EQUIPO DE ÉLITE EPISODIO I CAPÍTULO 5
Vuelven las andanzas de el entrenador Julián. .
Antes de comenzar les dejo aquí los capítulos anteriores:
*NOTA*
Esta es una obra de ficción y tiene la finalidad de entretener. Ninguno de los personajes, lugares y situaciones son reales.
Disfruten y pajéense rico…
En algún lugar del mundo había un colegio de muy buena reputación, al cual asistían alumnos de distintas clases sociales a pesar de ser particular. La mayoría se encontraban en sus salones, incluso un chico llamado Roberto y otro Simón, los cuales hacía poco estaban dentro de los vestidores del gimnasio. Pero solo un par no había llegado a su salón.
Dentro de los vestidores del gimnasio había una oficina. Esta pertenecía al entrenador Castillo, un profesor de deportes de mucho renombre y muy querido por todos. Ahí mismo, en ese preciso momento, el entrenador yacía acostado en una colchoneta, abrazando y besando con ternura a un hermoso niño rubio, mientras dejaba dormir junto a ellos a un pequeñín.
Castillo a espaldas del niño, se encontraba dándole amor. Metía su lengua en la boca del nene para juguetear con la de él. Su mano derecha estaba por el costado del mismo lado del nene, siendo aplastado por este, pero permitiéndole abrazarlo y acariciar estómago y pecho, mientras la izquierda masajeaba la verguita infantil, poniéndola erecta.
El niño, de nombre Salvador, disfrutaba del entrenamiento especial que estaba recibiendo por parte de su entrenador.
– Eres un niño muy hermoso, Chava. – le susurraba en el oído mientras se lo mordía.
– Mmm… Aaah. – gemía quedamente el nene.
– ¿Te gusta lo que le hago a tu pene?
– Mmmm… – gimió el nene mientras asentía con su cabeza
– Dilo. – le susurraba
– Aaahh… – Chava sintió una corriente eléctrica recorrer su espalda, pues el dedo pulgar de su entrenador sobaba la cabecita de su pene.
– Dilo. – insistió el entrenador.
– S-sí… – apenas contestó.
– ¿Sí qué? – insistía el hombre.
– Aaaahh… – gemía tratando de contenerse, pero esa sensación que experimentaba era única.
– ¿Sí qué?
– S-sí me gusta. – dijo como aliviado.
– ¿Qué te gusta? – le preguntó.
– L-lo que m-me hace… aaah.
– ¿Y qué te hago? – interrogó nuevamente.
– Sobar m-mi… aaaahh… mi… ¡Oh cieeelos! ¡AAAAAHHH!
En ese momento chava tuvo un fuerte orgasmo, haciendo que su cuerpo se tensara. El entrenador siguió sobando el pene del niño, que escurría pre-semen y comenzó a besar su cuello.
– Que rico te corriste mi niño. – le dijo mientras comenzaba a restregar su verga contra el culito de Chavita. – ¿Sientes mi verga? Quiere volver a entrar en ti.
– Mmm… – el niño solo podía gemir quedito. Se sentía mareado pero excitado a la vez, y quería seguir sintiendo rico.
Con su dedo medio, Castillo comenzó a dedear al niño en su culito, metiéndolo solo un par de centímetros y volviéndolo a sacar en un vaivén de ritmo lento pero continuo. Era sencillo, pues el semen depositado en la cuevita del chiquillo servía de lubricante.
Sin aguantar más se levantó y fue por un bote de lubricante que estaba en uno de los cajones del escritorio. Al regreso a donde se encontraban los niños, puso en cuatro a Chava y vertió generosamente el lubricante en aquella rica grutita al igual que en su poderosa herramienta, la alineó bien colocando la cabeza de esta en la entrada al paraíso terrenal y de un solo empujón invadió unos cuantos centímetros.
– ¡Aaahh! – gimió Chavita ebrio de lujuria.
– ¡BUUFF! ¡No me canso de penetrar tu coñito de niño!
Sí, estimados amigos, leyeron bien. El hombre llamo al anito de Salvador “coñito de niño”, pues básicamente el chiquillo se había convertido en una hembra que sería preñada por el macho que lo sometía.
– ¡UUUFF! Listo o no, hermoso, ahí voy.
Habiendo dicho eso comenzó a moverse de atrás para adelante, sosteniendo las caderas de Chavita mientras metía poco a poco su verga más al fondo de la grutita.
– ¡Aaahh, aaahh, aaahh! ¡Profe! – gemía el niño.
– ¡GRR! ¡Uufff! Siéntelo, bebé. Disfrútalo.
– ¡Mmhm! – gemía quedamente.
Las manos de Chavita sostenían con fuerza la colchoneta, mientras que con sus dientes la mordía pues, aunque ya le había empezado su gusto por coger, todavía le dolía cada vez que el casi sexagenario embestía. Era una sensación rara, una mezcla de dolor y placer. Nunca se habría imaginado estar en esa situación con un hombre.
Poco a poco y sin perder la paciencia iba avanzando centímetro a centímetro dentro de los intestinos del nene. Aquella barra de carne era aprisionada por los tibios pliegues del chiquillo, haciendo sentir al maestro en el paraíso. Pocos minutos después, por fin había logrado su cometido.
