Equipo de Élite Episodio I Capítulo 4
Por fin, el entrenador logra cumplir su objetivo..
CAPÍTULO 4
Salvador había llegado, como todos los días, cuarenta y cinco minutos antes de que comenzaran las clases. Se encontraba en su salón, sentado en el lugar que le correspondía, repasando las lecciones ya vistas para estar mejor preparado en temporada de exámenes. En eso estaba cuando, cinco minutos después, entra un compañerito gordito, el cual era muy amable y siempre alegre.
– Hola, Simón. – dijo Salvador al gordito.
– Hola, Chava. ¿Cómo te fue en el fin de semana?
– Bien, muy bien.
Comenzaron a platicar de cosas que a un adulto le parecerían tontas, pero para ellos no. Estaban contentos ambos niños con la charla, así que Simón aprovechó para dar inició a la encomienda de su entrenador.
– Oye Chava, eres muy bueno para el baloncesto. ¿Cómo le haces?
– Pues no sé, simplemente se me da.
– Yo la verdad no soy tan bueno, aunque he mejorado muchísimo.
– Excelente, Simón. Has practicado mucho entonces.
– Sí, además también fue gracias al entrenador. Si no hubiera sido por él seguiría igual de pésimo. Hasta he bajado unos cuantos kilitos. Ja, ja.
– Qué bien. Me imagino que el entrenador te pone a correr mucho.
– Sí, pero además soy parte de un entrenamiento especial, para poder alcanzar un mejor rendimiento.
– ¿Un entrenamiento especial?
– Sí. Desde que el entrenador me hizo unas pruebas clínicas para ver si me encontraba sano, mi vida dio un giro.
Chava escuchó lo que decía el gordito, y recordó el día en que el entrenador le hizo unas pruebas extrañas, esas que le hicieron sentir muy extraño, además de dejarle un sentimiento de culpa.
– Oye Simón. ¿Me puedes decir cómo fueron esas pruebas clínicas? – preguntó Chava con algo de curiosidad, pero a su vez con nerviosismo.
– Sí, claro. Esas pruebas trataban sobre analizar el semen o en mi caso el líquido viscoso que sale. – contestó el gordito.
– ¿Y cómo obtuvo eso? – volvió a preguntar curioso.
– Pues masajeo mi pene y mi culito para eso. – contestó sin pelos en la lengua.
– Aaaa. A mí me hizo lo mismo. – dijo Chava sorprendiéndose a sí mismo. Parecía que había pensado en voz alta.
– ¡Excelente! Yo creo que el entrenador te querrá incluir en su entrenamiento especial. Yo que no tengo talento fui incluido para mejorar lo más que pudiera, pero ese entrenamiento es para chicos de élite como tú. Deberías pedirle su apoyo.
– Pero… – pensaba el hermoso niño con algo de duda. – ¿Cómo son esos entrenamientos especiales?
En el rostro de Simón se dibujó una sonrisa llena de picardía. Sabía que había conseguido que Chava se llenara de curiosidad, así que era hora de proponerle algo.
– Mira, ¿por qué no me acompañas al gimnasio en este momento? Al fin y al cabo, la maestra Antonia no vendrá hoy porque sigue enferma.
Chava se quedó en silencio unos cuantos segundos. Analizaba la situación, pues, aunque le había gustado las sensaciones que sintió con su entrenador, sabía que estaba mal y no era tonto, sabía que algo tenía ver con lo ocurrido aquel día.
– ¿Entonces? – dijo Simón sacándolo de sus pensamientos. – ¿Me acompañas?
– Mmm… Está bien. Te acompaño.
Ambos niños salieron del salón, con sus mochilas en mano. Todavía faltaban 35 minutos para que las clases iniciaran, además de tener una hora y cuarenta minutos más por la clase de la señorita Antonia.
De camino al gimnasio, Chava se encontraba absorto en sus pensamientos. ¿De verdad quería saber sobre los entrenamientos especiales? No estaba del todo seguro, pero helo ahí, presuroso hacia aquel lugar.
Cuando llegaron, la puerta se encontraba entre abierta, facilitándoles el acceso. Inmediatamente se tomaron rumbo a los vestidores, que era el lugar donde podrían encontrar al entrenador. Una vez ahí Simón cerró la puerta y sin que Chava se diera cuenta le puso seguro.
