En un Día como Cualquiera… (Parte 2)
Sigue a varios personajes en un día como cualquier otro….
Era cerca de mediodía y el señor Stevens regresaba a su apartamento. Él se encontraba esperando junto a los elevadores, sintiendo como el calor del día hacía que mojara con sudor su camisa manga larga, debajo de los brazos y en el área del pecho; sin mencionar que la corbata ya le comenzaba a sofocar. En eso llegó un joven repartidor de pizzas que se subió con él al ascensor y justo en lo que las puertas se estaban por cerrar del todo, entró quien él había estado esperando con muchas ansias.
– ¡Hola, señor Stevens! —Le dijo el chico con una amplia sonrisa, casi angelical.
– Ho…hola, Jimmy. ¿Qué tal estás? —Respondió algo incómodo por el repartidor a la par; aunque este llevaba audífonos, por lo que seguramente no podía escucharlos.
El bajito adolescente de 15 años se colocó en medio de los dos altos adultos, sintiendo como por detrás la mano del señor Stevens le acariciaba sus nalgas y se las apretaba por sobre el jean. Entonces el elevador se detuvo y al abrirse las puertas ellos dos salieron, uno detrás del otro, dejando solo al repartidor.
El señor Stevens caminó despacio por el alfombrado pasillo, sintiendo como a sus espaldas el jovencito lo seguía con diferencia de unos cuantos pasos. Él tomó las llaves de su bolsillo y con ellas abrió la puerta de su apartamento, entrando y dejando que el chico también lo hiciera detrás de él. Al momento que la puerta se cerró del todo, el maduro hombre de 52 años se volteó para encontrar al dulce de Jimmy ya hincado a sus pies.
– Bienvenido a casa, señor. —Habló éste al tiempo que lo ayudaba con el maletín.
El oficinista se mantuvo en silencio, con semblante serio, dejando que el joven le quitara uno por uno los zapatos marrones. Luego el servicial adolescente se paró; pero como era bajo, su cara apenas y quedó a la altura del pecho del señor Stevens; y ahí le desanudó la corbata color vino, para después desabrochar cada uno de los botones de aquella traspirada camisa rosa; que al quitársela descubrió unos tornados pectorales cubiertos de pelos negros.
A Jimmy le fascina contemplar el torso fornido y velludo de ese macho maduro; que tiene la piel bronceada y unos macizos brazos para completar. Al chico no le molesta que aquel hombre tenga panza, al contrario, eso le gusta mucho. De ahí el jovencito empezó a besar el cuello del semental que tenía por delante, también le lamió el sudado pelo en pecho y besó sus oscuros y duros pezones; descendiendo por el prominente estómago hasta quedar otra vez de rodillas y así removerle el cinturón café. Acto seguido, Jimmy le sacó los calcetines y se puso a olerle los pies a su macho; el cual le permitió lamérselos y chupárselos.
Después el señor Stevens se encaminó hacia su sala y se sentó en el diván, permaneciendo en silencio, pero expresando en su tosco rostro sus órdenes. El chico ya conocía los deseos y gustos de quien era su amo; por lo que comenzó a removerse la ropa muy lentamente, para que el otro disfrutara con el espectáculo. Jimmy se quitó su camiseta y se pasó las manos por su delicado y fino cuerpecito, pálido y de piel tan suave que parecía crema; se apretó un poco sus tetillas sonrosadas y de ahí se sacó el jean, quedando solamente con su corto y ceñido bóxer celeste; que al girarse, reveló que apenas y le cubría sus grandes y redondas nalgas blancas.
