Ese sujeto me "Odiaba"…
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Esto pasó cuando yo cursaba el segundo semestre de escuela preparatoria. Durante esos tiempos yo todavía me seguía viendo con Daniel pues habíamos formalizado nuestra relación después de año y medio de tonteo entre los dos, durante los cuales habíamos estado reuniéndonos para tener sexo.
Recuerdo siempre haberme lLevado bien con todos los de mi clase. Incluso en el pasado siempre había tenido una buena relación con aquellos quienes me rodeaban. Pero en la clase en la que cursaba el semestre había un sujeto que no me caía nada bien ni yo a él. Su nombre era Angel Eduardo, pero todos le decían "Torito" por que a su papá le apodaban "Toro". En fin. Desde el primer día en que nos encontramos supimos que no podíamos congeniar. Nos había tocado sentarnos en pupitres colindantes en el salón y siempre discrepábamos en todo. Cuando yo quería poner atención en las clases, él se empeñaba en hacerlo imposible tratando de desviar mi atención susurrandome idioteces al oído, pateando mi silla, o intentando darme golpes con la mano en la cabeza, a lo que yo respondía cabmiándome de sitio con el permiso de los profesores en turno, pero no se terminaba ahí.
Como si fuese un niño pequeño, Eduardo me lanzaba lápices y objetos varios a la cabeza desde su lugar, y cuando me tocaba resolver algún problema en la pizarra o hacer una exposición, él gritaba cosas como "Maricón" "Niña con tilín" y así. Solamente algunos de sus compinches le seguían el juego, pero los demás no, por que yo me llevaba bien con ellos a pesar de que fuesen sus amigos. Lo cual me otorgaba cierta superioridad sobre él.
Todo en conjunto me hacía rabiar como nadie tiene idea. Incluso una vez nos enfrascamos en una pelea a golpes en la explanada del instituto (en la cual empatamos, pero estuve cerca de perder) si no hubiese sido por que un par de mis compañeros con los cuales compartía un lazo de relativa fraternidad quienes habían llegado a separarnos.
Lo que más me molestaba, era que el tal Eduardo estuviese más bueno que la puta madre. Tenía unos ojos grandes color verde y su pelo era negro y rebelde. También tenía mi tono de piel blancuzco pero con un par de minúsculos lunares. Uno en la mejilla y otro en el relieve de la mandíbula que torneaba en contorno de su rostro (muy varonil a decir verdad).
Sus abdominales no eran ninguna broma y sus brazos hacían el par con sus musculosos pectorales. (Y también tenía un culo! joder, pero qué culo!) Incluso mejor que Daniel me atrevería a decir.
Su constante abuso me tenía harto. Daniel se ofreció un par de veces a plantarle cara pero yo no se lo permití. Posiblemente por que, a pesar de que no me gustaba nada ser molestado, por otro lado pensaba que dejaría de tener la entera atención de Eduardo en mí. Aun que fuera de la atención mala. Era ese lado perverso que se despertaba por la enemistad, o yo qué se!.
Cierto día, después de la clase de natación que nuestro instituto nos obligaba a tomar al menos por tres semestres, me encontraba solo en las duchas por que había sido el último en salir de la enorme piscina practicando mi brazada. Me metí al torrente de agua tibia que salía de la regadera aun con el traje de baño puesto, que era una especie de short arriba de las rodillas color negro que me remarcaba bastante el trasero. Detalle que me encantaba. (así me gustaba sorprender a veces a Daniel cuando teníamos sexo).
Me pasé la pastilla de jabón por todo el cuerpo sin olvidar un centímetro de mi piel que presumía por ser suave y limpia, y cuando me dispuse a sacarme el bañador, tuve el presentimiento de que alguien me estaba mirando escondido en algún lado. Cuando di la vuelta, me di cuenta de que Eduardo estaba tras una pared que separaba las duchas de los casilleros en donde guardábamos la ropa por que su reflejo se notaba perfectamente en un charco de agua que había en el piso delante de él.
Por alguna razón me sentí excitado. Él se estaba escondiendo evidentemente para mirarme. Si no, ¿para qué? Para ver el agua secarse del piso? Después de todo, yo era la única persona ahí. Me pregunté por qué lo estaría haciendo si es que le caía tan mal, pero no me importó después de unos segundos.
Me quité el traje de baño lo más provocativo que pude aplicando presión en la tela para que recorriera mis nalgas y las hiciése ver más voluminosas. Después aproveché para lavarme el pelo. Me hice sumamente conciente de lo que sentía en la piel: El jabón que la recorría, las gotas de agua que pasaban por todos lados, y sin darme cuenta, ya contaba con una leve erección. Decidí ignorarla para que pareciese que había sido espontánea y me sequé con mi toalla.
Cuando volteé, Eduardo ya se había ido.