De la oficina del entrenador salían unos quejidos, algo no anda bien, pensaba Chava. La puerta de esta se encontraba entre abierta y ambos niños al aproximarse escucharon mejor. Simón dio un leve empujón a la puerta y reveló ante sus ojos aquel gran y maravilloso espectáculo: Roberto González de 13 años se encontraba penetrando en cuatro a Pedrito, un nene blanquito de cabello lacio de tan solo 10 añitos. Ambos se encontraban desnudos.
Chava se quedó con la boca abierta ante tal escena. Observaba impresionado como los 13 centímetros de Roberto se perdían en el culito del niño de 10 años.
– ¡Aaaahhh, aaahh, aaaahh! – gemía el niño al sentir la verga de su compañero.
– ¡Ooohh, aaahh! – gemía Roberto, disfrutando de tan rico culito.
Chava volteó a ver a Simón, quien le regaló una sonrisa pícara.
– Ellos están llevando a cabo el entrenamiento especial. – le dijo. – Ambos saben que eso es para mejorar en su juego.
Salvador no podía creer lo que veía, nunca se imaginó ver a dos alumnos hacer eso. Y aunque sorprendido, su verguita comenzaba a despertar poco a poco. Sentía calor y comenzaba a agitarse, cuando de pronto, sintió una gran mano posarse sobre su hombro izquierdo.
El niño volteó de inmediato para ver de quien se trataba, aunque ya se lo imaginaba. Se trataba del entrenador Castillo, quien le sonrió.
– ¿Disfrutando del espectáculo? – preguntó.
Chava se puso nervioso. Ahí se encontraba aquel hombre al que trataba de evitar. Quería salir corriendo de aquel lugar, pero sus piernas le temblaban quedando paralizado. En eso, un gemido intenso llamó la atención de todos. Roberto se estaba viniendo en el culito de la putita que tenía sometida. Cinco chorros de leche caliente eran depositados en las entrañas del niño y cuando retiró su pene comenzó a brotarle de aquella cavidad.
Esto hizo que a Simón se le antojara, adentrándose rápido en la oficina para posar su boca en aquel culito y chupar toda la leche.
Chava vio cómo el gordito chupaba gustoso la leche de Roberto y cuando terminó noto su brillante sonrisa de satisfacción.
El entrenador Castillo, sin esperar más, sujetó bien a Salvador de los hombros y lo hizo pasar.
– Ahora, es tu turno para iniciarte en este entrenamiento especial, el cual hará que tu juego mejore. – dijo el hombre. – Roberto ayúdame.
El niño de 13 años se levantó y se acercó. Entre los dos comenzaron a despojar a Chava de toda su ropa, dejándolo en segundos como llegó a este mundo. Simón de inmediato se quitó la ropa y se acercó a ellos. Entre todos lo acostaron en una colchoneta que habían preparado para iniciar al hermoso rubio.
Pronto, Simón y Roberto comenzaron a chupar los pezones del niño, quien se sorprendió por tal acción, mientras que el profesor se quitó su ropa y se metió entre las piernas del nene, comenzando a chupar su verguita.
Chava comenzó a sentir electricidad recorriendo su cuerpo, haciéndolo sentir extremadamente bien. Empezaba a disfrutar del momento.
– ¡Aaahh! – gimió mientras temblaba.
El trabajo de todos estaba dando frutos. El nene ya estaba excitado después de unos minutos y entonces fue cuando sintió que el entrenador chupaba su culito con intensidad, para minutos después sentir que le metía un primer dedo.
– ¡Aaauu! – gritó el niño. – ¡No profe! ¡Aaaayy!
– Relájate mi niño, pronto sentirás igual de rico que aquella vez. – dijo con ternura el entrenador.
– No por…
Las palabras de Chava fueron interrumpidas por la boquita de Pedrito, quien lo besaba lleno de lujuria.
La escena era por demás excitante: dos niños de 13 y 11 chupaban los pezones de un compañerito de 11 mientras uno de 10 lo besaba y un profesor chupaba y metía sus dedos en el culito del mismo niño. Era como para grabarse.
Unos cuantos minutos después, el entrenador ya metía un segundo dedo lleno de saliva en la cuevita del nene, dilatando muy bien.
– Bueno mi niño. Es hora de la acción.