A continuación, el jovencito se acercó gateando a aquel varonil hombre y pidiendo permiso con sus lindos ojos azules, Jimmy desabrochó el pantalón caqui de su amo y con cuidado sacó la verga que éste ostentaba, ya bien erecta y venosa. El miembro masculino de ese macho es tan grueso y nervudo que parece estar hecho de puro músculo. De inmediato el adolescente sumiso se puso a restregar ese gordo rabo contra su cara, impregnándose con ese fuerte olor viril y sintiendo las cálidas palpitaciones de ese órgano masculino. Luego le corrió gradualmente el prepucio, revelando un enrojecido glande ya bien hinchado, y tímidamente con la punta de su lengua el chico se puso a colectar las ricas gotitas que le brotaban del abierto ojete.
– Deja de jugar y ponte a mamarla de una vez. —Ordenó su impaciente amo.
– ¡Lo siento, señor! ¡Enseguida, señor!
Entonces Jimmy se metió a la boca todo lo que le cabía de aquel fornido falo, atragantándose y teniendo severas arcadas, que su carita estaba colorada y tenía lágrimas en sus ojos; pero aun así persistía y cada vez que se la mamaba, trataba de engullir un poco más.
– Atiende mis huevos, también. ¡Rápido, ¿qué esperas?!
El joven rubio se exaltó y de inmediato le ayudó a su maduro macho a quitarse del todo el pantalón de tela junto con la trusa; quedando al descubierto toda la impresionante hombría del señor Stevens y a la entera disposición del chico. Este último empezó a pasar su rosada lengua por ese peludo y oscuro par de huevos rugosos, con sabor a sudor y a pura testosterona.
– ¡Oh…! ¡Suficiente! Ya estoy listo. —Entonces él se incorporó y Jimmy también, pero ahora éste se colocaba en cuatro sobre el diván.
En ese momento el adolescente comenzó a sentir las ásperas y pesadas manos del semental por todo su trasero, manoseándole y estrujándole las nalgas; incluso le dio unas cuantas nalgadas fuertes, y de ahí se las separó para escupirle directo en su lampiño y rosadito ano.
En eso el señor Stevens se agachó lo suficiente para deleitarse con ese culito terso y juvenil, mordiéndole la carnita del esfínter y metiéndole la salivosa lengua adentro, para sentir lo húmedo y caliente del recto del chico; el cual gemía y se retorcía de gusto.
– ¡Ah…señor, por favor métemela! ¡Se lo suplico, señor! ¡Por favor…! ¡Aaahhh…!
El maduro macho; de prominente frente, pues se estaba quedando calvo, y con esa marcada sombra de barba gris; se escupió sobre su gruesa verga y detrás de Jimmy se la colocó en posición, y con una grosera y brutal estocada, se la metió entera de una; rasgando ano y atravesando el recto hasta bien adentro; que el pobre jovencito gritó a todo pulmón.
– ¿Cuantas veces te he dicho que no grites tanto? —Le reclamó él con voz calma y al tiempo que sus embestidas empezaban con ese acostumbrado ritmo bestial.
– ¡¡AY!! ¡Agh~! ¡Lo siento, señor! ¡Agh~! —Y el joven sumiso se mordió los labios, a la vez que soportaba las salvajes arremetidas de las caderas de ese sádico semental.
Lo cierto es que a Jimmy le dolía y sentía su culo arder en llamas; pero eso era justo lo que a él le gustaba tanto, ser sometido así por el señor Stevens. Éste, desde hacía ya un año, se había convertido en su amo y el chico nunca antes había sido tan feliz; prueba de ello es que ahora su miembro estaba erecto al máximo y se sacudía contra su plano vientre con cada uno de los bombeos de ese hombre; los cuales aumentaban en potencia y velocidad. Él hasta podía sentir las voluminosas bolas de su macho golpetear contra las suyas mientras era follado.
De ahí, el recio semental se detuvo, le sacó el rabo por un momento y colocó a su sumiso boca abajo contra el suelo, y de una viciosa clavada se lo ensartó entero otra vez; sintiendo como aquel anito nuevamente se desgarraba y ahora él se encontraba recostado con todo su peludo y pesado cuerpo sobre el pequeño y delicado del chico.
