En un Día como Cualquiera… (Parte 3)
Sigue a varios personajes en un día como cualquier otro….
Él se estaba sacando la ropa cuando dos sujetos entraron al vestuario viniendo de las duchas y en cuestión de segundos percibió sus insistentes miradas, escaneándolo desnudo. Tyrus ya está acostumbrado a llamar la atención, incluso entre hombres; pues es muy alto, fornido y entre sus piernas posee un sobresaliente miembro masculino. Se rio para sus adentros, ya que ese par ni siquiera disimulaba, por lo que pensó que tendrían que ser gays, y como él no tiene nada en contra de estos; no le dio mayor importancia y se encaminó a las duchas del gimnasio.
Una vez limpio y cambiado, se marchó rumbo a su casa. Llegó al atardecer, justo al mismo tiempo que su pupilo; quien era dejado por su padre tres veces por semana.
– ¡Buenas tardes, profesor Hughes! —Dijo el chico que bajaba del auto.
– ¡Hola, Ned! Parece que me venías pisando los talones. —Bromeó Tyrus abriendo la puerta y dejando pasar a su joven alumno- Hoy fui al gimnasio para ejercitarme un poco.
– Sí, se nota profe. —Admiró el adolescente a ese fuerte hombrezote negro; notando como los músculos de su pecho y bíceps estiraban la camisa celeste que llevaba puesta, y tampoco pudo evitar el verle el prominente paquete que se le marcaba en su pantalón de tela caqui.
Ned traía puesto un pantalón oscuro y un ligero suéter ocre, y por el estilo de sus anteojos y manera de comportarse, tenía ese típico aspecto de “Nerd”. Él es un muchacho de 14 años, algo escuálido para ser honestos; pero nada feo, con su cabello cobrizo y ojos cafés claros.
Y por alguna razón, ese día estaba muy distraído y la lección no iba para nada bien.
– ¿Ned, qué te pasa el día de hoy? —Le preguntó al chico que tenía sentado a la par en su mesa del comedor- ¿Tienes problemas con algún bravucón?
– No señor, para nada. —Respondió con los hombros caídos y actitud derrotada.
– Pues evidentemente algo te sucede. —Y cerró el libro de matemáticas frente a él- Tú eres un chico muy brillante y mi mejor alumno, que no es como que necesites mucho de mis refuerzos. ¿A caso es que tu padre te presiona con los estudios, es eso?
Afuera de la ventana se escuchaban los grillos, indicando que ya era de noche.
– Sea lo que sea puedes hablarlo conmigo. —Insistió Tyrus al ver la angustia dibujada en el rostro de su joven pupilo- Creo que sabes que puedes confiarme lo que sea y yo te ayudaré.
– Es…es algo muy personal… Y la verdad me da mucha vergüenza decirle…
– Ned, me estás empezando a preocupar. —Y estiró uno de sus brazos para alcanzar los hombros del chico y reconfortarlo- Por favor dime cual es el problema.
– Es que últimamente he tenido unos pensamientos muy raros. Y me hacen sentir extraño…
– ¿Y desde cuando comenzaste a tenerlos y sentirte así? —Indagó con precaución su maestro.
– Hace una semana… Cuando lo vi desnudo y se estaba tocando…
– ¿Tocándose? ¿De qué hablas, Ned? ¿A quién viste desnudo?
Entonces el avergonzado adolescente le contó todo sin levantar la mirada de los cuadernos y libros regados por la mesa. Le confesó que por accidente había visto a su padre masturbándose y que en ese momento se quedó espiándolo; que se había excitado al hacerlo, pues había tenido una erección, y como a partir de ese momento no había podido dejar de pensar en ello.
– ¡Vaya! —Fue lo primero que dijo Tyrus cuando el chico terminó- Bueno, creo que a tu edad es natural que eso te haya dado curiosidad. Y no le veo nada de extraño o malo.
– ¿En…en serio, profe? ¿Aun siendo él mi papá?
– Claro, es de lo más normal. Mira, si lo analizas desde el punto de vista que tú ahora te estás haciendo hombre; eso hace que tengas curiosidad por la hombría de otros y como tu padre es tu primera figura masculina desde pequeño, es lógico que él te produzca eso que me cuentas.