¡PLAF, PLAF, PLAF, PLAF! Se escuchaba al fin debido al choque de su cuerpo con las tersas y redondas nalguitas del nene.
– ¡OH, SÍ! – gritó festejando al sentir su hombría completa llegar hasta el fondo de los intestinos infantiles.
– ¡Aaahh, aaahh, aaahh! ¡Ayy! N-no t-tan duro. Snif, snif. – se quejó el chiquillo.
El entrenador había perdido la cordura y se estaba dejando llevar por la emoción sin medir la fuerza con la que embestía a su nueva presa. Si fuera algún otro miembro del equipo, sin problemas aguantaría y hasta le azotaría con todas sus fuerzas.
– ¡Grr! ¡D-dis… culpame, bomboncito. ¡Ooh,ooh! ¡Uuff!
– ¡Aaahh, aaahh! ¡Pro… fe! ¡Auu!
– ¡Oh, ooh, ooh! ¡Buuff! ¡Oh, Chava!
¡ZAS! De pronto se escuchó un sonido fuerte como si de un aplauso se tratara. El hombre había nalgueado al chiquillo.
– Dime papi, perrita. – dijo con voz grave.
– ¡Aaah, aaah, aaah!
– ¡Que me digas papi, perra! – levantó un poco la voz al tiempo que azotaba al chiquillo.
¡ZAS, ZAS, ZAS! ¡PLAF, PLAF, PLAF! Se escuchaba en aquella oficina. Esto ocasionó que Pedrito despertar y viera el trato que recibía el miembro más nuevo del equipo.
– ¡Dime papi, perrita!
– ¡Aaahh, aaahh! ¡Aaay, aaay!
– ¡Dilo, perra, dilo!
– P-pap-pi… ¡Aaaah, aaay, aaauu!
– ¡No te escucho!
– Pap-pi. – decía el niño con dificultad.
– ¡DILO! ¡DIME PAPI!
– ¡Papi!
– ¡DILO DE NUEVO! ¡MÁS FUERTE! – el hombre se encontraba poseído por el deseo carnal.
– ¡PAPI!
– Así es, perrita. Soy tu papi y me perteneces. ¡Oohh, oohh!
Los movimientos del macho se intensificaron al haber escuchado al chiquillo decirle papi para reafirmar el control que tenía sobre él.
¡PLAF, PLAF, PLAF! ¡ZAS, ZAS, ZAS! Se escuchaba cual banda sonora ambientando la escena pecaminosa e indecente que sucedía en aquel lugar.
– ¡Aaahh, aaahh, aaahh! ¡Papi! ¡Más, más!
– ¡Toma, perrita! ¡Uuuff! ¡Tu coñito de niño es lo mejor!
– ¡Tu pene lo siento hasta adentro de mi coñito! ¡Aayy! – el nene se había entregado por completo a su macho.
En un instante, el macho sacó su verga de la grutita del chiquillo y lo volteó, acostándolo boca arriba. Sin perder su tiempo, separó y levantó las piernitas del niño y regresó su verga hasta el fondo de un solo golpe para reanudar la cogida.
Ahora podía ver una vez más a su nuevo niño a la cara, disfrutando de todos los gestos que este hacía, ya fuera de dolor, lujuria o placer. Además, sus otras dos intenciones eran masturbar la verguita del nene y…
– Pedrito, siéntate en su cara. Deja que Chava te chupe el culito. ¡Uuff!
Y así hizo el pequeño Pedrito sin titubear. Ese niño ya estaba acostumbrado a obedecer a su entrenador en todo lo que él pidiera. A su vez, comenzó a masturbar su pequeñita verguita mientras sentía como la lengua de Chavita humedecía su rajita.
– Aaah, aaah. – gemía Pedrito.
No pasó mucho tiempo para que sus gemidos fueran ahogados por la boca del entrenador, quien le había comenzado a comer la boquita.
– Mmm. – se escuchaban acallados los gemidos.
¡PLAF, PLAF, PLAF! Ese ritmo continuaba mientras la faena se había intensificado, pues el hombre sentía que sus bolas se comenzaban a hinchar, señal de que su corrida se aproximaba.
Unos 20 minutos más aguantó, hasta que sintió como Chavita apretaba su culito, en señal de su corrida. Rápidamente apartó a Pedrito para escuchar y disfrutar la melodiosa y dulce voz del nuevo integrante del equipo.
– ¡AAAAHHH! ¡PAAAPIII! – gimió con intensidad el pequeño.
– ¡GOOOAAAGH! – bufó el casi sexagenario, preñando al hermoso Chavita con su espesa y caliente leche de macho.
– ¡AAHH, AAHH, AAHH! ¡PAPII!
Siguió embistiendo unos cuantos segundos más y sin aviso previo se salió de aquella cálida rajita. Con movimientos rápidos tomó a Pedrito, lo puso en cuatro y le dejó ir su verga hasta el fondo.
– ¡AAAAYYYY! – tremendo grito le arrebato al niño del dolor y sorpresa.