– Quiero que lo digas… —Le susurró el hombre al joven, mientras en misionero no cesaba de taladrarle con la pelvis el tierno trasero de Jimmy.
– ¡Papá, por favor cógeme! ¡Agh~! ¡Cógeme más duro! ¡Agh~!
El señor Stevens en verdad no era el padre de ese muchacho; pero este tenía la misma edad que la de su hijo y se trataba de no otro que del mejor amigo del mismo.
– ¡Oh…sí! ¿Te gusta que papá te coja así, hijo? —Resoplaba el maduro hombre con su frente llena de gotas de sudor y en lo que le raspaba con su barba la oreja y mejilla al chico.
– ¡Sí, papá! ¡Me gusta mucho! ¡Agh~! ¡No te detengas, por favor! ¡Agh~! —Vociferaba entre gemidos de dolor y placer, sintiendo la fricción del duro piso contra su falo y huevos.
Y el adolescente comenzó a correrse; embarrándose con su esperma desde el ombligo hasta el pecho. Sus gritos y convulsiones le indicaron al señor Stevens que estaba eyaculando.
– Siempre supe que eras un putito, hijo. ¡Oh…! Sólo mira cómo te corres cuando papá te coge.
– ¡Sí, papá! ¡Soy tu putito! —Y Jimmy comenzó a empujar hacia arriba su culo, al ritmo de las clavadas de su macho- ¡Por favor papá, préñame el culo con tu leche! ¡Aaahhh…!
– ¡Oh…Dios! ¡No puedo más! ¡¡AAAHHH!!
Así fue como el viril del señor Stevens terminó en una intensa e inacabable corrida dentro de las machacadas entrañas de quien él imaginaba era su propio hijo. Después, el hombre se levantó y ayudó al chico, abrazándolo contra su peludo pecho, para luego agacharse un poco y alcanzar ese par de labios rosas y poder besarlos.
– Gracias, Jimmy. Necesitaba esto. —Y aún erecto, continuó- Pero estoy listo para más…
Esos encuentros eran habituales entre ellos, pues ese adolescente era el amante del maduro oficinista; quien a veces se escapaba del trabajo para saciar su morbo e incansable lujuria.
. . .
Tadeu iba tarde para su turno, y él detesta ser impuntual; por lo que su prisa fue tal, que no vio salir por las puertas giratorias al hombre con el que se fue de encuentro. Los dos chocaron de frente; pero como ambos eran altos y fornidos, aun con el impacto no se fueron al suelo.
– Perdone, no lo vi. —Se disculpó con el otro sujeto.
– No pasa nada. Yo también iba distraído. —Le contestó el señor Stevens al atlético muchacho de ropa deportiva- Bueno, tengo algo de prisa. Debo volver a la oficina.
Y Tadeu se giró para ver al varonil oficinista marcharse; al cual nunca había visto antes, por lo que supuso que debía de tratarse de un residente de alguno de los apartamentos de ese edificio, justo arriba del gimnasio donde él trabaja como instructor personal.
Ya dentro del gimnasio marcó su entrada y se puso a ser ronda, en busca de alguno de sus clientes conocidos, pero el lugar estaba casi vacío. Y justo en el área de pesas divisó a uno.
– Buenas tardes, señor Colton. Trabajando esos buenos músculos hasta sudar, ¿eh?
– ¡Ah, hola Tadeu! Así es… ¡Uff~! —Y el otro musculoso hombre; que tiene el cabello y barba canosas, de tonos grises y blancos, bajó la pesa de barra de 45Kg que levantaba- Y te he dicho siempre que me llames Ralph.
– Lo siento Ralph; la costumbre. —Le respondió él; un hombre joven de 31 años, con la piel canela y el cabello crespo, corto y de color azabache- Terminando la rutina por lo que veo.
– Te busqué cuando llegué hace un par de horas, pero me dijeron que no estabas.