El hombre se levantó un momento y sacó un bote de crema de su escritorio, vertió un buen tanto en su mano y untó su verga erecta con esta. Se acercó nuevamente al niño y llenó de crema su culito. Ahora sí, todo estaba listo.
– Ahora mi niño, tu entrenamiento especial subirá un nivel.
Habiendo dicho esto, levantó las piernas del niño y colocó la cabeza de su verga en la entrada de su culito. Comenzó a puntear suavemente, disfrutando de la colita del nene. Pero de un momento a otro empujó con más fuerza, logrando meter cinco centímetros de su carne.
– Mmh… – intentó gritar el niño sin éxito alguno, debido a los besos de Pedrito, tensando su cuerpo a su vez.
– ¡Uuff! ¡Qué rico culito! – gritó feliz el hombre.
Este dio inicio a un vaivén lento, tratando de disfrutar lo más que se pudiera a aquel nene. El hombre se sentía en la gloria, ya que por fin estaba cogiendo al hermoso nene rubio. Nunca en su vida había hecho las cosas a la carrera, pues siempre trataba de ganarse la confianza de los nenes. Pero este en particular, se le hacía un manjar, y debía hacer lo posible por tenerlo, cambiando su plan en el último momento.
– ¡Oooh! ¡Sí! ¡Oooh! ¡Uuufff! – bufaba el hombre.
Castillo estaba totalmente embriagado de lujuria, sentir el cálido culito del nene lo hacía perderse.
En un momento, Roberto dejó de chupar el pezón del rubio y se levantó jalando consigo a Simón. Lo colocó en cuatro escupió en el culo del gordito, al igual que en su verga, y de un solo movimiento se la dejó ir, iniciando un vaivén a buen ritmo.
– ¡Aaah, sí! – gimió el gordito.
– ¿Te gusta verdad, putita? – preguntaba el niño, imitando las palabras que tantas veces su entrenador le decía.
– ¡Sí! ¡Dame duro, cabrón! – gritaba la putita pasiva de Simón.
La habitación estaba perfumada con aroma a sexo, y la ambientación eran los gemidos de los nenes y el hombre.
– ¡Ooohhh! Chava, tienes un culito delicioso. Me encanta, mi niño. ¡Oooh! – decía el hombre a Chavita.
Poco a poco, Castillo fue ganando terreno, introduciendo milímetro a milímetro cada vez más su barra de carne.
– ¡Pedro! Ven aquí y ponte en cuatro. – le ordenó al niño de diez años.
Este sin protestar, dejó de besar a Salvador y se colocó al costado derecho del entrenador, quien de inmediato chupó su dedo medio y se lo dejó ir.
– ¡Aaay! – gritó el chiquito.
– ¡Toma putita! ¡Tomaaa! – gritaba el entrenador mientras movía rápidamente su dedo medio de la mano derecha para culearse al nene con este.
Al mismo tiempo comenzó a aumentar las embestidas al culito de Salvador, metiendo hasta nueve centímetros en él, profundidad límite hasta aquel momento.
– ¡Aaahh! ¡Noo! ¡Noo, por… fa… vor! ¡Aaaahh! – gemía el niño, quien era sostenido por su cadera por la mano izquierda de su entrenador.
– ¡Shh! Calla, precioso. Disfruta, yo sé que te está gustando. ¡Ooohh!
– ¡Nooo! ¡Aaaah, aaaah, aaaah!
– ¿Lo ves? Te está gustando. Disfrútalo, mi niño. Disfrútalo.
Continuó con los ataques a ambos culitos, mientras que Roberto gozaba del culito de Simón.
Quince minutos después, Roberto ya no aguantó, explotando en las entrañas de Simón, quien a su vez estaba teniendo su orgasmo, lubricando líquido preseminal de su verguita.
– ¡AAAAHHH! ¡TOMA PUTA! – gimió intensamente Roberto, descargando cuantioso semen en el culito del gordito.
– ¡AAAHH! ¡SIII! ¡LLENAME CON TU LECHE! – gimió Simón.
– ¡Aaah! – Al mismo tiempo, el pequeño pedro comenzó a temblar, soltando un gemido de alivio al tiempo que se desplomaba en la colchoneta, a un lado de Salvador.
En ese momento, Castillo tomó ambas piernas de Chava y las empujó sobre el pequeño, llegando a la altura de sus hombros, levantándose el para culear más rápido e intensamente al niño, ganando un centímetro más de terreno en el culito de este.
