Ernest, mi repartidor favorito…
Mis aventuras y juegos con un pequeño y complaciente repartidor.
En un viaje express que realicé a mi pueblo natal, sin compañía, llegué a mi casa cerca de la costa un sábado a media mañana y me dediqué a limpiar las áreas de la casa que iba a utilizar durante mi breve estadía.
Cerca de las 2 de la tarde busqué un lugar cercano para comer y me comuniqué vía whatsapp con ellos para ordenar algo a domicilio.
Esperé por cerca de una hora y cuando ya pensaba que no me enviarían nada, pues mi número no era de esa región, ví, caminando por la acera, a un niño muy hermoso de piel morena clara, rubio, con unos ojitos verdes encantadores, una boquita hecha para besarla, y unas nalguitas que se antojaban a través de su pantaloncito tipo bermudas.
–Hola, niño…traes algo de comer para mí?
–Buen día, señor…¿usted fue quién encargó algo de comer?
–Sí, me llamo Javier, y tú?
–Ernesto, a sus órdenes
–Qué amable! Gracias!
Le pagué el costo del platillo y le dí una muy buena propina.
–Señor, es mucho dinero, no puedo aceptarlo.
–Tómalo, Ernesto, te lo mereces por tu amabilidad y buen servicio.
–Gracias, don Javier! Oiga, y usted vive solo en esa casa tan grande?
–Sí, vine solo por unos días.
–Y porqué está tan sudado?
–Es que acabo de llegar y estoy limpiando la casa, por eso…
–Ah, con razón…
–Y tú qué haces, Ernesto, con quien vives?
–Yo? Con mi mamá y un hermanito de 6 años, mi papá nos abandonó y mi abuelo nos prestó su casa para vivir con él, yo voy en quinto de primaria y le ayudo a mi mamá a repartir la comida que ella prepara.
–Oh, muy bien!
–No quiere que venga al rato a ayudarle a limpiar su casa, señor? Mi mamá me ha enseñado muy bien. Y no le cobraría nada, lo que Usted me quiera dar, está bien…
–Y tu mamá te dará permiso?
–Si Usted le llama, yo creo que sí…
–Ok, al ratito le llamo, espero te deje venir a ayudarme y dependiendo lo bien que me sirvas y ayudes, será tu paga.
–Siiii, señor, no se va a arrepentir, yo haré todo lo que Usted me diga!
Nos despedimos, saboreé mi comida, que a decir verdad estaba muy rica, rato después le envié un mensaje a la mamá de Ernesto felicitándola por lo excelente que cocina y le platiqué del ofrecimiento de su hijo. Ella dijo que estaba bien, que por la tarde me lo enviaría a ayudarme un poco.
Y así fue, unas dos horas después llegó Ernesto y juntos terminamos de limpiar casi al anochecer.
Como acabamos muy sudados y sucios, le pedí fuera por un refresco y unas botanas para él a la tienda más cercana y que me llevara, al volver, una cerveza destapada al baño mientras yo me daba un buen baño.
Muy obediente, así lo hizo, tocó suavemente la puerta del baño, abrió la puerta y sonrojado al verme desnudo y con una erección tremenda, me extendió la cerveza.
–Con permiso, señor…no quise molestarlo, dijo muy apenado sin dejar de verme mi verga y testículos.
–No es ninguna molestia, Ernestito…¿Qué te pasa, no habías visto a otro hombre desnudo?
–Siiiii, a mi abuelo a veces, pero a él no se le para tanto como a Usted…
–¿ Te gusta? Dije, tomando mi verga con una de mis manos y acercándome a él.
–Siiii, está muy grande y llena de pelos y tiene unos huevotes, en cambio, la mía está chiquita y sin pelos todavía…
–Me la enseñas?
–No sé, señor, mi mamá y mi abuelo me han dicho que eso no está bien. Me van a regañar y castigar si lo saben…
–Y quién se los va a contar? Será nuestro secreto, anda, no va a pasar nada…
–Bueno…y se bajó su bermudas junto con su trucita.
Su pene estaba flácido, sus huevitos colgaban, me encantó y sin preguntarle, comencé a acariciarlos hasta lograr que se erectara. Su pene, para su edad, estaba bien pues medía alrededor de 8 cm. Me agaché hasta que sus genitales quedaran a la altura de mis labios y los besé y después metí a mi boca para saborearlos largo rato.
Sorprendido, y sin atinar a negarse, él se dejó hacer, comenzó a gemir y tuvo un orgasmo seco…luego me incorporé, besé sus labios y le pregunté si le había gustado y él dijo que sí, que mucho.
–No te gustaría darte un baño?
–Con Usted, o solo?
–Como tú quieras, Ernest…
–Mmmmh, mejor con Usted.
–Bueno, pues desnúdate y entra, el agua está muy fresca…
Y juntos nos duchamos, yo enjaboné y froté todo su lindo e infantil cuerpecito, especialmente sus genitales y anito.
Le pedí agacharse para ver si estaba limpio, abrí un poco sus nalguitas y metí mi nariz entre ellas para llenarme con su dulce aroma. Besé sus nalguitas y huequito y pasé repetidas veces mi lengua por su rajita y la introduje un poco. Él solo gemía y sin palabras me invitaba a seguir.
Luego, lo envolví en una toalla, lo sequé y cargué hasta la sala. Me senté a su lado y él me preguntó:
–Don Javier, ¿puedo tocar su pene y besarlo y chuparlo como Usted lo hizo con el mío?
CONTINUARÁ..
Muy corto, pero muy morboso y muy rico. Espero continúe e invite a su hermanito con él.