Decidí no tomarle mucha importancia al asunto a pesar de que hubiese podido usar eso en su contra para que me dejase en paz, pero también me habría afectado a mí. No precisamente por mi relación con Daniel (Ninguno creía en la fidelidad) sino por eso de los escándalos y tal. A mí no me habría gustado ser el centro de atención. Así que decidí dejarlo por la paz como una simple casualidad. Claro, que no perdí la oportunidad de masturbarme pensando en el suceso algunas horas después.
Su acoso continuaba sin cambio alguno, pero desde esa vez, comencé a sentir su penetrante mirada sobre mí en casi todo momento. Ya ni siquiera sabía yo si me gustaba o no. A veces me ponía ansioso, o me intimidaba a tal punto que me ponía a temblar inconcientemente. Sin embargo, seguía ignorándole como si no me diese cuenta. Lo que me hacía ya no era tan leve tampoco. Ahora siempre SIEMPRE que me veía, me gritaba algo, o me empujaba con el hombro, o me intentaba dar un puntapié, pero cuando yo lo enfrentaba, daba media vuelta y se alejaba caminando.
Solo dos semanas después fue cuando pasó todo: Eran algo más de las siete de la noche y ya todo estaba oscurecido. Me encontraba en el piso que tenía rentado dentro de un edificio bastante amplio. En él sólo vivía yo con la mensualidad que me mandaban mis padres desde donde ellos vivían mas un extra que conseguía trabajando a medio tiempo en un café vegetariano como mesero. Estaba sentado en mi escritorio haciendo mis deberes de cálculo, cuando alguien tocó la puerta. Pensé que era Daniel, pero después recordé que él había ido a jugar basketball en el parque cercano a su casa y que no pasaría esa noche conmigo. Tampoco podrían ser mis padres, o alguien especial que se me viniese a la mente. Y sí, como ustedes están pensando, era Eduardo.
Primero abrí la puerta sólo un poco. Le pregunté que qué era lo que quería, y me dijo que venía en son de paz, por que necesitaba hablar conmigo. No se veía ni escuchaba prepotente como siempre. Agradecí a todos los cielos que tal vez fuese a decirme que me dejaría tranquilo por fin, así que le dejé pasar. Y en todo caso, yo me las podría arreglar solo. (No era ni nunca he sido tan fuerte como Daniel o él, pero tampoco era un menudo alfeñique, por lo que me sabía defender) Él pasó y se sentó en mi sofá con expresión seria. No le ofrecí nada de tomar ni por educación. "Di lo que quieras decir, y márchate" le dije bien claro. Él no respondió inmediatamente. Se levantó y caminó hacia mí rápidamente, pero yo no retrocedí ni un milímetro. Nuestros rostros quedaron a la par. Sentía su respiración inodora caerme en la cara. Dentro de mí, sabía que estaba a punto de empujarme, o de golpearme, pero como ya he dicho, no se lo pondría fácil, así que me mantuve firme.
Lo que sucedió después estaba ya previsto. Me dió un fuerte puñetazo en el vientre que me dejó sin aliento. Yo, por instinto, dirigí mis dos brazos a cubrir la zona del dolor y no me dió tiempo de prevenir el segundo golpe que me asestó en la mandíbula. Casi perdí el conocimiento pero solamente sentí cómo todo a mi alrededor daba vueltas y no me podía mantener en pie.
Eduado me cargó en brazos y caminó por el piso abriendo a su paso la puerta del baño y de la sala hasta llegar a mi habitación, en donde me arrojó en el colchón. El mareo ya casi había pasado, pero aun me dolía el abdomen y la mandíbula además de que todavía estaba bastante atontado y no podía razonar bien. Intenté pararme de la cama pero él me volvió a empujar. Esta vez con menor fuerza. Me sujetó de ambas muñecas sobre mi cabeza y se subió en la cama entre mis piernas abriéndolas con sus rodillas. La situación estaba cambiando radicalmente. No me explicaba nada, pero entre mí mismo, pensaba que estaría a punto de abusar de mí… Idea que extrañamente no me causó miedo o repulsión. En lo absoluto. Más bien, excitación. Incluso parece que en esos momentos hasta olvidé e dolor punzante en los golpes que me había propinado. (No me lo explico hasta el momento, pero realmente lo deseaba)
Él levantó mi playera con una de sus manos mientras que con la otra me seguía sujetando (a pesar de que yo ya no oponía resistencia alguna) Contempló por largo rato mi torso. Yo también observaba cómo sus ojos recorrían cada centímetro de mi piel descubierta "Eres una puta, Alex" Le escuché decir antes de inclinarse a besar uno de mis pezones que poco a poco se erectaron al igual que mi miembro. Emití eróticos sonidos que salían de mi garganta cuando succionaba con sus labios mis partes sensibles. Movía su lengua como si fuese un experto en ello. Hacía círculos y las oprimí cada que lo consideraba. Después de un rato bajó hasta mi abdomen y lo acarició suavemente con sus manos. Después, deslizó mis pantalones junto con mi ropa interior hacia abajo y dejó al descubierto la creciente erección que ya tenía yo. Me sobresalté cuando sentí que lo tomaba entre su mano libre y comenzaba a estimular mi prepucio de arriba hacia abajo muy lentamente. Como si quisiese observar y grabar en su mente todas las imágenes que le estaba ofreciendo. Movió con su dedo índice la cabeza de mi pene en círculos y me causó un dolor placentero que dejaba en ridículo a los otros dos en mi cuerpo. Como tenía los ojos cerrados, cuando los abrí un poco, pude notar que en su rostro dibujaba una media sonrisa. La expresión más perversa que había visto en toda mi vida.
