Enculando a un fisgon
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Hansolcer.
Serían las 7:30 de la mañana y el cuerpo me pedía botar esos líquidos de más acumulados en mi vejiga. Una rápida mirada y me di cuenta que ese predio baldío justo a la par de una universidad era el mejor lugar para echar una meada jajaja.
Era un espacio amplio lleno de arbustos, me dirigí hacia el fondo y a tirar un buen chorro. Todos saben cuan rico se siente orinar con ganas.
Ya de salida vi justo a la orilla frente a la calle y de espaldas hacia donde yo estaba al pequeño hombrecito, cuerpo mediano y flaco, sin temor a equivocarme sabía que no pesaba más de 50 kilos. Otro “Echando agua” – pensé -.
Aunque me movía despreocupado el tipo no se dio cuenta de mi presencia hasta casi estar junto a él, fue entonces cuando pude ver que sus intenciones en el lugar eran otras, estaba con el pito de fuera, con una de sus manos se masajeaba y con la otra trataba de apartar la maleza para tener mejor vista de la gran cantidad de chicas universitarias que desfilaban ante sus ojos. Era la hora de entrada al campus, cientos de estudiantes caminaban presurosos quizás retrasados para recibir sus clases.
– Hola – dije sarcásticamente y sin dejar de sonreír viéndole ese pequeño pene de 12 cm o menos entre sus manos -.
– Hola – me respondió con una cara de sorpresa que me hizo sentir dueño de la situación -.
– Tan buenas las chavas – dije arrastrando mis palabras como tratando de que no se sintiera culpable del pecado que estaba cometiendo –
– Si – dijo en un seco monosílabo –.
Parecía un tipo educado, vestido de manera formal, 35 años cuando mucho, piel blanca, cara de rasgos finos, pelo negro bien recortado, 150 o menos de estatura.
– Tan sabrosas – dije como para mí mismo aunque mi intención fue calmar los temores de fisgón que estaba junto a mí.
Con mi mano izquierda trate de abrirme un espacio para mejorar mi vista hacia la calle, la otra la deslicé hasta dejarla justo encima de mi paquete, sin entender porque me había empalmado.
Pude percibir la inquisidora mirada de mi acompañante en dirección a mi bulto, una leve sonrisa se dibujó en su boca.
– Están buenas – dijo como confirmando lo que yo acababa de decir -.
El seguía con su pitito al aire, semi parado. Su mano no dejaba de deslizarse rítmicamente dándose una pajita, unos bellos sedosos se dejaban ver por el cierre de sus pantalones, la cabeza de su verguita completamente oculta entre su prepucio.
Algo que no podía explicar me decía que el tipo junto necesitaba algo más que ver un buen culo para excitarse, creyendo adivinar me saque la verga dejándola colgar boca abajo justo sobre el cierre de mis pantalones, unos ojos de satisfacción aparecieron en su rostro. Seguía masturbándose pero su mirada no se despegaba de mi pija ya erecta entre mis manos.
– Que grande la tienes – dijo con un tono extraño, excitado -.
– ¿Crees? Es normal. Mide 17, un poquito gruesa – dije como restándole importancia –.
– En comparación con la mía esa es una vergota jajaja.
– Es normal – repetí ya masajeándola de arriba abajo, descubriendo el falo, pelándomela para que el la viera.
– Tener una vergota así ha de ser de pelos, has de hacer feliz a todas la mujeres,
– Aja – dije sin mirarlo –
– De seguro no me cabe en la mano, esta grandota. ¿Quieres que te la toque? – dijo en un tono que pude saber que había logrado mi objetivo –
– Si quieres.
Con paso seguro se acercó hacia donde yo estaba, aun junto a mi deslizo su mano hasta tenerla rodeada entre sus dedos, le descubría la capucha, la apretaba. Se había colocado hasta quedar hincado frente a frente con mi verga, jugueteaba con ella. Su dedo pulgar pegado a mi tronco, el índice justo en la punta. Era claro que me la estaba midiendo.
– Me dejas mamártela.
– Aja
– Esta grande – dijo para sí mientras tomándola del tronco trato de meterse lo más que pudo en su boca. Esta divina – mascullo casi sin poder hablar -.
Podía verlo con media verga en su interior, su fino rostro se había transformado en la viva esencia de la lujuria, su bien recortado bigote le daba esa pizca de sabor que convertía el momento en algo erótico, obsceno, rico.
Se la metía para volverla a sacar completamente llena de saliva, le pasaba la lengua, acariciaba mis bolas y luego intentaba de nuevo tragársela hasta el fondo, pero no lo lograba. Jadeaba, sus ojos llorosos, su respiración agitada, un leve temblor se sentía en todo su cuerpo. Su pene medio parado casi se escondía en el cierre de sus pantalones, sus delicadas manos apretaban mis nalgas halando hacia él.
– Déjame quitarme los pantalones – le dije acariciándole el cabello –
– Aja
El quedar completamente desnudo creo le encendió la calentura, seguía hincado, chupando, degustando a cada roce de su boca. Con una de sus manos se desabrocho su cinturón y casi sin dejar de mamar pudo quitarse sus ropas, su flacucho cuerpo quedó al descubierto. La suavidad de su piel y la contextura de su cuerpo dejaban adivinar que era uno de esos oficinistas no dados al trabajo duro o amigo del gimnasio.
