Espiando a mi Vicioso Vecino
Esto es lo que puede pasar si te pones a espiar la vida privada de tu vecino….
Sábado, mi día favorito de la semana. Esa mañana traté de desayunar lo más rápido posible, hasta que mi madre empezó a fastidiarme de que si seguía así me daría indigestión. Lo que ella no sabía es que yo estaba ansioso por salir de casa para espiar al nuevo vecino al final de la calle (el cual se había mudado hacía poco menos de dos meses atrás).
– Siempre queriendo salir temprano para la calle todos los sábados. —Continuaba mi mamá con su retahíla de quejas y reclamos- ¡Sabrá el Señor a qué vas con tanta prisa!
– Deja al pobre chico tranquilo, mujer. —Me defendió papá en lo que se preparaba otra tostada- Está en esa edad, yo era igual a los 16 años.
Yo me giré para verlo a la cara y agradecerle con la mirada, luego de un trago me acabé mi jugo de naranja, me levanté y me marché de la cocina con otra tostada entre los dientes.
Ya en el patio tomé mi bicicleta y pedaleando presuroso me fui hasta el fondo de la calle, donde vive don Mauricio. Yo tenía semanas en que me escabullía por una pequeña abertura en su cerco; la cual descubrí el día que ofrecí podarle el césped por dinero y así fue que lo espié por primera vez. Aún lo recuerdo perfectamente, pues es imposible olvidarlo.
Era alrededor del mediodía, por lo que el intenso sol y calor habían empapado toda mi camiseta; que me la saqué y la exprimí bajo la frondosa sombra del árbol que está plantado a un costado de la casa, donde el patio delantero conecta con el de atrás. Estando allí me percaté de que había un frisbee atrapado entre los arbustos debajo de una de las ventanas, y al momento que lo fui a sacar, miré adentro a don Mauricio que entraba en su habitación usando una bata. Instintivamente me agaché para no ser visto; pero segundos después mi curiosidad me hizo querer volver a asomarme. Lo hice despacio, dándome cuenta que por la posición en la que yo me hallaba, él no podría saber que lo espiaba.
Él es un hombre maduro, hasta donde sé es divorciado y por eso vive solo, no tiene muy buena fama en el barrio; quizás porque tiene un semblante serio y algo mal encarado. De hecho creo que es por sus facciones toscas y aspecto rudo, además de que no es muy agraciado. Es bien blanco y tiene bastantes arrugas en la frente y alrededor de los ojos, está del todo calvo y usa un denso mostacho con las puntas rizadas de color castaño claro, igual que sus espesas cejas.
Y de pronto veo que se quita la bata y queda completamente desnudo. Lo primero que noté es lo exageradamente velludo que es; todo su cuerpo está cubierto por rizos castaños oscuros, incluso en su espalda y hombros, y por supuesto tiene muchísimos en su pecho y sobresaliente panza; pero lo más impactante era la maraña de su ingle y como de la misma colgaban unos impresionantes genitales masculinos.
Yo me quedé boquiabierto al ver toda hombría de don Mauricio. Sus rugosos huevos eran tan grandes que le colgaban bastante y sobre ellos había una verga sumamente gruesa y cabezona; que si estando flácida era así de bestial, no podría imaginar lo que sería en erección. Aunque no tuve que imaginarlo, ya que el maduro macho se recostó sobre su cama y cómodamente comenzó a tocarse. Con una mano se estrujaba las bolas peludas y con la otra yo veía como él manoseaba su rabo y este le empezaba a crecer centímetro a centímetro, endureciéndose y engrosando cada vez más; que las venas se le resaltaban tanto, que yo aún a la distancia que estaba las podía ver perfectamente. Y cuando finalmente estuvo del todo duro, aquel falo debía medirle fácilmente unos 25cm, si es que no más, y era tan gordo como una lata de soda.
Don Mauricio ya se masturbaba a sus anchas, resoplando por lo bajo, mientras con su mano derecha se retraía despacio todo el prepucio y luego se lo volvía a cubrir, aumentando cada vez la velocidad y fuerza de esos jaloneos. Y en cuanto a mí, la verdad es que tuve una erección involuntaria e instintivamente me la sobaba por sobre el jean, sintiendo como estaba mojando mi bóxer con mis jugos seminales; en lo que observaba asombrado y por un largo rato, como mi vecino ahora se estrujaba los pezones con la mano izquierda y como con unas cuantas aceleraciones más su paja acabó en una colosal explosión de esperma.
