En un Día como Cualquiera… (Parte 1)
Sigue a varios personajes en un día como cualquier otro….
Los rayos de sol de esa mañana entraban por la ventana, directo sobre el par de adolescentes de 16 años; sentados en el borde de la desarreglada cama, con los bóxeres abajo por los tobillos y cada uno con su miembro erecto en mano, masturbándose uno a la par del otro.
– ¡Bobby, tú sí que tienes una verga enorme! —Comentó el chico más delgado y pálido de los dos, que tenía el pelo rojizo largo hasta la nuca y los ojos verdes.
– ¿En serio lo crees, Nate? La verdad es que no lo sé. —Le contestó el otro, con el cabello corto castaño casi rubio y su rostro con pecas en la nariz y debajo de los ojos azules; mientras miraba la entrepierna de su amigo y confirmaba la notable diferencia en tamaño.
– ¡Te digo que sí! Mira, ni con las dos te la abarco toda. —Y el pelirrojo agarró con ambas manos la verga de su amigo, empuñándola desde la base hasta un poco más de la mitad- ¡Ves! Necesitaría otra mano para poder cubrírtela hasta la punta.
Lo cierto es que el miembro masculino de Bobby era mucho más grande que el de Nate, y también más grueso; incluso sus testículos parecían ser el doble de los del otro chico.
– Sí, creo que tienes razón. —Respondió en lo que dejaba que su amigo continuara tocándosela; de hecho éste lo manoseaba tanto, que ya técnicamente lo estaba masturbando.
– ¡Claro que la tengo! Si la tuya seguro hasta le gana a la de mi papá.
Y mientras Nate le contaba a Bobby como una vez había espiado a su propio padre con la verga erecta, seguía jalándosela descaradamente a su amigo; quien no objetaba para nada y se dejaba tranquilamente, jadeando por lo bajo.
– ¡Y también tienes unos huevos tremendos! —Continuó diciendo Nate a la vez que con una mano masturbaba a su amigo y con la otra manipulaba ese par de bolas blancas con muchos rizos rubios- Se sienten pesadas. Apuesto a que te corres muchísimo.
– Si sigues así, pronto lo sabrás… Ooohhh… —Resopló el otro adolescente, ya presa de sus hormonas; las cuales lo tenía muy caliente. Ambos se encontraban bastante calenturientos y por ello se dejaban llevar por la curiosidad y sus lujuriosos instintos juveniles.
Un par de minutos más tarde Bobby acabó sobre su camiseta gris, demostrando que en verdad lanzaba muchísima esperma. Nate, luego de ayudar a su amigo a correrse, tomó su propia verga y con unas cuantas jaladas rápidas también eyaculó.
Después de esa primera experiencia con otro del mismo sexo, Nate salió por la ventana y volvió a su habitación a través de la ventana de la casa de junto; puesto que ambos eran amigos y vecinos desde niños. Por su parte Bobby se quitó la ropa llena de semen y se fue a bañar.
En la ducha, mientras se lavaba su verga con jabón; sintiendo la espuma por todo su largo, venoso y nervudo tronco fálico, y en su sensible glande rosado también; tuvo otra erección, que se hizo otra paja pensando en que quizás su rabo era en verdad enorme. Para él la idea lo hacía sentirse muy viril; pero a la vez le preocupaba que no pudiera cogerse a su novia por esa razón. Entonces una vez que llegó a la secundaria, fue a buscar consejo de un adulto.
Tocó a la puerta de la oficina del entrenador McGregor y cuando escuchó el “adelante”, entró.
– Oh, eres tú Bobby. ¿Dime, pasó algo campeón? —Preguntó el hombre de 39 años; ya que sabía que faltaban varias horas para la práctica y el chico tendría que estar en clases.
– Es que… Es que quería preguntarle algo… Pero no sé cómo.