– Sí, lo sé. Lo lamento. Me tocó cambiar el turno por hoy. Aunque me hubiera gustado guiar y acompañar tus ejercicios como siempre.
En eso el señor Colton se secó con una pequeña toalla el sudor de su rostro, cuello e incluso se la pasó por las axilas, que estaban expuestas por la camiseta naranja sin mangas que llevaba.
– Pero haz hecho excelente trabajo tu solo. —Continuó el instructor de ascendencia brasileña, mientras miraba de pies a cabeza a su cliente- Te ves increíble para un hombre de tu edad.
– También te he dicho que no me trates como un viejo; no soy tan mayor que tú. —Y se pasó la toallita por debajo de la camiseta, secando la traspiración de su esculpido torso.
Ralph es un hombre maduro de 49 años y como entrena desde hace bastante, tiene un físico que fácilmente es la envidia de muchos más jóvenes que él. Por esa razón Tadeu no podía evitar el ver como aquella camiseta anaranjada se adhería a esas anchas placas pectorales y como sin las mangas, podía apreciar la perfecta definición de esos brazos, con anchos hombros y uno abultados bíceps; todos surcados por varias hileras de venas brotadas. Y como su cliente llevaba puesto un ajustado pantaloncillo de licra gris, a éste se le marcaban sus gruesos y torneados muslos; pues a ellos nunca se les olvidaba el “Día de piernas”.
– Bueno, será mejor que vaya a las duchas. —Prosiguió Ralph sintiendo las miradas del otro.
– Vaya, a esta hora el lugar parece un cementerio. —Comentó el brasileño mulato, al mismo tiempo que seguía al otro hacia los vestuarios masculinos- Este turno sí que es aburrido.
Los dos continuaron platicando con confianza, pues se conocían de varios meses atrás. Tadeu se sentó en una de las largas banquetas de madera, haciendo conversación, en lo que Ralph se quitaba desinhibido la transpirada ropa de ejercicios y quedaba desnudo. Entonces él se giró para alcanzar una toalla larga dentro de su casillero, quedando de espalda al joven instructor.
– A eso yo le llamó un verdadero trasero. —Y Tadeu se lo señaló con el dedo- Esas sí son unas buenas nalgas de acero sólido.
– Pues es gracias a tu ayuda y a los ejercicios que me indicas. —Le contestó el otro sin ponerse la toalla y permanecer desnudo en píe, casi que exhibiéndose frente al otro hombre.
– En verdad que tienes un cuerpo increíble, Ralph. —Y Tadeu se incorporó y acercó a su cliente, como si le inspeccionara el físico- Espero verme así cuando tenga tu edad.
– ¡Ya vas otra vez con eso de la edad! —Y ambos intercambiaron sonrisas- Pero sé a lo que te refieres. Aunque seguro que sí; de todos, tú eres el instructor más guapo y de mejor cuerpo.
– ¿En serio lo crees?
– Claro y tú lo sabes también, no te hagas. Sabes perfectamente que en el gimnasio todos te ven como el caramelo que se quieren comer.
– ¿Y eso te incluye a ti? —Le preguntó cara a cara y muy de cerca, que ambos podían sentir la respiración y el aliento del otro.
– ¿Quién sabe? Quizás… —Y el maduro musculoso se encaminó hacia las duchas, dejando al joven con una notoria erección debajo del corto pantaloncillo oscuro que llevaba puesto.
El instructor siguió de cerca a su cliente; viendo como éste se colocaba en la primera ducha y abría la llave del agua caliente, para que esta lavara todo el sudor de su fibrado cuerpo.
– Dime, ¿te excitas cuando estas levantando pesas y yo las sostengo por ti? —Le insistió Tadeu, motivado por la situación y que finalmente se había armado de valor con Ralph.
– Claro. Siempre me preocupa que veas como quedó de duro cuando estoy contigo.