Ned se sentía aliviado y un poco más relajado, que su sudoración se fue pasando al igual que lo enrojecido de sus cachetes; pues había creído que su tutor lo regañaría o pensaría lo peor de él.
– Pero, dime Ned… —Continuó su maestro particular, de aspecto tan varonil con esa barba de candado- ¿Tú te has tocado pensando en tu papá masturbándose?
– La verdad sí. Desde entonces me hago la paja recordándolo a él jalando la suya, bien gorda y peluda, hasta que se corre muchísimo sobre su panza.
Involuntariamente Tyrus había bajado una de sus manos y con esta se estrujaba el bulto por debajo de la mesa, sintiendo como su verga se estaba irguiendo y endureciendo. Y en eso él notó como el chico volvía a encogerse de hombros y ponerse otra vez colorado.
– ¿Qué ocurre, Ned?
– Es…es que se me puso dura… ¡Perdón! —Y su maestro se rio con esa voz grave que posee.
– Yo estoy igual. —Le dijo en lo que corría la silla para que el chico pudiera alcanzar a verle la entrepierna y como él con una mano se apretaba la verga, misma que se le marcaba erecta bajo la tela- Y si no me la saco pronto romperé el pantalón.
Entonces, el negrote de 42 años abrió su bragueta y hurgando dentro liberó su tremendo pedazo de carne viril; uno muy oscuro, recubierto por entrelazadas venas brotadas y con unas dimensiones que Ned se quedó con la boca abierta.
– ¡Santo cielo, profesor! ¡La tiene como de caballo! —A lo que Tyrus rio nuevamente.
– Saca la tuya y la comparas con la mía… ¿Qué dices si como tu maestro te ayudo a que sigas explorando sobre sexualidad, eh?
– Me…me daría mucha vergüenza, profe… Es que yo no soy tan machote como usted.
– Ned, tú eres un chico muy lindo; así que no tengas pena. ¡Venga! Vamos a desnudarnos.
Así fue como los dos se sacaron toda la ropa y pasaron a sentarse al largo sillón de la sala, muy juntos; que el adolescente estaba rodeado de hombros por el musculoso brazo del hombre, sintiendo el fuerte aroma masculino salir de aquel velludo sobaco, y casi recostado contra ese pecho negro lleno de pelitos rizados. Ambos se masturbaban sus propios falos y obviamente el de Tyrus era tres veces el de Ned; pero aun así el chico tenía una verguita peluda muy bonita.
– ¿Qué pasa si la señora Hughes llega y nos ve? —Le dijo girándose para verle a la cara, en el único instante que había podido despegar los ojos de aquel impresionante rabo negro.
– No te preocupes, Ned. Mi esposa e hijas están en casa de mis suegros. —Y descubriendo bien su prepucio morado, botó un espeso hilo seminal sobre su abdomen- ¿Quieres tocármela?
Afirmando con la cabeza, el adolescente tomó entre sus temblorosos dedos esa vergota recia y caliente, que casi parecía tener latidos propios, y despacio la comenzó a manosear.
– ¿Te gusta tocar otra verga? ¿Cómo es la mía comparada con la de tu padre?
– ¡Sí, si me gusta! —Contestó Ned masturbándolo con más confianza- ¡Uy…profe, la suya supera a la de mi papá por mucho! ¡Usted está dotado como un potro!
Y con esa respuesta, Tyrus usó el brazo que no tenía abrazando al chico y alcanzó la verga de éste, para empezar a masturbársela al mismo ritmo que su joven pupilo hacía con la suya.
Los dos se hallaban cruzando su brazo con el del otro, atendiendo así la hombría ajena que les causaba mucho morbo. Ned estaba sumamente excitado, casi fuera de sus cabales; que al poco tiempo eyaculó con un profundo orgasmo. Jadeando y sintiendo como las pajas de su maestro aumentaban, se lanzó sobre el plano torso varios chorros de su esperma juvenil.
– ¡Oh…lo siento, profe…! No me pude aguantar. Se sentía muy rico.