– Sólo dilo y ya. Sabes que tú o cualquier de los muchachos del equipo pueden decirme lo que sea y confiar en mí. —Le alentó su entrenador; quien ya tenía un par de años de conocer a Bobby y haber entablado con este una excelente relación, casi paternal. De hecho el entrenador McGregor era muy admirado y querido por todos los del equipo, casi un ídolo para los varones.
– Pues tiene que ver con… —Y el joven estudiante señaló con el dedo el protuberante bulto que se formaba en la entrepierna de su jean.
– ¿Qué pasó? ¿Te cortaste al afeitarte las bolas o qué? —Inquirió a modo de broma, para que el chico se relajara y le contara de una vez cual era el problema que lo afligía.
– No, no es eso entrenador… —Y Bobby se desabrochó el jean, bajó su bragueta y hurgando debajo del bóxer sacó su rabo; el cual aun estando flácido se veía formidable- Es esto…
– ¡Oh…cielos! —Se sorprendió el alto y fornido hombre de espesa barba negra- ¡Vaya pedazote de verga tienes ahí Bobby!
– Me preocupa que sea demasiado enorme para poder meterla.
– Entiendo. ¿Y cuánto es que te mide? —A lo que el chico contestó que no sabía- En ese caso se me ocurre una idea; pero necesitaré que la pongas tiesa para mí.
Entonces el ya desinhibido adolescente se comenzó a jalar su verga; haciendo que esta creciera más y en el proceso se fuera engrosando y endureciendo al máximo, que las venas le brotaban.
– ¡¡WOW!! ¡Parada es gigante, realmente gigantesca! —Y el entrenador se hincó frente al estudiante, que su rostro quedó muy cerca del baboso glande del chico y casi pegaba en la visera de la gorra roja que llevaba puesta- Con esto vamos a averiguar qué tan enorme es.
Aquel barbón sostenía entre sus dedos un envoltorio plástico metalizado y cuadrado.
– Este es uno de mis condones, es talla ‘L’. A ver si te queda. —Dijo el hombre en lo que se disponía a colocar el preservativo en ese palpitante e impresionante miembro juvenil.
McGregor desenrolló el condón todo lo posible por el tronco de la verga de su dotado alumno y se dio cuenta de que no cubría un buen tramo de la base, y de lo ancho parecía oprimirle.
– No calza bien y me aprieta. —Comentó Bobby viendo hacia abajo lo que su entrenador hacía; que ahora incluía una sutil masturbación a su rabo, regando el lubricante del látex desde la punta hasta la base que quedaba por fuera- ¿Cree que la pueda meter toda?
– Sólo hay una manera de saberlo, campeón. —Y acto seguido éste se quitó la camiseta, mostrando un torso fornido y algo velludo, y luego se quitó los pantalones buzo; quedando desnudo, sólo con su gorra roja y el silbato colgándole del cuello, y ya con su recia verga bien erecta- Ven y prueba metérmela toda. Si yo la aguanto, no tendrás problemas.
En ese momento el entrenador McGregor, de aspecto rudo y varonil, se apoyó contra su escritorio; subiendo nada más una rodilla arriba y con la otra pierna se mantenía fijo al piso.
– ¿Está seguro, entrenador? ¿Esto no es como…gay? —Preguntó el dubitativo chico, mirando al ancho y macizo trasero de aquel hombre; ya tan abierto que podía verle bien el peludo ano.
– Claro que no, Bobby. Yo soy macho y como tal te la aguantaré toda y así te demostraré que no tendrás ningún problema luego cuando cojas chicas.
Convencido fácilmente, Bobby se quitó la mochila y el resto de su ropa, y se colocó detrás del invitante culo de ese otro hombre y apoyando su glande contra aquel esfínter masculino, se la empezó a empujar dentro. De un tirón logró meterle la punta de su voluminoso falo.
– ¡Rayos, entrenador! Sí que está apretado su culo. No creo que le vaya a entrar.
