Espiando cuando los machos orinaban en el garaje de la casa
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Eventualmente_Sexual.
Cada fin de semana cuando en casa de mi tía se ponen a beber, muy tarde iba a la cama a dormir. Aunque no dejaban de decirme ¡Maikel anda a dormir! Yo igual me hacia el loco y nada que me acostaba. Y es que todo empezó desde la primera vez que vi una verga dura y gruesa.
En el frente de la casa era donde se ponen a beber y la mayoría era puros hombres. Entonces por el costado derecho de la casa, exactamente por donde era “el garaje” ahí iban y echaban sus meadas. Yo había salido por la puerta del patio, no recuerdo que iba hacer allá. Pero vaya casualidad, Ramón el albañil, borracho ya, sacudía su verga y era morena, gruesa y deliciosamente apetitosa.
Como un dulce, desee tenerla en mi boca. Ramón se apoyaba contra la pared, al poco rato se da cuenta que lo veía, y al verme a mis ojos no se inmutó por mi mirada de putica indiscreta. Más bien creo que lo hizo adrede. Dejo verle todo ese miembro viril a todo esplendor.
La verdad es que ya traía el gusto por la entrepierna de un hombre. Sobre todo de los grandotes, machos casados ya con hijos, mejor dicho yo me volvía toda putita cuando veía al padre de un amiguito. Hubo uno que estando yo en casa ajena, salió el señor Alonzo, un gandolero alto, altísimo y de cuerpo ancho. El señor había salido del baño, la toalla que lo cubre, casi nada lo cubría. Lo que más me llamo la atención, fue ver como se le marcaba la verga, saltándole de un lado a otro. Y como dice el dicho “muchacho en casa ajena busca lo que no se le ha perdido” fue en esa casa donde encontré eso que no había perdido aun… inocencia.
Los fines de semanas era que podía salir de casa, y siempre iba a casa de Alex. Si tenía la suerte de ver al señor Alonzo, regresaba a la casa toda caliente, y por ello también esperaba que los borrachos clientes de la tía fueran y orinaran y yo los espiaba. Pero esa noche fue diferente, la casa de Alex estaba prácticamente sola. Excepto por un primo de él, el Junior; un “cara de indio” muy simpático que otras veces también veía con interés.
Estábamos en la sala viendo la televisión, junior estaba sentado en el sofá, creo que tenía él en ese entonces unos 16 o 17 años. Lo recuerdo alto para esa edad, y siempre que lo veía cargaba era puesta una bermuda de algodón, ancha pero apretada a la cintura. Cuando levantaba una pierna se le veía allá lejos un bulto, más que toda la bola era lo que le veía. Esa noche no sé si lo hacía con esa intención. Yo no dejaba de verle y se tuvo que dar cuenta, luego se palpaba por encima y fue consiente que una erección era lo que tenía. Marcándose ese trozo de carne a un lado, jugoso y delicioso.
—Vamos a jugar afuera— me dice Alex.
Al salir quede con las ganas de seguir viendo al Junior. Afuera estaban los demás muchachos y llegamos justo a tiempo para también jugar al escondite. Si les digo que lo pensé en ese momento, seria mentira, porque fue ya cuando estuve dentro de la casa de Alex. Recordé al Junior y fingí —bueno, no fingí exactamente, pero si había un poco de intención— llego a la sala donde seguía Junior viendo televisión, sonriente y con desespero hago ademanes que me hurgue esconderme y con mucha parsimonia Junior señala una habitación y entendí que ahí debía esconderme yo.
Lo recuerdo como un largo tiempo, cuando Junior entro a la habitación. Pero ahora que entiendo la urgencia del morbo, no es lógico que haya esperado tanto. Primero vio a mis ojos, mi corazón se puso a latir rápido y cuando apago la luz, sentí miedo y le pregunto qué; ¿Qué pasaba?
— ¡Te están buscando! —susurra y camina hacia la ventana que da vista a la calle.
— Ven— me dice y yo me acerco.
Primero estuvo a mi lado, yo sonreía y veía a varios muchachos pasar corriendo por la calle.
— ¿Alex sabes que estas aquí?