Yo nunca antes había visto tal cantidad de semen, puesto que a mí no me sale tanto, ni por cerca; pero él habrá lanzado más de diez disparos seminales, arrojándolos todos sobre su panza y pecho velludos, y dejando embarrados todos sus abundantes pelos rizados. Después de eso él se levantó y se fue a duchar; y yo, duro como estaba, regresé para terminar el trabajo con la podada de la grama. Luego de esa vez, en mi cabeza no había otra cosa que la imagen de mi viril vecino masturbándose, que me prometí espiarlo el sábado siguiente.
Sólo que la segunda vez fue diferente; ya que no lo encontré solo. Me quedé atónito cuando lo vi acostado en su cama con una chica; los dos desnudos y traspirados, en especial ella que tenía toda la frente llena de gotitas de sudor y parte de su cabello pegado a la frente, porque la pobre estaba soportando el garrafal y gordo rabo de don Mauricio en su pequeña vagina. La reconocí enseguida, ya que se trataba de la hija del dueño de la farmacia; una chica tan bonita como altanera, que pensé era de esas vírgenes que no se lo prestaba a nadie o quizás ella sólo se lo entregaba a machos dotados como don Mauricio.
La putita estaba montando a ese semental ella sola; dándole la espalda y apoyándose con las manos sobre los velludos y recios muslos de aquel hombre, para así mantenerse algo levantada y controlar cuanto de ese macizo y morcillozo falo entraba en su coñito adolescente (ella tiene mi misma edad). Por su parte, mi vecino se dejaba con rostro complacido y lleno de vicio por tener a esa menor como su puta; que él tenía los brazos detrás de la nuca, relajado mientras contemplaba a la chica subir y bajar despacio por su miembro. La putita gemía muchísimo y tenía la vagina sumamente mojada, que sus jugos destilaban por toda la carne venosa que no le cabía de aquel viril hombre, escurriendo hasta mojarle los pelos púbicos y los huevotes.
– ¡Ay…papi! ¡Aaahhh…! ¡La tienes tan enorme! ¡Aaahhh…! ¡¡AAAHHH!! —Gritó ella en lo que tenía un intenso orgasmo o dos o tres.
– Sigue putilla. Sigue hasta que me ordeñéis bien las bolas. —Le decía el morboso de don Mauricio relamiéndose el mostacho- ¡Voy a preñarte todo el coñito por lo puta que eres!
Mi verga estaba por explotar y mis propias bolas me dolían por querer vaciarse ahí mismo; pero en ese instante sentí mi celular vibrar en uno de mis bolsillos y cuando lo revisé, era un mensaje de mi madre diciéndome que tenía que volver. No me quedó de otra que irme duro y adolorido de los huevos; aunque al cabo de casi dos horas regresé a probar suerte.
Y la tuve, pero fue diferente a lo que yo había imaginado. Cuando llegué al lugar para espiar dentro de la casa de mi vecino, advertí que los ruidos de sexo que esperaba seguir escuchando en el cuarto, ahora provenían de la ventana de al lado. Me moví entre los arbustos y entonces me asomé, hallando a don Mauricio con otra persona, otro hombre. No le pude ver el rostro, pues éste tenía su bronceada espalda y torneado trasero hacia la ventana; hincado en la alfombra y en una evidente mamada a la vergota del otro macho. Yo no podía creer aquello.
El libidinoso de mi vecino estaba de pie y con sus dos manos sobre la cabeza de su visitante, lo obligaba a engullirse más de su rabo; que yo podía escuchar las estrepitosas arcadas de aquel sujeto, en lo que era atorado hasta los pelos púbicos por el machote de don Mauricio.
– ¡Así me gusta, puto! ¡Qué te la comáis entera! ¡Ooohhh…! —Resoplaba el maduro hombre al mismo tiempo que no dejaba de cogerle la boca y garganta al otro.
Mi verga se puso dura nuevamente; sólo que esta vez yo no me resistí y sin pensar me la saqué del jean y me puse a pajeármela con aquel espectáculo entre esos dos hombrezotes.
Luego don Mauricio se apiadó y liberó las fauces de su invitado; mismo que al recobrar el aliento, se incorporó y así me dejó ver que tenía un cuerpo impresionante, musculoso como de gimnasio, y era más alto; pero aun así se dejaba dominar por mi vecino.