– Sigue empujando… ¡Agh~! ¡Sí, así! ¡Aaahhh…se siente tan bien! —Le pedía agarrándose al escritorio con una mano, al mismo tiempo que con la otra se masturbaba debajo del mismo.
Y el estudiante continuó penetrando al macho que le pedía cada vez más; hasta que cuando llevaba la mitad de su miembro bien metido en ese estrecho recto, se escuchó un ruido como de desgarro, que el viril chico se detuvo en seco.
– No pasa nada, Bobby. Tú sigue. ¡Métemela toda! ¡Agh~! ¡Eso es! ¡Más adentro, más! ¡Agh~!
Pronto los pelos púbicos rubios de Bobby estaban rozando las redondas nalgas de McGregor; lo que era indicativo de que había logrado introducirle toda su gran y gruesa verga por el culo.
– ¡Ooohhh…! ¡Qué rico se siente esto, entrenador! —Confesó el adolescente, percatándose de que esa era su primera penetración y que no había sido con una chica, sino con otro hombre. Eso no le importó, ya que sentía un placer inigualable; así que instintivamente empezó a bombear rítmicamente con sus caderas el trasero del fornido macho.
– ¡Agh~! ¡Sí, cógeme campeón! ¡Cógeme duro! ¡Así, sí! ¡Agh~!
– Me voy a venir, entrenador… ¡¡AAAHHH!!
– Yo también, campeón. ¡Vamos, lléname de leche…! ¡¡AAAHHH!!
Y los dos se corrieron con un intenso y prolongado orgasmo. El hombre manchó todo su escritorio de nogal y Bobby le inundó todas las cálidas entrañas.
Cuando el satisfecho chico retiró su verga semierecta, se dio cuenta que el preservativo se había roto y en lo que se la sacó del todo, los trozos de látex cayeron al suelo al mismo tiempo que borbotones de su leche masculina escurrían del ensanchado ano del entrenador.
– Ves, Bobby. Ya no tienes de qué preocuparte. Podrás coger todo lo que gustes. —Le dijo McGregor a la vez que se incorporaba para quedar de frente a su alumno- Pero eso sí, tendrás que usar condones talla ‘XL’ y de los extra resistentes.
Y ambos se echaron a reír.
. . .
En otra parte de la secundaria, en el laboratorio, Nate se hallaba trabajando solo en uno de sus experimentos de química; cuando de súbito uno de los matraces que estaba utilizando explotó. Suerte que llevaba puesta gabacha y gafas protectoras, pues la sustancia morada que había surgido de la mezcla que preparó, había hecho un auténtico desastre por todos lados e incluso sobre él. Y justo en ese preciso momento entraba el viejo conserje de la escuela.
– ¡Cazzo! ¡Non ci credo! —Exclamó en italiano el maduro hombre, al ver todo el mueble y el piso cubiertos por esa extraña y viscosa sustancia- ¡¿Se puede saber que mierdas haces, niño?!
– ¡Lo siento! —Dijo el chico nervioso- No se supone que esto pasara.
– ¡¿Ah, no me digas?! —Contestó el conserje mal encarado con el trapeador en mano.
– Perdón… —Y leyendo el nombre de la etiqueta bordada en el overol azul de cremallera que usaba el hombre- …don Guido, ¿si quiere yo le ayudo a limpiar todo?
Al oír eso el semblante del sujeto de 58 años se suavizó, mostrando un rostro afable, pero con marcados rasgos varoniles; como una mandíbula cuadrada con áspera barba de varios días y una tupida uniceja, en contraste con su cabeza completamente calva.
Así que Nate se puso a limpiar junto al conserje, mientras le contaba que tenía permiso de su profesor para estar ahí solo, trabajando en su proyecto de ciencias. La pegajosa sustancia resultó ser muy resistente al tratar de removerla; pero al cabo de casi una hora lo lograron.
