En la iglesia también hay osos (Parte 3)
Tercera parte de esta historia cada vez más candente entre un obispo maduro y regordete y su adorado monaguillo. Si aún no has leído las primeras dos partes puedes ir hasta abajo de está página y clickear en mi nombre de perfil, ahí encontrarás las primeras dos partes..
PARTE III: La confesión cariñosa de Manuel.
Era domingo y de nuevo tocaba ir a la iglesia. Luego de aquel encuentro tan morboso y delicioso con el obispo, él decidió que para la siguiente misa fuese su primer monaguillo y así fue. Llegando a la iglesia con mi tía sentía mucho nerviosismo ya que volvería a ver a mi obispo maduro y peludo, cuando entramos a la iglesia le dije a mi tía que me iba a ver si encontraba al padre por si necesitaba “ayuda”, en mis adentros solo deseaba volverlo a ver luego de aquel día tan rico que pasamos juntos.
Cuando ya estaba llegando a la oficina del obispo visualizo que de ahí estaba saliendo un hombre que a mi parecer era como un estilo de amigo o conocido de mi querido osito. Estaba vestido con una camisa negra manga corta y el clásico alzacuello blanco que usan los sacerdotes, como la puerta de la oficina tiene un pasillo previo yo me detengo ya que el hombre estaba parado allí y lo saludo.
Yo: Hola, un placer, soy Augusto, el monaguillo de este domingo, vine a la oficina para ver si el padre necesitaba ayuda con algo.
Eliseo: Tampoco hace falta tanta cordialidad hombre, ¿cómo dice que le va joven? Me llamo Eliseo, soy alguien “muy” amigo de Manuel.
Yo: No sabía el nombre del obispo. Un placer Eliseo.
Extendiéndome su mano lo saludo y me percaté de cuán peludo era en sus manos y brazos, “que pedazo de brazotes que tiene este Eliseo” pensaba. Por cordialidad le comento a Eliseo que andaba muy bien vestido.
Eliseo: Oh, gracias querido, igual este domingo está un poco más cálido de lo normal. Al decir esto procede a sacarse el alzacuello y a desabrochar un par de botones de su camisa dejando a la vista una gran cantidad de pelos negros saliendo de su pecho.
A comparación del obispo Manuel, este hombre era alguien un poco más joven, sin tantas canas pero con un poco menos de panza. Al hacerle un «escaneo» con mis ojos de arriba a abajo pensé que era alguien bastante interesante y muy atractivo.
Yo: Bueno Eliseo, lo dejo que siga camino. Le deseo un buen domingo. Extiendo mi mano a modo de despedirlo pero para mi sorpresa él me abraza y luego me da la mano.
Eliseo: Hasta luego querido, siento que pronto nos volveremos a ver. Luego de decirme esto me guiña y sonríe de una manera picarona que me llamó la atención, pero tantas eran mis ganas de hablar con mi querido osazo que no presté atención en aquello que al final sí se haría realidad pero en otro lugar y momento.
Golpeo la puerta de la oficina y el obispo me dice “Pasá Augusto, está abierto”. Al entrar mis ojos se deleitan al ver que mi osito estaba sacándose la camisa para ponerse otra.
Yo: Perdón Manuel, no quería molestar. Mientras veo por primera vez esa espalda de oso de mi querido obispo comienzo a sentir como un hormigueo de excitación en mi entrepierna la cual intento disimular juntando mis dos manos por delante.
Manuel: Ya sabes como me llamo, bien, vamos teniendo un poco más de acercamiento entre nosotros. Mientras hablaba se iba colocando una camisa celeste y volteando hacia mí iba dejando que yo pudiese ver su panza y pecho que tanto me encantan.
Me acerco para saludarlo con un beso en su mejilla pero sin aviso él, sin terminar de abrochar toda su camisa, agarra mi cara entre sus manos y me da un beso profundo, atreviéndome a decir que con demasiado cariño. Me aprieta contra él apoyándome sobre toda su panza peluda, yo no pude aguantar las ganas y empecé a pasar mi mano en todo ese melambre de pelos.
