Entre la Muerte y la Pasión
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
No había sentido tan cerca a la muerte como aquel día. Me habían dado un compás de espera en mi trabajo para llegar mas tarde al tiempo extrahordinario, lo que había aprovechado para ir a dezcanzar un poco en casa y terminar mi tesis de licenciatura. Serían como las cuatro y media de la tarde cuando estaba en el anden del metro que se veía un poco concurrido.
Por fin el zumbido y el pitido del tren anunciando su llegada a la estación. La gente abordó artropelladamente, éste arrancó y me fije que en la siguiente parada casi nadie descendió y en cambio abordarón mas de los que comunmente lo hacían a esa hora; yo lo sabía, pues era mi rutina.
Llega a la siguiente parada y lo mismo, mas personas de las acostumbradas abordan el tren del convoy, Ya se sentía sofocado el ambiente; y, así ocurrió en las siguientes siete paradas restantes.
Cuando el convoy llegó a la novena estación, aquello era la locura, el anden estaba repleto de usuarios que empujaban para entrar a un vagón de por si repleto. Yo me bajaba en esa estación pero no pude, me lo impidió una barrera de hombros humanos.
Las personas del anden no permitierón el descenzo de pasajeros y en tropel abordarón, se oyerón gritos y palabras incoherentes de una turba enardecida por lo dilatado en la llegada del convoy, No pude descender por la cortina humana que repito, me aventó de reversa, hacia atras.
Se oyerón mas gritos ahora de desesperación por lo apretado del pasaje aunado al cierre forzado de las puertas del metro y su filo de caucho que apricionó brazos, piernas, cabezas etc. En ese preciso momento, la máquina perdió fuerza se detuvo y se apaga la luz.
Fue un instante eterno , no había aire suficiente, yo sentía por todas partes de mi cuerpo, rozar con un puchero humano difuso, sobresaliendo dorsos. Pensé de un chispaso, no voy a soportar así mucho tiempo, voy a morir, Pero, en mis pocos movimientos siento que no todo lo que me circundaba apretujándome eran dorsos pienas y caderas, algo relativamente plano tenía enfrente y que me llamó la atención en mi fugaz agonía.
Aguzo los sentidos en la penumbra y… sí… es alguien que me quedó de frente y muy pegado a mi cuerpo, me quieto un instante y contraígo todavía mas mi campo de acción en ese momento mas ausente que nunca, de inmediato siento una fuerte respiración de ese incognito, la siento tan de cerca que casi puedo tocarla, pero en cambio si puedo oler entre duce y sudorosa y un ligero olor parecido al jabon usado en el turco de unos baños públicos.
Ambos respiramos ajitadamante e – in creschendo-, Se oye una alarma, se enciende la luz y descubro quien roza mi frente; es un hombre, como de 22 años, mas bajo que yo, de pelo muy negro y lacio , nariz ancha emulando la de un boxeador,un bigote abundante y bien cortado al raz de su boca grande pero de labios delgados y de color rosita oscuro rematando en un mentón redondo y ligéramete partido, ojos grandes negros y almendrados que me miran encandilados, desconfiados y sorprendidos con la mirada intensa de un felino. Ahora encuentro tambien que la distancia de nuestras caras es de menos de un centímetro. No lo conosco y obvio, no le hablo.
Una sorpresa y una incomodidad momentaneas se reflejan en nuestros rostros y cuerpos queriendo inutilmente zafarse de aquella posición cómplice y compromedora. No hay esperanza, no hay para donde hacerse, el metro abre y cierra sistemáticamente las puertas arrazando cuerpos en su umbral. Yo insisto en mi pesimismo: -se sigue deteniendo este "chingado" metro, voy a morir ahogado-; mi respiración aumenta psicológicamente por el trance del momento al punto que siento que la inha-exhalación del rostro humano frente al mio tambien aumenta de volumen, y a péndulo roza su nariz con la mia.