— No
— Entonces van a tardar mucho en conseguirte— al decir eso, se coloca detrás de mí y apoya su entrepierna en mis nalguitas. Sentí la dureza de un hombre, y como si lo putica de un futuro, se adelantara a mis 11 años, levante la colita y solita me restregué contra esa entrepierna durísima.
Todo lo demás fue en silencio, bajo él mi pantaloncillo y coloco esa estaca caliente en mi rajita, sentía como sus fluidos lubricaba mi culito. Por mi putería y ansias de tener un güevo en mi culo, lo he cogido por el tronco, y lo apunto a mi upite. Junior empuja, y el dolor me hace bajar al suelo. Muy asustado él, me pregunta que me ha pasado, le respondo que nada. Aun agachado al piso, con mis manos le agarro el güevo. Junior peina con sus dedos mis cabellos, y luego dice;
— ¡Chúpalo!
Estaba destinado a ser un buen mamador de pene, lo lleve a mi boca y con tan solo probar la textura y sabor del glande, el resto lo devore como una paleta. Engullí todo ese mástil, fue la primera vez que hice a un hombre gemir, y me gusto hacerlo.
Mientras Junior veía por la ventana a ver quién venia, yo estaba agachado mamándole la verga. La tragaba toda y luego toda babosa la dejaba. Saboree todo el tronco, olí los pelos de la ingle y muy atrevido, también chupe sus pelotas. Se hincó, luego se puso tenso y se paró con la punta de los dedos del pie. Junior apretando mi cabeza, y con toda su verga adentro de mi boca, exclamo y luego todo en mi boca acabo.
Trague todo ese líquido viril, fue tan poco para mi gula, que el semen espeso se hizo nada en mi paladar. Exigiendo que expulsara más, junior espero que tan solo exprimiera y las últimas gotitas se las limpie directamente de la cabeza del glande nada más.
No tuve otro encuentro con Junior, sino hasta unos años más adelante. Pero no fue el único, hay otros que en mi boca, se comenzaron a deslechar.
Siguiendo con mis pilladas que le daba a los borrachos en el garaje de la casa, hubo uno que se le puso dura la verga, con solo verme como yo con la vista la devoraba. De este no me siento tan orgulloso, porque el tipo era un feo, que la palabra feo se queda corta.
Un mecánico, podes imaginar que el tipo no era muy alto, la verdad es que su rostro era lo feo que tenía. Arrugada por el acné de adolescencia de muchos años atrás —creo que Edgardo tenía unos 37 años— también era su nariz horrible, y llevaba un bigote que con el rato que estaba ya bebiendo, se le pone húmedo y horrible. Lo único que no tiene feo es el miembro viril. Ese tipo se gasta tremenda verga, no solo por lo grande, sino porque es el falo más bonito que había visto hasta entonces.
Al oír que alguien estaba orinando, yo esperando ya en el patio, sigiloso hago como si fuera asomarme sin ninguna intención, y apenas que asome la cabeza, mi mirada se cruza con la del mecánico. Hizo un movimiento de saludo con la cabeza nada más, en eso comienza sacudirse la verga. Hipnotizado veo como esa tripa se bambolea, ya con la boca echa agua, al subir la mirada, es porque ya la de Edgardo ha cambiado.
Viendo fijo a los míos, seguía sacudiendo su verga, luego no era sacudida y con el movimiento del brazo entiendo lo que hace y rápido de nuevo bajo la mirada a la entrepierna.
Aquella tripa que ya gorda se veía, cuando tomo rigidez mi culito pálpito y la boca se me abrió. En el garaje no podíamos hacer nada, yo di unos paso atrás y el entendió mi mensaje. Ya en el patio (otro lugar visible) ahí el me coge por un brazo e indica que me arrodille y le mame la verga. Se pegó a la pared y comienzo mi chupada. Para ser mecánico, el olor de su verga olía a jabón azul de lavar ropa, no tenía sabor, pero con solo sentir ese trozo de carne gruesa atiborrar mi boca, bastaba para yo comérmela con mucha pasión.
