En los Baños de la Escuela
Relato Ficticio.
Sonó el timbre y todos nos levantamos de los asientos para salir del salón e irnos a la próxima clase. Antes de llegar tuve que parar en el baño, que llevaba media hora aguantándome las ganas de mear.
Entré y me dirigí a los urinales, en concreto al que estaba al lado de un chico rubio que me llamó la atención. Después de pensarlo un rato recordé que aquel tipo era uno de los mejores amigos de mi hermano mayor, por lo que debía tener más años que yo.
Terminé de orinar, me sacudí la polla y me dispuse a guardarmela cuando noté la sensación de que me estaban observando, entonces volteé ligeramente y lo hallé viendome el rabo fijamente. Eso me hizo dejarla fuera, para que disfrutara de vermela todo lo que quisiera; además aproveché para verle la suya yo también, que por supuesto resultó ser mucho más grande que la mia, no sé si porque se le estaba empalmando.
—¿Cuántos años tienes? —me preguntó susurrando.
—Yo, quince. ¿Y tú?
—Diecisiete. Oye, tienes buena picha para ser tan jóven, puedo… tocarla —pidió jadeando y yo asentí.
Sus dedos largos envolvieron mi miembro y un escalofrío me recorrió toda la espalda. Con unos me arremangó el prepucio y con el pulgar estaba apretando mis huevos.
—Tocame tú a mí —ordenó.
Sin rechistar acerqué mi mano y palpé su pene morcillón junto a los testículos colgantes y peludos. Acariciaba y masajeaba ambas partes hasta que la dureza de su miembro se ganó mi ayuda completa y le empecé a pajear. Los leves gemidos que soltaba me la terminaron de parar a mí y entonces el también comenzó a masturbarme.
—Eres una fuente cabrón —me dijo cuando empecé a chorrear y chorrear líquido preseminal por el glande.
Ahora tenía la polla totalmente lubricada y brillante con mis propios fluidos. En ese momento la suya también comenzó a gotear presémen, pero no tanto como yo.
—Espera, espera… —bufó y me obligó a dejar de tocarle— necesitamos privacidad.
Su mano llena de mis viscosas sustancias tomó la mia y me llevó hacia un cubículo, donde cerró con el pestillo puesto.
—¿Te la han chupado antes? —me preguntó.
—No, no.
—Pues entonces seré tu primera vez.
El chico se dejó caer de rodillas, dejando mi entrepierna frente a su rostro, luego me miró desde abajo, con unos ojos llenos de lascivia. Yo estaba atonito y extasiado, jamás podría haber imaginado que ese día sucedería algo así.
Seguido me tomó la polla de la base y apuntó la cabeza hacia su boca, de donde sacó la lengua para lamermela. Sentí tal placer que hasta me temblaron las rodillas. El rubio me sonrió y ahora abrió los labios tanto como pudo para luego meterse la mitad de mi erección a la garganta de un solo movimiento. No pude más y gemí a máximo volúmen.
Sus lengua se deslizaba por mi tronco a la vez que sus carnes más profundas se removían sobre mi glande, envolviendolo con suavidad y desesperación a la vez. El vaivén que comenzó a hacer con la cabeza era corto, manteniendo mi nabo muy metido en él por un buen par de minutos hasta que se quedó sin aire.
Se alejó y tragó aire agitadamente, tratando de recuperar el aliento.
—Tienes una polla increible —me dijo con la voz entrecortada.
—Y tú una boca increible —devolví el cumplido.
Él me sonrió y cuando ya había vuelto a respirar con normalidad se volvió a meter mi aparato, solo que esta vez logró llegar hasta mi pelvis. Lo que sentía hace rato era incluso mayor con esa mamada profunda, donde de nuevo hacía movimientos cortos para sacar la menor cantidad posible de mi piel de su boca. No duré mucho más y me corrí como nunca lo había hecho, rellenandolo con mi leche hasta hacerla escurrir de las comisuras de sus labios.
Se separó y me mostró como gozaba del sabor de mi lefa mientras se la tragaba toda, desde la que había en mi pene hasta la que había caido en el suelo. Ese tipo era un guarro y me gustaba. Cuando acabó se levantó y me dio un corto beso, luego salió y me dijo que yo saliera un rato más tarde, para evitar sospechas.
Para esperar me senté en la tapa del inodoro y se me puso dura otra vez al recordar lo que acababa de suceder.
Para cuando la parte 2