– ¡Uff~! Finalmente acabamos. —Y el hombre se limpió con el brazo el sudor de la frente.
– En verdad lo siento, don Guido. —Volvió a disculparse el chico, sintiéndose muy mal por hacer trabajar de más al maduro conserje- ¿Puedo ayudarlo con algo más?
– No hace falta niño, pero si quieres me puedes acompañar al trastero y llevar esos trapos.
Entonces el joven estudiante siguió al empleado de la escuela por el largo corredor, alejándose de las aulas, hasta llegar a la parte de atrás donde estaba el área de bodega. Entraron y, en lo que el sujeto vaciaba el agua morada de la cubeta del trapeador por el drenaje, el chico aprovechó para inspeccionar el lugar.
El cuarto estaba pobremente iluminado, lleno de repisas con todo tipo de artículos de limpieza, herramientas y otros objetos; además en el piso habían más cosas apiladas, como cajas y contenedores, que se sentía algo claustrofóbico estar ahí dentro. Y en eso Nate notó que en una esquina había lo que parecía un pequeño espacio personal para el conserje, que no era más que un oxidado casillero, una silla y un viejo escritorio con sus cosas.
– Vaya, aquí se está un poco apretado, ¿no? —Comentó el joven a la vez que dejaba sobre un barril los trapos que había cargado consigo.
– Bueno niño, no es como que esperaba visitas. —Y le sonrió; pero en eso se dio cuenta de que toda su ropa tenía manchas moradas- ¡Merda! Tendré que cambiarme.
Así que el hombre bajó del todo la cremallera de su overol azul y comenzó a quitárselo sin importarle que el adolescente lo mirara desnudarse. Mismo que no pudo evitar el quedársele viendo, sorprendido de como el conserje a pesar de ser ya algo maduro, tenía un físico delgado pero con musculatura bien definida, en especial en sus bíceps y pectorales. Otra cosa que llamó mucho la atención de Nate, fue lo velludo que era ese sujeto; quien tenía gran cantidad de pelos negros en el pecho, el estómago y las axilas; pero más que nada a él se le fueron los ojos hacia el paquete que se formaba en aquella traspirada trusa blanca, algo amarillenta.
– Parece como si nunca antes hubieras visto a un verdadero hombre. —Dijo el trabajador al darse cuenta de las persistentes miradas de aquel estudiante pelirrojo; así que levantó los brazos y flexionó sus músculos- ¿Qué opinas, niño?
– Eh…pues…se conserva muy bien, don Guido.
– Alguna ventaja tenía que tener trabajar por tantos años. —Y se rio, justo en lo que el penetrante hedor de sus sobacos sudados llegaba hasta la nariz de Nate.
– ¡Vaya, sí que apesta! —Y el chico hizo el gesto de taparse la nariz con la mano- ¿Cuándo fue la última vez que tomó una ducha?
– Bueno niño, me baño todos los días; pero no puedo evitar oler siempre como todo un auténtico macho. —Le respondió acercándose más; haciendo que el adolescente quedara contra el escritorio, cara a cara con ese hombrezote.
Nate tragó en seco, sintiéndose nervioso e intimidado por ese maduro conserje ya casi encima; quien ciertamente tenía un aroma masculino muy intenso, algo agrio pero a la vez atrayente.
– Sabes niño, una vez que pruebas a un verdadero hombre, no querrás otra cosa.
Y en ese instante don Guido colocó una de sus callosas manos sobre la cabellera roja del chico y lo empujó hacia abajo, para que éste se arrodillara ante su entrepierna. El adolescente; una vez más presa de sus hormonas, más el efecto de toda esa abundante testosterona que emanaba del varonil trabajador; accedió y sin protestar se hincó en el frío suelo.
Ahí se puso a frotar su rostro contra aquel bulto, olfateando más de esa estimulante esencia masculina; que ya hasta abría la boca y con la lengua lamía y chupaba aquella sucia prenda.
