Entrenando a mi Machito – parte 5
Mi machito coge a su primer putito.
Ya han pasado algunos meses desde que mi hijo se estrenó como machito usando mi culo. Desde entonces no me ha cogido de nuevo, ya que me interesa mucho, como parte de su entrenamiento, que vaya buscando otras personas a quién cogerse. Vaya, estuvo MUY bien que aprendiera conmigo, ambos lo disfrutamos muchísimo, pero a sus 14 años ya es momento que vaya buscando nuevas parejas sexuales.
Se que no le será difícil: a sus 14 años, ya mide 1.70, algo más alto que la mayoría de sus compañeros de la escuela. Su voz ya es de hombrecito, y se le empieza a marcar un hilito de pelos de su verga al ombligo y también ya le salieron pelos en sus axilas, lo cual lo hace verse aún más varonil. Sigue yendo a nadar, como hizo desde niño, pero ahora su entrenamiento es más intenso, lo cual hace que todo su cuerpo esté bien marcado, atlético, fuerte. Ya usa desodorante, y se le empieza a marcar algo de barba, por lo que pronto va a empezar a afeitarse. Su pene ya es casi de adulto: desde que me cogió no se lo he vuelto a medir, pero ya debe estar cerca de los 14 o 15 cm, y más grueso cada vez. Algunos domingos aún lo despierto chupando su erección matutina, observando que sus eyaculaciones ya son mucho más potentes y de mayor volumen, ya de hombre adulto. Supongo que por haber empezado joven, y gracias a mi ayuda, se había desarrollado más rápido.
Al mismo tiempo, Jorge se ha hecho más autónomo y autosuficiente, y muy seguro de si mismo. Me pidió que ya no lo lleve a la escuela (que no queda lejos de la casa), por lo que siempre va y viene en bicicleta. De la misma forma, va y viene en su bici a la natación. A veces sale con su grupo de amigos y amigas al cine, a comer y demás cosas que hacen los jóvenes de su edad. Como siempre, mi hijo me tiene total confianza y yo a él, siempre me avisa dónde va a estar, y sabe que cuenta con mi apoyo. Aunque por supuesto seguimos viviendo juntos y platicando, cada vez nos vemos menos: entre sus entrenamientos, su escuela, sus salidas con amigos -ya sea a divertirse o a estudiar- y demás, no siempre coincidimos en horario, pero cuando lo hacemos aún disfrutamos mucho nuestra compañía: comemos o cenamos juntos, platicamos, etc.
Un día, regresando de trabajar, como entre 2 y 3 de la tarde, estacioné el coche, y vi que afuera de la casa había 2 bicicletas: la de mi hijo, y otra más pequeña. Apagué el coche y me bajé sin hacer mucho ruido. Luego, también en silencio, abrí la puerta y entré a casa. Alcancé a escuchar que en la planta alta se oían sonidos de sexo intenso. ¿Estaría Jorge viendo porno a alto volumen? Después de escuchar unos segundos, reconocí que una de las voces era la de mi hijo. La otra voz, más aguda, femenina, no podía reconocerla, pero picado por la curiosidad, y tratando de no interrumpirlos, subí sigilosamente las escaleras. Al llegar a la planta alta, observé que la puerta del cuarto de Jorge estaba entreabierta, y de ahí venían los sonidos. Me acerqué sin hacer ruido para asomarme sin que me vieran…
Lo que vi me dejó boquiabierto: ahí estaba mi hijo de 14 años, desnudo, dándole fuerte por el culo a… ¿¿UN NIÑO?? Pues si, ahí en su cama estaba, acostado boca abajo, un morrito como de 11 años desnudo con el culito parado y unas lindas nalguitas. No pude ver su cara, ya que la tenía enterrada en la almohada. Sólo alcanzaba a escuchar su vocecita infantil, amortiguada por la misma almohada, gimiendo y pidiéndole a mi hijo: “¡Así, así, que rico, dame!” Encima de él estaba mi muchachote, con una rodilla a cada lado del culito del menor, con sus manos apoyadas en la espalda del pequeño, con su verga de adolescente dentro del pequeño culito, bombeándolo con fuerza. Aunque los veía por atrás, alcancé a ver cómo su pene entraba y salía del culito infantil, sus huevotes ya desarrollados y colgando, golpeando el culito del menor con cada embestida. Alcancé a ver cómo se marcaban los músculos de mi hijo en sus piernas, ya peluditas, y en sus glúteos. Mi hijo, como buen machito, estaba dominando y sometiendo al menor con su fuerza y tamaño, pero al mismo tiempo con ese control con el que yo lo había entrenado.
Por supuesto que la escena me excitó totalmente, y mientras los observaba, empecé a tocar mi pene, ya totalmente duro, por encima del pantalón. En ese momento, Jorge volteó a verme y me guiñó el ojo, sonriente, con esa mirada de orgullo que ya conocía yo bien. Entonces entendí que a propósito había dejado la puerta entreabierta, sabiendo que yo llegaba del trabajo a esa hora, y deseando que yo lo viera cómo se cogía a su primer putito. Yo seguía tocándome, y mi hijo, sin perder el ritmo, me miró a los ojos asintiendo con la cabeza, dándome a entender que podía seguir masturbándome mientras los veía. Así, mientras mi hijo siguió bombeando al chiquillo, yo saqué mi verga por la bragueta, sin quitarme el pantalón, y empecé a masturbarme mientras los veía.
El pequeño nunca se dio cuenta que yo los estaba viendo, pero mi hijo se puso aún más intenso sabiendo que su propio papá lo observaba. Sin dejar de darle, se acostó encima del menor, usando únicamente su pelvis para empujar la verga. Con sus manos acariciaba los hombros del menor, y con su boca besaba el cuello del niño por atrás. Luego algo le dijo mi hijo al oído (no alcancé a escuchar lo que dijo), pero eso hizo que el menor levantara más sus nalguitas. Eso excitó aún más a mi hijo Jorge, que empezó a bombear con todas sus fuerzas. Yo seguía masturbándome viéndolos desde la puerta. Entonces el morrito empezó a gritar y gemir:
—¡¡AHH!! ¡¡AHH!! ¡¡YA!! ¡!YA!!— alcancé a escuchar, aunque gritaba con su cara sobre la almohada, que alcanzaba a amortiguar su grito.
Vi como se estremecía el cuerpecito del niño, y segundos después el cuerpo de Jorge: ¡Se estaban viniendo juntos! Mi hijo, con su instinto de macho ya bien desarrollado, empujaba su verga fuerte hasta el fondo del culito del niño, dejando su semen hasta dentro. Ambos gemían y gritaban de placer. Al ver la escena, ya no aguanté más y empecé a eyacular, dejando caer mi semen en el piso. Una vez vaciados totalmente, mi hijo volteó a verme, haciéndome la seña que cerrara la puerta. Seguramente no quería que su amiguito se diera cuenta que yo los había visto. Así, los dejé dentro, mi hijo acostado sobre el menor, ya ambos relajados después de su orgasmo. Cerré la puerta cuidadosamente, para no hacer ruido, y luego con un pañuelo limpié mi semen del piso y me retiré.
(Continuará…)


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