Ermitaño… (Gore)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por ElMarques.
El día era gris como ceniza, y los pinos verde y frondoso se movían como si fuese a caer por el ventarrón que hacía esa mañana. La espalda me dolía. La noche anterior mi padre me había atizonado la espalda a punta de correazos y, esa mañana, asustado en la alcoba; temía que llegase molesto y me volviera a pegar.
Todo había sucedido (como siempre) porque mi madrasta le había guardado chisme y el molesto acabo con mi cuerpo esa noche. Mi hermanastro mayor se acercó a mí, me levanto y quede apoyado de la pared, me puso de espalda y apoyo su miembro abultado en mis nalgas; al tocar mi espalda, chille y lo empuje hacia atrás, el, molesto me golpea contra la pared. Me mira a la cara con rabia y dice; –voy a decir de nuevo que me has tocado– agarrándose la entrepierna, sonríe y sale de la alcoba enojado.
Lo quise detener, pero no lo alcance. –Siempre hacia lo mismo, sabía que estaba en problema–. Desde abajo oigo los gritos de mi madrasta diciendo que le va a decir a mi padre que soy una marica, –y, mi padre que sospecha por mi conducta–, imagine que esta noche cuando llegara, otra paliza iba a recibir.
El corazón me palpitaba en el estómago vacío, y no dejaba de pensar en los correazos en mi espalda. Lloraba y me decía a mí mismo; que estaba cansado de esto.
La mañana paso, y con lluvia torrencial llego la tarde, los nervios los tenia de punta, en eso aparece mi hermanastro y se burla, al decirme que ya mi padre ha llegado. Lamentado mi mala suerte me levanto de la cama y salgo del cuarto, –estaba a punto de orinarme encima–. No había salido al pasillo cuando oigo el grito de mi padre subiendo las escaleras, me encuentra parado frente a la puerta de la habitación, las piernas me temblaban y con ojos espectadores; lo vi acercarse con furia hasta estar frente a mí.
El coñazo que recibí en la cara, me dejo aturdido en el piso, y escuchando su voz a lo lejos, le oía decir; que iba buscar el palo para darme con él.
¡Yo no voy a tener un hijo maricón, primero muerto! – alcance a escuchar–.
Con la vista desorbitada me pongo de pie, y pensado las consecuencias; << por primera vez desee salir corriendo y dejar atrás todo esto >> como nunca antes, empecé a correr, baje por la escalera y cuando ya estaba por llegar a la puerta, para salir de la casa, mi hermanastro mayor se atraviesa, chocamos y el impacto nos envió a cada uno hacia un lado, caí al suelo e inmediato rodando con los pies, logro levantarme, oigo el grito de mi hermanastro, salí al porche y la lluvia caía esparramada y relampagueaba. Respiraba profundo y pensé << ya no hay vuelta atrás >>. Armado de valor, salgo corriendo y rápidamente mi ropa se empapa de agua, corro hacia los árboles, y entro por el espeso bosque, los pinos rechinaba por la brisa, y el musgo se pegaba a mis piernas, en cada charco de agua hundía mis pies y sentía como me lastimaba con las piedras y ramas en el suelo húmedo.
Sin mirar para atrás, corría como si mi padre estuviera corriendo detrás de mí, no veía hacia donde iba y en cada trueno que sonaba me detenía y me agachaba, esperaba y volvía a correr, ante mí, lo que veía era; solo arboles de pinos erguidos muy altos. Al rato de seguir corriendo, note que empezaba a bajar la ladera –ya había perdido el rumbo y no sabía hacia donde iba –. Me detuve, eche mi cabello mojado hacia atrás, y mire a los lados –no veía más que nada solo árboles, musgo y charcos de agua– estaba cansado y la lluvia había cesado un poco, en las piernas sentía que me picaban, y sin pensar hacia donde iba; empecé a correr de nuevo hacia abajo.
Después de tanto caminar, llegue a un patio; a lo lejos se veía una pequeña casa. En eso, estando detrás de un árbol, me escondo al ver salir a un señor; alto, ancho y con un bol en la mano. Asomado viéndole como le echaba resto de comida a un gato, salgo del monte y corro hacia el señor, el asustado, me mira con ojos abiertos y con expresión de asombro.
