculándome encima.
Y mientras el abuelo me bombeaba el culo con el rabo postizo, por turnos los invitados me ofrecían sus vergas para que yo los ayudara a jalárselas y mamárselas; en lo que ellos se pajeaban y uno a uno se fueron corriendo sobre mí. Yo no me había equivocado, ese sábado fue un largo día con mi semental abuelo y esos otros hombres; todos dándome sin parar su rica leche viril.
– ¡Mmmm…Slurp~! ¡Denme más! ¡Gulp~! ¡Por favor, más! ¡Slurp~! ¡Más! ¡Gulp~! ¡¡MÁS!!
Les imploraba tragando todo lo que podía y ya con toda la cara y cuerpo cubiertos de su pegajosa esencia masculina; a la vez que mi abuelo ya me había logrado introducir casi por completo el regalo negro, que me sentí desmayar del éxtasis.
– ¡Feliz cumpleaños, Brunito! —Y con eso el abuelo fue el último en darme semen en la boca, y luego me besó delante de todos esos otros hombres que continuaban excitados y preparándose para una siguiente ronda de lo que sería ultrajarme duro el culo…
Mi fiesta de cumpleaños número 15 fue indudablemente inolvidable. Y se cumplió mi deseo; ya que después de esa ocasión todos esos lujuriosos machos me continuaron sodomizando por días, semanas, meses y años…
—El Fin.
Me encanta, que bien escrito y morbazo. Eres bueno escribiendo chico.
Un 10 de 10
Gracias y espero hayas leído también la primera y segunda parte del mismo.
Salu2!! 😉
Uffff no sabes como me alegro que te hayas arrepentido y hayas hecho una tercera parte, dandole un cierre espectacula (como era obvio) a esta historia llena de morbo! Me encanta leerte!
Pues digamos que recibí una especie de pago para terminarla jejeje 😛
Entonces con esa motivación, como decir no? 😀
Gracias y Salu2 elbotiija10!! 😉
Excelente !! 10
Gracias 😉
Me encata este relato lleno de morbo ojalá hagas otros parecidos o hagas una continuación muy bien narrado !!! Te felicito 👏 👍 5 estrellas
Muchas gracias, pero esta historia ahí termina 😛
Y espero verte por los comentarios de alguna de mis otras historias 😉
Salu2!!
Dios te descubrí hace un día y ya me leí varios, estoy encantado, escribes de una forma increíble, me encanto este del abuelo y el de halloween 😍
Gracias Sketch0209; entoces te invito a leerlos todos jejeje… 😛
Ojalá los disfrutes todos y nos seguiremos leyendo por acá.
Salu2!! 😉