En las duchas.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Nunca me gustó mucho el fútbol.
Bueno, nunca me gustó mucho hacer deporte en general.
Aún así, me pidieron que entrara al equipo de fútbol del colegio, nada importante realmente, sólo un defensa.
A pesar de mi tamaño podía correr lo bastante rápido y, a pesar de mis torpes capacidades, era bueno bloqueando tiros y todo eso.
En fin.
A pesar de todo nunca fui parte realmente del equipo.
Nadie me molestaba (eso era bueno) y yo no me metía con nadie.
Después de cada juego, todos se iban a celebrar; comer pizza y todo eso, y yo me iba a mi casa.
Me gustaba así, realmente nunca me sentí cómodo entre ellos fuera de la cancha.
Y no digamos en las duchas.
De una forma u otra siempre me las arreglaba para ducharme de último.
Para cuando todos se iban yo me metía en silencio con mi toalla sobre el hombro, me desvestía y me duchaba tranquilamente.
Normalmente no me tomaba mucho tiempo, y cuando me tardaba era porque pasaba un buen rato masturbándome.
El viernes antes de salir de vacaciones de medio año, como siempre, me escabullí entre los casilleros con mi toalla y mi jabón.
Estaba metido en mis pensamientos cuando escuché que cerraban la puerta de uno de los casilleros del fondo, al lado de las duchas.
"Ah, ¡mierda!", pensé.
Me quedé quieto un momento, pensando si quedarme o irme.
Obviamente no iba a bañarme si había alguien ahí, así que me di la vuelta y.
choqué contra uno de los casilleros.
"Mierda", pensé otra vez.
– ¿Quién está ahí?
De nuevo me quedé quieto pensando en qué decir.
Supuse que podría simplemente salir e irme sin decir nada.
– ¿Javier?
Era el entrenador.
No podía irme solo así.
-No, uh, soy yo, Matías.
-Ah, qué tal, Matías.
Me asustaste.
Creí que ya te habías ido.
El entrenador era un tipo fornido con brazos gruesos y manos grandes.
Había hecho pesas desde joven nos había dicho una vez.
Si bien tenía un poco de barriga, su altura lo compensaba.
Usaba el cabello corto, casi rapado, y siempre mantenía su barba recortada.
"Tal vez lo mirés en traje de baño", dijo una maestra una vez cuando íbamos a ir de excursión a un parque acuático.
Yo había estado sentado a lo lejos, y como siempre, los maestros no parecían notarlo.
"Tal vez en tanga", dijo la otra maestra.
Ambas se sonrojaron.
Era fácil saber de quién estaban hablando.
El entrenador sin duda tenía buenos rasgos.
-No, vine a traer unas cosas.
-Ah bueno.
¿Te vas a bañar?
-Mm, no, creo que mejor cuando llegue a mi casa.
-No, hombre, dale si querés.
Yo me iba a bañar, pero yo sé que no te gusta la compañía.
El entrenador sonrió y sentí como se me ponía la cara roja.
-Son bromas, hombre, me dijo dándome un golpecito en el hombro.
Tenía puesta la camiseta del equipo y se le notaban los pezones.
Empezaba a tener una erección.
-Bien, te dejo, me dijo otra vez con esa sonrisa.
Me metí a la ducha.
El agua caliente era relajante y yo me pasaba la mano en el pene.
Jugaba con mis testículos y pensaba.
pensaba en él.
Pensaba en las veces en las que lo había visto en sus shorts de fútbol.
Esas piernas gruesas y velludas.
O esas veces en las que había salido de las duchas sólo en camiseta sin mangas.
Sus brazos igual de gruesos y sus axilas.
Pensaba en abrir la boca y.
La ducha de al lado se abrió.
Yo había estado viendo a la pared, de espaldas a la entrada de las duchas.
Me quedé inmóvil con mi mano agarrando mi verga.
– Ah, lo siento, es que me hacía falta una ducha.
Dijo el entrenador.
– Ojalá no te moleste.