– ¡Ven y ensártate toda mi pollaza, puto! —Le ordenó don Mauricio a la vez que se sentaba en el sillón de su sala y el fornido hombre obedeció sin vacilar.
Éste lo cabalgó mejor de lo que la putita lo había hecho unas pocas horas antes. Para empezar le daba sentones frente a frente, entrelazándose ambos con sus gruesos y musculados brazos, y él sí se lograba meter todo el formidable falo de don Mauricio dentro de su varonil culo.
Yo no paraba de jalármela furiosamente, que hasta tenía el glande al rojo vivo; pero no me importó y seguí sin control, observando alucinado como a pocos metros de mí ahora mi vecino tenía al visitante de perrito en el sillón y le aporreaba aquellas corpulentas nalgas con todo su venoso y fuerte miembro; embistiéndolo con tal arrojo que todo el sofá se movía con ellos.
– ¡Oh…Dios! ¡Aaahhh…! ¡Qué semejante vergón tienes! —Gemía el musculoso- ¡Aaahhh…! ¡Nunca nadie había llegado tan adentro…Dios! ¡Sí, más duro! ¡¡AAAHHH!!
Y noté como aquel sujeto de gimnasio eyaculaba sobre los cojines; que estoy seguro que por sus espasmos anales estrujaba más y mejor la carne viril del otro macho.
– ¡Ooohhh…! ¡Como apretáis, joder! —Jadeaba de gusto el maduro semental, ya con todo su velludo cuerpo calado en sudor y con los pelos pegados a su blanca piel- ¿Os gusta que te partan el culete duro, no es así puto? ¿Queréis que te lo llene de lefa?
– ¡Oh…Dios, sí! ¡Por favor, préñame! ¡Quiero que me hagas un hijo con tu leche!
Los resoplidos de don Mauricio no demoraron mucho; por lo que pronto me di cuenta que se estaba corriendo dentro de los intestinos del otro hombre más alto y bronceado; mismo que no paraba de gemir desesperadamente y diciendo que podía sentir todos los chorros de esperma.
Y yo finalmente acabé sobre los arbustos. A partir de ese momento me quedó claro que mi vecino era todo un maduro vicioso en cuanto al sexo; que empleaba todos sus sábados para tener visitas de todo tipo y obtener placer. Se notaba que don Mauricio era todo un macho que cogía sin ningún tipo de escrúpulos y simplemente buscaba calmar su insaciable apetito sexual.
Ya se imaginarán que mi curiosidad y morbo también crecieron después de esa inusual ocasión, puesto que yo nunca antes había visto algo igual; pero aun así me obsesioné con la idea de poder espiarlo en una tercera ocasión.
Así que al sábado siguiente llegué a su casa en mi bicicleta y observé que había un gran camión estacionado frente a su acera, algo que en mi barrio no se ve normalmente. Como siempre me deslicé entre la abertura del elevado cerco y sin hacer ruido me coloqué bajo el par de ventanas, oyendo en el interior tres jadeos masculinos. Cuando me asomé los ojos casi se me salen por la impresión, pues aquello era un trio de pura testosterona.
Los tres estaban desnudos y sudados. Boca arriba y encima del largo sillón había un hombre mulato, fortachón pero algo panzón; quien debía ser el camionero dueño del furgón parqueado afuera. Éste se encontraba bien abierto, levantando una de sus gruesas piernas con una mano, mientras con la otra se masturbaba al mismo ritmo que don Mauricio con su gran falo le estaba embistiendo el oscuro culo. Y detrás de mi vecino había otro hombre, más bien un chico de escasos 20 años; el cual seguramente era el ayudante del camionero, e igual que éste era de piel morena y con el cabello rizado; sólo que su cuerpo era delgado y marcado.
Pero para mi mayor sorpresa, el joven subalterno estaba metiendo su duro y prolongado rabo negro dentro del peludo trasero de don Mauricio.
– ¡Vamos, joder! ¡Más hondo! —Se quejaba y pedía mi vecino, demostrándome versatilidad.
– Ya oíste, sobrino. Obedece a este machote… ¡Agh~! —Habló el camionero entre gemidos, en lo que su culote se comía entera aquella vergota venosa y velluda- Él sabe bien lo que hace… ¡Aaahhh…diablos! ¡Me parte en dos! ¡Agh~!
– ¡Pero tío, es que lo tiene muy apretado…! ¡Ooohhh…! —Contestó el ayudante, a la vez que este lograba ensartar un trecho más de su carne viril en las entrañas del maduro semental que le daba la espalda.
