Escort abotonado 3
Luego de varios días de sexo sin control recibí una propuesta excitante..
El verano estaba siendo maravilloso y el flujo de dinero era una locura. Había llegado el viernes y había dormido en el campo todos los días.
Prácticamente vivía desnudo, el calor era atroz y la privacidad del lugar era magnífica. Trabajaba todos los días, me había comprado rodilleras, y demás cosas para protegerme de raspones y razguños. Para ese entonces ya conocía los nombres y tamaño de vergas de mis machos caninos y los clientes habituales.
No recomiendo en lo absoluto pero reconozco que empecé a usar Popper, coca, marihuana y alguna otra cosa para aguantar tanto castigo anal y sesiones de tantas horas. Por suerte no me hice adicto a nada, nunca fui propenso a eso.
La tarde de ese viernes, luego de una siesta reparadora a la espera de los clientes habituales y nuevos, me desperté con la verga dura, es fina pero bastante larga, unos 19,5 CM. Juan entro y me vio erecto y me urgió a venir con el, me levanté y el me sujeto fuerte de la verga y tuve que apresurarme porque sentía que me la arrancaría sino caminaba. Llegamos a un corral donde nunca había ido, allí Juan había estado duchando con una manguera a una cerda enorme, toda rosada, estaba entre barrotes comiendo, yo no sabía que quería que viera hasta que engrasó mí verga con vaselina y luego la vulva rosada y abultada de la cerda y me dijo que la cogiera.
Yo estaba excitado y lleno de semen, y obedecí con placer, apoye mí glande en la vulva de la cerda y presione suavemente, para mí sorpresa mí verga entro sin problemas hasta los huevos, fue la sensación más deliciosa que experimenté en mí depravada vida sexual, el interior era esponjoso, súper caliente, baboso y húmedo, era el agujero más estrecho del mundo, apretaba mí verga y palpitaba rítmicamente.
Estuve cogiendo durante unos veinte minutos hasta que me recosté sobre el anorme lomo de esa hebra, la abrace y eyaculé bestialmente, me quedé dentro un minuto y mí verga comenzó a crecer de nuevo en el interior de mí nueva amante y la cogí hasta volver a acabar otro tanto más bien profundo en ese cuerpo tan sabroso.
Juan me la regaló cómo mí mujer y yo volví a cojerla cuatro veces más, cada ves mí semen caliente hacia esa vulva más suave y quedé enamorado. El resto del día y parte de la noche volví a ser la perra hermosa que Juan quería hasta que cerca de la medianoche el me propuso ser pareja y yo acepté sin dudarlo, y volvimos al lugar que vivía, un depto que me había prestado un amigo a recojer mis cosas y mudarme con mí nuevo novio de 74 años.
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