– ¡Justo como lo estoy yo ahora! —Y se bajó del todo la calzoneta, de la cual brincó su verga erecta; misma que era grande, gruesa y venosa como todo en él.
Seguido se quitó la camiseta de licra amarilla que llevaba y reveló su macizo pecho y su abdomen con todos los cuadritos marcados en esa piel trigueña, toda depilada y bien definida en cada pliegue y recoveco de su musculatura. Entonces Ralph vio a Tadeu entrar en la ducha y los dos se besaron, entrelazando sus lenguas y fuertes brazos en un abrazo de puro músculos, entre blanco y canela. Luego, el maduro hombre bajó besando y lamiendo por todo el esculpido torso del joven instructor; hasta que de rodillas se puso a mamar el prominente miembro viril que éste tenía en su depilada entrepierna. El rabo de ese brasileño era enorme, que Ralph no podía chuparlo completo; pero aun así lo saboreaba y lengüeteaba entero, desde el pegue con sus recios huevos, hasta la jugosa punta que soltaba esos deliciosos líquidos seminales.
El agua caliente mojaba sus atléticos cuerpos, llenando todo el lugar con vapor y atenuando sus jadeos y gemidos masculinos. Y en eso fue el turno de Tadeu; que paró al hombre que tenía meses deseando y que ahora podía tocar, besar y lamerle por todos lados. Él también se hincó en el piso de la ducha para mamarle el falo al otro; que no era tan grande como el de él, pero sí muy grueso y cabezón, logrando engullírselo hasta los pelos negros de la base.
– ¡Oh…! Esto me parece increíble. ¡Ooohhh…! —Resoplaba de placer Ralph.
– ¡Mmmm…Slurp~! Mmmm…Tú eres increíble. ¡Slurp~! —Y el joven musculoso se detuvo e hizo que el otro se girara, quedando a su alcance todo ese sólido trasero; el cual también se comió.
Le separó las nalgas de acero y le pasó la lengua por esa velluda raja, para luego meterle la lengua en el ano y comenzar a dilatárselo con un experto anilingus. Y minutos más tarde, el guapo brasileño se puso en pie detrás del otro hombre y le empezó a frotar su nervuda verga por el culo, justo entre las nalgas; hasta que no aguantó más y, hallando el relajado esfínter, se la encajó a la mitad con un único empuje de sus caderas.
Ralph gemía de gusto, sintiendo como ese atractivo joven lo estaba cogiendo, haciendo uso de su ejercitado cuerpo para metérsela y sacársela a un ritmo increíble; que ya le había logrado introducir entero su fornido falo y él masturbaba su rabo en respuesta. El maduro se apoyaba contra una de las paredes de la ducha y Tadeu por detrás lo embestía sosteniéndose de los anchos trapezoides del otro, permitiéndole cobrar más arrojo y velocidad en su abate de pelvis.
– ¡Ah…espera! Quiero verte a la cara mientras me follas. —Le pidió a su instructor; el cual le sacó su enorme virilidad por un momento, sólo para poder cargarlo con toda la fuerza de su musculoso cuerpo y volvérsela a meter de frente, retomando su enérgico bombeo anal.
– ¡Oh…qué delicia! Tenía meses de soñar con este momento. —Confesó el brasileño jadeante.
– ¡Aaahhh…lo mismo digo, Tadeu! ¡Ahora fóllame con todo! ¡Así…! ¡Así! ¡¡AAAHHH!!
No tardaron mucho en venirse. Ambos estaban demasiado calientes, que Ralph se corrió sobre sí mismo sin tocarse y casi en el preciso instante en que el otro semental eyaculaba en sus entrañas, llenándole todo el recto e intestinos con su espesa leche viril.
Después de acabar y besarse nuevamente, los dos regresaron a los casilleros para secarse y ponerse la ropa; encontrándose con que en el vestuario había un fornido negro desvistiéndose y al que le colgaba entre las piernas un muy llamativo rabo.