Era tanta nuestra excitación al parecer que el padre agarró una de mis manos y la puso sobre su slip ya que no se había ajustado el pantalón aún. Comienzo entonces una actividad de manoseo ferviente encima de ese slip, agarrando su verga y haciendo movimientos de pajearlo por sobre el slip. De a poco bajo hasta la zona de sus huevotes y empiezo a acariciarlos poco a poco también.
Entonces él me dice “bebe siéntate en mi silla así chupas un poco la verga de tu macho maduro”, como si fuese una orden yo me siento en su silla y sigo mis caricias mientras él me acaricia la cabeza y la carita.
De tanto pasar mis manos en sus huevos, decido llevar mis dedos a mi nariz y oler aquel olor de mi osazo, de mi macho, Manuel al ver que hacía esto, se saca la verga de su slip y me dice “sí vas a oler huele bien”, entonces pone su verga cerca de mi nariz y yo cerrando los ojos me dejo llevar por ese olor a verga. Tenía un olor tan rico y tan excitante que sumado al olor de sus huevos solo quise dedicarme a pasar muy lentamente mi nariz por toda esa zona.
“Uff bebe que rico todo lo que haces ahí, me encanta que huelas a tu macho peludo y pijudo”, al escuchar eso abro mis ojos y subo mi cara para ver esa panza peluda que yacía ante mí.
Manuel: Chupa mis huevos bebe, quiero sentir tu lengua ahí. Al decir esto, sube una de sus pies y lo apoya sobre una parte del escritorio, abriendo aún más sus piernas, dejando así sus huevos bien colgantes y su verga bien parada, formando una curva que me daban ganas de sentirla en mi cola.
Lamiendo los huevos paso mi lengua por los costados de estos, sintiendo ese sabor a transpiración que se genera en alguien que al tener tanto colgando se le puede generar. Mis ojos estaban colocados en la cara de disfrute que el padre hacía con cada lamida que hacía.
Cuando estaba a punto de subir hasta su verga para chuparla un poco, no nos percatamos de que el tiempo había pasado, y sin previo aviso tocan la puerta.
*****: ¿Padre? ¿Está ahí? ¿Puedo pasar?. Preguntaba una voz que se me hizo muy conocida entre mi asombro.
Manuel: ¿Qui – qui- quién es?. Mientras preguntaba el padre agarra una campera que tenía sobre la silla donde estaba sentado y se la coloca rápidamente. A la vez me indica que me oculte debajo del escritorio para que él se siente y no lo viesen con su verga y huevos al aire.
Me escondo pero cuando él se sienta el lugar era muy chico, por lo que le digo que abra sus piernas para que al menos mi cara quedase entre sus piernas quedando sus huevos y su verga literalmente en mi cara.
Manuel: Pase, pase. Cuando termina de decir esto y previo a que abrieran la puerta mira hacia abajo y hace un gesto de que no haga ningún ruido. Yo con un poco de miedo solo atino a decir que “sí” con mi cara mientras veía como su pija empezaba de a poco a ponerse flácida.
Felicia: Padre, quedan 10 minutos para el comienzo. ¿Necesita ayuda con algo?. Perdone la molestia, es que además ando buscando a Augusto porque se tiene que preparar para salir con usted hacia el altar.
Manuel: Ho- ho- hola querida Felicia ¿cómo está usted? Fíjese que hace un ratito me pareció verlo dirigirse hacia el baño creo.
Mientras el padre le decía eso a mi tía, unos segundos antes había empezado a lamer la verga del padre el cual tenía que disimular su cara mientras hablaba con mi tía. Escuchaba que mi tía le preguntaba sobre la campera que tenía puesto él, pero el obispo solo atinó a agarrar un resaltador con una de sus manos al punto de agarrarlo con fuerza por el placer que le estaba generando que le chupase la verga muy lentamente.
Felicia: ¿Padre está bien?
Manuel: “Es que tengo un pequeño dolor y me hace agarrar como unos pequeños espasmos, no se preocupe Felicia estoy bien”.