– ¡Diablos! ¡La siento en el estómago! —Y aquel hombre se pajeaba más rápido.
– ¡Y yo siento que me estruja la verga con todo! —Agregó su sobrino bombeando con la misma energía que mi vecino se cogía a tu tío.
– ¡No sé cómo demonios lo hace don Mauricio…! ¡Aaahhh…! ¡No puedo más!
– Desde chaval sé usar los músculos de mi culo y polla; soy un experto. —Le respondió acelerando sus folladas; mientras con un brazo hacia atrás agarraba al joven mulato, alentándolo a darle más fuerte, y con el otro brazo don Mauricio manoseaba el pechote del camionero, estrujándole los oscuros pezones paraditos.
– ¡Me vengo…! ¡¡AAAHHH!!
– ¡Yo también, tío! ¡¡AAAHHH!!
Y aquel moreno camionero se bañó toda la negra panza con su blanca y cremosa esperma, al mismo tiempo que su sobrino le echaba todo su semen dentro de las tripas al maduro macho.
Les aseguro que en ese momento mis dos cabezas estuvieron a punto de explotar. Yo a todo esto había estado masturbándome sin descanso. Me había bajado la calzoneta hasta las rodillas y con una de mis manos me jalaba mi tiesa y palpitante verga, y con la otra me hurgaba entre las nalguitas y cuando encontré mi anito peludo, me empecé a meter un dedo.
Pero no podía distraerme conmigo mismo; entonces espié de nuevo por la ventana y miré como ahora el semental de don Mauricio tenía a esos emparentados machos mamándole a la vez el robusto rabo. El camionero y su asistente, que además eran tío y sobrino, de rodillas se turnaban para deleitarse succionando aquel tremendo falo. Mientras uno chupaba, el otro lamía el resto de la base que no entraba en la boca y también aprovechaba para limpiarle a lengüetadas todo el sudor de los orondos y peludos huevos que le colgaban a mi viril vecino.
– ¡Eso es! ¡Ordeñadme bien las bolas! ¡Quiero oírles pedirme la lefa, par de putos!
– ¡Mmmm…Slurp~! ¡Dame lechita, por favor! —Le suplicaba el moreno panzón, chupando el jugoso glande de don Mauricio al mismo tiempo que su sobrino, que casi se besaban entre ellos.
– ¡Mmmm…Slurp~! ¡Yo también me la quiero tragar toda! ¡Mmmm…Slurp~!
Así que el dueño de casa, como el auténtico semental vicioso que es, se la comenzó a jalonear hasta acabar; asegurándose de darle su cuantiosa ración a cada uno de los negros que tenía hincados pidiendo su leche masculina, como dos perritos con las fauces abiertas y las largas lenguas por fuera. Y aquella descarga de esperma fue tan colosal, que ninguno de los dos pudo comérsela completa; por lo que ambos quedaron con las caras todas embarradas de semen, escurriéndoles por la barbilla, cuello y pecho, hasta el suelo de la sala.
Yo me senté entre los arbustos, pajeándome como un loco y metiéndome ya hasta dos dedos dentro de mis deseosos ano y recto; hasta que eyaculé manchando toda mi camiseta y gorra.
Y eso me trae de vuelta al día de hoy. Yo ya me encontraba en mi lugar predilecto, ansioso por mirar con quien cogería mi insaciable vecino; pero no había señas de él por la casa. (¿A caso no habría sexo ese sábado? No, imposible. No podía imaginar a ese macho calenturiento sin una intensa sesión de sexo para darse placer, aunque fuera con él mismo). Y de pronto lo vi pasar en bata del baño al pasillo, justo en lo que el timbre repicaba.
– Buenos días, macho. ¿Tienes tiempo para mí hoy? —Oí la voz de un hombre.
Entonces me cambié de la ventana de su habitación a la que da a la sala para poder ver.
Aún que yo todos esos sábados anteriores había visto a don Mauricio follar con otros machos morbosos como él (y una chica), la verdad es que no estaba preparado para lo que miré.
– Claro que sí y lo sabéis bien, Joel. —Respondió el dueño de casa al recibir a mi propio papá; el cual entraba y de lleno besaba en la boca al otro maduro hombre.
Me quedé helado observando aquella escena; en la cual mi padre se abrazaba y besaba pasionalmente con su vecino, quitándole la bata para exponer el desnudo y velludo cuerpo de ese hombrezote de anchos pectorales y brazos fuertes.