Y mientras Ralph buscaba su trusa limpia dentro del casillero, el celular de su pantalón de tela comenzó a vibrar. Lo tomó y cuando vio la pantalla, reconoció el número del fontanero que había contactado unos días atrás.
– ¿Aló? Sí, dígame. —Y escuchó lo que le decían al otro lado del auricular- Mire, yo estoy un poco atrasado; pero mi hijo está en casa y él lo puede atender… ¡Ajá, perfecto!
– ¿Algún problema? —Le preguntó Tadeu en lo que checaba al negrote caminar a las duchas.
– El baño; nada complicado. ¿Y dime, volveremos a hacer estos ejercicios?
– Serán parte de tu rutina diaria. —Y los dos se rieron con complicidad.
. . .
Estaba atardeciendo cuando el fontanero Joe estacionó su camioneta frente a la casa de su último cliente. Revisó otra vez la dirección que le habían enviado y de ahí tomó su pesada caja de herramientas y se dirigió hacia la entrada. Tocó el timbre un par de veces y a la tercera la puerta se abrió. Debajo de aquel umbral se hallaba un chico, de cuerpo menudo y con aspecto de niño todavía; era blanco pero algo rojizo en el área de su nariz y mejillas, tenía el cabello castaño en ondas y una carita bonita; la cual ahora mostraba cierto recelo.
– ¡Hola! Soy el fontanero. —Y levantó la caja de herramientas- ¿Tú debes ser Kevin, cierto? Hablé hace poco con tu papá y me dijo que pasara a revisar el retrete.
Kevin no era ningún niño, ya tenía 13 años, pero era muy tímido y la verdad es que aquel hombre que tenía por delante lo intimidaba mucho. Joe de 44 años; era muy alto, casi los dos metros; y como un rato antes él se había quitado la traspirada camisa y sólo se cubría el torso con los tirantes de su pantalón de mezclilla tipo overol, dejaba ver que tenía un ancho y firme pecho, y unos muy fibrosos brazos; sumado a que era rubio casi platinado y llevaba una barba en candado, lo que le daba todo el aspecto de un poderoso vikingo.
– E…está bien, pero… No hay nadie en casa. —Le dijo el puberto con cierto temor.
– No te preocupes nene, que yo no muerdo. —Y le giñó un ojo, lo que puso más nervioso al pequeño Kevin- Además yo tengo un hijo como de tu edad, así que tranquilo.
Entonces el chico dejó pasar al corpulento trabajador y lo llevó hasta el baño de visitas, donde se encontraba el inodoro en mal estado. El hombre abrió su caja de herramientas y se puso manos a la obra, notando como el pequeño no se movía del marco de la puerta y lo observaba curioso. Kevin pensaba que lo correcto sería estar supervisando lo que el plomero hacía, creía que eso sería lo que su padre haría en ese caso; pero lo cierto es que también el jovencito estaba muy impresionado con el aspecto varonil y tan viril de ese fontanero vikingo.
Y al cabo de unos cuantos minutos más, Joe apretó un poco más algunas roscas y levantándose del frío suelo dijo que ya había terminado con el trabajo.
– Todo listo por acá, nene.
– ¡¿Ya?! ¿Tan pronto? —Se sorprendió el chico con cierta suspicacia.
– Si quieres puedo mostrarte que funciona. —Y el hombre levantó la tapa del servicio y abrió la bragueta de su overol de mezclilla.
– ¡No! ¡No hace falta! —Se alarmó Kevin al entender cuáles eran las intenciones del plomero.
– Creo que sí hace falta, para que ves que no te estoy timando. —Y Joe sacó por la abertura su miembro masculino y sujetándolo por la carnosa base, toda llena de pelos púbicos rubios, soltó un poderoso chorro de orina amarillenta directo en el tazón del retrete.