– ¿Qué dices? Si ha sido una muy buena corrida. Te felicito; tienes mucha leche para tu edad.
– Gracias… Pero usted aún no se corre, profe. ¿No lo estoy masturbando bien?
– No es eso, Ned. Me la jalas muy rico; pero necesito un poco de motivación para correrme.
Entonces el señor Hughes le pidió a su alumno que se pusiera en pie y se diera la vuelta; de manera que Ned quedó dándole la espalda a su profesor, mostrándole que abajo de su blanca y angosta cintura tenía un increíble par de nalgas, bien redondas y respingadas.
– Tienes un culo hermoso, Ned. —Le confesó Tyrus, aumentando con una mano el ritmo de las jaladas a su macizo miembro negro y con la otra se estrujaba las oscuras bolas hinchadas.
– ¿En serio, profe? —Respondió el halagado chico, mientras él solito se masajeaba las nalgas y luego se las separaba; dejando que el negrote que se pajeaba en el sillón, le viera el anito.
Aquel esfínter, rosadito y entreabierto, le causaba mucho morbo al señor Hughes; imaginando que era el de una chica y no un agujerito virgen de varón. Y en eso Ned se inclinó hacia el frente, exponiendo más su agujero, y se comenzó a pasar los dedos por el mismo.
Tyrus resoplaba de placer, observando como su joven pupilo se tocaba sugerentemente el culo; al punto que vio como éste intentaba meterse dentro su primer dedo. Así que él le pidió que se acercara, siempre de espaldas, y se agachara un poco para que la pálida raja de su culito se frotara contra el amoratado glande de su verga. Ahí el negro sintió el calor y humedad de ese anito adolescente; que se volvió loco de lujuria e intentó metérsela, empujando hacia abajo al chico para que este se clavara la punta de su prominente hombría.
– ¡¡AY!! ¡Eso duele, profesor! —Se quejó Ned; lo que hizo reaccionar a su tutor y que este se diera cuenta de que no iba a poder estrenarlo ese día, pero aun así la idea lo excitó tanto que se empezó a masturbar más rápido, rozando su glande contra la entrada anal del muchacho.
– ¡Ooohhh…! ¡Qué cerradito lo tienes…! ¡¡AAAHHH!! —Y eso fue suficiente para que el negrote se corriera en una impresionante fuente de semen; bañando la raja y nalgas de Ned, e incluso salpicándose los rizos vellos de su entrepierna y estómago.
– ¡Santo cielo, profe! ¡Qué montón de leche! —Dijo Ned al darse la vuelta y ver a su tutor embarrado de esperma y con el rabo semierecto, ya satisfecho, colgándole entre los muslos.
Después ambos se fueron a limpiar al baño y volvieron a vestirse, justo en lo que afuera se oía la bocina del auto del papá de Ned. Entonces Tyrus acompañó a su pupilo a la puerta y tuvo la oportunidad de hablar con el padre del chico; diciéndole que éste iba progresando muy bien en las tutorías y que en esa tarde ambos habían aprendido muchas cosas nuevas.
Ya adentro del coche, el adolescente de anteojos iba en silencio pensando en las futuras clases que tendría con el señor Hughes; que el morbo por su propio padre, a quien tenía a la par, no había disminuido, pero ahora había otro macho más que lo provocaba. Y en eso vio por la ventana del auto algo que llamó su atención. Caminando bajo la copiosa lluvia y a un costado de la carretera, había un alto y extraño sujeto con gabardina y gafas oscuras.
. . .
Eric había escogido la peor noche para ir por sexo anónimo al parque. Llovía a cántaros, por lo que el ambiente se sentía frío y muy húmedo, y la delgada chamarra roja con blanco que llevaba no le servía de mucho. Aun así caminó un poco más bajo los faroles de ese parque cerca de su casa; pues finalmente se había armado de valor para salir a buscar hombres, su primero a sus 17 años. Él para ese entonces se sentía desesperado y al límite de sus fogosas hormonas adolescentes, ansioso por probar una buena verga. Eric es un chico guapo, de piel canela, con ojos claros y de cabello negro ondulado, partido al medio, con buena estatura para su edad y porte atlético; pero proviene de una familia muy conservadora, por lo que este fue el método que escogió para probar suerte y no ser descubierto.