Apenas vi a mi papá besarse con el viril don Mauricio, chupándose las salivosas lenguas bajo los bigotes, hizo que mi verga saltara ya totalmente dura e hinchada, que sin pensarlo me la saqué para tocármela entre los arbustos. En eso mi padre empezó a descender besando y lamiendo el cuello del otro hombre, quitándose la ropa en el proceso; luego pasó por ese peludo pechote y panza, hasta que de rodillas y ya desnudo del todo, llegó ante aquel miembro de proporciones envidiables; mismo que empezó a mamar con un hambre y deseo que jamás pensé ver en mi progenitor. Pero no lo estaba soñando, estaba pasando.
– Oh…de todos mis putos tú eres el mejor ‘chupa-pollas’… —Resopló el excitado y libidinoso macho, sintiendo como mi papá se atravesaba la mitad de aquel falo hasta la garganta.
– ¡Mmmm…Nnghhh~! ¡Mmmm…Nnghhh~! —Era todo lo que salía de la boca llena de mi padre, mientras su propia verga estaba erecta y él se la masturbaba mamando aquel rabo.
Mi papá tiene 49 años y es como yo, de piel canela clara y cabello negro; pero él es más alto y diría que algo fornido (al menos de joven fue musculoso por las fotos que he visto de él).
Y como yo nunca le había visto la verga antes, ni siquiera flácida, quise vérsela mejor; por lo que me asomé un poco más, pero uno de mis pies aplastó una rama que hizo bastante ruido.
– Oh…sí, sigue… ¡Chupa más…! ¡Ooohhh…! –¡¿Qué fue eso?!
Don Mauricio se giró y con un par de zanjadas llegó hasta la ventana. Yo había tratado de huir, pero mi pie se enredó; que lo siguiente que sentí fue su pesada mano en mi nuca y como con gran fuerza me suspendió y, como si yo fuera un muñeco, me jaló adentro de la casa.
– ¡Vaya, vaya! ¿Qué tenemos aquí? Pero si es un chavalín voyerista.
– ¡¿Joaquín?! ¡¿Pero cómo?! ¡¿Qué haces aquí?! —Intentó interrogarme mi padre, claramente estupefacto de hallarme con los pantalones a los tobillos y la verga tiesa, chorreando hilos seminales en la alfombra. (Y por cierto, ellos dos continuaban muy tiesos también).
– Yo, sólo…Es que los sábados vengo y veo a don…Él siempre está con otros y yo… —Estaba tan nervioso que nada de lo que trataba de decir tenía sentido- ¡Lo siento, papá!
– El hijo resultó ser igual al padre. —Dijo nuestro vecino, colocando un grueso y peludo brazo sobre mis hombros, abrazándome de costado. Ahí fue la primera vez que pudo oler su sofocante hedor a sobaco de macho. Era chocante y a la vez muy atrayente.
– Así que es aquí a dónde vienes todos los sábados. A espiar a don Mauricio coger. —Y noté como su rabo seguía muy duro y yo no podía dejar de mirárselo.
Su verga progenitora era grande, no tanto como la del otro macho; pero sí que era tremenda.
– Joel, diría que tu hijo está en la edad justa para aprender.
– ¿Aprender qué…? ¿De qué está hablando, papá…?
Pero mi padre no me contestó, simplemente se acercó a quitarme la camiseta, botando mi gorra en el proceso, y luego se arrodilló para quitarme el pantalón y los tenis. Don Mauricio lo ayudaba sujetándome, al mismo tiempo que sentía como él me tocaba todo; el pechito y pezones, mi plano abdomen y hasta me estrujó fuertemente las nalgas y mi raja.
– ¡Espera papá, ¿qué haces?! ¡¿Qué me van a hacer?!
– Pues hijo, si tanto te gusta espiar como los hombres tenemos sexo entre machos, ya puedes ir aprendiendo a tenerlo tu también.
Y en ese instante don Mauricio se sentó en el sofá con su morcillozo y nervudo rabo a tope.
– A ver, Joel. Ven y enséñale a tu hijo como se come una pollaza como ésta.
Eso no podía estar pasando, yo debía estar soñando. Ahí estaba junto a mi padre, ambos completamente desnudos y firmes en la entrepierna; y con ese semental velludo y dotado delante de nosotros, empuñando su fornido falo, esperándonos para que se lo mamáramos.