El señor de cabello marrón (casi rojo), ojos azules y barba incipiente, me mira de hito en hito. Le miro desde abajo, estoy de rodilla y temblándome la mandíbula le digo;
¡Por favor señor! ¡Ayúdeme! –
¿Quién eres? – pregunta –
¡Me persiguen! –exclamo y miro hacia atrás –
El señor con expresión dubitativa, mira detrás de mí. Frunciendo el ceño, me ve directo a los ojos y pregunta;
¿Quién?
Mi padre… –. Ahogue el llanto con las manos y las lágrimas comenzaron a borbotar sin poder detenerlas. El señor aun con expresión seria, da unos paso hacia atrás; llega a la puerta y la empuja, sin dejar de mirarme a los ojos, gesticula un medio gesto con la cabeza –<< que entre hacia adentro >>–.
La puerta se abrió y la oscuridad era profunda. –Sin pensarlo dos veces– casi cayendo al suelo, corro y le paso por un lado al señor, entro a la casa y la oscuridad ennegrece mi visión. Me detengo y jadeo en cuclillas, oigo el cerrar de la puerta y los pasos del señor detrás mío, giro hacia la izquierda y mi vista se adapta a una pequeña lámpara de querosén puesta en la mesa de la sala. El señor pone una mano en mi hombro y brinco de susto, con las manos me indica que este calmado, y bajando la mirada asiento con la cabeza. El señor pregunta;
¿Tienes hambre? –, subo la mirada, le veo y luego contesto, que sí. El señor me mira de los pies a la cabeza y nota lo empapado que estoy, camina al pasillo oscuro donde hay dos puerta de frente y entra al de la derecha; sale y viene con una toalla en las manos, se detiene delante de mí y sin decir nada me la entrega y la cojo en mi mano. Estaba titiritando del frio y, con la toalla me arrope secando mi ropa humedad lo más posible.
Sentado en la mesa, lo único que alumbraba era la luz de la lámpara de querosén. El torso lo tenía desnudo y solo la toalla era lo que arropaba de mi cintura hasta las rodillas. El señor sin articular ninguna pregunta, solo me veía como comía hambriento el pan moreno con la sopa de verduras. Apenado solo veía hacia a la lámpara de querosén y de vez en cuando hacia a él, pero inmediato esquivaba la mirada, al terminar de comer, baje la vista y le di las gracias, el solo asintió y después de eso me condujo a la habitación donde iba a pasar la noche.
Había pasado dos semana, y después de la primera noche el señor Josep, un poco reacio dejo quedarme en su casa – << al menos temporal >> pensaba –. La poca conversación que teníamos en la mesa a la horas de comer; era lo que el sabia de mí, y lo muy poco que podía saber del señor Josep.
Un haz, de luz solar brillaba en la mañana. Estaba en el frente de la casa recogiendo leña, en eso llega el señor Josep en su camioneta, estaciona y sale de ella. Con la leña en los brazos le miro, pero el, con el rostro molesto entra directo a la casa, pensé; << nunca habla, pero parece molesto >>.
Con un pálpito en el corazón, un estruendo me hace mirar hacia la vertiente de la montaña del frente; una nube negra oscurecía la mañana y viendo como relampagueaba, cogí otros pedazos de leña y adentre hacia la casa.
El señor Josep estaba sentado en la mesa bebiendo un trago de ron, al verme entrar; con el entrecejo fruncido, me mira sin quitar la vista de encima, entro a la cocina y me incomodo por su rostro enojado.
Entrada la tarde no paraba de llover. Impresionado por la voz gruesa y fuerte, me levanto de la mecedora y voy al llamado del señor Josep; me indica que vaya al establo y mire si las gallinas no están mojándose. Mirando hacia la ventana veía el aguacero caer fuertemente, tragué grueso y sin poner resistencia, inmediato fui y corrí al establo, me emparamé e hice el mandado… A pesar de hacer todo lo que él, mandaba, el señor Josep continuo hasta la noche con actitud molesta.