Apretó mi cabeza y hacia metérmela todita en la boca. Me la saco y con los ojos aguados, pido un poco de tiempo, para no hacerlo esperar le chupo las bolas, y por segunda vez supe que un macho se derrite al sentir una lengua en sus pelotas. El mecánico gimió y relincho como caballo, de nuevo le mamo la verga, luego jojoteo todo el tronco grueso. La viril verga con esa fuerzas de macho, no dejaba de palpitar, incluso dentro de mi boca brinca. Edgardo se pone erecto, chilla y en abundante leche, toda la cara me la llena. El semen quemaba mi piel, el resto lo saboreo en mi lengua, le chupo el glande y con mucha lastima, me molesta que haya acabado tan rápido.
A Edgardo pareciera que con la eyaculada, un poco la borrachera le hubiese pasado. No veía a mi cara, sentí su vergüenza, se guarda la verga y por donde mismo vino, por ahí mismo regreso al porche.
Claro que todo el semen en mi cara lo he lamido, me limpiaba con los dedos y luego todo tragaba. Fui a mi habitación, apoye mi entrepierna contra la cama, y ya después de bastante abstinencia, me froto y al sentir la cosquillita, imagino que todo esos machos me están cogiendo en ese momento.
Fue la primera vez que eyacule.
De tanto en tanto, cada vez veía muchas más verga en el garaje de la casa. Había unos que me dejaban ver, pero también estaban los otros que se tapaban e incluso hubo uno que me regaño y me mando a la cama.
Para la suerte de mi morbo sexual tan prematuro, llego una noche de fin de semana, muy diferente a los otros.
Mi tía vendía clandestinamente cerveza en la casa, no recuerdo desde cuando vivo con ella, supongo que desde muy chico. Era huérfano de madre y bajo su tutela he quedado. Esa noche estaba dos tipos que trabajan la construcción, pero ellos no eran de este lugar; viven en otro estado. Ellos son de actitud y estilo de machos del propio llano, incluso tenían el acento de llaneritos, y había uno más simpático que el otro, pero en sí ambos me provocan.
No solo a mí me llaman la atención, vi a mi tía interesada en uno de ellos, exactamente en Juan. Alto, delgado y de brazos gruesos. Ella muy hospitalaria, para que no se fueran le dice que se queden en casa y así fue, se quedaron a dormir con nosotros.
Supongo que entre ellos dos, imaginaban por donde iba la cosa. José no hace más que nada, sino dejarle la cancha libre a Juan. Entendió que iba a dormir con mi tía y él en una colchoneta, en el piso de mi habitación.
No voy a negarlo, pero desde que mi tía dijo que se quedaran en casa, comencé a temblar de solo imaginar lo que podía hacer. Cuando llego el momento de acostarnos a dormir, mi tía ya había acomodado a los dos hombres, uno en su habitación y al otro en la mía, acostado en el suelo. Antes de apagarnos la luz, ella se acerca a mí y yo arropado la quedo viendo a los ojos. Veía en ella su lujuria << ¿acaso no pudo entender que yo estaba en la misma? >>. Debía tener yo la cara roja, ella toca mi frente para saber si tengo fiebre. Me pregunta si me siento mal, le respondo que no y como nunca antes lo había hecho, me da un beso en la frente y luego se va.
La intención mía era esperar que José se durmiera y llegar yo tan solo a tocar. La espera la hice larga y la gana de orinar se comenzó a antojar. Fui al baño, que muy cerca está de mi habitación. Para saber si ya estaba dormido, rápidamente prendo y apago la luz. Como no logre ver nada, lo hago de nuevo pero esta vez espero. Así como lo había pensado, así mismito estaba, dormido, boca arriba y roncando.
Pensaba esperar un poquito más, pero viendo que ya estaba yo fuera de la cama, mejor era bajar al suelo y llegar lo más posible cerca de la colchoneta. Ya estando en el frio piso, apenas montaba una sola pierna al colchón y los nervios comenzaron de nuevo hacerme temblar. Y es que temblaba tanto, que cada espasmo me cruzaba el cuerpo y erguido completamente quedaba. Tuve que morder mis dedos, para lograr calmar un poco mis nervios. Ya decidido y pensado bien lo que tengo pensado hacer, alargo la mano e intento ver en la oscuridad, y guiado por mi instinto palpo primero la pierna de José. El jean negro que lleva puesto, es tan grueso que creo no pueda sentir mi mano encima de él. Con la misma excitación y misma adrenalina, sobo toda la pierna para luego llegar a la entrepierna. Como dije antes, el jean es grueso, y lo que toco —creyendo que estaba erecto— es donde va el cierre del pantalón.