¡Oh! dios voy a morir; el metro avanza lentamente, silencio, solo se oye el crujido de su chazis. En el inter, trato de reconocer al rostro intruzo y lo hago, pero siento una incomprensible ternura pues semeja un gatito asustado sólo mueve los ojos hacia arriba y a los lados, nuestras narices chocan y siento su bigote rozar burdamente en mis labios. se me olvida momentaneamente la muerte y ocurre un incipiente trueque con el deseo, la pasión me invade lentamente, me olvido de lo ralo del oxigeno, mi respiración aumenta más, tambien la de él. Ahora, ya no más no siento su nariz, sino tambien su cuerpo a la altura de sus pectorales presionando los míos fuertemente, tambien su pelvis y sus piernas, que son musculosas y fuertes.
Ya no siento más la muerte, ha ocurrido el trueque, la pasión y el deseo me invaden volteo a los lados nervioso tratando de descubrir miradas emergentes, sólo descubro dorsos y brazos temblorosos por el avance del tren. Entonces con alivio me pongo mas de frente y poco a poco rozo el perfil de mi cara al tigre hombre y no hay reacción, al contrario nos frotamos suavemente a tiro que en nuestas pelvis comienza a crecer algo bulvoso, son nuestros penes cuyo roce hace que aumenten de volumen, que alegría, hay contraprestación pensé.
Un enfrenón y todos nos acomodamos, hay gritos y mal hablantes, quedamos más apretados y muestros miembros ya se sienten erectos y rozando y sin recato. Así, paso mis brazos por su cintura, lo abrazo mas fuertemente él hace lo mismo, y quedamos en una posición privilegiada, ya no hay angustia, ya no hay molestias , digamos que solo amor.
Nos dedicamos a frotarnos fuertemente, a acariciar las espaldas, la cintura las nalgas , a todo lo que daba el largo de nuestros brazos Nuestras pelvis queriendo fundirse como de plastilina nuestras cabezas chocan a nivel de la oreja y estas ligeramente molestan al roce, es preferible morderlas, morder los cachetes la nariz los ojos la frente, morder todo con el prurito de un bebe estrenando su incipiente dentadura, -quediiito- al tiempo fuerte, saliboso y sabroso.
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Como pude, baje la mano para tocar su pene, era grande y bulboso aproximadamente de 18 cm., no pude sacarlo pues nuestros cuerpos formaban un sandwuich, aproveche entonces para tocar el costado a la altura de sus piernas que eran gruesas y musculosas, sus nalgas duras tambien y a pesar de usar pantalón de mezclilla se contraían con furor empujando hacia adelante al momento que pujaba,.uuuhhmmm >- uuuhhhmmm>.
Eso me exitó más e hize lo mismo .mmmm …mmmm. Sentí que me venía (eyacular) pero me contuve por otro enfrenón, otra vez la agonía, no había bastante aire …snifff…snifff, volví a aspirar la respiración del rostro del felino domado por la pasión y la contingencia del momento, olvide de nuevo la agonia y ahora con desenfreno volví a tocar el cuerpo masculino a mi alcance, bondadoso y cariñoso, en tanto que nuestra respiración vertiginosa inundaba el ambiente, ahora la muerte se encubría por el opio de la pasión y el espacio compactado era un lujo de lujuria.
Del fantasma de la muerte la belleza de su fachada era embriagadora: podía besar boca ronrronera a mi satisfacción. Mordí con fuerza el bigote cegando puntas y salibándolo, mordí la nariz y sentí lo duro de su cartilago, el mentón durito y redondo como uva, lami los parpados y la entreseja, en tanto aquel Bengala emulaba dos veces mis actos , mientras debajo nuestros cuerpos rozaban sus penes con rudeza al rito del pausado vaiven del convoy, atrapado entre dos estaciones y luz mortecina que amenazaba con apagarse.