Él había ido allí, ya que en las noches ese parque tenía fama de ser un sitio donde los hombres encontraban alivio con otros; pero lo cierto es que el lugar estaba desierto. Y justo en lo que Eric se volvía por el sendero rumbo a casa, al girarse vio que debajo de una de las lámparas había una alta figura masculina. El sujeto se veía realmente misterioso, trayendo puesta una larga gabardina beige y por alguna razón, usaba lentes oscuros de noche y bajo la lluvia.
El extraño le hizo una seña; así que el chico lo siguió pasando por una hilera de bancas y luego entre unos arbustos, hasta que llegaron a un sitio donde el dosel de los árboles formaba un techo protector y la amarilla luz de los faroles del parque apenas los alcanzaban, iluminando tenuemente aquel claro donde ahora se hallaban ambos.
– ¡Ho…hola…! —Dijo Eric, escuchando su propia voz entrecortarse por el frío y los nervios.
Pero el alto sujeto no le respondió, simplemente abrió su gabardina y reveló que aparte de las botas negras en sus pies, debajo no traía puesto nada más. El adolescente quedó atónito, no sólo por la imagen del hombre desnudo, sino porque el mismo tenía un cuerpo musculoso y entre sus piernas le colgaba el miembro masculino más enorme que él había visto jamás. Parecía un actor porno salido de una de las centenares de ‘películas XXX’ que Eric usaba para sus pajas, no alguien que te encuentras en la vida real en esas circunstancias.
El dotado desconocido continuaba sin decir nada, simplemente exhibía su marcado físico y esa impresionante virilidad. Eric por un momento le vio a la cara, percatándose de que el hombre, que quizás tendría alrededor de unos 50 años, llevaba la cabeza perfectamente afeitada y tenía rasgos muy varoniles; como una quijada cuadrada y una sombra de barba de varios días, excepto en la barbilla donde se dejaba largos los oscuros pelos, como barbita de chivo. Y cuando su mirada retornó a aquella entrepierna, el chico se fue acercando más hasta quedar de rodillas ante ésta, como un devoto frente a su altar de adoración; contemplando como en la base tenía un puñado de pelos púbicos negros y de ahí le colgaba en un estirado escroto, unos predominantes huevos. Aunque por supuesto, su mayor atención estaba en ese falo; dándose cuenta que ya estaba muy duro, pues las venas que los surcaban se sobresaltaban, pero a pesar de estar erecto, aquel rabo colgaba demasiado pesado debido a su tamaño y por ello no podía apuntar hacia arriba; puesto que fácilmente le calculaba unos 30cm de pura verga.
Eric tragó con dificultad, pensando en que meter todo eso en su boca hasta la garganta, como veía en las películas pornos, iba a ser un verdadero reto. El chico poco a poco fue acercando más su rostro, hasta que abrió la boca y sacó su lengua, juntando con la punta una gotita de líquido seminal que escurría de aquel ojete colorado, conectando con un viscoso hilillo sus labios canelas con aquel gigantesco y ansioso miembro masculino.
Relamiéndose el dulce néctar viril de ese desconocido, el adolescente se puso a chuparle el inflado glande; lo que soltó un suspiro por parte del varonil sujeto, quien esperaba un buen servicio oral del muchacho. Pero lo cierto es que Eric no sabía comérsela muy bien. Fue notorio que el chico era primerizo y sus mamadas inexpertas; sin mencionar que le daban muchas arcadas y él apenas podía engullir menos de un tercio de esa vergota. Entonces el frustrado extraño tomó a Eric por la cabeza con ambas manos, enredando sus dedos en aquella melena ondulada, y se la empujó de golpe hasta la campanilla y más adentro.
– ¡¡BLUAGH!! ¡Glub~! ¡Glub~! —El pobre joven casi vomita, en lo que el agresivo macho de gabardina le empezaba a embestir la boca con su palpitante y poderoso rabo.
