EN LA ACADEMIA DE POLICÍA…UNA HISTORIA REAL
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Lo que a continuación os cuento es totalmente real y ocurrió justo hace ahora un año, cuando yo tenía 27 y acababa de ingresar en el Cuerpo de la Policía Local.
Nunca había tenido vocación de policía, si bien es verdad que toda mi familia lo es o lo había sido. No obstante tras acabar mis estudios de Periodismo y vagar por más trabajos basura de los que hubiera deseado, decidí plantearme el seguir los pasos familiares. No voy a decir que me costó mucho trabajo, pues mentiría y no es el caso de este relato. Digamos que lo llevaba en la sangre y así, a los trece meses de comenzar las oposiciones, logré sacarme una plaza en una pequeña Villa de la costa de Almería.
Una vez hube aprobado el primer paso era pasar una temporada en la Academia de policía de Sevilla. Un periodo de cinco meses en una suerte de cuartel con ínfulas docentes más parecido a una cárcel del antiguo régimen que a una academia de cadetes. Aquí debo hacer una aclaración en lo que respecta a mis inclinaciones sexuales y decir que desde siempre me he sentido homosexual; no marica, reina ni libélula de noche (que todo tiene su tiempo y su lugar), sino que siempre he sabido que me atraían los hombres y desde hace más de diez años todo mi entorno más cercano (y bastante del lejano) lo saben y lo viven como algo cotidiano.
En cuanto a mí, contaros que soy un chico normal tirando a guapete, ojos castaños de mirada inquisitiva, cuerpo delgado pero fibroso, piernas fuertes y una barbita de tres días de la que iba a tener que despedirme en aquel lugar donde la disciplina era lo más importante. El primer reto era compartir habitación con dos desconocidos cuando estaba acostumbrado a vivir solo…y siento decepcionar a los que se esperen una historia de tríos en la habitación, pero lo importante no pasó allí dentro…lo mejor me esperaba fuera, en clase. Hagamos números; 190 alumnos, 160 de ellos hombres y 20 mujeres, a una edad media de 25 años…EL PARAÍSO! Lo hubiera sido del todo si se hubiera tratado de un campamento de estilistas o modelos de ropa interior, pero recordad que se trataba de la Policía, un mundo de por sí cerrado, algo machista por lo mayoritariamente masculino y donde casi nadie se plantea que el de al lado pueda ser diferente a él. De esta forma decidí pasar desapercibido y no señalarme ni ponerme etiquetas. Realmente no pensaba en fijarme en nadie ya que ni me planteaba en que hubiera muchos más como yo…pero claro, las estadísticas no mienten.
Nos separaron en varios grupos y a mí me tocó en uno con los horarios diferentes al resto y, por tanto, algo aislado de los demás, así que me tocaba centrarme en una pocas personas…y vaya que si me centré. El primer día llegó el primer impacto; de los treinta que éramos solo había dos chicas y los demás parecían sacados de una película de vikingos con exceso de testosterona. Los había guapos, no lo voy a negar, pero de guapos de “aquella manera”, es decir, en plan “Latino” (no se me enfaden los latinos que por aquí es una expresión común). Guapos de pelo pincho, cadena de oro y algún tatuaje camuflado de tribales. Menos mal que el uniforme los suavizaba un poco.
Cómo no, llegué de los últimos a coger sito y me tocó en primera fila. Justo a mi lado había alguien diferente, se llamaba Jesús, era de pueblecito de Huelva y yo casi me caigo al suelo al verlo; Moreno, ojos gigantes y verdes, pelo rapado al uno, una nariz perfecta y una boca carnosa con la que no paraba de lanzar sonrisas a todos. Porque además era simpático el tío; de esos con mucho carisma que se hacen con la conversación sin el menor esfuerzo. Era igual de alto que yo, como 1,80 o así y de complexión delgada pero fuerte, muy fuerte. Cintura estrecha, brazos muy marcados bajo el polo reflectante del uniforme, unos muslos grandes (y supuse que duros), gemelos fuertes por encima de las botas de montaña y un culo…dios!, redondo y respingón. Aquí tengo que detenerme pues debo confesar que me llaman mucho la atención las manos de la gente y las suyas me dejaron extasiado; manos grandes pero proporcionadas, de nudillos fuertes y dedos algo gruesos de uñas algo descuidadas pues debía de mordérselas, aunque el conjunto le daba un aire varonil y protector.
Los días se sucedieron y después de tantas horas Jesús y yo llegamos a ser bastante amigos. Junto con él y dos chicos mas formamos un grupo bastante compenetrado y solíamos quedar para estudiar, tomar unas cervezas después de la cena o salir de copas en las pocas noches libres que nos daban. Nuestra amistad fue muy gradual y natural, sin apretaduras ni compromisos, pero constante. La habitación de Jesús quedaba en otro pabellón distinto al mío pero siempre quedábamos para estudiar, correr o practicar defensa personal; una asignatura que me traía de cabeza pues implicaba muchos cambios de ropa y duchas comunes.
