ES LA VIDA II
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Alejandrogustavo.
El tío Lochi era parecido en las facciones a mi papá aunque de cuerpo más robusto y desarrollado. En su carácter parecía más afectuoso, amable y hasta cariñoso que mi padre. Pero era la apariencia.
Un par de horas después de haberme encontrado con mi tío, partíamos en su camioneta hacia un pueblito distante hoy unos doscientos kilómetros de donde salíamos. Camino a un famoso Valle lleno de tesoros arqueológicos considerado patrimonio de la humanidad.
La finca donde íbamos quedaba hacia las afueras del pueblito, al pie de un cerro, a unos dos kilómetros de la ruta que, a su vez, era la calle principal del lugar. Caía la tarde cuando llegamos y al apagarse el motor y bajar de la camioneta sentí en mi piel una sensación que no puedo definir, aún cuando han pasado tantos años. En el ocaso del día el campo me hacia sentir su inmensidad.
La finca tenia una vivienda dividida en tres cuerpos. En un lugar había una casita con un dormitorio, cocina comedor y un baño, en otro distante unos diez metros había otra construcción con cuatro habitaciones en chorizo con una galería y más alejada, hacia el cerro, otra casita con dormitorio, cocina, comedor y baño. Por su ubicación privilegiada desde esta casita se podía ver el camino de ingreso a la finca y a quien llegara.
En el resto del predio había corrales con vacas, cabras, animales de monta y plantación de cidra, lima y otros.
Muy pronto se hizo la noche. Como mi tío no quería cocinar fuimos en la camioneta de él hasta un barcito del pueblo y compró pan, algo de fiambre, tabaco y no se que otras cosas.
Volvimos a la finca después que el charlara un rato con sus amigos y con el milico del puesto policial que venía y estaba 15 días corridos hasta que llegaba el reemplazo, según me comentaba el tío Lochi.
Comimos parte del fiambre y el pan y bebió mi tío un poco de vino. Nos quedamos un rato largo en silencio hasta que él me preguntó
-¿Qué le hiciste a tu padre que estaba tan enojado? – Como yo dudaba en contestar agregó- Nunca lo vi tan enojado. No quiere sa… Quiere que te quedes un tiempo conmigo aquí en el campo. ¿Qué pasó, Pablito?… Contame que yo no me voy a enojar como tu padre…
Sin mirarlo comencé a hablar
-Se enojó porque yo le toqué la pichula…
-¿Por eso nada más?… Es un huevón, cómo se va ha enojar por eso. ¿Cómo fue?
-Mi papá estaba durmiendo desnudo y yo me acosté con él y le toqué la pichula…
-¿Nada más?
-No tío. Se le puso dura y grandota y yo se la chupé un poquito…
Se quedó en silencio mirándome. Después dijo
-Mirá chiquitín, me voy a dar una ducha porque estoy todo sudado, después te bañas vos y si quieres seguimos charlando un rato antes de dormir. Vamos
Me pareció ver que tenía más destacado el bulto de la entrepierna.
Nos fuimos hasta la otra casita que el prefería como dormitorio y se metió al baño donde se demoró un rato.
Me quedé mirando por el enorme ventanal que tenía el dormitorio de la casita. Recuerdo que pensaba en lo que había vivido esos días con el porteño y don Cándido y también en lo que pasó con mi papá, en el dolor enorme que me produjo su pene al entrar de esa manera en mi cuerpo, en sus patadas. Todo era una mezcla de recuerdos. La suave ternura de don Cándido y la torpe violencia del porteño…
Mi tío salió del baño y lo percibí recién cuando dándome una palmada en la cola me dijo mientras me entregaba una toalla grande.
-Vamos, bicho. Andá pegate una duchita mientras yo busco algo en la despensa.
Mi tío salió del cuarto envuelto en un toallón. Era muy parecido a mi papá en su andar y en lo peludo del cuerpo.
Cuando salí de la ducha, él estaba tendido en la cama vistiendo un calzoncillo celeste de esos que se prendían con un botón, fumando.
-Vení, subite a la cama, Pablito.
Al subir a la cama vi que tenía un vaso y bebía algo.
-Tomá un traguito. Es una bebida muy suave que se prepara en el pueblo con chinchil y te va a calmar después de un día tan agitado. Le puse un poco de jarabe de tuna.
Probé y me gustó por lo que bebí un trago. Se volvió un poco hacia mi lado y acomodó la almohada para mirarme. Su pierna derecha estaba un poco recogida y la izquierda levantada con el pié apoyado en el colchón. Esa postura obligaba la apertura permanente de la amplia bragueta del calzoncillo por la que se podía ver una maraña de vellos dorados y parte de los genitales.
-Dale chiquitín, seguí contándome lo que pasó. Dijiste que le chupaste la pichula a tu papá y se enojó
-Sí.
-Pero qué, ¿Vos lo mordiste?
-No tío, no lo mordí
– ¿Qué pasó entonces?
Volví a beber otro trago de ese líquido que estaba en el vaso que me hacia sentir como liberado de todo y hasta estaba como excitado. Entonces conté
-Cuando yo le estaba chupando la pichula, mi papá se puso de costado y yo subí a la cama, desnudo y me metí la pichula en el poto. Había entrado un poco y mi papá, como estaba dormido, sin darse cuenta empujó y me la metió toda. Me dolió tanto que yo quería sacarme la pichula del poto y fue cuando el se despertó y me pegó. Después me trajo con usted.