Sentado en un sillón dentro de la habitación, estaba con un camisón puesto, me había quitado la única ropa mía que tenía, para ponerla a secar. Meciéndome en el sillón, oí ruidos del establo y mire para ver de qué se trataba, al sentir un sonido (como si algo cayera) me espante y de inmediato salí al pasillo y de frente a la puerta de la habitación del señor Josep, –sin pensarlo– iba a decirle lo que sucedía.
Al abrir la puerta, entre sin pedir permiso y vi lo que no tenía que ver. El señor Josep estaba acostado en su cama, totalmente desnudo y, hojeaba una revista con los dedos. Detenido ahí en la puerta, con mi expresión desconcertada lo detalle en un cerrar de ojo; el cabello le caía un poco en la frente, la barba tupida como el color de su cabello (casi rojo) con reflejo de cabellos grises, le cubrían la comisura de su labios, expresando sorpresa, su ojos se abrieron con fuerza. En la mesita de noche, estaba la lámpara de querosén, la luz alumbraba tenuemente su cuerpo desnudo; estaba casi a la orilla de la cama, una pierna cubierta de pelo reposaba en el colchón y la otra tocaba el piso, lo vellos grueso de su cuerpo adornaba todo su pecho, barriga, ingle y piernas, la erección dura, erguida (casi doblada) apuntaba hacia al techo, latía y su glande cabezón brillaba ante mi mirada indiscreta.
El señor Josep, hizo intento de levantarse, no quitaba la mirada de mi vista, y sin poder evitarlo le miraba a su entrepierna, viendo como sus bolas colgaban y reposaban en las sabanas del colchón, el miró su erección, subió la mirada hacia mí y ladeo la cabeza, esperando respuesta. La lengua se me trabo y solo emití sonidos ahogados, viendo por última vez a su empalmado pene, di la vuelta y cerré la puerta tras de mí. Entre a mi habitación respirando profundo, la piel la tenía erizada y mi temperatura estaba caliente; mire hacia abajo y note lo empalmado que estaba, me deje caer al piso y con las rodillas al pecho me detuve a pensar lo que había visto, creía que ya venía el señor Josep a correrme de su casa, y pensado esa posibilidad deje que el temor se apoderara de mis sentidos.
Había un silencio, después de llover todo el día, solo el tintineo de una gota persistente, era lo que sonaba en la oscuridad de la noche. Estaba acostado en la cama, sin dejar de pensar en lo sucedido y tranquilo al no haber venido el señor Josep a mi habitación, pero igual no dejaba de pensar; como iba ser a la mañana.
Al rato, acostado boca abajo, cerraba los ojos e intentaba dormir, pero el sonido de la gota caer en el charco de agua, evitaba poder conciliar el sueño. Deje de luchar al no poder dormir y pensaba en muchas cosa, entretenido ocultando casi mi cabeza debajo de la almohada, veía al vacío oscuro del lado derecho de la habitación.
La puerta rechina, y mi piel se crispa, abro los ojos a más no poder, y sentí el miedo controlar todo mi cuerpo. La puerta rechina por completo y luego suena el << clac >> al cerrarse. El labio inferior me tiembla y quedando en la misma posición acostado, término de cubrir mi cabeza con la almohada encima, oí como los pasos (casi arrastrados) caminaba hasta detenerse. Casi podía sentir la presencia de alguien parado frente a la cama, –cuando ya estuve a punto de gritar–, la cama rechina, y el peso de ambos lados, la hundió –como un bajón de pánico en mi interior, sentí como mi cuerpo se electrizo de pie a cabeza– la presencia hizo más presión en la cama, y la sentía casi arriba mío, –respire hondo y entrecortado–. Cuando siento el roce de pelos en mi espalda descubierta, mi cuerpo se crispa y ahogo un grito de horror.