– ¡Eso es, niño! Asegúrate de probar bien toda mi hombría.
Nate sentía como entre sus labios aquel miembro crecía y se ponía cada vez más duro; mientras saboreaba de la tela la traspiración del conserje y sus otras secreciones como el cebo, la orina y el pre-semen secos. Entonces el calenturiento estudiante con sus manos le bajó la trusa despacio y se maravilló cuando la verga de don Guido saltó erecta.
– ¡Mmmm…Slurp~! ¡Qué rico le sabe! ¡Mmmm…Slurp~! —Decía el joven entre las mamadas que ya le daba al peludo y oloroso rabo de ese rudo hombre; que para ser las primeras que daba, lo hacía muy bien, tanto, que el maduro semental empezaba a jadear complacido.
Aquel alumno lamía y chupaba la virilidad completa del sucio conserje; su fuerte y fibroso falo, sus sudadas bolas llenas de vellos e incluso su denso pelo púbico; en lo que parecía un trance provocado por el hedor que expedía don Guido de cada recoveco de su marcado cuerpo. Pero en eso el hombre detuvo al lindo pelirrojo que se había conseguido y lo puso de pie para besarlo en la boca. Nate se dejaba casi como si ya no fuera dueño de sí mismo; sintiendo la rasposa barba en sus labios rosas y la otra lengua dentro de su paladar. Luego el maduro macho desnudó al chico totalmente y lo sentó a la orilla de su escritorio, le abrió de piernas y le hizo un anilingus tan prodigioso que Nate no paraba de gemir y se masturbaba sin control.
Después de un buen rato así, el trabajador empezó a penetrar al chico en la posición del candado; con Nate al borde del mueble apoyado con sus brazos para atrás, mientras él de pie y de frente se la metía, en lo que las piernas del joven le aprisionaban las caderas y lo hacían comenzar con su vicioso embiste anal. Así fue como ese adolescente perdió su virginidad, sorprendentemente sin dolor; quizás porque parecía estar drogado en testosterona.
– ¡Así me gusta, niño! Imprégnate con mi olor a sobaco de macho. —Habló don Guido, levantando uno de sus brazos para dejar al alcance su axila; misma que Nate devoró sin vacilar, lamiendo y chupando sudor y pelos por igual- ¡Eso es! ¡Emborráchate con mi hedor!
Luego fue la otra axila y de ahí aquel hombrezote se subió él también al escritorio, y de cucharita continuó bombeando las húmedas, tibias y estrechas entrañas del estudiante.
– Dime niño, ¿cómo se siente ser follado por un verdadero hombre?
– ¡Se siente increíble! ¡Agh~! ¡Me encanta! ¡Agh~! ¡Más, por favor! ¡Aaahhh…!
El chico tenía todos sus sentidos al límite, que el ser desvirgado así de fuerte le causaba dolor; pero era una sensación dolorosa y placentera a la vez. En eso, Nate terminó sentado sobre la sólida verga de ese maduro macho, montándolo por si solo con una habilidad natural.
– ¡Ay…no puedo más! ¡¡AAAHHH!! —Y jalándosela, sin parar de cabalgar, se corrió.
– ¡Eso es, niño! ¡Embárrame con toda tu lechita! —Dijo don Guido mientras veía como los chorros de semen del joven pelirrojo le caían en el estómago y pecho peludos- ¡¡AAAHHH!!
Y en ese mismo instante él también se vino, con un sonoro resoplido vació todo el contenido de sus huevos en el culito de ese hermoso chico.
Minutos después, y ya una vez recuperados, ambos se bajaron del mueble y buscaron a ponerse la ropa. El conserje tomó su trusa usada y con la misma se limpió el esperma del torso.
– ¡Hey niño, toma! —Y le arrojó la manchada prenda para que el otro la atrapara justo en el aire- Ahí tienes, para que no te olvides de como huele un auténtico macho.