Pasó como rayo la idea de mi eyaculacion precoz. Me preparé, lo abrace fuertemente, sentí su espalda ancha y acanaladada en el centro, sentí su torso y asombrosamente el relieve de su cuerpo, pecho, nalgas,paquete (verga enarbolada y dura) rozando el mio y sentí tambien sus piernas, cerré los ojos y bese la boca abierta tocando su lengua plana y movediza, queriendo aspirar sus quejidos previos al orgazmo adivinado, adivinando el mio; y, ocurrió mffffff….mffffff,(pujando al doble) si, asi papacito, asii,,,, quieto,—-no paaasaa naadaa compadre (deletreado)… quieto compadre,…. quieto cabr.r.rón qui -eeto muy qui-eeetecito cabrón , logre decir tremulo y repetidamente, en tanto mi pelvis apretada se movia de atras para adelante; luego, solte trayasos en seco….. espacio……. mas trayasos.
Una pausa, se suspendierón los alientos alocados, luego: se reaundan con énfasís del otro lado, golpes fuertes de pelvis aprsionada por el reducido espacio. Y su nariz, su nariz resopla, su voz grave en mi voca dice en voz perceptible al oido;….. haí te voy mi hijito….no te muevas…. haí te voy m´hijo,… sssí haí te voy (repite)…….¡ hiii..jo de p.uuuta !,… hiii..jo de p.uuuta cabrón….ccabrón,….cabroooón..siiii,.así, asíii ( apretado, prolongado y placentero)..-buena me la has hecho- (descanza). Otra pausa , su mentón se recarga en mi hombro y sus brazos fuertemente oprimiendo mi espalda y cintura pierden paulatinamente fuerza quebrantahuesos, en tanto que yo con mi boca absorvía, robaba el aliento impregnado de su rudo orgazmo, aún cuando nuestras vergas seguían viento en popa.
Luego,…un descanzo muy canzado abrazados…..¿Tu-Ru-Ru? la alarma del metro anuncia la proxima estación e invita prepárarse para descender; nos componemos, nos soltamos del profundo y relampagueante abrazo de calamares apareandose en el oleaje eterno del mar oceano: no esta por demás un vistazo a los lados, pero, nadie ha visto, nadie delata de inmoral el acto, cada quien su juego, …-salir de ahí lo mas pronto posible-.
Ocurre en un instante, se desliza con un trueno la luz de la proxima parada y se detiene el convoy, se abren las puertas y desciende el tropel humano, arrastrando como vendaval al tigre-felino , tierno y cariñoso. Hombros rudos lo empujan fuera, él abanza sin quitarme la vista de gato salamero,sorprendido y enamoradizo y a la vez triste por la brusca separación. Yo tampoco me conformo y estiro un brazo para tocar el de él que apenas si se levanta, pero no puede y surgen sentimientos de llanto apagados,sólo un suspiro -Dios mio, Dios mio, que es esto, que barbaro este transporte- dicen unas señoritas angustiadas que nos obligarón a separarnos más, a mi me cierran de frente el paso y la dicha anhelada. No puedo salir.
Se reestablece la distribución del vital oxigeno, se auyenta el espectro de la muerte enmarcado por una inmensa pasión cuyo climax fue orgázmico. ¿TU-RU-RU?, se cierran las puertas del vagón y con ello la última esperanza, mientras mis ojos atizban entre las ventanas en una búsqueda inutil del bienamado.
Ya con mas espacio, veo que el chicote de mi portafolios está enrredado en mis pies, tengo la camisa desjaretada, el pantalón gris claro luce una gran mancha vizcosa, pegajosa, acuosa que gotea entre la valenciana del pantalón y el calcetín, mientras el paquete de mi entrepierna late como un ratón agonizante.
Me bajé en la siguiente estación y como un sonámbulo tome un taxi, y le pído: lleveme de inmediato a la plaza principal. En el tayecto el taxista comenta -¿supo del problema del metro?, le contesto con inseguridad, Nnn..oo, ¿que paso?,.. Pues nada, que un trasvesti se arrojo a las vias con una leyenda que decia: "ni amor al mundo, ni temor al cielo".
Respondo: Ah,esa misma leyenda apareció a principios de siglo del siglo pasado, cuando un suicida la pintó en la torre occidental de la catedral, antes de arrojarse al vacío dando lugar a nuevos replanteamientos filosóficos.
Contesta: no me lo diga, pues a mi me da vertigo la altura y ya, hasta estoy oliendo como a cloro (¿—?)-
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