Lo dije todo de un tirón. Para hacerlo había cerrado los ojos y al abrirlos vi que mi tío trataba de acomodar el miembro que se le había desplegado en todo su largo y ancho. Me acarició la cabeza y tras un largo silencio dijo
-Qué loco que sos. Decime una cosa, Pablito ¿Te gusta chupar pichulas?
Asentí con un movimiento de cabeza.
-¿Una sola vez se la chupaste a tu viejo?
-No, tío. Otras veces también, cuando él dormía.
Miré que por la bragueta abierta del calzoncillo comenzaba a asomarle la cabeza del pene. Parecía un hongo gigante que abría una boca pequeña muy rosada
-Mirá como se me ha puesto a mi – Dijo mientras se quitaba el calzoncillo mostrando un pene duro y enorme- Vení, Pablito.
-No tío.
-¿No decís que te gusta la pichula?
-Tengo miedo que me pegue, tío
-Acá nadie te va ha pegar. Vení… ¿Así la tiene tu papá?
-No, tío. Usted la tiene más gorda.
-Dale. Vení chupá, mostrame como lo haces, mostrame como le hacías a tu papá
Acomodó la almohada contra el respaldo de la cama quedando semi sentado, con las piernas separadas. Allí me tendí boca abajo y tomé su miembro con mis manos y lo llevé a mi boca. Lo tenía más gordo que mi papá, con una cabeza muy ancha y algo más largo. Los testículos gordos estaban en una bolsa muy peluda y larga. Entendí porqué a mi tío le decían “Gringo huevos largos”. Le chupé un largo rato
Cuando me pidió la cola accedí aunque tenía miedo por lo de mi papá pero mi tío me prometió.
-Si te hago doler mucho, la saco.
-No me meta todo, tío
-No. Hoy vamos a meter hasta donde aguantes pero estoy seguro que vas a poder, en unos días, sentarte bien en el tronco- Tocando la roseta dijo- Este upite se va a comer todo lo que yo le dé.
Me tendió boca abajo, con mi pelvis sobre la almohada puesta en la mitad de la cama. Mis piernas estaban bien separadas y colocándose mi tío entre ellas ubicó con facilidad mi agujerito ansioso. Por su glande salía abundante líquido con el que me untó el ano y alrededores.
-Hace fuerza como para tirarte un pedito, dale – Me pidió
Lo hice y con una suave pero firme presión de su parte entró la enorme cabeza. Me dolió.
-Huy, tío
-Ya está, ya está, papito.
Se quedó quieto como esperando que mi agujerito se acostumbrara a su tamaño mientras me acariciaba y elogiaba la cola.
-Huy, chiquito. Que culito más lindo que tiene mi amor. Otra fuercita papi, mirá que hermoso pedazo te estoy metiendo.
De esa manera fue entrando en mi cuerpo, provocando mil sensaciones aunque también dolor. El placer vendría mucho después para mí, con el paso de los años.
Con suavidad me poseyó esa noche dos veces, lo repitió a la mañana y también a la siesta. Esto ocurrió a lo largo de la semana hasta la noche del sábado en que me dijo.
-Pablín, vos sabes que yo vengo a la finca durante una semana por medio porque tengo que hacer cosas en mi casa. Aquí ya conoces a la gente que trabaja y a la señora que hace la comida y limpia. Yo me voy mañana a la mañana y vos te vas ha quedar a cargo de todo por una semana. ¿Sabés? Te vas a quedar solito.
-Tío ¿A la noche también?
-No. A la noche va a venir a quedarse el Miguel, un muchacho que baja de la sierra. Va a dormir acá en la cocina grande. No lo dejes que se vaya al bar del pueblo por las noches porque le gusta emborracharse. El otro domingo vuelvo.
-Si, tío.
Esa noche me brindó una despedida especial dejando que bebiera del surgente tal como lo había hecho antes con mi papá, ese manjar exquisito que era su savia espesa y tibia.
Al decir esto me acuerdo de aquel compañero de la escuela a quien el primo mayor le había mostrado “la mazorca” y la “leche que da la vida”. Ojala no haya vivido lo que yo. Recuerdo haberle preguntado si él había probado “la leche que da la vida” y me contestó que sí aunque de inmediato lo negó.
Otro día volvimos a tocar el tema y yo le comenté:
-Yo quiero tomar.
-Es rica, la de mi primo –Me dijo
Yo no lo miré y sólo agregué
-Pero debe ser feo chupar la pichula.
-La primera vez que la tocas. Cuando la probás…
Al día siguiente muy temprano, mi tío partió. Era domingo y no venía nadie a la finca a trabajar. Había cuatro vacas lecheras que a media mañana ordeñaria un peón. Cuando vino fui con él y me mostró como se hacia. Agarré una teta de la ubre vacuna pero no salía nada.
-Así no. Tiene que ser fuerte el apretón y tire suave para abajo.
Hice lo que me enseñara y salió leche.
-Parece una pichula – Dije y él peón se rió
-¿Se imagina si nos ordeñaran a nosotros así? Nos llegaría la chota al piso – Se reía a carcajadas.
-No. Es mejor con la boca –Dije
El hombre se calló e hizo su trabajo. Cada tanto me miraba de reojo. Terminado el trabajo se marchó. Al otro día harían queso con la leche.
Como a las seis de la tarde llegó Miguel…
Es una linda historia.
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