Nate se la llevó a la cara y aspirando hondo la olfateó hasta memorizar esa exquisita mezcla de aromas, y relamiéndose le agradeció y sonrió, para luego marcharse y volver al laboratorio.
Por su parte, don Guido se colocó el overol sin nada por debajo y salió del área de bodega, sólo para tropezarse con otro hombre.
– ¡¿Renzo, qué haces aquí?! —Se sorprendió al ver a uno de sus hijos en aquel pasillo de la escuela, usando un uniforme de repartidor; que consistía en un flojo pantalón verde a juego con la gorra y una camisa polo roja, un par de tallas más grande.
– Necesito me prestes la moto, papá. Voy a cubrir a Vinny en la pizzería del tío.
. . .
Era cerca de mediodía y Lorenzo hacía su segunda entrega. Ahora se encontraba entrando a un alto edificio de apartamentos y con la caja de pizza en mano se dirigió a los elevadores. Ahí vio que había otro sujeto esperando; éste se notaba que era uno de esos oficinistas de camisa manga larga y corbata, además llevaba un maletín de cuero. Cuando el ascensor se abrió, ambos entraron en silencio y de pronto un chico irrumpió justo antes de que las puertas se cerraran. A Renzo le pareció que el maduro hombre y el jovencito debían conocerse, pues intercambiaron unas cuantas palabras; aunque él no las escuchó, pues llevaba puestos sus audífonos con música rock. Y en eso el elevador se detuvo y al abrirse las puertas los otros dos se bajaron, por lo que él continuó ascendiendo solo por un par de pisos más.
Fuera del elevador, el repartidor de 27 años caminó por aquellos laberínticos corredores de puertas idénticas; hasta que halló la que enmarcaba ‘1609’. Tocó el timbre y esperó.
– ¡Finalmente! ¡Moría de hambre! —Dijo el hombre que había abierto la puerta; que para asombro de Lorenzo, el sujeto estaba en toalla y el pelo aún le goteaba- Pasa y déjala por ahí. Ahora te traigo el dinero.
Y su cliente se perdió de vista. Renzo se había quitado los audífonos y había colocado la caja de pizza sobre una mesita junto a la entrada. Él estaba algo ansioso, ya quería terminar el pedido e irse de ese edificio. Pero entonces oyó algo inusual provenir de la sala, que con unos cuantos paso más llegó al sitio y vio que en el televisor plasma había una película porno. Lo primero que Lorenzo pensó era que el dueño del apartamento tenía muy buen gusto en pornografía; puesto que lo que la pantalla mostraba era algo que a él le fascinaba. El mirar a esa madura tetona ser abusada brutalmente por todo un grupo de machos, le había causado una erección.
– Espero que no te moleste. —Habló detrás de él el señor Martin, que volvía con su billetera en una de sus manos- Me gusta ver una buena porno cuando como. Ya sabes, alimento para el estómago y para el morbo también.
– No, para nada. Lo entiendo. —Y Renzo rio nerviosamente.
– Y por lo que veo a ti también ya se te abrió el apetito. —Y el hombre hizo señas hacia la entrepierna del repartidor; donde se marcaba visiblemente su dura verga en el flojo pantalón, que ahora parecía una carpa verde oscura.
El señor Martin mostraba una pícara sonrisa en su atractivo rostro. Él es un hombre de 45 años, cabello castaño con canas grises en las sienes y un muy buen cuerpo; el cual estaba casi desnudo de no ser por la corta toalla alrededor de su cintura; y es velludo, pero los mantiene recortados con máquina, por lo que la definición de sus músculos es más visible.
– ¿Hace cuánto no te corres, muchacho?
– Eh…hace un par de días con mi novia. —Contestó el repartidor sintiéndose incomodo por como la situación se estaba desarrollando.