En ese lapso que mi osazo le responde a mi tía, entrecierra los ojos y sin poder aguantar más su excitación empieza a descargar unos chorros inmensos de leche en mi boca, pero al no poder aguantarse los espasmos tenía que simular que le daba un calambre en las piernas, “ha-ha-ha-ha este calambre uff”. Yo con los ojos cerrados solo tragaba todo aquello que iba descargando en mi boca, al no poder tragar todo casi me da una arcada, y por no dejar que nos descubrieran me tragué esa gran descarga de leche, pero para mi sorpresa aún le quedaba un poco más por lo que una segunda vez me llenó la boca.
Habiéndose recuperado de ese espasmo de descarga lechosa, el padre le menciona a Felicia que no se preocupe que ya se termina de preparar y sale para dar comienzo a la misa. Una vez que se va mi tía de la oficina, el padre se levanta y con sus huevos y verga al aire camina rápidamente y le pone seguro a la puerta.
En lo que yo limpiaba mi boca, ya que algún que otro resto de leche tenía en mis comisuras, Manuel abrocha su camisa y se sube el slip acomodando su verga semierecta y sus huevos para finalmente subirse el pantalón. Cuando logro salir de debajo del escritorio se me acerca y viendo que aún tenía un poco de su leche me encesta un beso pasando su lengua por mis comisuras, tragándose esos restos de leche que tenía aún.
Manuel: Bebe que pedazo de chupada acabas de hacerme, hiciste que acabara una cantidad enorme, perdón pero es que no me aguantaba más, además el saber que te tenía allí chupandomela tan despacito y yo hablando, más me excitaba.
Yo: Me dieron arcadas en un momento por el sabor fuerte de su leche Manuel, pero sinceramente me excitó muchísimo hacerle eso más allá de lo que pasase. Mientras le decía todo esto yo me acomodaba igualmente la ropa y quedando solo cinco minutos para que comenzara la misa nos apuramos para estar listos.
Una vez preparados y a punto de salir, ya se empezaba a escuchar el típico salmo que da comienzo a la misa, el padre me mira y acomodándose aún los huevos y la verga me mira a los ojos y con una voz sería me dice “Augusto debo decirte algo…”. Corrío una sensación de escalofrío por mi espalda y con un poco de nervios le respondo que me diga aquello que quiere decirme.
Manuel: Soy consciente que eres menor de edad y que este pecado Dios no me lo perdonará nunca, pero desde que te vi aquella primera vez en la misa tuve una sensación muy rara dentro de mí. Aquel momento de sexo contigo ha despertado en mi un lado de placer que nunca sentí, creo que estoy comenzando a quererte mucho pequeñin. No tengas miedo, pero me gustaría mucho quererte y cuidarte.
Yo: Siéndole sincero padre yo me siento muy atraído por usted, esto es algo prohibido, lo sé, pero me siento tranquilo estando con usted y siento ese “cariño” del que usted me habla. Me gustaría que estemos juntos en la medida que no levantemos sospechas.
Luego de esa confesión por parte de mi osazo nos fundimos en un abrazo y beso muy rico y procedimos a ya salir para darle comienzo a la misa. Cuando salimos de su oficina, me detengo un momento a contemplar a Manuel en lo que cerraba la puerta y en mi mente solo se me cruza la idea de “este hombre es el macho que quiero que me desvirgue uff”. Ya cerrada la puerta, los dos cruzamos una mirada cómplice de cariño y amor y procedimos a salir al encuentro del señor, sabiendo dentro de nosotros que Dios ya había presenciado un encuentro donde solo yo recibí algo muy rico y único.
(CONTINUARÁ….)
Es así que termina la tercera parte de ésta historia que parece encontrar un rumbo amoroso y cariñoso entre Manuel y su querido monaguillo. Si fue de tu agrado te invito a que comentes aquí debajo aquello que más te gusto o excitó. Muchas gracias por leer y espero pronto traerles el resto de partes.
Debido a que pronto comenzaré el ciclo universitario no sé cuánto tardaré en publicar el resto de historias que viví con mi osazo. Agradezco que me tengan paciencia.
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