Mi piel se eriza al sentir la respiración cerca, –me olía–. Subió desde mis nalgas por toda la espalda y llego (casi rozando la nariz) hasta mi cuello, olio profundamente hasta oírlo jadear, sentí el peso, y descubrió mi cabeza, quitando la almohada hacia arriba, hunde la nariz por en el cabello y siento su aspirar al estar oliéndome, la barba me roza por las mejillas y todo su cuerpo pesado va cayendo encima del mío, los pelos de su cuerpo hacen cosquilla y la erección dura en su entrepierna se posa en el medio de mis nalgas cubierta por el calzoncillo; pulsó y sentí como palpitó en mis nalgas. Resoplaba cerca de mi oído, y movía la cintura pausadamente. Mi cuerpo aplastado por el del señor Josep, estaba todo cubierto y sentía la presión que hacia sobre mí, paso los diente por la espalda y contuve el movimiento de quitarlo de encima, paso la lengua y humedeció de saliva hasta llegar el cuello y luego chupar mi oreja. Me contuve y cerré los ojos muy apretado.
No dejaba de pensar, en lo que estaba sucediendo. El señor Josep encima de mí; << eso jamás lo imagine >>. Pero recordando cómo lo vi desnudo y ahora tener su pene empalmado sobre mis nalgas, hizo que mi virilidad se pusiera dura y palpitara sin cesar contra el colchón. El señor Josep seguía dando movimiento de cadera pausado y profundo; en cada presión, sentía más duro su sexo caliente queriendo atravesar la tela del calzoncillo. El gimiendo entre dientes, respiraba cerca de mi piel, en eso afinca su mentón y la barba tupida, raspa como lija toda mi espalda –otra vez contuve las ganas de moverme–. Las manos rasposas y duras de él, acaricia mi figura, desde las costillas hasta llegar a mi cadera, para luego meter los dedos dentro del calzoncillo y bajarlo hasta las puntas de las nalgas. Mi cuerpo vibro y encimado en los pensamientos sexuales, deje que el señor Josep continuara con lo que quisiera hacer, mi erección dolida por la presión de su peso quería ser liberada. El señor Josep arqueando su cuerpo, libero un poco la presión contra el mío, termino de bajar los calzoncillos y luego cayo de nuevo sobre mí; la erección gruesa se posó en medio de las dos nalgas, e hizo presión, sentí, como los pelos acariciaban mi piel, y como sus bolas caían sobre mis piernas.
Levanto su cuerpo, liberando el mío, sentí el peso de dos punto a los lados dela cama hundiendo mis piernas, luego las abrió y sentí un dedo intruso en mi upite expuesto –abrí los ojos, y el corazón lo sentía, que latía en mi garganta y en mis oídos–. El dedo ensalivado, mojo todo mi ano, acarició todo mi trasero y abriendo ambos cachetes de mis nalgas, volvió a estar sobre mí. Jadeo cerca de mi oído y luego paso la lengua, raspo con la barbilla mis mejillas y casi tuve su boca cerca de la mía.
Él estaba caliente y yo estaba igual, su contacto erizaba todo mis sentidos y ya no podía controlar los nervios –me movía y él lo estaba notando –. En eso afinca el mentón en mi espalda y con las manos abre mis nalgas; apunta el glande suave y ancho, y hace presión. Apreté los ojos y mi upite, la textura de su glande tibio en la entrada de mi ano, me hizo estremecer. Mi cuerpo en tensión, al estar el raspando su barbilla en la espalda, hizo que relajara los músculos, sintiendo calambre en las piernas termina de abrirlas y apoye mi peso en la rodillas, levante el trasero y la presión ejercida en su cadera, logro introducir el glande de su pene en mi interior.
La carne dura, abriendo paso en mi ano, rompió el tejido y atravesó con dolor. –Ahí si no pude más, y levante mi cuerpo–, su peso me contuvo y siseando a mi oído me tomo de las caderas sujetándome con fuerza, hablo entre dientes y dijo;
Shsss… quieto… quieto –. Con una mano sobre su pierna, le contenía la penetración, le jadee de dolor y pegue mi cabeza hacia el cuello de él, sentí la barba y, me raspe contra ella; el apoyo la barbilla contra mi hombro y temblé de placer, mientras que mi trasero ardía y sentía punzadas de dolor. Posicionado en cuatro en la cama, el señor Josep afincaba el peso, para terminar de penetrar mi ano, dio un movimiento duro y fuerte y metió su grosor hasta pegar la ingle en mis nalgas. Detuve el movimiento de caer, apoyando las manos al espaldar de la cama. Gimió y trató de morder por los omoplatos de mi espalda, chille y me revolotee bajo su peso, el no dejaba de decirme al oído que tuviera quieto, subí la cara y olí el olor de su cuello, me pegué a él, y pujando de dolor le bese la espesura de su barba. Con su mano me tomo por la mandíbula, acerco la boca y abrió la mía; introduciendo la lengua, sentí el olor y sabor del ron mezclado con el humo de tabaco, –como si tuviese acostumbrado– cerré los ojos, y deje que el chupara mis labios y mi lengua, imite su movimiento y lo besaba de igual manera. Casi doblaba mi cuello, al estar besándome y empujando su penetración en el interior de mi upite.