– Yo podría ayudarte y te daría una muy buena propina. —Y el maduro le mostró un manojo de billetes que representaba una considerable suma.
– ¡¿Che cazzo?! ¡¿Acaso cree que soy un maricón o qué?!
– No, claro que no. Como sé que eres macho quiero que solamente me dejes mamártela y tú ganarías un buen dinero. —Y sacó unos cuantos billetes más- ¿Qué dices, muchacho?
Lo cierto es que Lorenzo necesitaba desesperadamente el dinero, fue por esa razón que él había decidido cubrir el turno de su primo y ahora se le presentaba esa oportunidad de ganar una gran suma de forma fácil. La porno seguía, que los gemidos y gritos de la tetona retumbaban en aquella espaciosa sala, acompañados de los jadeos de todos esos hombres; lo que había estado manteniendo la erección en la entrepierna de Renzo.
– Está bien, acepto. —Y el repartidor se giró la gorra y se sentó en el sofá de cuero sintético.
Entonces el dueño del apartamento se arrodilló en la alfombra blanca y con ambas manos desabrochó el pantalón del otro hombre, para así liberar su verga.
– ¡Oh…vaya! No sabía que la pizza vendría con peperoni extra. —Comentó el señor Martin, sonriendo al ver complacido aquel miembro masculino de tan buenas proporciones.
Y ya sin decir más nada, el maduro se metió a la boca el jugoso y sabroso rabo de Lorenzo; que era muy largo y curvo hacia abajo, lo que le facilitaba el engullírselo hasta la faringe y hacerle una mamada de garganta profunda, que Renzo ya traspiraba y jadea de puro placer.
El confuso repartidor; que primero había estado con los ojos cerrados y el ceño fruncido, tratando de convencerse que lo que hacía no estaba mal y que todo era por el dinero; ahora se dejaba sorprendido de como ese otro sujeto le estaba dando el mejor oral de toda su vida.
Trató de pensar en su novia, pero la imagen se desvaneció de su mente; que luego probó a clavar la mirada en la pantalla, en la porno heterosexual, pero siempre bajaba la vista y contemplaba a ese atractivo maduro; quien le lamía toda la verga, desde los rizos negros de la base, por todo el largo y venoso tronco, hasta volver a engullirse su glande y succionárselo tan bien, que él tenía que luchar para no correrse. El señor Martin era un experto, ya que también le dedicó tiempo a chuparle los peludos huevos, siempre atendiendo con las manos su falo, masturbándoselo y regándole todos los hilos seminales que no le dejaban de escurrir.
– ¡Oh…si sigue así, me voy a venir! ¡Y pronto! ¡Ooohhh…!
– Mmmm…eso es lo que quiero, muchacho. Mmmm…que me des toda tu leche de macho.
– ¡Entonces cómetela toda, puto! —Y Lorenzo agarró con ambas manos al maduro por la cabeza y le empujó todo su rabo hasta el tope; justo en lo que sus chorros de semen subían por sus bolas, pasaban por todo su prolongado miembro viril y salían disparados directo a la garganta y estómago del otro hombre; el cual los tragó todos, uno por uno.
Cuando el repartidor acabó plenamente y su cliente había ingerido toda la cremosa y tibia proteína masculina que le había arrojado, lo soltó y se acomodó relajado en el sofá.
– ¡Mmmm…! Me diste de comer tanta leche que ya se me quitó el hambre. —Dijo chupándose los dedos y con la yema de uno de ellos juntó unas gotitas que le colgaban del glande a Renzo.
– Es que andaba algo cargado. —Y el joven semental le sonrió.
Ahí el maduro se percató de lo guapo que era ese repartidor de pizzas. Éste tenía el cabello negro lacio y largo, atado en una coleta; usaba de barbita una hilera de pelitos debajo del labio hasta la barbilla; un piercing en la ceja izquierda y tenía unos llamativos ojos color miel.
