ESPERANDO EL COLECTIVO
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por zoohot.
A mis 36 años -hoy tengo más- vivía mi bisexualidad con tranquilidad, no ya con el ardor de mi adolescencia y juventud. Tanto es así, que no buscaba ocasiones de sexo con hombres, pero si se presentaba la oportunidad la aprovechaba.
Así las cosas, un día volvía a mi casa luego de visitar un matrimonio amigo que vivían en una zona apartada de los alrededores de Buenos Aires. Era ya el atardecer, caía la luz solar, y fui hasta la ruta donde estaba la parada del colectivo que me llevaría a mi domicilio.
El refugio de la parada estaba ubicado sobre la ruta, frente a una arboleda. Estaba solo y esperé largos minutos el colectivo, que no venía. En un momento, llegó a la parada un joven de unos 18 ó 19 años, y se quedó también esperando el transporte. Lo observé discretamente, me pareció atractivo: rostro con rasgos varoniles pero todavía casi adolescentes, como era verano llevaba pantalones bermudas y una remera sin mangas. Se le notaba un cuerpo delgado pero bien marcado.
Así estuvimos unos minutos, observándonos. En un momento, saqué un cigarrillo y lo encendí, mirándolo. El chico me miró en ese gesto y yo aproveché para hacerle un gesto ofreciéndole un cigarrillo, que él aceptó. Se lo dí, se lo encendí y me agradeció sonriendo. Por unos minutos más, seguimos con el ritual de miradas, incluso él en un momento me hizo una pequeña sonrisa, pues entendí que se había dado cuenta que me gustaba.
Yo no me animaba a iniciar conversación dada la incomodidad del lugar y la situación, estaba en un lugar apartado, yo sin automóvil… De darse algo, sería difícil hacerlo en ese sitio.
Sin embargo, el chico sí supo aprovechar la situación. En un momento se retiró hacia uno de los árboles que estaban atrás de la parada, poniéndose al costado del mismo con la clara intención de orinar, pero sin ocultarse, al contrario, en dicha posición yo podía verlo claramente, aunque no cualquier vehículo que pasara por la ruta. Como la tarde caía y casi no quedaba luz solar, esa penumbra facilitaba la maniobra.
Una vez alli, y siempre observándome de costado y con una pequeña mueca de sonrisa traviesa en su boca, bajó su bermuda y su slip dejando salir todo su sexo. Ví sus hermosas bolas y su verga, enorme, algo erecta. La tomó con una mano y la sacudía, pero sin orinar, mientras seguía mirándome de reojo. Yo fijé mi vista en su sexo y en su cara, sin disimular mi deseo y complacencia.
Entonces el chico levantó su bermuda y se introdujo más en la arboleda hasta quedar más oculto. Observé que se quitó la remera, quedando con el torso desnudo, bronceado y marcando su cuerpo todavía casi adolescente.
Caminé hasta él, le puse una mano en un hombro acercándolo un poco a mi. Lo oí jadear suavemente y, al aproximarlo, sentí el olor de su cuerpo caliente. Con mi otra mano acaricié su bulto, ya duro, y comencé a bajarle las bermudas, tarea que él completo. Lo apoyé sobre el árbol y busqué su boca, que no me la negó. Lejos de eso, me puso toda su lengua en mi boca y así nos besamos muy calientes, frotándonos.
Me gustaba su cuerpo lampiño, sin un solo pelo, su olor a macho. Siempre apretándolo contra el árbol, tenía en mi mano su verga dura y sus huevos, sosteniéndolos como en una canasta, y fortándolos con fuerza. Con mi otra mano levanté su brazo y encontré su axila, ella si muy velluda, y la lamí con desesperación. Segui chupando su pecho, sus tetillas, su ombligo, y terminé de bajar su bermuda y su slip hasta los tobillos.
El chico tenía una erección tremenda, una verga gruesa, roja, dura, ya muy mojada de líquido preseminal. Me agaché y mamé sus huevos y luego toda su pija. Estuve mamándolo un buen rato, él se ponía cada vez más caliente, gemía, me decía cosas insultantes, arqueaba las piernas y -sosteniendo mi cabeza- bombeaba como cojiendo, poniendo y sacando su verga de mi boca.
Cuando sentí que estaba por eyacular, llevé su pija hasta el fondo de mi boca y la succioné para hacerlo llegar. Sentí como lanzaba interminables chorros de leche que me colmaron y casi ahogaron de tan abundante y espesa. Al terminar de soltar semen, mantuve su pija en mi boca, succionando, tragando, mientras con mi mano lo masajeaba debajo de sus huevos y en la base de la verga para extraerle hasta la última gota de ese líquido viril.
Lo dejé acomodándose la ropa y, como observé que se acercaba el colectivo, algo aturdido le hice señas para detenerlo. Subí al transporte y desde las ventanillas lo observé por última vez, allí en la parada mirándome con una sonrisa. Volví a mi casa con esa experiencia de placer, sintiendo todavía el sabor de su semen en mi boca.
Que rico, me hizo acordarme de algo que me sucedió