Mi verga a todo lo que daba, parada en toda su extensión lo taladraba provocándole arcadas, mis manos en su cabeza le ayudaba a mantener el ritmo.
. Quieres comértela con ese culito – le pregunte –
– Si – dijo aunque mostrándome algo de miedo.
– ¿Qué? ¿Quieres?
– Está muy gorda – dijo evadiendo mi pregunta -.
Tomamos nuestras ropas para encaminarnos más al fondo de donde estábamos, lejos de la calle, como a 25 metros, a un claro rodeado de arbustos. Una piedra grande de forma plana fue el indicado para que se sostuviera estando de perrito, sus piernas abiertas, su bien delineado y chico culo quedo a mi disposición, colocando detrás suyo le bese cada centímetro de su espalda hasta llegar al inicio de la rajita de sus nalgas, la bolsa de sus huevos se columpiaban como campanas.
Con ambas manos pude abrirle los cachetes del culo dejándome ver un muy aseado ojete, de color oscuro, sus piernas temblaban, su piel estaba como de gallina. Le deslice la punta de mi lengua desde el principio de su raja hasta llegar a sus bolas, las que acaricie con mis manos. Sin pensarlo siquiera me las metí sus huevos a la boca sacándole el más erótico gemido que haya podido imaginar en un hombre, sentía sus bolitas enjutarse y ponérsele duros como piedra. Con mi mano izquierda toque su pito, estaba semi parado y pude sentir como gotas de líquido se escapan por su uretra.
Dos mordidas en sus nalgas fue la señal de que iba a cogerlo, lo coloque sostenido en la piedra, me metí entre sus piernas y restregándole mi verga en su entrada empecé a empujar despacio pero firme, tuve que echarle saliva para lograr meterle tan solo la cabeza. El pujaba sosteniendo su pecho en la dura roca aunque sentía como me ayudaba embistiéndome con sus nalgas. El mismo me sugirió que fuera yo quien me sentara sobre la piedra, luego colocándose de espaldas a mí se subió hasta quedar sus pies en mis piernas, yo sentado el acurrucado sobre ni verga. Sosteniéndolo del culo lo vi bajarse hasta quedar con la cabeza en su entrada, se puso más saliva y comenzó a enterrarse poco a poco, centímetro a centímetro, un largo suspiro se escapó de su boca cuando por fin sintió que sus nalgas estuvieron pegadas al tronco de mi verga. Giro su cabeza y me beso, su lengua parecía agradecerme que lo hubiera enculado por completo.
Minutos después empezó a cabalgar, primero lento, luego más rápido, sus nalgas parecían tener vida propia engullendo y saboreando cada vez que se tragaba mis 17 cm de largo y quien sabe cuánto de grueso. Se bajó de donde estaba para ahora hacerlo quedando los dos de frente, se subió de nuevo y rodeándome con sus piernas se volvió a enterrar mi verga. Sus pies sobre la piedra le servían para impulsarse hacia arriba, nos besábamos fundidos en un fuerte abrazo, cabalgaba rápido, gemía, lloriqueaba tirándose su cabeza hacia atrás, su rostro totalmente descompuesto.
Como pude pase mis manos bajo sus piernas para cargarlo y poder pararme con el totalmente enculado, su ligero peso me permitía levantarlo para luego dejarlo caer hasta sentir como su culo casi se tragaba mis huevos, fueron largos minutos, sentía sus entrañas, quizás su hígado o pulmones estrellarse con la punta de mi polla, su cuerpo se tensó, su respiración parecía fallarle, un agudo grito y empezó a derramar grandes chorros de semen sobre mi estómago. Fue su final feliz. Acabo justo encima de mí y eso me encendió aun mas, mi verga empezó a hincharse, palpitaba, lo baje y colocándolo de perro de nuevo se la enterré de una vez, le di duro, apretándole las nalgas, lo tome de la cintura y me vacié en grandes chorros de semen, sentí como si me faltara el aire y nos quedamos así descansando, varios minutos. Cuando nos despegamos nos besamos como novios, como amantes en lujuria, como esposos.
Nos vestimos viéndonos y sabiendo que esto debíamos repetirlo. Acordamos salir uno a la vez no sin antes intercambiar teléfonos, luego un beso.
– Esta es mi tarjeta – dijo – colocándose de espaldas a mí poniendo su culo muy junto a mi verga.
– Aja – dije – saboreando por última vez su lengua mientras lo besaba.
Salí primero. Poco quedaba de las estudiantes pasando rumbo a sus clases. Eran las 8:35.
De algo me sirvió haber cogido toda la noche – pensé -, sino este putito me hubiera descremado en un dos por tres. Estaba rico el puto – me dije para mí mismo.
El sonido de mi celular indicándome que tenía un mensaje me volvió a la realidad.
– HOLA VERGUDO, HAS SIDO MI MEJOR POLVO. OJALA Y SE REPITA PRONTO, LLAMAME CUANDO QUIERAS. NO TENGO COMPROMISO.
Sonreí sintiendo la tarjeta en mi mano. La leí: LIC EN PSICOLOGIA, ESPECIALISTA EN DESORDENES SEXUALES.
¿Qué? – pensé -. Ta bueno el Lic., un día de estos voy a que me dé un tratamiento.
He así mi relato.
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