Escuela Fiscal 2
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Escuela fiscal 2
Contado (gracias a petición) inmediatamente después de mi primer relato
Al sacarme el pene del ano Joshua se quejo de tenerlo sucio (con mi caca) me cogió del cuello y dijo: “Límpiame con tu lengua la pichula, chupa tu caca cabro de mierda”. Con asco lamí la caca que tenía en su miembro, sus amigos se cagaban de la risa, yo sabía que ese era el inicio de una pesadilla.
Diego bofeteó mis nalgas tan heridas: “Este huequito ya quedó abierto, ahora falta mantenimiento” Sus amigos, que serían unos tres, levantaron la mano como pidiendo oportunidad de seguir culeándome. Empecé a temblar al imaginarme que otros cuatro ultrajarían mi inocencia.
Joshua descansaba sobre una carpeta (con pendeja sonrisa de satisfacción y la pichula reducida al aire). Diego optó por cambiar de pose conmigo, levantó mis piernas sobre sus hombros. Mi culo quedó al acecho de aquella huasa que mis labios y lengua acababan de lubricar, sólo que esta vez iba a ver cara a cara a mi violador.
No tuvo ninguna piedad con mi potito recién golpeado, de un solo golpe me penetró. Di un gritito, tampoco quería que un profesor se diera cuenta (la humillación sería insoportable) el chibolo gimió de satisfacción: “Tenías razón brother, este culito es de la puta madre, cerradito y caliente. Mira como se retuerce la puta, se nota que le gusta la pinga”. Sus amigos se cagaron de risa, celebrando mi vejación.
Un muchacho, quizás el más pintón, de nombre Omar se me acercó. No era tan alto como Joshua ni tan chato como Diego, de tez achinada (medio oriental), y tal como los otros con el miembro al aire. Tampoco lo habían circuncidado, aunque su pene se presentaba tan venoso y peludo como el de Joshua, salvo la punta que a diferencia de Diego ya se levantaba “rojita y jugosa”. “Abre la boquita, aquí viene tu tercera pichula, va a ser tu preferida”.
De un sopapo obligo a voltear la cara, mientras Diego seguía en un frenético “mete y saca”, mis cansados labios quedaron frente a su palo. Violentamente introdujo la estaca hasta mi garganta, mi nariz chocó con sus huevos rodeados por puntiagudos pendejos, el olor era insoportable. Estos amigos eran enemigos del jabón.
El dolor de mi trasero era horroroso, las arremetidas de Joshua habían desgarrado mi ano, pero el insaciable Diego no parecía agotarse. Pasaron casi diez minutos hasta que el “chato” soltó su leche, sus gemidos victoriosos fueron acompañados por pellizcos a mis glúteos. Omar acarició una de mis mejillas (mientras seguía mamando su verga) y dijo: “Llegó mi turno al hueco”.
Al oír sus intenciones empecé a llorar: “Por favor, ya no puedo más. Soy hombre, dejen de hacerme eso. Mañana les pago lo que quieran, ya no aguanto más…” Joshua se cagó de risa y soltó: “¿Pagar? Claro que vas a pagar, somos cinco pingas, pero si yo quiero te la mete todo el salón, si quiero te cachan todos los grados, hasta los profesores. Con nosotros es gratis, a los demás les cobro. Así que mañana trae todo el dinero que puedas, un sol menos un pichulazo más”.
Omar me colocó en una pose inusual, con las piernas al aire y el cuerpo (boca abajo) sobre la carpeta. En ese instante, un chico blanquiñoso de cabellera ensortijada y medio colorada (con cierto aire a un payaso morboso) se me aproximó. Su pene tan pálido como él y, afortunadamente, el más discreto del grupo, se impuso en mi boca.
Tristemente, si mi garganta descansaba con el penecito de Andrés (así se llamaba el payasito) el culo sufría con las travesuras de Omar. Dos vaciadas en mi hoyo lo lubricaron, pero esta huasa era más ancha que las anteriores. El dolor se parecía al de mi cache inaugural con Joshua, el “chino” la movía de forma malcriada, como buscando el castigo y mi poto soportó ello.
Se me salieron las lágrimas cuando Omar se vació. Baje la cabeza con la pichula de Andrés reposando e mis labios, al alzar la mirada vi las ansias del “colorado” por penetrarme. Al costado y con su miembro entre las manos aguardaba un muchacho de aspecto impecable, con el uniforme tal como lo indican las normas educativas (camisa dentro del pantalón, zapatos lustrados y hasta el cabello peinado), rompiendo con este cuadro de perfecto estudiante se mostraba esa pinga voluminosa, circuncidada, y la miradita pendeja, su nombre: Rodrigo.
Agotado, con la sensación de un culo goteante y los labios cuarteados por tanta mamada, celebré cuando Joshua señaló: “hora de irnos, las chicas de verdad están saliendo (luego supe que estos degenerados también afanaban (seducían o perseguían) a las niñas de otro cole)” No pude evitar una sonrisa de satisfacción, el líder se percato y ordenó: “Claro que hay un tiempito para un Dos por Uno, Andrés y Rodrigo”, al terminar la indicación Joshua azotó una de mis nalgas con su correa.
“Dos por Uno”, no tenía ni idea de que se trataba esta nueva tortura. ¿Andrés en mi culo y Rodrigo en la boca? ¿Ambos por la boca? o ¿Ambos por el culo? Nooo eso no podía ser…
(CONTINUARÁ)
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!