Lo cierto es que mi padre no me tuvo que enseñar mucho, pues como dicen: ‘uno aprende viendo’. Y yo había estado observado bastante todos esos sábados atrás.
– ¡Oh…joder, Joel! Tu hijo es un chupa-pollas nato. —Le comentó a mi papá en lo que yo me esforzaba mamando su vergota- Ooohhh…chaval, se nota que lo heredaste de tu padre.
Ese pedazote de carne gordo y venoso era mi primero, y para ser honesto me gustó mucho. Sabía algo salado al inicio; pero luego, cuando le comenzó a escurrir muchísimo, se tornó muy dulce y exquisito, que yo no cesaba de succionárselo y lamérselo desde sus rugosos, peludos y colgantes huevotes, hasta el ojete de donde emanaban esas viscosas gotitas de néctar viril.
A todo eso, yo escuchaba a mi padre felicitarme por lo bien que lo estaba haciendo y también él me alentaba para que me engullera más del rabo de don Mauricio; pero me era difícil, ya que ese instrumento fálico era verdaderamente grande y grueso como ningún otro. Y en eso sentí como mi papá me acomodaba en cuatro sobre la alfombra, mientras yo me deleitaba con aquella hombría en medio de los muslos de nuestro vecino. Mi padre me separó bien las nalgas y luego se puso a comerme el culo. El sentir la boca y lengua de mi progenitor en mi ano virgen, dilatándome y preparándome para lo que se venía, era increíble.
– ¡Ya está listo! Ya le entran fácil dos de mis dedos. —Le avisó mi papá al otro hombre, justo en lo que me follaba en culito con su índice y dedo medio.
– ¡Estupendo! Con lo que me gusta estrenar un hoyito joven.
Entre los dos me llevaron a la cama y sin darme cuenta ya estaba acostado de lado, con las piernas abiertas y con ese velludo macho atrás de mí calvándomela de cucharita. Creo que el intenso dolor de haber sido desvirgado por el morcillozo miembro de don Mauricio, bloqueó mi memoria, pues recuerdo muy poco de cómo fue; sé que entre él y mi padre me untaron mucho lubricante y cuando volví en mí, estaba todo sudado, me sentía caliente y mi verga se sacudía contra mi vientre con cada bombeo brutal que ese semental le estaba propinando a mi pobre culito ya no virgen. Para ese momento todavía me dolía bastante; pero también sentía una fricción y calor delicioso en todo mi recto y el resto de mi interior.
Papá me miraba con ojos de orgullo y a la vez deseo, que su hombría estaba más hinchada y palpitante que antes, le apuntaba al techo y de la punta le colgaba un largo hilo seminal.
– Papá… ¡Agh~! ¡Déjame mamártela, por favor…! ¡Agh~!
– Ya oíste a tu hijo, Joel. —Y don Mauricio aumentó sus bombeos, haciéndome estremecer tanto que pensé me orinaría- ¡Vamos, chavalín! Muéstrame como os coméis toda la buena polla de tu padre; la misma de la cual habéis nacido.
Entonces mi papá se colocó de rodillas sobre la cama, justo con su entrepierna frente a mi cara, y ahí yo de inmediato le empecé a besar, lamer y chupar su fibrosa verga.
Haber mamado el monstruoso falo de don Mauricio fue muy rico; pero el poder tener entre mi lengua y paladar el rabo de mi progenitor era aún más morboso, y se sentía asombroso; todo mientras soportaba no sé cómo las agresivas cogidas de mi viril vecino.
– ¡Coño! ¡Pero qué culete tan estrecho y suave tienes chavalín! —Y sus folladas aumentaban al punto que ya tenía sus 25cm dentro, directo en mi estómago o así lo sentía yo- Toda mi pollaza desliza como terciopelo…Ooohhh… ¡Uff…menuda suerte tienes, Joel!
– ¡Lo sé, macho! —Le oía decir a mi padre, al mismo tiempo que yo me dejaba follar la boca y garganta por él- ¡Rómpele bien el culito a mi hijo con esa vergota tuya!
– Pero mi experiencia me dice que tu chaval está disfrutando más con tu polla que con la mía.
– Macho, me disculpo por mi hijo. —Respondió papá, ya que yo no podía decir nada. Estaba atravesado a la vez por ambos extremos por ese par de machos y sus miembros masculinos.
– Descuida, Joel. Es normal que pase con un padre y su crío. Su vínculo es muy fuerte.