Al inicio, aquellas arcadas y reflejos guturales fueron brutales; pues el hombre ya había logrado deslizar su largo y formidable falo hasta la garganta de Eric. Éste tenía la cara enrojecida, las venas de su cuello saltadas y los ojos llenos de lágrimas, rodando por sus mejillas; al mismo tiempo en que batallaba por tomar aire y soportar las cogidas orales del rudo y viril extraño. Pero poco a poco se fue acostumbrando, logrando respirar por la nariz en lo que aquella gigantesca carne masculina entraba y salía a buen ritmo por su boca, rozando su lengua y paladar, y perforándole la faringe en una impresionante mamada de garganta-profunda.
Ese violento ultraje sexual, tenía excitado al extremo al adolescente; quien en todo momento había estado muy duro bajo su jean; que sin tocársela, comenzó a correrse, sintiendo como mojaba todo su bóxer con varios chorros de su semen. Y en eso las folladas bucales del macho se hicieron más rápidas y agresivas, que aquel glande y el resto de ese fornido tronco fálico le llegaban al esófago, y con un sonoro alarido, el misterioso sujeto acabó; disparando toda su esperma directo al estómago del joven que tenía hincado a las suelas de sus botas.
Eric pudo sentir el calorcito producido por las descargas seminales del macho, deslizando por su garganta hasta alimentar su pancita. Y cuando el hombre se la retiró, él pudo alcanzar a probar los últimos chorros dentro de su boca, degustándola con su lengua; bien cremosa, tibia y con un sabor muy fuerte; pero para nada desagradable, todo lo contrario, adictivo.
Y de repente, el desconocido lo empujó; haciendo que cayera acostado boca arriba sobre la grama, y sujetando por la base su semierecto y prolongado rabo, el semental lo empezó a orinar. El joven se sorprendió mucho; aunque el calor de ese abundante y amarillo líquido, mojando toda su chamarra y jean, empapándolo hasta traspasar a su piel canela, le resultó reconfortante y muy morboso; que Eric sentía como debajo de la ropa su verga estaba erecta nuevamente. Entonces el excitado chico desabrochó su pantalón y liberando su miembro se puso a masturbárselo frenéticamente, sintiendo los últimos chorritos y gotas de esa apestosa meada de macho en su cara y boca abierta, saboreando lo salado de ese masculino líquido.
– ¡Aaahhh…! ¡Mmmm…sí, que rico…! ¡Sí…! ¡Sí! ¡¡AAAHHH!! —Y eyaculó experimentando un nuevo placer, uno producido por el penetrante olor a orina y ese intenso gusto en su lengua.
Después de eso, Eric se levantó y se percató de que el dotado hombre de gabardina ya no estaba. En ese instante el chico se sintió desconsolado, puesto que le habría encantado pedirle a ese semental que lo desvirgara, que le destrozara su culito adolescente, o al menos conseguir una forma para poder contactarlo y verlo otra vez. Eric se creyó enamorado.
Y sin más remedio se volvió a casa, agradecido por la lluvia; ya que esta lavaba de su piel y ropa los restos de su semen y los impregnados meados del macho. Y en lo que llegó, empapado y mojando la alfombrita de la entrada, su mamá apareció para regañarlo por haber salido a esa hora y con esas condiciones, y le ordenó que se desnudara hasta el bóxer ahí mismo.
– Y por cierto… —Le dijo su madre en lo que juntaba la ropa en un nudo y lo dejaba entrar a la casa- Tu hermano llamó cuando no estabas. Ahora tendrás que esperar otra semana para poder hablar con él.
Pero Eric no se arrepintió por haber salido al parque esa noche, perdiéndose la llamada de su hermano mayor, pues de todas maneras éste no iría a ninguna parte, estando en prisión.
. . .