– N-no, yo y-ya me i-i-iba a salir igual.
No podía voltear (quería hacerlo, claro), pero la idea de verlo desnudo era demasiado para mí.
Además, él vería mi erección, que ahora estaba más dura que nunca.
Tanto que me dolía.
Entonces sentí que me agarraban la verga y no era ninguna de mis manos.
Abrí la boca sorprendido.
– Shhhh.
Sólo dejáte.
El entrenador estaba detrás de mí, pegando su verga contra mis nalgas.
Su mano jalándome la verga, esa mano grande y masculina agarraba sin problema mis genitales.
– Rico, ¿no? Y tranquilo.
Si yo no digo nada tú tampoco, ¿o sí?
Sólo pude negar con la cabeza.
Su pene rozaba mis nalgas y él se pegaba más a mí.
Sentía el vello mojado de su pecho contra mi espalda.
Sentía sus pezones.
Su aliento estaba en mi cuello y su barba me raspaba.
Sin darme cuenta empecé a gemir.
– Te quiero coger y no puedo.
Me dijo.
Yo no sabía por qué en ese momento.
¡Eso era lo que quería!
Entonces me giró de un solo.
Verlo fue de frente fue como la mejor fantasía cumplida.
Ambos estábamos empapados.
Él estaba ahí, desnudo, orgulloso de su cuerpo grande y peludo.
Sus manos masturbándome sin ningún rasgo de timidez.
La punta rosada y gruesa de su verga tocaba la mía.
Entonces me besó.
Siempre pensé que los besos eran algo desagradables.
Pero en ese momento, al sentir su lengua en mi boca, su pecho contra el mío y sus dedos metiéndose en mi ano, eso era todo lo que necesitaba.
Su lengua y la mía enredadas.
Su barba rozando mi cara de niño.
Sus dedos metiéndose hasta el fondo de mi culo y su verga sobre la mía.
¡Quería que me cogiera ahí mismo! Que me cogiera duro en el piso.
Me puso de espaldas otra vez y me metió los dedos más adentro.
Sin darme cuenta estaba gimiendo a todo volumen.
-Shhhh.
-Me dijo sonriendo.
Luego me agarró la verga otra vez, me masturbaba cada vez más rápido.
Él gemía también, frotando la cabeza de su verga entre mis nalgas.
Podía sentir la presión contenida.
Él quería metérmela hasta el fondo.
Cogerme hasta eyacular adentro.
Y yo quería eso.
Pero también quería algo más.
Probarla.
Ya una vez había intentado probar mi propio semen, pero después de venirme, la imagen de mi semen saliendo de mi pene me llenaba de cierto asco.
Lo más que había probado había sido el liquido preseminal.
No sabía a nada y eso me había excitado.
Ahora estaba ahí, sintiendo la verga gruesa de mi entrenador.
El hombre que me había pedido que jugara.
El hombre que podía entrenar a un montón de jóvenes revoltosos.
Ahora él estaba agarrándome, metiéndome los dedos en el ano, sobándome la verga.
Jugando con mi lengua en su boca.
– ¿La querés chupar? -me dijo.
Su voz agitada.
Yo sólo pude asentir.
Me puso de rodillas y me la metió en la boca.
Un poco brusco por los nervios supuse.
Su cabeza era suave y con cada chupada él gemía y golpeaba la pared de las duchas.
Yo me masturbaba y pensaba en el sabor de su semen.
Pensaba en cómo sería que me llenara la garganta.
Quería ver el semen saliendo de su cabeza y tomarlo con la lengua.
Y luego quería besarlo.
Besarnos compartiendo su semen.
-¡ME VENGO! -Gritó de repente y, para mi tristeza, sacó su verga de mi boca y se corrió sobre mi pecho.
Todo él se agitó y con su mano exprimía lo último que salía de su verga.
Yo ya me había corrido, fascinado por lo espeso y abundante que era su semen.
Como pude le chupé la cabeza, saboreando unas cuantas gotas que me supieron a menta.
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