– ¡Oye muchacho, pero si sigues todavía muy duro! —Notó el señor Martin, al mismo tiempo que tomaba ese largo y curvo falo con una mano y le daba unos cuantos jalones más.
– ¡Oh…! Bueno, a veces me pasa que no se me baja. —Le respondió éste gimiendo por lo bajo, pues aquel nuevo manoseo sobre su sensible verga lo hacía estremecerse por completo.
Entonces el otro sujeto se paró, giró su cuerpo para darle la espalda a Lorenzo y se quitó del todo la toalla, revelando un respingado y bien tallado trasero.
– Si quieres puedo ayudarte otra vez. Y descuida, te daré más propina si hace falta.
El repartidor necesitado de dinero no lo pensó mucho y se puso de pie para quitarse la ropa. Como el uniforme de su primo Vinny le quedaba grande, cuando se lo quitó sorprendió a su cliente; puesto que este no se esperaba que él tuviera tan buen físico. Renzo, como su padre, era delgado pero con buena definición en sus músculos. Él tenía bien marcados los hombros y bíceps; el pecho y el abdomen de lavadero, adornado con una hilera de pelos negros del pubis al ombligo; y también tenía esa sensual forma en ‘V’ de la pelvis.
El señor Martin ya se había colocado en cuatro sobre la alfombra afelpada y le pedía al otro macho que se la metiera, meneando el culo para provocarlo.
– ¡Ven y méteme todo ese peperoni tuyo! ¡Mi culo tiene hambre de verga!
Lorenzo se hincó en posición, en medio de las piernas del maduro que exhibía un deseable trasero, y embocando su glande en ese esfínter masculino; empezó a empujar y metérsela poco a poco, hasta que con una última estocada le clavó toda su larga verga al mero fondo.
– ¡Ah…madre mía! ¡Pero qué rico se siente este culo! —Se sorprendió diciendo Renzo, ya que nunca pensó que penetrar a otro hombre le resultara tan placentero.
– ¡Agh~! ¡Sí, sigue así muchacho! ¡Más rápido! ¡Agh~! ¡Más Duro! —Gemía el dueño de ese apartamento, tan fuerte que superaba a los gritos de la película porno.
El enérgico repartidor lo estuvo follando por largo rato y en todo tipo de posiciones, ya sin importarle que estuviera cogiéndose a otro macho; de hecho en el fondo la idea le causaba muchísimo morbo y sentía que el contenido de sus huevos hervía más y más.
– Me vengo… ¡Me vengo! ¡¡AAAHHH!! —Y el joven se descargó otra vez, ahora dentro del culo de su maduro cliente; quien también se corrió manchando su costosa alfombra.
Luego Lorenzo se incorporó; ahora todo empapado en traspiración, pero ya flácido y bien satisfecho; se puso el uniforme y se encaminó a la puerta para irse. Nuevamente él se sentía incómodo por toda la situación y hasta tenía cargo de conciencia por lo que había hecho, que sin decir nada o voltear atrás, abrió y se marchó por el pasillo.
– ¡Hey, muchacho! ¡¿No te olvidas algo?! —Y el señor Martin sacudió el manojo de billetes en su mano derecha- Te olvidas el dinero de la pizza y todas tus propinas.
Y en lo que Renzo regresaba para tomar su dinero, el otro macho aprovechó para robarle un beso en la boca. El repartidor primero se sorprendió y apartó; pero enseguida se lanzó contra el otro y le devolvió el gesto, besándose apasionadamente en medio de aquel corredor…
Genial relato, tienes un don para escribir. Me puse muy duro con él.
Sigue asi, me encanta leer tus relatos
Muchas gracias por tu apoyo y por el hecho que siempre me lees 😉
Y me alegra que te pongas muy duro 😛
Ya subí la 2da Parte, espero salga publicada pronto. Salu2!!
Buen relato… Espero continuación pronto!
Gracias 😉