En ese momento experimenté un gran vacío en mi culo; que me costó unos segundos darme cuenta de que don Mauricio me había sacado su hinchado rabo y, de rodillas a la par de papá, se jaloneó un par de veces hasta que acabó en el falo progenitor de mi padre y también en mi boca abierta. Yo traté de tragar todo; pero como ya sabía, la carga de semen de las bolas de mi vecino era demasiada, que me bañó toda la cara y pechito. Eso sí, su esperma tenía un sabor muy penetrante y exquisito; que sin pensármelo, yo ya estaba juntando y comiéndomelo todo. Incluso lo lamí y chupé de la verga de mi padre, sus pelos púbicos y sudados huevos.
Y una vez más sin darme cuenta (y siendo usado por ese par de sementales a su antojo), yo ya me encontraba acostado boca arriba contra el respaldar de la cama, con las piernas a cada lado de mi cabeza y con mi trasero peludito bien elevado y empinado, y estaba siendo taladrado por mi propio padre y su musculosa verga, clavándomela entera en mis entrañas.
– Oh…hijo… De haber sabido antes que querías esto, no habría salido de casa para buscar sexo; te habría estrenado desde pequeño. —Me confesó papá mientras con su pelvis subía y bajaba, enterrándome vigorosamente su instrumento inseminador paternal.
– ¡Ay…papi…! ¡Agh~! Me habría dejado con gusto… ¡Aaahhh…! —Le contesté viendo como mi verga erecta se sacudía mucho sobre mi rostro, botando hilos seminales en mi boca y lengua.
A todo eso, Don Mauricio nos observaba a un costado, masturbando su rabo nuevamente duro y más abultado que antes; que tenía que utilizar ambas manos para poder pajear todo ese formidable falo pellejudo y peludo.
– ¡Aaahhh…! ¡Es verdad, hijo! ¡Tienes un culito maravilloso…! ¡Me vengo…OOOHHH!!
– ¡Sigue papi, sigue! ¡Más adentro! ¡Más duro…Ooohhh! ¡Yo también…! ¡¡AAAHHH!!
La leche paterna de mi progenitor empezó a regarse por todos mis intestinos; al mismo tiempo en que yo eyaculaba también, lanzándome todos los chorros en la cara y boca abierta.
– ¡Menuda corrida os habéis dado, par de putos! —Nos dijo el libidinoso de nuestro vecino al vernos- Pero ahora quiero que vengáis y me dejéis limpiaros.
Acto seguido, el forzudo y velludo macho estaba hincado en el piso lamiéndonos y chupándonos las vergas a mi padre y a mí a la vez, tan sabroso que nos las puso firmes y tiesas otra vez; ofreciéndonos luego una doble mamada que hasta nos corrimos por segunda vez seguida, sólo que ahora en el arrugado rostro de ese maduro semental de mostacho.
Ya era de noche cuando salimos de la casa de don Mauricio; nos habíamos pasado toda la tarde follando, que perdí la cuenta de cuantas veces acabé o ellos dentro y sobre mí.
– Los dos pueden volver el día que quieran por más. —Nos dijo cuando nos despedía bajo el farol de la puerta de su entrada- Siempre sois bienvenidos.
– ¿Cómo? ¿No es que sólo coge los sábados? —Le pregunté extrañado.
– ¿Qué dices, chaval? ¡Ja, Ja, Ja~! Yo echo polvos todos los días.
– Y por eso hijo, él es el más macho de todos en el barrio. —Agregó mi padre mientras me abrazaba por la cintura con uno de sus sudados brazos.
Papá y yo seguimos visitando a nuestro vicioso vecino, pues resultó que nosotros también lo éramos. Cogimos los tres juntos muchas veces más y también con otros de los visitantes regulares de don Mauricio; pero el vínculo que se formó entre mi padre y yo iba más allá del sexo, que nos volvimos amantes inseparables de por vida…
—El Fin.
como sigue
No sigue nada.
Es muy simple, si al acabar de leer aparece un «El Fin.», es porque es el final de la historia.
Gran relato como siempre. Me encanta como escribes ❤️🥵🥵🤤
Muchas gracias y Salu2!! 😉
Excelente relato
Muchas gracias y Salu2!! 😉
Este relato es una versión escrita de un comic de Rolando Mérida
Este relato es una versión escrita de un comic de Rolando Mérida, por si alguien quiere ver el original