Colgó el auricular del teléfono empotrado en la pared y caminó por ese largo pasillo de regreso a su celda, debajo de las intermitentes lámparas fluorescentes, que iluminaban todo con esa luz blanca que le producía más claustrofobia. A él todavía le costaba orientarse en ese lugar y encontrar la ruta correcta; ya que apenas tenía una semana de haber ingresado a ese presidio. Por suerte no había tenido percances con ninguno de los otros reos; pues siempre caminaba y se comportaba con cierta rudeza, demostrando que a pesar de sólo tener 23 años, no sería fácil meterse con él. Además se mantiene en excelente condición física; por lo que a modo de intimidación llevaba la camisa de su uniforme en uno de los hombros, luciendo sus pectorales torneados y fibrosos brazos, con un tatuaje de alambre de púas en su bíceps izquierdo.
Cuando finalmente encontró su celda, se fue directo al pequeño lavabo y mojó su camisa anaranjada y luego la usó para limpiarse sus velludos y sudados sobacos. El espejito frente a él reflejaba su rostro de piel canela, sus ojos cafés claros bajo esas tupidas cejas negras y el tenue bigote que se estaba dejando. Aun no se acostumbraba a ese corte de prisión y en lo que ahora se frotaba la camisa por el pecho, mojándose el traspirado torso, divisó que en la cama de su compañero de celda, que era la litera superior, entre el colchón había algo. Lo extrajo despacio y vio que se trataba de una vieja y desgastada revista porno, cuya portada mostraba a una voluptuosa pelirroja abierta de piernas, masajeándose las enormes tetas.
Así que se recostó en su cama y se bajó el pantalón naranja a la altura de los muslos, y aprovechó para inspirarse y hacerse una buena paja; algo que él quería hacer desde ya días.
– ¿Qué haces, García? —Se escuchó la voz de su compañero, que justo regresaba del comedor.
Éste tiene 38 años y es más alto e incluso más fornido, y a diferencia de él, es de piel blanca y cabello rubio cortado al ras, tiene un denso mostacho que por los costados bajaba hasta su barbilla y también tiene más tatuajes; como un sol tribal en su ancho hombro izquierdo y un dragón oriental en su macizo brazo derecho.
– Lo siento, Kowalski. —Le respondió sosteniendo en una mano la revista y en la otra no soltaba su verga ya bien firme y dura- Es que ya no aguantaba las ganas, bro. Tengo las bolas tan cargadas que me van a explotar.
– Descuida, García. —Le dijo éste encendiendo un cigarrillo y luego se dispuso a fumárselo de pie viendo a su compañero latino masturbarse- Nos pasa a todos por acá.
– ¡Mierda! ¡Lo que necesito es una buena vagina! —Exclamó el más joven; mientras lentamente se retraía el trigueño prepucio hasta abajo y luego con este volvía a cubrir su jugoso glande, botando hilillos viscosos sobre su marcado abdomen- Por eso tomé tu revista prestada.
– Muchacho, me temo que vas a tener que hacerte a la idea de que aquí no hay vaginas en el menú. Pero yo puedo ayudarte a calmar esa tremenda bestia que tienes ahí. ¿Quieres?
– Oye bro, pero yo no soy ningún maricón. —Contestó girándose para ver a la cara a su tosco compañero Kowalski, pero sin dejar de jalársela.
Y en ese momento se oyó la señal de que todos los presos debían volver a sus celdas y a los pocos minutos las rejas se cerraron de forma automática.
– Mira muchacho, en este agujero de mala muerte tendrás que acostumbrarte a ser solidario con otros hombres. —Y de un jalón acabó su cigarrillo y lo lanzó al piso- Te estoy ofreciendo prácticamente un regalo de bienvenida.
– Bueno… Supongo que puedo dejar que me hagas la paja… —Le respondió García, titubeando un poco; pero tan caliente que ya no le importaba de qué forma conseguía algo de placer.
Entonces su compañero se acercó y arrodilló al borde de la cama, y con una mano llena de tatuajes en los nudillos tomó aquel miembro masculino trigueño, bien recio y con la base llena de largos pelos púbicos, y lo empezó a masturbar lenta y suavemente.
– Tienes una buena verga, García. —Confesó Kowalski respirándole casi sobre el jugoso glande.
– Pues si tanto te gusta, dale unas chupadas. —Dijo el joven reo ya más fogoso que antes; colocando sus dos manos detrás de su nuca, poniéndose cómodo y dejando que el otro hombre comenzara a mamársela hasta medio rabo- ¡Oh…mierda! ¡Qué sabroso se siente tu boca, bro! ¡Sí que la sabes mamar muy bien…! ¡Ooohhh…!