– ¡Uuufff! Eres uno de los mejores nenes que he tenido chavita. ¡Toma! ¡Siente mi verga en tus entrañas! ¡Gózala, como la puta que eres! ¡Oooohh!
– ¡Aaaaahh! ¡Entrenadoooor! ¡Nooo! ¡Nooo! ¡No se detengaaaa! – gritaba por fin disfrutando de la cogida que le daba su entrenador.
Roberto y Simón se encontraban acostados en el suelo, besándose tiernamente, tratando así de recuperar energía, mientras que Pedrito se encontraba durmiendo al lado de Salvador, agotado por las dos cogidas que había tenido ese día.
– ¡Ooohhh! ¡Chava! ¡Oooh! – el entrenador seguía alucinando mientras cogía al pequeño salvador.
– ¡Aaaah! ¡Entrenador! ¡AAAAHHH!
De pronto el niño comenzó a tener su orgasmo, comprimiendo su culito, provocando que el hombre llegara también a su orgasmo.
– ¡GAAAAGH! ¡OH SÍ!
De la punta de su verga salieron disparados cuatro grandes chorros de semen caliente, inundando las entrañas del pequeño Chava. Este no se detuvo en ese momento, sino que siguió moviéndose unos segundos más hasta que estuvo satisfecho.
Se quedó un rato dentro del niño, acostado sobre este, en la posición de patitas al hombro, a una distancia corta de la cara de este. Observó la cara de satisfacción que este tenía, pues una gran sonrisa se dibujaba en él mientras tenía sus ojitos cerrados. Cuando los abrió, vio directamente a los ojos del entrenador, y le volvió a sonreir.
– Hola, precioso. ¿Te gustó, bebé? – le preguntó con ternura al nene.
Este solo asintió con su cabeza mientras sonreía. Jamás pensó que tener sexo con su entrenador sería lo mejor que experimentaría a su corta edad.
– Que bueno amorcito. – dijo Castillo.
Retiró entonces su verga lentamente. Cuando la sacó, un PLOP se escuchó, seguido por un pedito que el rubio liberaba, haciéndolo sonrojar. El semen caliente del hombre brotaba de la cuevita del niño. Por fin había dado un buen premio al nene.
Pero, aunque había descargado su semen, seguía erecto. Todo gracias a la pastilla azul que había ingerido para disfrutar varias veces del pequeño.
– Roberto, Simón. Vayan a sus salones.
– ¿Chava no vendrá con nosotros? – preguntó Simón-
– No, porque seguiremos con el entrenamiento especial. Y tampoco Pedro, a él déjenlo dormir. – sentenció.
Ambos nenes tomaron sus ropas y se vistieron, salieron de la oficina del entrenador, seguidos por este, aún desnudo, pues cerraría nuevamente la puerta de los vestidores con seguro. Después de hacerlo, regresó con su nuevo niño y se acostó junto a él abrazándolo por su espalda, acariciándolo por todos lados, mientras lo besaba en las mejillas. El niño se dejaba hacer, pues le había encantado ser cogido por su entrenador.
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Hasta aquí con este capítulo, el cual espero que hayan disfrutado mucho. Recuerden que son bienvenidos sus comentarios y críticas, ya que me ayudan a mejorar mis relatos.
Sé que esta vez fue algo más corto que los anteriores, pero lo compensé con acción desde el principio.
Me despido con un cordial saludo. Hasta la próxima.
Muy bueno, espero la continuación de ese depravado entrenador👍
No manches te pasaste buen relato amigo sigue contando mas buena saga saludos amigo…. 🙂 😉 🙂 😉 🙂 😉
Por suerte, para nosotros, los que fuimos niños gay pasivos, existen personas mayores, tales como ese entrenador. Yo tuve un profesor de educación física, que solía cogerme en la escuela, después de clase. Hay niños hermosos y con unos culitos espectaculares que, si no se dejan, han de ser cogidos por la fuerza (no fue mi caso, porque siempre me dejé coger).
Uuuyyy que rico debió haber sido. Me gustaría leer tu historia. >=]
Q buena saga
Quisiera que hicieras un capítulo especial (o dos o tres jeje) sobre el abuelo Humberto y sus nietos en el crucero: seguro ambos nenes terminarán abiertos y llenos de leche 😈