¡PLAF, PLAF, PLAF, PLAF, PLAF, PLAF, PLAF! Embistió sin detenerse y sin piedad alguna por Pedrito durante poco más de cinco minutos hasta que nuevamente se vino dentro del chiquillo, siendo esta vez unas cuantas gotas de semen, mientras que Pedrito se vino en seco.
Los tres estaban muy agotados, pero el día debía continuar entonces les dijo a los niños que debían asearse y podían descansar en las colchonetas si así lo deseaban. Se levantó para dirigirse a las regaderas y darse una ducha cuando, vio cómo el mini espía había estado observando. El chiquillo abrió un poco la puerta para ver todo y ahora al ser descubierto echó a correr, sin dejarse ver mucho por el entrenador, quien así en pelotas como estaba salió tras él. Pero nuevamente se había escapado. “Qué chiquillo tan escurridizo”, pensó, “debo idear un plan para atraparte, pequeño diablillo. Tu culito será mío para que aprendas a no espiar a la gente. El día continuó y todos se retiraron a casa.
Ya en su hogar, Julián se relajó en una de las sillas playeras que tenía en su patio y bebió unas cuantas cervezas para celebrar, pues había conseguido cogerse al hermoso Chava.
Dos días transcurrieron sin actividad sexual de su parte en cambio su asistente, quien había vuelto de un viaje por una situación personal, le sustituyo cogiéndose a Roberto y otro integrante del equipo llamado Ignacio, un niño de 11 años, morenito, pero bien parecido.
Eso había sido un gran golpe de suerte. ¿Cuál es la probabilidad que otra persona con el mismo gusto que él fuera a solicitar empleo al mismo lugar donde él laboraba?
– ¿Ya se va, entrenador? – preguntó el asistente quien estaba mojado por haberse duchado y envuelto en una toalla.
– Sí, Mario. Ya es tarde. ¿Tú a qué hora piensas irte?
– Ya pronto. Es que estaba disfrutando del sabroso trasero de Roberto. Ese niño es delicioso.
– La verdad, sí. Desde pequeño tiene ese culote. Bueno, me retiro. Mañana hay que ver lo de los viáticos para el torneo relámpago en la Secundaria Carter Trace.
– Ok, entrenador. Hasta mañana, descanse bien.
Era miércoles por la tarde, casi noche. Al regresar a casa pudo ver que uno de los chiquillos de su vecindario se encontraba pedaleando su bicicleta. Antes de entrar a su casa miró al chiquillo y ambos se sonrieron. Pasó y se puso cómodo, quedando solo en bikini.
Al poco rato escuchó unos toquidos provenientes de la puerta lateral, un poco oculta entre árboles y flores, se quitó el bikini, dejando su erecta verga al aire y entonces abrió. Como se esperaba, era el pequeño de la bicicleta, un niño de nueve años llamado Iker quien soltó una pequeña carcajada al ver cómo estaba el hombre.
Unos cuantos minutos después, el niño yacía acostado en la cama de la recámara principal sin una sola prenda en su cuerpo, retorciéndose y gimiendo mientras el hombre mamaba con experticia su penecito.
– Mmm, aaahh. – gemía quedito.
– Te gusta lo que te hago, bebé. – dijo el entrenador.
– Mmm… Mucho.
Continuó mamando unos minutos más hasta que el chiquitín tuvo un orgasmo en seco, cosa que le encantaba al diablillo. El hombre se levantó, tomó un bote de lubricante y volvió a la cama. Sujetó y alzó las piernitas de Iker y atacó con su lengua la grutita infantil.
– ¡Aaahh!
SURP, SUPR, SURP, se escuchaba con cada mamada que el hombre daba a la caliente cuevita.
Luego abrió el bote y vertió un poco del lubricante en el anito y comenzó a untarlo con su dedo medio, para poco después comenzar a meterlo un poco.
– ¡Aaah, sí!
– Disfrútalo, bebé.
Una vez que logró aflojar el anito del nene, unto lubricante generosamente en su verga, puso el glande en la entrada a la gloria y comenzó la invasión.
– Aaahh. – Dijo el chiquillo.
– Aguanata, bebé.
– Sí, Julián.
– ¿Cómo me llamaste?
– Pe-perdón, papi.
– Así es, bebé. Yo soy tu nuevo papi. Tu viejo nunca se ha preocupado por ti. Siempre anda trabajando y no te presta atención. Yo te adoro y ahora eres mi hijo. ¿Comprendes?
– S-sí, papi.
– Te amo, bebé.
Increíble, el entrenador había enamorado al chiquillo con sus encantos. Lo había convertido en su hijo, uno hambriento por la verga de su nuevo papi.
PLAF, PLAF, PLAF, se escuchó poco después en la habitación, siendo acompañado por los gemidos del niño y los bufidos del hombre.
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Hasta aquí llegamos con este nuevo capítulo de la saga. Se aceptan críticas y sugerencias para mejorar lo escrito hasta ahora al correo [email protected]
Quiero pedirles disculpa por estar ausente tanto tiempo, trataré de publicar el siguiente lo más pronto posible.
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