Definitivamente el rubio y rudo recluso tenía experiencia comiéndose una verga, ya que felaba aquel fuerte falo hasta la garganta; mientras con una mano masajeaba las cargadas bolas de su joven compañero y con la otra le acariciaba el definido pecho y abdomen.
El veinteañero ahora jadeaba de gusto, recibiendo la mejor mamada que le hayan dado jamás. Y de repente Kowalski se detuvo y se puso en pie, para soltarse el pantalón naranja de prisión y liberar así su macizo mazo de carne viril. Su verga era más corta que la de García; pero más gruesa, venosa y cabezona; además estaba circuncidada y su rosado glande parecía palpitar.
– ¿Qué te parece la mía, muchacho? —Y con su mano derecha se la masturbaba, al mismo tiempo que con la izquierda se estrujaba los pálidos y arrugados huevos- Es tu oportunidad de probar el arma de otro macho. A ver, abre bien y métetela en la boca.
El excitado joven quedó viendo el otro rabo e impulsado por una nueva y morbosa curiosidad, se sentó al borde de su litera y le dio un par te lengüetazos. Tenía un sabor intenso que no pudo comparar con nada que haya probado antes, pero como no le desagradó; se engulló buen tramo del falo de su fornido compañero de celda y se puso a chupárselo.
– ¡Eso es! ¡Oh…sí, así! —Resoplaba Kowalski viendo al sexy trigueño, que ahora se la estaba mamando de una forma fantástica- ¿Te gusta tener mi verga en la boca, no es así muchacho?
– ¡Mmmm…Slurp~! ¡Mmmm…Slurp~! —Mamaba García, concentrado en esa nueva faena; que para su sorpresa le estaba gustando, pues todavía tenía su propio miembro erguido y tieso; a la vez que él trataba de comerse todo lo posible de esa suculenta hombría.
– ¡Ooohhh…! ¡Sí que eres bueno mamando, muchacho! ¿Seguro que es tu primera verga?
– ¡No me jodas, cabrón! —Le contestó sacándosela de la boca y con todo el bigotillo lleno de la mezcla de su saliva y los jugos seminales de Kowalski- ¡Ya te dije que no soy maricón! Y te lo pudo probar partiéndote el culo.
Su compañero aceptó la propuesta sonriendo; por lo que ambos se desnudaron del todo y el macho polaco se acotó en la cama boca arriba, con las piernas bien abiertas y levantadas, mostrándole al joven latino que su esfínter es rosadito y está todo rodeado de rizos rubios.
García escupió en su erecta verga, la cual se sacudía sola por las ganas, y luego le escupió directo en el agujero anal al otro preso, y empujando con fuerza su glande contra ese trasero masculino, lo penetró hasta metérsela entera y pegar sus tupidos pelos púbicos negros contra aquel pálido perineo y colgantes bolas.
– ¡Puta, bro>! ¡Tú culo se siente tan rico como una vaginita! ¡Uff~! ¡Húmeda y bien calientita!
– ¡Ah…sí, así! ¡Métemela toda! —Gemía el fornido y tosco reo; en lo que el otro le comenzaba a embestir con un empuje brutal, digno de todo un semental- ¡Eso es, muchacho! ¡Aaahhh…! ¡Aporréame el culo con esa arma tuya! ¡Agh~! ¡Muéstrame lo macho que eres! ¡Agh~!
Pronto las cogidas de García aumentaron en potencia e intensidad, haciendo que sus fibrados cuerpos se bañaran en hedionda traspiración; a la vez que provocaban que la metálica litera se azotara contra la pared de bloque, alertando a los demás reclusos del ala que allí había dos hombres follando muy duro.
– ¡No jodas, cabrón! ¡Oh…! ¡Tú culo bro, aprieta tan rico que no podré aguantar mucho más…!
Y aquellos salvajes abates continuaron hasta que García resoplando como bestia, empezó a eyacular en las entrañas de su rudo compañero de celda.
