Ernest, mi repartidor favorito Parte 9
Recogiendo a Miguel, compañero de Ernesto.
Mi teléfono comenzó a sonar repetidamente ante la cantidad de archivos recibidos vía whatsapp, abrí la aplicación y dí click en el whatsapp de M.
Eran varias fotos muy sugestivas de Ernesto posando en ropa interior y algunos videos igualmente ricos, algunos audios donde se escuchaba gemir.
Cuando apenas me repuse de la dulce sorpresa, recibí un mensaje de Ernesto preguntando si podía recibir una videollamada. Acepté e inmediatamente me envió dicha videollamada, me saludó y preguntó si me había gustado lo que había visto y le dije que sí.
–Y eso que no ha visto lo mejor, mire…
Y colocó su celular en una base, se retiró un poco y lentamente se despojó de su playera, short y bóxer. Se acercó a su celular, se colocó de espaldas, abrió sus cachetitos y me mostró su agujerito y sus genitales en reposo, se metió un dedo en su boca y luego lo introdujo lentamente en su ano. Yo estaba durísimo ante semejante espectáculo. Se vistió y preguntó:
–¿Le gustó lo que vió?
–Sí, Miguelito, en verdad estás bien rico
–¿Más que Ernesto y su hermanito?
–Creo que sí, mira cómo me pusiste, muchacho lindo…
Y le mostré mi pene erecto y babeante y comencé a masturbarme un poco.
Él enfocó su boca y labios, pasó su lengua entre ellos y se relamió, abrió la boca y me dijo:
–Pues, don Javier, usted dirá…
–¿Puedes venir en estos momentos a mi casa? Estoy solo…
–Claro que sí, pero le voy a decir la verdad: Yo cobro por mis servicios, pero le aseguro que quedará encantado y va a llamarme seguido.
–Ven, aquí nos ponemos de acuerdo.
Y le di mi dirección y rato después llegó en una bicicleta, lo recibí y conduje al interior de la casa. Destapé un refresco para él y una cerveza para mí y nos pusimos a conversar un poco. Me confesó que tenía desde los 6 años ofreciéndose por algo de golosinas al principio y después por dinero, pero que solamente se dejaba acariciar y chupaba el pene de los hombres y que apenas hacía como un año que ofrecía además sexo anal.
Me dijo además que quien lo sedujo e indujo a ello había sido uno de sus tíos, su primer hombre, quien haría cosa de tres meses se había ido a buscar Fortuna en los EEUU.
Todo su charla, el tenerlo cerca y tocarlo furtivamente me tenía excitadísimo. No pudiendo más, le pregunté cuanto cobraba. Él me dijo sus tarifas y le dije que con gusto le pagaba eso, pero que debía ser complaciente conmigo.
–Claro que sí, Don, yo no soy como su niñita Ernestina, yo sí le aguanto lo que Usted me pida y haga, y mire, esto no lo tienen sus niñitas.
Y se bajó su shorcito y bóxer a la vez y me mostró su pene…¡Wow! Para su edad estaba bastante bien dotado el niño pues le medía cerca de 13 cm erecto y contaba ya con una pequeña mata de pelos en su base.
La vista me encantó y sin más lo recosté en un sillón para tomar ese portento de pene y acariciarlo, abrí sus piernas y acerqué mi boca a su pene para besarlo, lamerlo y finalmente, meterlo en mi boca para chuparlo con una enorme satisfacción. Él me propuso darnos placer los dos y acepté: me recosté y el sobre mí para poder mamarnos de manera simultánea nuestros penes.
De pronto, sentí crecer su pene y palpitar en mi boca, él se había corrido y saboreé su lechita. Poco después me tocó correrme en su boca. Él manejaba su lengua y boca con singular maestría y provocó oleadas de placer en mis genitales al descargarme. Después de unos minutos, y al notar su pene erectarse de nuevo, le dije:
–¿Me dejas probar esa maravilla que tienes entre tus piernas?
–Usted manda, señor…¿Quiere que lo coja?
Acepté y me puse en cuatro y el me dejó ir de una, toda su verga que aunque no era muy larga ni gruesa, frotaba muy rico mis paredes anales. Él sabía muy bien lo que hacía en verdad y se escuchaba él ¡plaf, plaf! de sus huevos al chocar en mis glúteos cada vez que con mayor velocidad me penetraba una y otra vez.
Luego, él se acostó y me invitó a sentarme en su verga, lo cual hice. ¡Era todo un pequeño macho dominante! Me encantó cabalgarlo un buen rato. Finalmente, me propuso acostarme en el borde de la cama y levantar mis piernas y colocarlas en sus hombros para que me penetrara de nuevo. Me encantaba cómo la sala se llenó con nuestros gemidos…
Finalmente, él se corrió dentro de mí llenando mi recto con su semen. Salió de mí y sudorosos, reposamos un poco.
–Mi turno de cogerte–le dije, mostrando mi pene erecto y él se acomodó en cuatro, puse mi glande en su entrada y de una, lo penetré totalmente.
Él solo gimió un poco e incluso paró más sus nalguitas y se echó hacia atrás para ser empalado mejor. Se notaba su experiencia, pues comenzó a mover sus caderas muy sensualmente. Luego de un rato puse sus piernitas en mi pecho para penetrarlo y deleitarme viendo los gestos que hacía y cómo gemía al ser penetrado una y otra vez; y finalmente, me senté para que me cabalgata con frenesí a su ritmo hasta acabar llenando sus tripas con mis jugos seminales…
Nos metimos a bañar, nos vestimos, quedé encantado con sus servicios, le pagué lo acordado y algo extra. Aunque algo cogido ya, Miguel lo merecía sin duda. Le pedí además guardara en secreto nuestra relación ante Ernesto y su hermanito, a quienes no quería perder.
En especial recordé el botoncito cerradito de Jonathan, a quien soñaba con penetrar por entero y gozarme en su tierno culito de seis años.
Pero eso, es otra historia…
C O N T I N U A R Á…
Que rico quiero mas