Se agachó a la altura de mi rostro y me besó en la comisura de los labios, para después susurrarme al oído "¿Te gusta cómo se sienten mis manos, Alex?" Nunca dije nada ni tampoco asentí, pero mis reacciones lo contestaban todo. Él rió en seco y me soltó de las muñecas solamente para darme la vuelta y dejarme boca abajo. Me quitó la ropa completamente y él también se despojó de la suya, quedando ambos desnudos. Se acostó encima mío y con sus dos manos me comenzó a tocar las nalgas subiendo de intensidad. Las apretaba y les clavaba las uñas levemente. Yo gimoteaba con la cara en las almohadas y apretaba las sábanas con las manos. Sentía su pene haciéndo presión entre mis glúteos como si quisiera hacerlo entrar en ese preciso momento, pero antes de eso siguió acariciándome. Se apoyaba en mis caderas y me levantó de la cintura para que quedase a la altura de su pene. Me recorrió la espalda con su lengua al igual que había hecho en mi pecho, y frotó la punta de su miembro contra mi entrada, lo cual sirvió para que el líquido preseminal que él tenía pudiese lubricarme, por que Eduardo, obviamente, no lo había hecho.
Finalmente me comenzó a penetrar normalmente sin antes haberme preparado con los dedos, acción que atribuí a su falta de experiencia con los hombres. En fin. Empezó el movimiento constante dentro de mí. Su pene me llenaba por dentro casi al igual que Daniel, pero el de Eduardo era algo de dos centímetros menos grande. Aun que aun así era asombroso. Yo gemía profundamente de placer y cuando quería reprimir algún alarido apenas alcanzaba a morder las sábanas.
Yo me corrí primero y él decidió sacar su pene para correrse en mi espalda baja, pero no terminó ahí. Segundos después él estaba duro otra vez y me cargó para darme la vuelta y que yo quedase frente a él. Por fin pude contemplar su figura completamente desnuda. Tenía gotitas de sudor surcando sus músculos y se acomodaba el pelo hacia atrás para que no le interrumpiese la vista. Era impresionante. Como la primera vez que había sido con Daniel. Acerqué la mano un poco vacilante hacia su abdomen que se movía al son de su agitada respiración y él la tomó para hacer que lo tocara de una vez. Lo toqué y observé con avidez totalmente satisfecho.
Me tomó de las rodillas y las subió en sus hombros para poder volver a meterme su pene más fácilmente, y entonces volvió a repetirse el acto, pero ahora me masturbaba al tiempo en que metía y sacaba su miembro diestramente. Poco antes de que nos viniéramos por segunda ocasión, me tomó del torso y me sentó sobre él para que yo moviese mis caderas por mi cuenta y así hice. Toda la experiencia con Daniel me había ayudado mucho a mejorar en mi técnica y logré hacer que se corriese antes que yo, pero desafortunadamente, de nuevo fuera de mí.
Me recosté jadeando boca abajo en la cama, y él hizo lo mismo mirándome cara a cara. "Te me venías antojando mucho, Alex" Me dijo antes de quedar, igual que yo, dormido en ese mismo lugar.
Cuando amaneció, le pregunté el por qué de su comportamiento si, basándome en lo que había dicho la noche anterior, quería tener sexo conmigo desde un principio, y me contestó que le enfurecía excitarse con un hombre, pues desde siempre había pensado que era algo incorrecto pero que había terminado por ceder a sus impulsos. También se "disculpó" por haber sido tan hijo de puta conmigo en el instituto dejándome de hostigar a cada momento. Únicamente me daba pequeños empujones con el hombro pero el sentimiento era diferente. Ya no era en plan prepotente y agresivo, sino algo así como enternecedor.
Todos se preguntaban por qué tan repentino cambio y yo contestaba que solamente habíamos llegado a un simple acuerdo. Aun que no fuese del todo cierto. Le hice saber a Daniel sobre esto, y él se alegró, insitiendo en querer conocer al dichoso Eduardo. Y cuando Eduardo conoció a Daniel, en esa época, se desataron muchos sucesos que me encantaría poder compartir aquí…
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