El grosor era apretado por los musculo de mi recto, la textura carnosa, tibia y larga llegaba hasta lo más profundo de mi ser, el calor corporal arropaba mi cuerpo y lo vellos de su piel cosquillaban toda la mía.
Shsss… ¡que rico! Aghs… – gemía y hablaba en mi oreja –
Comencé a mover mi cuerpo contra el suyo, pegaba mis nalgas para profundizar la embestida que me daba, y el sonido del galopeo de nuestros cuerpo –era tan intenso– que mi erecto pene chocaba contra mi estómago plano. En eso, dejo caer mi torso y apoyo mi cabeza en la almohada. Mi cintura levantada, hizo que el señor Josep se pusiera erguido detrás de mí; dando profundo empujones con su dura erección en mi cavidad anal. La sentía que chocaba muy dentro de mí, y como palpitaba con fuerza estirando la entrada de mi upite.
El señor Josep con las manos hizo presión en mis nalgas y bajo todo mi cuerpo al colchón, el bajo conmigo aun dentro de mí, y todo su peso estaba de nuevo aplastando mi cuerpo delgado contra el suave colchón de la cama. Comenzó a mover la cintura rápidamente y gemía apretando los labios, –mi erección con la sensación de no poder más–, al estar apretada contra el colchón; comencé a sentir un hormigueo en aumento hasta llegar a mi glande y mi esfínter dilatado en cada roce del pene atravesando mi ano, sentí que mi cadera y todo mi cuerpo comenzó convulsionar; la primera expulsada de semen salió disparada mojando la sabanas, mi esfínter se contrajo y sentí las ganas de expulsar por el recto, los músculos de mi anos apretó y soltó pujando hacia afuera, –a la intrusa erección que llenaba mi interior anal–.
El movimiento de mi ano, hizo chillar de placer al señor Josep, levanto su torso apoyando las manos en mi hombro y, arropando mis piernas con las suya, clavo su pene y quedo afincado, mientras jadeaba y gemía de placer se hundió más dentro de mí; su virilidad, palpitaba en cada expulsada de semen que llenaba lo más profundo de mi hueco anal.
Nuestros cuerpos sudados, uno encima del otro, se bañaban en un mismo sudor, sentía el cabello pegado a su frente y revolcándolo en mi espalda. Con la respiración agitada, era lo único que se oía en la habitación oscura. Cansado mi cuerpo y mi mente, veía a al espacio vacío y oscuro, sentía el pecho del señor Josep descender en cada respirar sombre mi espalda. Movió la cabeza de un lado al otro y apoyo su mejilla barbuda sobre mí, haciendo cosquilla, se movió y salió dentro de mi ano; sentía como quería volverse a cerrar, y poco a poco lo fui logrando hasta sentir que estaba cerrado de nuevo.
Ni él ni yo emitíamos palabra alguna. El sonido de la respiración lo decía todo, ignorando el silencio, y sintiendo mi cuerpo adormecido fui cerrando poco a poco los ojos, sin saber más nada, quedé, dormido…
Josep, el hombre viudo que amaba la soledad, jamás pensó estar con otra persona y mucho menos con un joven adolescente. Acostumbrado a la masturbación y, esa noche; que el joven Elías le viera denudo… esa mirada, le excito tanto que las ganas le gano y fue por el muchacho, que dormía en la otra habitación del frente.
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