Ya molesto y desesperado por no sentir mano, sin mucho cuidado y muy tosco, aprieto y logro sentir algo. Como ya lo estaba hamaqueando y nada que José se daba cuenta, yo estando ya de rodilla sobre la colchoneta, tocaba toda su entrepierna y mi próxima idea era subir a ella.
Lo hago y no me creo tal osadía de mi parte. Estaba muy excitado y de paso José nada que despierta. Apoye mis nalguitas pero no sentía dureza de su parte, por ello bajo de nuevo y esta vez le desabrocho el botón y luego bajo el cierre. Al sentir ese trozo de carne aguada por encima del interior, mi boca grosera pide tenerla adentro. Bajo la cabeza y le huelo por encima, el olor de macho me calienta mucho más. Saco ese trozo y de una lo llevo a mi boca, lo chupo y lo jalo como una tripa, saboreo todo ese sabor agrio, mezcla de orine y pre semen. Al estar aguada puedo tenerla toda adentro y oler sus pelos. Cosa que me gusta y con ellos me extasío al máximo.
De repente comienza a endurecer, se tiempla esa verga en mi boca. Y vaya disfrute el mío, lamo todo es tronco erecto, y la textura de las verga, con esa venas se lamo tanto, hasta al punto de que José, emite un bufido y luego coloca su mano en mi cabeza. Sabiendo ya que está despierto, le chupo las bolas, el gime y soba mi cabeza.
Así mismo putita, hacelo así mismito —decía él.
Atragantado y como una puta, satisfaciendo a mi macho hacia lo que él quería. Cuando se puso de pie, me puso a mamar de rodilla. Luego me saca la franela y con el mismo impulso también me saca mi shorcito, luego en la cama me acuesta boca abajo. Mi cuerpo tiembla y tener a este macho encima de mí, cuando roza sus pelos del pecho, mucho más me hace titiritar.
Había colocado su pene en todita mi raja, y así simulaba cogerme, mientras a mi oído susurraba, yo como putita levantaba la cola y deseaba ser penetrado.
Entendió mis ganas, José apoya el glande u hace presión. Muerdo la almohada y siento como ese intruso de carne gruesa va abierto las puertas de mi anito cerrado. No aguanto más y le pido que salga… y fue la primera vez que entendí que aun hombre no se le puede hacer retroceder.
José arrecho, empuja más adentro, tapa mi boca y repitiendo en mi oído decía; tú no querías esto pues ¿tú no querías ah?
Después de haber topado toda su ingle y sentir yo su pelvis, tan solo palpitaba su verga dentro de mí, luego esperando que mi culito acostumbrara al grosor del intruso. Suave y pausado, mueve la pelvis y comienza cogerme rico.
El dolor seguía palpitando en la entrada de mi ano, pero el rozar de esa verga en mi recto, las cosquilla en mi esfínter se hizo intensa, y al ratico ya una erección tenía apoyada en la colchoneta. Los movimientos de José se hicieron más rápidos, y al apoyar su barbilla peluda en mi espalda sudada, el cosquilleo en todo mi cuerpo, me hace tensar, le busco la boca, besa mis labios, introduce la lengua y afincado toda su verga dentro de mi culo. Chilla como si lo hubieran herido, y su semen dispara dentro de mí, con ráfagas de leche espesa y caliente.
Apretando yo mi culo y sentir esos latidos adentros, mi verga apoyada al colchón, no me aguanto más y acabo también ahí…
A la mañana, no dijo nada e incluso no lo vi irse. Ante de que tía recogiera ella el colchón, yo me levante y lo hice primero. Ese día tía y yo limpiamos la casa, de lo más alegre… ¿y cómo no?
Si anoche nos cogieron rico…
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