En la costa
Cosas que suceden .
Estudiaba en primer año de la universidad y decidimos un grupo de compañeros de estudios, hacer una acampada en la costa. Conseguimos una casita de campaña, avíos de pesca, alimentos y bebidas para quedarnos de un día para otro.
Llegó el día esperado y allá fuimos un grupito de siete compañeros de aula, teníamos 18 años y eramos tres varones y cuatro hembras. Uno de los muchachos era novio de una de las chicas.
Yo le había echado el ojo a Yadian, que algo me decía que era gay de armario igual que yo. El no era bonito ni me gustaba mucho, era flaquito y sin atractivos, pero para esa noche podía ser «singable»
Llegamos, montamos la casa de campaña bajo un árbol cerquita de la costa. Nos quedamos en short y unos pescaban, mientras otros se bañaban en el mar.
Muy pronto aparecieron dos muchachos guarda fronteras acompañados por un perro pastor alemán. Después de darnos un saludo con voz autoritaria propia de los militares, nos pidieron documentos y nos preguntaron que hacíamos allí.
Le explicamos y nos revisaron nuestras pertenencias, para comprobar lo que decíamos. Nos permitieron quedarnos, pero nos advirtieron que íbamos a ser vigilados por ellos, que su unidad estaba cerca de ahí.
Pasó el día y nos divertimos mucho, llegó la noche, luego de cenar lo que llevamos más algunos pescaditos que atrapamos, comenzamos a beber y una de las chicas llevó una guitarra y cantábamos a coro desafinadas canciones.
Yo me aparté un poquito del grupo junto a Yadian para ver qué podía sacar de él. La conversación se tornó por buen camino y me confesó que era gay. Cuando de pronto llegaron cuatro muchachos guarda fronteras como moscas al dulce, atraídos por el olor a chicas. Habían solo tres jebitas disponibles, pues la otra ya había dicho que tenía novio.
Se nos acercó uno de los reclutas guarda fronteras, era alto y de músculos bien marcados, mulato claro y de ojos verdes que brillaban a la luz de la luna llena. Debería tener entre 20 y 22 años.
Le brindamos de nuestra bebida y se puso a conversar con nosotros. El militar se veía hermoso, pero por su duro carácter ni pensar en tener algo con él. La conversación giró a hablar de las chicas y le dijimos que esas jebitas son duras, son niñas de casa y muy difícil que sedieran ante sus amigos.
Y el nos sorprendió diciéndonos: – por eso mismo vine al segurete con ustedes, si quieren, claro.
Se hizo un tenso silencio y miré a Yadian buscando respuesta y aunque no habló, por su forma de mirar comprendí que era lo que el deseaba.
Y le dije, pues no hay problema. El militar se sacó su rabote, bien grande y medio parada y nos dijo: esto es para ustedes, hay para los dos y creo que sobra pinga.
Yadian que me parecía tan mogigato, se tiró a chupársela como un ternero. Yo no perdí tiempo y también me uní en la mamadera y de paso besaba la boca de mi colega.
El joven militar preguntó desesperado: – quien se la va a meter primero?
Y Yadian sin pensarlo, dijo que él. Creo que mi colega comía más con los ojos que con el culo.
Se bajo el short y bóxer y el militar escupió su pinga y sin dilatar ni nada, le empezó a empujar todo aquel salvaje animal.
Yo rápidamente supe que era tosco y no me iba a dilatar, así que mientras veía la escena sexual, me metía mis dedos con saliva para preparar el camino cuando me tocara mi turno.
Pasaron como cinco minutos y mi colega le dijo al militar que no se la podía meter, que estaba muy grande y le dolía demasiado.
Entonces el guardia me miró y me dijo: – Vamos a ver si no eres tan flojito como tú amigo.
Se lo chupé y lo dejé bien mojado en saliva, me apoyé contra un árbol y sentí su pingón entre mis nalgas haciéndo una fuerte presión y aquella cabezota entró provocando un fuerte dolor. Me lo saqué inmediatamente. Y el muchacho me dijo: – creo que eres flojo como tú colega.
Le respondí: – poco a poco, ya verás que podemos.
Le puse más saliva y mojé bien mi culo y me ofrecí para la nueva embestida. Está vez la metió de un tirón.
Me dolió pero menos que la primera. Me agarró por la cintura y por el pelo y comenzó a dar pingazos, parecía un toro salvaje y yo gozando con todo aquello dentro.
Yadian me besaba mientras yo recibía el pingoleteo, luego mi amigo me la chupaba. Aquello me ayudaba a aguantar tanta pinga.
El joven me apretó fuerte y sentí en mi culo las contracciones de su rabo llenándome de leche. Se lo guardó sin limpiarse y me dijo: – Tú si eres el mío.
Y desapareció en la oscuridad.
Mi colega y yo nos quedamos excitados y empezamos a besarnos y a chupárnoslas mutuamente. Luego le metí la lengua en su culo y le hice un buen trabajo de dilatación, al punto que estaba loco porque se la metiera.
Así lo hice, yo no tengo el pingo tan grande como el militar, la mía se acomodó bien y sin dolor.
Le di bastante rabo, aún excitado y pensando en la gran clavada que me acababan de dar. El gozaba mucho y gemía, tenía miedo que mis colegas nos escucharan. Le dejé como regalo mi leche en su culo, creo que me vine más que nunca en mi vida.
Luego se la mamé bien rico hasta que terminó en mi boca y me pidió que lo besara con su leche y así lo hice, fue muy excitante.
Nos metimos en el mar completamente desnudos para limpiarnos de pecados.
Fue una experiencia inolvidable, luego seguí cogiendo de vez en vez con mi colega Yadian.
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