Kevin no podía creer lo que veía. Esa era la primera vez que miraba otra verga y para colmo, la que tenía a menos de un metro de él, era tan grande como la suya en erección y esa estaba flácida; pero aun así se veía tan gruesa e impresionante; además, el observarlo mear con ese torrente de orina, que hasta salpicaba fuera de la taza, lo dejó del todo boquiabierto.
– Me parece que nunca antes habías visto una como esta, ¿eh nene?
El puberto apenas y pudo responderle moviendo la cabeza, sin despegar la mirada de la herramienta fálica que ese fontanero sostenía entre sus dedos. Y de pronto el chorro comenzó a menguar, hasta que luego fue un hilito amarillo y ya goteado, el hombre se la sacudió varias veces; que el chico sentía la cara caliente y su corazón latir muy rápido y fuerte.
– Ahora es tu turno para que lo pruebes.
– ¡¿Qué?! ¡¿Yo orinar también?! —Y Kevin sintió un nudo en la garganta, pues su mirada iba del rostro sonriente del plomero a la entrepierna de éste; donde su rabo seguía por fuera.
El confundido jovencito estaba muy nervioso y algo avergonzado; pero por alguna razón aceptó y tímidamente se bajó la cremallera y sacó su pequeño miembro, apuntando al tazón del inodoro al otro lado de donde el hombre estaba en pie, con su vergota en mano. Ahí el chico empezó a mear con chorritos intermitentes, pero en eso algo sucedió que él no se esperaba. Su verguita estaba creciendo y poniéndose dura, hasta quedar bien parada apuntando al techo.
– ¡Vaya nene, se te ha puesto tiesa!
Kevin se puso todavía más colorado de sus mejillas y quiso guardársela; pero como ahora la tenía erecta, no pudo y menos por los nervios. Y en eso el fontanero se acercó arrodillándose.
– No tienes de que avergonzarte, nene. —Le dijo agarrándosela con una de sus ásperas manos y comenzando a tocársela toda- Además la tienes muy bonita; sin pelitos, pero bien durita.
Acto seguido Joe le dio unas cuantas lamidas justo en el rosado glande; lo que provocó que el jovencito se estremeciera de pies a cabezas y gimiera por lo alto, justo en lo que ese machote ya le empezaba a chuparle la verguita a buen ritmo.
– ¡Mmmm…te sabe muy rica, nene…Slurp~! ¡Mmmm…bien tiernita y suave…Slurp~!
El puberto estaba excitado al extremo. Él nunca antes había experimentado nada como eso. No podía creer lo que pasaba, estaba recibiendo su primera mamada por parte de ese corpulento y viril fontanero. Y en eso Kevin soltó un chorro de orina involuntaria, directo en la boca del hombre, temiendo que éste se enfadaría; pero el plomero morboso se lo tragó.
– Mmmm…saladita y calentita, como me gusta. —Y se relamió el bigote rubio y abriendo bien la boca se comió todo la verguita del chico hasta el pegue; mamándosela muy rápido y succionándole hasta las bolas, que Kevin no duró mucho y se corrí con un par de disparos de fresca esperma- ¡Mmmm…y tu lechita sabes todavía más rica…Slurp~!
Cuando Joe acabó de pasarle la lengua para limpiársela bien, bajó la tapadera del inodoro y se sentó sobre esta; mostrándole al pequeño que su rabo también ya estaba erecto. Una vez más Kevin quedó boquiabierto, puesto que el miembro masculino de ese fontanero era gigantesco. Aquel macho lo hizo hincarse ante él y en el momento que el jovencito sujetó toda esa enorme herramienta viril, tragó en seco; ya que ni con sus dos manos le abarcaba la mitad. Joe se la restregó por toda la carita y resultó que ese falo era más grande inclusive que su cabeza.