Fue a la salida de una de esas clases cuando lo vi por primera vez en todo su esplendor. Debo decir que aunque ya había frecuentado gimnasios aun no me sentía muy cómodo con mi propia desnudez pública y menos con la de los demás, más aun cuando estos sabían que yo era gay… No sé, me daba vergüenza pensar que ellos pensaran que los miraba,…en fin tonterías, porque era tonto y no miraba a nadie. El caso es que aquel día las duchas de nuestro pabellón estaban rotas y tuve que subir al pabellón de Jesús a ducharme corriendo antes de la siguiente clase. Las duchas tenían puertas pero casi todo el mundo las dejaba abiertas o se paseaba en pelotas por el vestuario y se secaban las pelotas de esa forma tan natural y masculina.
Yo ese día escuchaba a Jesús en la ducha de al lado hablar con un compañero y me imaginaba como le resbalaba la espuma por la espalda hasta llegarle a la raja del culo, donde se perdía en lo profundo de esa maravilla. Imaginaba sus grandes manos pasando la esponja por sus pelotas y acariciándose de forma inconsciente la polla, que seguro que tendría algo morcillona…vamos, que andaba más caliente que el pico de una plancha y aprovechando el ruido, las voces y que mi puerta estaba estratégicamente entornada, me hice una gran paja mientras el agua caliente caía sobre mi cabeza y escuchaba su voz de fondo.
Cuando acabé (pronto por la excitación y el miedo a que abrieran la puerta) esperé a que se me bajara un poco la erección pues la seguía teniendo dura como el mármol y salí de la ducha secándome el pelo con la toalla… cual no fue mi sorpresa cuando al subir la vista (aun cubierto por la toalla) vi a Jesús salir de su ducha aun tapado. La perspectiva era tal que él estaba situado frente un espejo, dándome la espalda pero viéndome salir de la ducha. Todo fue muy rápido,… noté como sus ojos se dirigieron a mi paquete pensando que no le veía al yo tener la toalla en la cabeza, luego miró hacia otro lado disimuladamente y se puso a hablar con compañero de al lado cuando de repente lo hizo… se quitó la toalla de espaldas a mí y dejó al descubierto su hermoso culo…aún moreno pues estábamos en septiembre y según me dijo un día, hacía nudismo, redondo, con algo de vello, pero de ese muy pequeño y fino que casi parece piel de melocotón. Yo me hice el remolón con mi toalla en la cabeza haciendo como que me secaba el pelo para seguir mirándolo sin ser visto. Acto seguido me quite la toalla que me tapaba la cara, él me vio, me guiñó un ojo cómplice y como quien no quiere la cosa se agachó totalmente desnudo a coger los calzoncillos de su bolsa de deporte dejándome boquiabierto al ver de pleno en pleno el agujero de su ojete. Fueron apenas 3 segundos, pero yo me iba a morir así que disimulé haciéndole una broma de la mejor forma que pude:
– Eh! Tío! Avisa cuando abras el túnel..que me has pillado aquí detrás de marrón, jajaja
– Jaja, ya ves!, aquí hay que tener cuidado, que tantos días encerrados a más de uno se le va la cabeza y me deja clavado a la baldosa.
– De mí te puedes fiar…de momento…dentro de dos meses no te prometo nada! Jajaja.
– Pues ya te puedes ir controlando que con lo que gastas de tamaño eso tiene que doler, …me dijo el siguiendo la broma, al tiempo que se giraba y me mostraba el tamaño que mostraba él mismo. Un bulto de tamaño bastante considerable teniendo en cuenta que estaba en reposo…un pedazo de polla sin circuncidar coronada por unos cuantos vellos rizados muy negros, pero pocos …y unas pelotas bien grandes que le colgaban y las cuales ahora se secaba con la toalla de esa forma tan “natural” que antes os comenté. La boca se me hacía agua y mi polla se controlaba por no crecer ante sus ojos ahora que el tema se había centrado en ella.
– Mejor no lo quieras saber, que ya no es solo el tamaño, que no me quejo,…lo peor es que hay poco por aquí para desahogarme, aquí encerrados….
– Es verdad, hay muy pocas tías! Y la mitad son bolleras! En aquellos momentos en mi cabeza estalló la alarma, algo no iba bien ..o yo me había imaginado cosas o él me estaba vacilando, o estaba tan nervioso como yo.. de todas formas le contesté en tono algo irónico:
– Sí, es eso, hay pocas tías… y me fui a mi pabellón….
CONTINUARÁ…
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