– ¡Muy bien muchacho, sí que me has llenado! —Le dijo Kowalski cuando se la sacó y sentía como de su ano roto salía semen- Ahora es mi turno de preñarte el culo con leche de macho…
El joven convicto lo dudó por unos segundos, sobretodo porque ya se le había bajado la excitación; pero lo cierto es que no tuvo mucha opción; ya que el otro hombre lo forzó de pie contra los barrotes, le separó las piernas y apuntando con su arma viril contra su velludo y virgen ano, se la ensartó a la mitad con una agresiva arremetida.
– ¡Oh…qué delicia! ¡No mentías cuando dijiste que no eras maricón! —Dijo el alto y fornido rubio, debajo de los gritos y quejas de dolor de García- ¡Sí que estabas sin estrenar! ¡Oh…con lo que me fascina romper culitos vírgenes!
– ¡Agh~! ¡No, cabrón! ¡Agh~! ¡Ya no sigas! ¡Mierda, duele mucho! —Protestó tratando de zafarse; pero el otro macho lo aprisionaba más contra los duros y fríos barrotes, y además ya le había metido entero su recio rabo por el recto hasta el intestino.
– ¡Mira, putito! ¡Te dejé cogerme, así que es justo que ahora yo te lo parta! —Y su pelvis ya marcaba un rápido ritmo de fuertes ‘mete y saca’- Y será mejor que no me fastidies o haré de tu tiempo en prisión un verdadero infierno.
Y de ese manera el veinteañero latino se dejó coger en silencio; jadeando por lo bajo y sintiendo en la nuca la respiración de su semental compañero, y como el falo de éste forzaba su paso una y otra vez dentro de su culo; bombeándolo de una forma fiera, que le causaba dolor y poco a poco también placer, que su verga estaba erecta nuevamente.
García gemía, estrujando con ambas manos los sólidos y oscuros barrotes de la celda; en lo que involuntariamente también estrujaba el miembro masculino de Kowalski con sus entrañas.
– ¡Como aprietas por dentro de rico, muchacho…Ooohhh…!
– ¡Ah…! ¡Vamos, cabrón! ¡Préñame el culo! —Lo incitaba el joven, meneando su atlético físico al ritmo de aquellas formidables folladas.
– ¡Oh…sí, así! ¡Ya no aguanto más! ¡¡AAAHHH!! —Gritó el macho polaco, descargando todo el contenido de sus bolas en el interior del otro hombre. Y en el momento en que García sentía como la verga de Kowalski salía de su aporreado culo, dos guardias aparecieron delante de él.
– Parece que llegamos justo a tiempo. —Habló el más alto y velludo del par, quien tenía barba y pelo en pecho cobrizo, y mascaba chicle- Ya con leche dentro le resbalará más fácil.
Y se apretó la entrepierna, marcando en el pantalón de su uniforme una buena verga erecta.
– Espero que aguante toda la noche. —Agregó el otro; robusto, trigueño y de bigote; a la vez que abría la celda y entraba en ella junto con el otro guardia.
García estaba totalmente desconcertado, pero aun con su rabo parado y el culo goteándole; entonces se volteó a ver a su compañero, mismo que le sonrió con malicia.
– ¿Acaso creías que mi verga iba ser la única, muchacho? —Le dijo éste, en lo que los peludos y musculosos uniformados se desnudaban- Tu bienvenida a la prisión apenas comienza…
Los guardias sometieron al joven recluso y por turnos lo continuaron cogiendo; mientras esperaban que llegaran otros. Por su parte, Kowalski encendió otro cigarrillo y tomó su revista para guardarla bajo el colchón, pero en eso una gastada fotografía cayó de entre las páginas. La recogió y contempló al lindo chico rubio de 15 años que le veía desde la foto, y en lo que se sentaba en la cama viendo como los guardias le metían al mismo tiempo sus armas viriles a García, uno por la boca y el otro por el culo, él imaginaba a su hijo Jimmy en esa situación; por lo que nuevamente duro, se comenzó a masturbar…
—El Fin.
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Y así concluye este día como cualquier otro.
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