Entre cervezas y deseos ocultos #4
La relación con mi mejor amigo siempre ha sido un juego de seducción silencioso. Él, ese macho tatuado que me calienta; yo, un moreno que le sigue el juego. Entre parches y confidencias, la confianza se convirtió en una tensión que nos dejaba sin aliento, con la pija a punto de estallar..
Mi mejor amigo y yo, llevábamos una semana sin vernos e. Ese rubio tatuado, con barba descuidada y esa cara de calle que siempre lo ha acompañado, me escribió para vernos porque había terminado una relación de 9 años con su novia. Yo, moreno, delgado, piernas marcadas y mirada que también intimida, le dije que sí de una.
Fuimos por cervezas. Él trajo unos panas, todo normal. Pero cuando se fueron y quedamos los dos, el ambiente cambió. No se dijo nada… pero se sentía. Ya eran las 3 de la mañana, las botellas iban vaciándose, la música sonaba bajita y empezamos a movernos, como parchando… pero entre roces, miradas, puro juego de machos que no se dicen nada, pero lo sienten todo.
A las 4, me paré a mear. Él se vino detrás, riéndose, con ese tono atrevido:
—A ver, muestre esa verga, ¿cómo es que la tiene?
Yo pensé que jodía. Pero no. Se paró al lado mío, serio, y me la miró completa. Me tensé, pero no dije nada. Solo dejé que viera. Ese morbo entre hombres, sin palabras, directo, sin filtros.
Ya eran las 7 y yo me tenía que ir a trabajar. Le pedí una toalla para bañarme. En recocha, le solté:
—Vea pues, bañémonos juntos, como los machos que no se la montan.
Él soltó una risa grave y dijo:
—Hágale, estoy listo.
Entró al baño, se bajó los jeans y el boxer hasta media nalga. Ese culo peludo, blanco, fuerte… se me paró de una. Yo, disimulando, le dije:
—Parce, chimba de culo
Me miró por encima del hombro.
—¿Y las suyas qué? ¿Cómo son?
Me bajé los pants y le mostré las mías: morenas, firmes, marcadas. Se le notó el gusto. Me dio una palmada con fuerza, como entre recocha y deseo.
—Ufff, qué rico —soltó, con esa voz ronca que le sale cuando está prendido.
Seguimos hablando de la mujer con la que estaba charlando ahora, pero ya no había filtro. Me soltó historias sexuales mientras yo lo veía de reojo, tatuajes marcados, barba mojada por el sudor, y esa mirada de calle, de macho con fuego guardado.
Yo le dije que ya iba en serio con el baño porque iba a llegar tarde al trabajo.
—A ver pues, quítese la ropa —me dijo, directo.
Me paré, me la quité toda. Quedé ahí, desnudo, con la verga medio parada, el cuerpo moreno brillando con el vapor, las piernas firmes. Él me miró sin disimulo, me dio otra nalgada fuerte.
—Así, marica… así me gusta. Qué nalgas tan ricas.
Me bañé mientras él se quedaba en la puerta, sin pena, mirándome.
Al salir, no me cambié ahí. Me envolví en la toalla y fui a su pieza. Me senté en la cama.
—Usted ya me vio todo —le dije, y solté la toalla.
Él no quitaba los ojos de encima.
—Usted es muy valiente… estar así, tan fresco, me dijo.
—Pues si usted es tan macho, quédese usted desnudo también —le respondí con tono retador.
Se rió, se acercó con los boxers en la mano.
—Mejor lo ayudo a ponérselos…
Se arrodilló frente a mí y me los subió despacio. Sus manos rozaban mi piel como si lo hiciera por primera vez. Yo con la verga parada, él mirando fijo, tragando saliva. Cuando me los puso, me dio otra nalgada:
—Qué verga tan dura… qué nalgas, parce…
—A ver, muestre la suya —le dije.
—Está dormida, casi no me gusta mostrarla así —respondió, pero le brillaban los ojos.
—No importa, muéstrela igual.
Me miró con picardía y cambió el tema.
—¿Y si mejor nos hacemos una paja juntos?
No dudé.
Nos sentamos lado a lado. Él sacó un video porno hetero, yo uno gay. Los gemidos se mezclaban. Nuestras manos se movían firmes. Cada uno miraba al otro de reojo, sin decir mucho. Pero los ojos hablaban. Él miraba mi verga y yo la de él, tatuada en la base, gruesa, palpitando.
Él se vino primero. Se corrió duro, con la boca entreabierta y el pecho agitado. Yo seguía… pero lento, así que el decidió decirme cosas sucias que me calentarán para venirme
—Sáquesela toda, marica… qué rica verga. Metámela… chúpame el culo —me decía, con esa voz grave de puro macho caliente, entre risas.
Se asomó a ver mi porno gay.
—Parce… ese man tiene el tremendo culo. Nunca había visto esto, pero está brutal.
Eso me prendió más. Me vine con fuerza. Él se quedó viéndome, con la mirada fija en mi leche cayendo. Fue por papel, me limpió y dijo:
—Yo nunca había hecho esto… pero fue una chimba.
Nos vestimos. Yo salí como si nada. Pero esa imagen quedó grabada. Su barba, su cuerpo tatuado, mi cuerpo mojado frente a él, las palabras sucias, la mirada que decía todo.
La próxima vez… no hay dudas: voy por ese culo de maleante.
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