Además era muy grueso, que al intentar chupárselo, el jovencito apenas y pudo engullirse el glande y unos pocos centímetros más; pero eso no quiere decir que el puberto no se esforzó en devolverle el favor. Kevin pronto estaba mamándosela con hambre, con verdadero deseo de poder tener dentro de su boca todo lo posible de esa vergota, hasta la faringe sin importarle las arcadas; todo mientras que con ambas manitos no paraba de masturbársela por la base, que el colosal par de huevos con rizos rubios que el semental tenía, se bamboleaban y pegaban estrepitosamente contra el borde del servicio.
– ¡Ooohhh…! ¡Oh…sí, nene…! Sí que sabes hacer un buen trabajo. —Resoplaba Joe, conforme de como ese chico se esmeraba en ordeñarlo- Esa boquita tuya hace que me palpite y que mis bolas se carguen con mucha leche. ¡Ooohhh…!
– ¡Mmmm…Glub~! ¡Mmmm…Glub~! —Se atoraba el incansable pequeño; quien entre chupadas y arcadas, le regurgitaba grandes cantidades de saliva mezclada con jugos de verga.
– ¡Oh…eso es! Ensalívamela bien nene, porque ahora quiero que la montes tu solito.
Kevin ya no estaba para nada nervioso, todo lo contrario, se sentía deseoso de experimentar eso y más. Y sin preocuparse de que aquel fornido falo fuera como uno de sus brazos, se quitó el pantalón y de frente se sentó a horcajadas sobre la entrepierna del musculoso vikingo; cuya profesión era la plomería y ahora estaba por destaparle su cañito.
– ¡Oh…sí, nene! ¡Desliza ese terso culito tuyo en toda mi enorme verga! —Le dijo el macho, ayudándolo a irse metiendo poco a poco su gran glande por el anito y angosto recto. Se oyó un tirón, pero el puberto calenturiento continuó desdiciendo e introduciéndose un tramo más de ese robusto rabo; mismo que para él le llegaba a la garganta y parecía querer salírsele por la boca. Increíblemente el jovencito logró empalarse con la mitad de la herramienta del fontanero, sintiendo como su culito se partía en dos y por dentro todas sus entrañas estaban revueltas. Entonces Joe lo tomó por la cinturita y lo comenzó a subir y bajar por su macizo miembro; a lo que el chico traspiraba y gimoteaba descontrolado.
Aún con dolor y todo, Kevin sentía delicioso todo aquello; que su verguita estaba otra vez bien firme, en lo que era follado fuertemente por ese semental sudoroso. Tanto fue su placer, que de nuevo no pudo evitar soltar de su verga erecta varios chorritos de orina; mojando la barba de candado del plomero, así como su cuello y todo su pechote.
– ¡Oh…joder, me correré! ¡¡AAAHHH!! —Gritó Joe al límite de su excitación; inundándole con su semen los intestinos al pequeño chico, para que segundos después de lanzar su último chorro cremoso, y sin sacársela, él le empezó a mear adentro del culo; tanto, que la pancita del puberto parecía inflarse. Así que al momento que el adolorido y cansado de Kevin desmontó a su primer hombre, sintió como de su estirado y enrojecido esfínter comenzó a salir la orina del macho, mojando todo el piso del baño con meados amarillos y restos de esperma diluida.
Luego de eso, Joe sólo se acomodó el overol, tomó sus herramientas y se despidió del pequeño revolviéndole el cabello con la mano, como expresión de afecto paternal. Entonces a Kevin le tocó a él solo limpiar todo el reguero de orina. Y cuando botó todo el papel higiénico al servicio y le dio vuelta a la palanca, el agua se fue. El inodoro ya funcionaba.
Y ya llegada la noche Joe regresó a su casa. Dejó su caja de herramientas en la mesita junto a la puerta, se removió sus botines de trabajo y en lo que se desabrochaba los tirantes de su pantalón de overol, su hijo lo alcanzó en el recibidor.
– ¡Hey, hola papá! ¿Qué tal tu día?
– Pues muy bien, hijo. ¿Y a ti como te fue en la prepa, eh Bobby…?
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